Si bien el argumento legal para quitar de circulación el libro Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país –tal cual su título completo– fue una infracción a los derechos de autor, denunciada por el guionista, amigo y heredero de Alberto Migré, Víctor Agú, la realidad es que por debajo subyace una censura homofóbica. El propio Agú publicó recientemente en Facebook una carta a su amigo muerto que lo confirma: “No querías que hablen de tu vida privada. Sin embargo lo hicieron. ¿Qué parte no entendieron esos amarillistas? ¡Cómo atrasa hablar de la sexualidad del otro!”, se quejó.
Escritora, editora del suplemento “Soy” de Página/12, autora de El libro de los testamentos (El Ateneo, 1997) y Los discursos del poder (Norma, 2001), Liliana Viola dedicó cuatro años a investigar la figura y la obra de Migré, el creador de culebrones legendarios como Rolando Rivas, taxista; Piel naranja y Una voz en el teléfono. El libro de Viola, editado por Sudamericana, salió a la venta en diciembre de 2017, pero desde finales de febrero pasado está siendo retirado del mercado por un acuerdo –que incluye una cláusula de confidencialidad– entre la editorial, Viola y Agú. Sin incumplir en ningún momento con ella, Viola reflexionó junto a ANCCOM sobre el proceso de elaboración de su libro, sobre la “saga novelera” que lo terminó rodeando y sobre Migré, el autor que transformó la televisión argentina.
Ante la propuesta inicial del grupo editorial Penguin Random House de escribir una biografía de María Elena Walsh, tu respuesta fue hacer la de Migré, ¿por qué?
Más allá de que María Elena Walsh es una escritora que se dirigió también a adultos, me parece que el perfil que cala en la sociedad son sus canciones para niños. Entonces pensé en la infancia y en mis ganas de escribir sobre alguien que la enloqueció, educó, ilustró, informó o desinformó. La abuela y la mucama son dos personajes que aparecen mucho en el libro, porque son consumidores de telenovelas. Pero no lo hacen solas, la mucama lo hace con la niña o el niño que está cuidando, la abuela lo mismo. Esa conexión entre el servicio doméstico y la abuela que tienen gustos despreciados por la clase media y la clase ilustrada. A su vez, las novelas de Migré estaban prohibidas para los niños, de la televisión era lo que los padres no permitían que se viera por estar cargada de escenas sexuales o de aquello que no se habla tanto en los 70 como en los 80. Elegí a Migré por lo mismo que luego me perturbó al escribir, porque es un producto que está enchastrado con el barro de lo menor.
Cuando hablás de la relación entre un biógrafo, su personaje y mencionás al dinero, aparece un vínculo con otra obra tuya, El libro de los testamentos…
Lo hice en 1995 cuando viví por dos años en Inglaterra por una beca de estudio. Allí tuve acceso a bibliotecas públicas y también a otras muy específicas, sobre todo en Oxford, donde fui encontrando biografías o facsímiles de muchísimos testamentos y de casualidad di con el de Charles Dickens. A partir de ese empecé a buscar otros, me encontré con muchos de puño y letra de escritores, escritoras y personalidades famosas que no guardaban una impronta legal sino que funcionaban como un arte de la despedida. No es casualidad que se llamen “la última voluntad”, es algo que uno escribe no necesariamente cuando se está por morir sino cuando decide algo para el futuro, luego de fallecer. Todo esto último que ocurrió [con Migré] es muy significativo, no deja de pertenecer al discurso de la telenovela. Que aparezca la figura de un sucesor, la prohibición, la idea de una sexualidad que hay que ocultar o un delito, citar más de lo que se debe. El protagonista sería el libro y el villano el que logra sacarlo de la venta. Asociado a la herencia aparece en el libro el personaje del novio de Migré, el actor Daniel Lemes. Cuando lo entrevisté no quería que su nombre figurara. Ahora, de repente, mientras se está hablando de que si Migré tenía o no que estar en el clóset y el libro es retirado de circulación, aparece Lemes que sale de su propio clóset. Esto también es una saga novelera.
¿Tuviste acceso al testamento de Migré?
Sí, es muy interesante. Habla de su personalidad o de cómo vivía, porque no solamente dice que le deja al heredero sus libretos sino que va indicando dónde los tiene que encontrar en una casa muy grande donde él vivía solo: “Hay algunos detrás del escobero, otros en una caja de zapatos”. Se conservan muchísimos, es invaluable, pero los tenía tirados por cualquier lado, su testamento tuvo eso de simpático.
¿Cuáles fueron los escollos durante la producción del libro?
Me enfrenté con mi timidez y por otro lado con el secreto. Ocurrió algo muy especial con los entrevistados, tenían una especie de mística, parecían estar dirigidos por Migré. Fueron 60 entrevistas, todos prácticamente refirieron a lo mismo y cuando llegábamos al terreno de la vida íntima o de algún defecto de Migré, siempre trastabillaban, se generaba un largo silencio y una pista equívoca: “Tuvo un gran amor pero no te puedo decir el nombre”, “Te puedo decir el nombre pero no el apellido”, y así. Todos me contaron, por ejemplo, qué les había regalado, por eso tuve un trabajo de pensar cómo hacer para mostrar la generosidad de este hombre, así es que imaginé para el primer capítulo una situación donde lo veo a Migré en el café La Paz, unos días antes de morir, contando mucho dinero y dándoselo a un amigo. Imaginate qué loca la relación que se produce entre quien escribe una biografía y su biografiado, que me han discutido de esta historia que es fantasiosa, que no fue en ese bar sino en otro, que no fueron 2.000 dólares sino 15 y que no era un amigo sino un conocido. Lo que ellos veían como un error, para mí era la confirmación de que estaba en buen camino en la construcción de su figura.
