Un semicírculo de sillas en medio del verde jardín comienza a ocuparse por quienes, ansiosos y expectantes, se suman a la ronda con ganas de expresarse.
Desde la consola, el equipo técnico integrado por los coordinadores del proyecto, Analía Valotta, Camila Masci, Victoria Noguera y Federico Martínez Ruiz, levantan su pulgar. “Arrancamos muchachos”, dice Analía y entrega dos micrófonos. Suena la cortina musical. Es rockera. Algunos no resisten y comienzan a bailar.
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Radio La Colifata nació el 3 de agosto de 1991, fundada por el psicólogo Alfredo Olivera, quien continúa al frente del proyecto. Fue la primera radio en transmitir en vivo desde un hospital neuropsiquiátrico, el José Tiburcio Borda, ubicado en el porteño barrio de Barracas. Tan notable fue su repercusión, que se convirtió en modelo para otros países como Uruguay, Chile, Brasil, Francia y España, entre otros. Desde los jardines del Borda, los internos y ex internos junto a algunos invitados lograron construir, semana a semana, un espacio de expresión y vinculación con los oyentes, y con ese mundo del que fueron excluidos.
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Toman sus respectivos micrófonos con decisión. Julio y Diego dan la bienvenida a los oyentes y anuncian la grilla del programa. La presentación es interrumpida repentinamente: “Que a los médicos de los hospitales se les pague el sueldo”, “Si ven gente durmiendo en la calle, comuníquense con el 108”. Nadie se enoja, todos alzan su voz cuando lo desean. Ya son quince las personas que conforman la ronda. Algunos son visitantes.
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“La Colifata nació como una radio sin antena. Primero surgió como una columna en la FM comunitaria de San Andrés. En cada emisión se trataba un tema en particular. Nosotros le sumábamos la participación de un colectivo de personas que estaba internado en un hospital psiquiátrico. Yo iba con un grabador de periodista al Borda, nos reuníamos con la gente alrededor de una mesa y decidíamos de qué temas queríamos hablar. A veces surgía de iniciativas de los presentes, y otras veces de la temática de esta radio comunitaria de la que participábamos. La única consigna era que el grabador pasara de mano en mano: lo que decían se grababa y después unos fragmentos de los debates se ponían al aire. Así nació la columna radial de los internos del Borda”, recordó Olivera.
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La transmisión continúa. Mientras, ingresa un hombre al jardín. Trae una caja. Es una donación de ropa. Julio, todavía con micrófono en mano, agradece y concientiza a los oyentes sobre la importancia de donar para que los ayuden a enfrentar el frío.
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“Luego de la columna en FM San Andrés, el espacio fue FM La Boca y después la Rock & Pop. No teníamos medios económicos y, por ende, tampoco medios técnicos. Entonces surgió esta metodología de trabajo que se basa en desarrollar una estrategia de comunicación que permita insertarse en lo social para, desde allí, permitir que circule como palabra válida el discurso de un grupo de personas que cargaban con el estigma social de la locura. Así, armábamos distintos microprogramas que distribuíamos a las radios y de esa manera la palabra de un interno llegaba a la comunidad”, rememora su creador.
En 1992, un oyente donó la primera antena con un equipo de 1 watt, lo que le permitía un alcance de 200 metros a la redonda. Tiempo después recibieron una antena de 300 watts, cuando un oyente escribió a “Sorpresa y media”, un programa televisivo que elegía sueños de sus audiencia para hacerlos realidad.
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Los coordinadores proponen que se presenten individualmente a quienes se sentaron en la ronda. Hacen circular el micrófono para que cada participante diga lo que tenga ganas de decir. Algunos cuentan situaciones personales o familiares, estados de ánimo. Otros, comparten poemas. “Es que acá cada uno tiene su espacio, siempre y cuando nos respetemos y nos escuchemos entre todos”, explica Victoria mientras coordina la presentación.
