Ago 12, 2015 | inicio
Buenos Aires Negra (BAN!) tiene todo menos la pinta de una presentación de libros. Como explica Miguel Prenz, uno de los escritores invitados, es “un lugar donde se abre mucho el juego para que se incorporen nuevos actores literarios, no necesariamente estrellas o personajes conocidos”.
En la sala dispuesta en el Centro Cultural San Martín se exhiben, como guiños al comic negro, una serie de estatuas en cartón de policías y criminales famosos. Una mesa llena de libros es lo primero con lo que se topan los asistentes. Hay títulos de maestros del género, como Víctor del Árbol, Andreu Martín, Dolores Redondo y Holly Goddard Jones, una antesala perfecta para hacer tiempo antes de disfrutar de las charlas y conferencias en las que se cruzan el delito, la sociedad y la literatura.
Ernesto Mallo, el organizador, maneja con ordenados hilos este orquestado festival, cuya primera edición fue en 2011 y la última se desarrolló durante la semana pasada. “BAN nació de parto natural. Me pareció que Buenos Aires era una ciudad que necesitaba un festival de novela negra”.
La gente colma la sala principal. La une el amor al policial. Hay parejas de adolescentes, adultos mayores, de mediana edad y todos anotan, preguntan y participan. El público murmulla. Un debate sobre los delitos de la clase media los ha dejado hipnotizados.
Tanto o más que las explicaciones acerca de la creación y disolución de “conspiranoias”, a cargo del escritor español Carlos Zanón. “En nuestra sociedad, donde los grandes ideales han caído junto con las grandes historias que explicaban al mundo, donde la lógica parece apelar a lo irracional, siempre estamos buscando explicaciones sintéticas, herméticas y fáciles a problemas complejos. Somos personas que hemos pasado de creerlo todo a no creer nada”, sostiene.

Y luego, en menos de media hora, Zanón desmiente, una por una, algunas de las leyendas urbanas más persistentes. Nos cuenta que ni Hitler, ni Jim Morrison, ni Elvis están escondidos en Bariloche. Que Yabrán está muerto. Que el flúor no es un invento de los dentistas para arruinar los dientes y que Paul McCartney nunca murió.
Los fotógrafos migran de acá para allá. El escritor irlandés John Connolly, el principal invitado del festival, sube al escenario ante una sala llena. Y mirando a toda esa gente, sin inmutarse, admite que “solo va a presentaciones de libros porque puede tomar vino”.
Con una copa de tinto argento en mano, explica que los lectores leen policiales porque se enamoran de los personajes. “Son ellos los que atraen y no los argumentos que no suelen variar de novela en novela. Si yo asesino a Charlie Parker –el sórdido detective que protagoniza su saga más popular– los lectores sufrirían mucho. A los lectores le importa más la gente que no existe, lo cual es bastante penoso y habla de cómo somos los seres humanos. Podemos escribir el mismo libro año tras año y aún si no es bueno las personas nos perdonan porque pasaron mucho tiempo con los personajes que aman”.

Andreu Martín
“Los libros tampoco tienen sentimientos”, opina Connolly y agrega: “Si consideramos que un libro es aburrido, no le va a dar un ataque de histeria porque dejemos de leerlo. Al libro nada le importa”. Además de la serie de Charlie Parker, Connolly ha publicado una saga para jóvenes cuyo protagonista es Samuel Jackson. “La escribí por mí y porque mi ahijado tenía 12 años en ese momento y quería escribir algo que él pudiera leer, completamente diferente al resto de mi obra. Soy un hombre de mediana edad y no quiero terminar como esos viejos que hay que sacarlos del sillón de la casa. No quiero tener que usar un corsé masculino”.

La niñez y la pubertad son temas recurrentes en la obra de Connolly, quien perdió a su padre cuando tenía solo 20 años. “Me fascina este período de formación que es la adolescencia. Si alguien atraviesa una infancia o adolescencia infelices el resto de la vida se la pasa tratando de superar esa etapa y esto determina en qué clase de adulto nos vamos a convertir”.
Actualización 12/08/2015
Ago 11, 2015 | inicio
Son las 9 de la mañana de un frío sábado de julio. En la esquina de Mariano Acosta y Ana María Janer, en Villa Soldati, unos 30 chicos del barrio Fátima esperan ansiosos para subir al micro escolar de Alfredo. La escena se repite en otros barrios del sur de la Ciudad de Buenos Aires. Todos tienen el mismo destino: el Centro Recreativo del partido bonaerense de Ezeiza donde cerca de 150 niños y jóvenes de entre 8 y 20 años disputarán una jornada de fútbol popular, un fútbol diferente, sin árbitros y con reglas colectivas propias.“La única regla es la regla de no imponer”, explica Darío, militante de la agrupación La Poderosa, el espacio que coordina equipos y partidos desde hace una década.
Al predio de Ezeiza llegan micros desde las Villa 21 y 31 y de los barrios Zavaleta, Rodrigo Bueno y Fátima. Además del campeonato de fútbol, la jornada convoca con talleres de recreación, violencia institucional y comunicación, fotografía y género. “Acá venimos a jugar con los barrios. Todos somos un mismo barrio, estamos todos en la misma, construyendo juntos. Así que, a la hora de jugar, acordémonos que lo hacemos todos juntos y no hay contrincantes”, arranca uno de los coordinadores. Y completa con datos de la historia. Recuerda que la primera vez que se reunieron en ese lugar, que está frente a un predio de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y es cedido por el Ministerio de Desarrollo Social para realizar las actividades, muchos de ellos ni habían nacido. “Eso es para que vean desde hace cuánto tiempo que estamos trabajando para poder lograr esto, la unión de todos los barrios”, concluye.