¿Qué lugar ocupó el público en la construcción de la figura de Migré?
A lo largo de esos cuatro años me di cuenta de que una biografía de Migré no iba a estar completa si no se le daba un lugar importante y sostenido a lo que los y las televidentes tenían para decir, fuera o no real. Mucha gente recuerda su propia telenovela con escenas que jamás ocurrieron. Me pareció importante, al mismo nivel que los datos duros asociados a la vida de Migré, así que decidí entrevistar espectadores, recoger anécdotas e incluirlas como si fueran notas al pie, en ese sitio de autoridad que suele tener la nota al pie en los textos académicos.
¿Migré buscó el éxito de manera deliberada?
Sus logros los buscó a conciencia, por lo menos lo hacía como una necesidad. Migré era más un espectador que un escritor, una vez que él escribía y sus actores actuaban, se sentaba a mirar como si fuera otra señora más de ese público. Por eso nunca pudo escribir novelas con 200 capítulos por adelantado porque no sabía realmente cómo iba a seguir la novela. Para mí podía desdoblarse, se le presentaba esa combustión que es la pasión que mantuvo hasta el final de ser un espectador y tener el poder de que pase en las tramas lo que él quería que pase.
¿Fue un precursor?
Mientras Migré escribía el libreto de Rolando Rivas, taxista, a principios de los 70, durante el gobierno de Lanusse, el ERP secuestró al director general de la Fiat, Oberdan Sallustro y la televisión lo mostraba como un hombre trabajador, italiano, con mujer y tres hijos que hablaban en cámara. Fue una situación inédita que duró uno o dos meses, hasta que se da el desenlace que muere cuando la Policía va a liberarlo, no se sabe si las fuerzas de seguridad o el ERP lo mataron, aunque luego el ERP se atribuyó el asesinato. Migré estuvo viendo que su público estaba preso de una historia apasionante y real, por lo que convirtió al hermano de Rolando, Quique Rivas, que hasta ese momento había tenido apariciones insignificantes, en estudiante universitario y guerrillero. Episodios más tarde es perseguido y asesinado a las tres de la mañana, adelantándose a las prácticas que aplicarían cuatro años más tarde las Fuerzas Armadas. Migré no tuvo una intención política pero lo suyo hoy puede y debe ser leído como una hazaña.
Se cuenta que con Rolando Rivas, taxista se paraba el país, que a Claudio García Satur, el galán de la tira, los taxistas lo consideraban un colega y hasta le preguntaban cuántos viajes había hecho…
Uno de los elementos característicos de las novelas de Migré es que se intenta que el público pierda noción del límite entre realidad y ficción. Es el autor que aparece en el primer capítulo o que se mete en la novela cuando un actor falta, totalmente fuera de cuadro. Sin embargo, veíamos que entraba Migré sin sorpresa, porque era un autor que estaba sobrevolando siempre sus personajes. En Piel Naranja no es loco que de repente se siente en un sillón junto a Marilina Ross y le pida que cante “Quereme”…
¿Y cómo es la mujer en las telenovelas de Migré?
Protagonista de problemas éticos, morales, y subsumida en el amor romántico. El problema es que quiere enamorarse pero se encuentra con una sociedad patriarcal y machista. El radioteatro –que Migré creció escuchando y luego escribió– y la telenovela ponen en tono de ficción problemas de la identidad femenina, legales y familiares: los niños robados, el aborto, la lucha por la tenencia y la identidad de los niños, la necesidad de casarse dentro de la misma familia, las diferencias de edades, todos estos elementos nos están hablando del derecho de familia.
Migré no se quedó en el cliché a la hora de mostrar al varón homosexual…
A medida que pasaron los años, fue agregando conflictos, perfeccionándolos y modernizándolos, abriendo la visión. En los años 70, en el unitario Fin de semana macabro aparece Lucho, un joven homosexual reprimido que unos amigos obligan a tener relaciones con una prostituta a la que después asesina. Representa a un homosexual que es víctima del patriarcado, que lo obligan a demostrar que es un macho, y por otro lado es el “conflictuado” cuya violencia lo hace capaz de asesinar. En Leandro Leiva, un soñador de 1995, aparece personificado por Daniel Lemes otro gay, Pastor Feijó. Es la persona que da alegría, solidaridad, lazos y creatividad a toda una comunidad. La imagen ha cambiado mucho desde aquel homosexual que es capaz de matar por oprimido hasta éste que busca soluciones donde aparentemente no las hay, a pesar de que sigue oprimido y escondido en el Tigre.
Desde las reivindicaciones de género actuales, ¿cómo se ven hoy las telenovelas?
Desde el feminismo podemos ver que hay un apaleamiento, por ser un género consumido por mujeres, lo hemos mirado con desprecio. Los actores, en las entrevistas del libro, cuentan cómo hacían una telenovela de Migré para obtener fama e inmediatamente se volcaban al teatro serio para limpiarse el lastre, para no ser considerados mediocres. Es paradójico, porque es un género de un éxito rotundo, eminentemente dedicado y pensado para la mujer o mentalidades afines a lo femenino, que nosotras mismas hemos mirado con culpa.