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“Es en este lugar de encuentro radiofónico en el que empezamos a abordar la problemática de la marginación, los padecimientos psíquicos y la estigmatización de la locura. Fuimos constatando que el contacto de manera permanente con otros generaba efectos positivos en las personas que formaban parte del proyecto. Ahí nos animamos a pensarlo también en términos terapéuticos”, afirma el fundador del espacio.
La realidad indica que hay una problemática habitacional y la imposibilidad de reinsertarse en la sociedad al salir del Borda. Al respecto se refirió Olivera: “Con el transcurso de los años sentíamos que la radio hacía bien a quienes participaban de la misma, así que fuimos creando herramientas para poder medir el impacto, conectando el trabajo radiofónico con el proceso de cada persona. A inicios de los años 2000, nos dimos cuenta de que La Colifata anualmente colaboraba con el 35% de las externaciones del hospital. Luego constatamos también que entre los internos que eran dados de alta, un 50% de ellos continuaba en radio y otro 50% dejaba de venir. Si comparábamos ambos grupos, en los que no continuaban había más posibilidades de reinternación que en los que seguían participando”.
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El debate en La Colifata es habitual y el término desmanicomialización genera opiniones como la de Tríniti, otro interno que toma la palabra: “Uno se ‘bordaliza’, se acostumbra a estar en el Borda y cuando salís y vas a un hotel no tenés amigos. Esto le pasa a muchos integrantes del hospital: afuera no nos aceptan, nos discriminan y tampoco sirve que nos saquen de acá y nos lleven a un geriátrico, porque nos enfermaríamos más. La solución sería darle a cada muchacho lo que se merece, los años vividos acá los tiene que recuperar algún día. Este hospital es de los pacientes. No es de los laboratorios. No es de Macri. Es nuestro. Hablar de desmanicomialización implica no quedarse en las palabras, hay que hacer algo. No hablemos más de locura y salud mental, hagamos algo, vayamos a la solución concreta”. Los aplausos no tardaron en llegar.
Gustavo expresa sus ganas de recibir el alta. Añora volver a Paternal con sus familiares. Marcelo, otro “colifato” –como ellos mismos se denominan- pide algunas canciones para bailar, con motivo de su cumpleaños. Todos lo acompañan en el centro de la ronda y bailan al ritmo de la música electrónica que los envuelve y se apodera de ellos.
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Cumplir el primer cuarto de siglo invita a un balance: “Estos 25 años fueron sumamente positivos”, afirma Olivera, aunque considera que aún quedan muchas cuestiones pendientes: “El problema de las dificultades que como sociedad tenemos para relacionarnos con ese fenómeno que llamamos ‘locura’ es muy complejo y no alcanzan 25 años, pero lo que sí se ha logrado es constituir un espacio de valoración y dignidad para un grupo de personas que en realidad pueden ser cualquiera de nosotros. La radio hoy por hoy es una herramienta útil en todo el mundo para acompañar procesos ligados a lo terapéutico y donde las personas restituyen su derecho a la palabra”.
De cara al futuro, Olivera plantea: “Ahora tenemos el desafío de comprobar si la radio puede constituirse en una herramienta de inclusión social y económica para las personas que van saliendo de la internación. Queremos conservar el espacio abierto que tenemos en el hospital Borda para las personas que están internadas, y continuar con La Colifata itinerante o nómade para desarrollar espacios radiofónicos en distintos lugares, ofreciendo la posibilidad de que se expresen los vecinos. Y por último desarrollar el estudio externado profesional de radio, que estamos por comenzar a construir en el barrio de Colegiales, y será un punto de encuentro entre la gente de la comunidad que quiere hacer radio con personas que van saliendo de la psiquiatría. El objetivo de este tercer espacio es justamente esa inclusión social y económica”.
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Mientras tanto, en el círculo del jardín, Silvi, otra colifata, toma el micrófono e invita a los oyentes a acercarse al hospital. Se festejarán los 25 años de radio el próximo sábado 13 de agosto, a las 14.00.
Actualizada 10/08/2016