Manos callosas. Ojos desenfocados. Pies que compran ojotas en cuotas y se protegen de las heladas con alpargatas. Esos cuerpos desgastados, sin embargo, soportan. Como la yerba que cosechan, aguantan. A lo largo de un año, Diego Marcone acompañó a una cuadrilla de tareferos en la localidad misionera de Montecarlo y registró –con una cámara de presencia casi imperceptible– la cotidianeidad de un ciclo completo de cosecha de yerba mate en el documental Raídos. El film se presentó en el último BAFICI y obtuvo cuatro premios: mención especial de la Competencia Argentina; mejor película según la Asociación de Cronistas Cinematográficos Argentinos (ACCA); mejor montaje según la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales (SAE) y la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales (EDA); y mejor película argentina por el voto del público.
“Todos tomamos mate, tan propio de la imagen de la argentinidad –contó Marcone en diálogo con ANCCOM-. Pero la vida de la gente que labura y cosecha el mate no la conoce nadie, por lo menos en la zona de Buenos Aires. Yo, por ejemplo, nunca había visto una planta de yerba mate”. El proyecto nació a partir de una investigación de la socióloga María Luz Roa, quien indagó acerca de los procesos de constitución de la identidad y la emocionalidad de los jóvenes que se criaron en “barrios tareferos”. Estos asentamientos periurbanos, cuya actividad principal es el trabajo estacional en la cosecha de hojas de yerba mate, se afianzaron a mediados de los años noventa como consecuencia de la crisis de la industria yerbatera. El “sufrimiento del yerbal”, escribió Roa en su investigación, “se encuentra asociado a las duras condiciones que experimenta el cuerpo que se funde en el monte año tras año”. Lejos de una mirada miserabilista, Raídos es un documental de observación de cómo los tareferos conviven con ese sufrimiento y de cómo éste no se limita al yerbal sino que crece, silencioso, al interior de sus casas y de sus vidas y, también, a través de las generaciones.
Raídos es como llaman a las bolsas de arpillera de 100 a 120 kilos de yerba. Y raídos están también los propios tareferos, cuyos cuerpos no tienen descanso ni siquiera mientras esperan el comienzo de la próxima temporada de tarefa: las tareas de fumigación también hacen su aporte en el desgaste. “En vez de elegir el estudio, elegí esta cosa: me arrepentí como cincuenta mil veces, me arrepentí el resto de mi vida”, se lamenta Darío, mientras recolecta hojas de yerba mate en un campo de la Cooperativa Agrícola de Montecarlo. Su hermano mayor, que se transforma en padre durante la película, también es tarefero y carga con una oportunidad fallida de ser jugador de fútbol. En el menor, mientras tanto, se depositan los sueños de huida del resto de los personajes: Walter está a punto de terminar el colegio secundario y mudarse a Iguazú, donde buscará un trabajo que le permita ir a la universidad por la noche, aunque él sabe, también, todo lo que dejará en su barrio. La cámara invisible de Marcone documenta la intimidad de esa familia pero además incorpora otros testimonios y charlas cotidianas de los tareferos, lo que convierte a Raídos en una película coral desde el exclusivo punto de vista de los trabajadores.
El primer viaje se hizo con un equipo junto a otro camarógrafo y otro sonidista, un total de cuatro personas, que estuvieron en Montecarlo sólo dos semanas de los cuatro meses y medio de rodaje. Luego, Marcone se quedaba solo con su cámara. “Lo principal fue pasar tiempo con ellos –reflexionó el director-. Pienso que tiene mucho que ver mi forma de ser: soy muy callado, muy tranquilo. ‘Es porteño pero no parece’, me decían. Y eso ayudó a que me aceptaran. Era primero compartir tiempo con ellos; y después, la cámara. No poner la cámara por delante de la persona. Y se fueron acostumbrando. Por ahí estaba en una casa y estaban tomando mate, y si empezaba a grabar, me seguían pasando el mate. Después en la edición tenía que buscar la manera de cortarlo”.
Para lograr la cercanía que transmite el film, Marcone tuvo que desechar gran parte del guión original y construir una relación día a día con los protagonistas de la película. “Al principio, cuando tenía más presente el guión, quería lograr repeticiones de cosas que había visto mientras investigaba –explicó-. Pero perdían un montón de frescura si yo trataba de llevarlos a hablar de algo que no les surgía a ellos. Entonces me di cuenta de que lo que funcionaba era grabar, grabar, grabar, y por ahí de una conversación de dos horas servían cinco minutos pero iban a ser cinco minutos de verdad”. Tal es el caso de la charla sobre el costo de la yerba, que surgió espontáneamente a partir de la etiqueta en un paquete, y que Marcone confiesa haber gritado como un gol desde atrás de la cámara. En esa escena, los tareferos comparan el precio del kilo de yerba en el almacén –35 pesos que deben pagar billete por billete a pesar de ser ellos mismos quienes la cosechan día y noche– con los irrisorios 50 pesos que les dan por cada raído de 100 kilos.
Durante el rodaje se acumularon cien horas de material crudo que demandó más de un año de trabajo de edición junto a Andrea Kleinman (asesora de montaje). “Cuando no sabía para dónde ir, lo que me hacía decidir era ser fiel a ellos, a lo que ellos me transmiten –contó el documentalista-. Y ellos están con música todo el tiempo, escuchan cumbia y reggaetón. Está en el aire esa música. Por ahí alguno de ellos tiene el celular con música mientras labura entonces es algo que está ahí”. La música extradiegética, junto a otros recursos narrativos, fortalece la emoción y la solidez del relato.
Los niños de los barrios tareferos crecen rodeados de raídos. Cargan en sus espaldas esos bultos de hojas de yerba mate. Se ríen, juegan. Por su dirección sensible y respetuosa, el documental no necesita denunciar con dedo acusatorio. Pero al espectador le retumbarán las palabras de los tareferos de hoy que recuerdan, con resignación, la diversión engañosa que representaba para ellos la tarefa cuando eran chicos. Sin embargo, ahí siguen. Esperan el amanecer al costado de la ruta, cuando llegue el camión que los llevará a las plantaciones y los traerá de vuelta a sus casas.
La próxima presentación de Raídos será en los barrios tareferos de Montecarlo. Aún no hay fecha de estreno comercial en Buenos Aires. Marcone confía en que el buen recibimiento que tuvo la película en el BAFICI le asegurará un buen recorrido previo por festivales internacionales.
Actualizado 03/05/2016