La Poderosa organiza el Torneo de Fútbol Popular en Ezeiza.
Todos se dispersan. Las cinco canchitas se llenan de chicos y chicas entusiasmados por patear una pelota, distribuidos por edades según las categorías: infantiles entre 8 y 9 años; cadetes de 10, 11 y 12; juveniles entre 13 y 15; y mayores de 16 para arriba, porque en este deporte no hay límite de edad para jugar.
Las diferencias con el fútbol tradicional quedan rápidamente expuestas. Los partidos son mixtos y son los chicos, antes de comenzar el partido y en una ronda, quienes deciden las reglas. Un moderador pregunta: “¿Cómo se hace el lateral?, ¿se puede barrer?, ¿vale el gol desde cualquier lado?”. Y los chicos van contestando hasta ponerse de acuerdo. Además, si surge alguna pelea o alguien discrimina, todos aceptan que deberá salir unos minutos o dar dos vueltas a la cancha. Los militantes –todos tienen al anonimato como una de las bases de la agrupación- elogian los resultados de una dinámica en la que nadie baja las reglas desde arriba y que permite a los chicos decidir lo que está bien y lo que no y, además, los entrena en el ejercicio de hacer cumplir lo que decidieron en conjunto.
La idea inicial, el puntapié, fue de dos periodistas de Zavaleta. Fue allá por 2001, en pleno preámbulo de la crisis y el estallido social de diciembre. Eran los días en los que se difundía la idea de que esa villa era la más peligrosa del país. “Empezaron con esto y se dieron cuenta que la pelota convocaba muchos pibes y que, a partir del fútbol, se podían tocar otros temas, que era como el enganche perfecto para unir a la comunidad”, subraya Darío. Y no duda en rescatar a la actividad como la piedra basal de la organización. “Al tiempo de enseñar este fútbol, se dieron cuenta de que el mismo pibe que iba a jugar después volvía a la casa y su vida seguía igual, eran dos horitas en las que podía divertirse, pero la vida no le cambiaba. A partir de eso se empezó a crear la organización y el fútbol popular se transformó en la base, en el espacio más convocante, donde participan más pibes y más vecinos”, argumenta.

En el torneo, los partidos son mixtos y son los chicos, antes de comenzar el partido y en una ronda, quienes deciden las reglas.
Mientras transcurren los partidos, unos de 30 minutos, otros de tan sólo 10, según las categorías, algunos padres que acompañan a sus hijos a la jornada observan atentamente el juego. Miguel es papá de Luciano y vecino de la Villa 31 desde hace 35 años. “Lo bueno del fútbol es que los integra y los aleja de las drogas. En el barrio, la droga ha avanzado muchísimo en todo este tiempo que he vivido ahí. Yo si quiero la puedo conseguir más rápido que un cigarrillo”, asegura. “Lo lindo que tiene el fútbol -completa- es que en cualquier ámbito derriba las clases sociales, justo en el barrio no porque somos todos iguales”.
Los chicos siguen los partidos. Todo es atención a los códigos propios. “Entrenamos los jueves y los sábados. Nos dan la pelota y nosotros jugamos. En los entrenamientos hablamos de esto de charlar las reglas. El fútbol popular puede ser para ´quilombo´. Las reglas del fútbol son las reglas del fútbol…”, reflexiona David, del barrio Fátima, en un breve alto.
El discurso se refuerza en el campo de juego. Hay discusiones, como en cualquier partido. En la categoría infantiles, el coordinador frena el partido cada vez que escucha una queja: charlan los rivales, intentan la solución. La pelea entre dos chicos los saca de la cancha. Dos minutos afuera e intercambio, confrontación de argumentos en la ronda final.
La revista La Garganta Poderosa, que es sólo una de las cooperativas de la agrupación y surgió hace cinco años, también tiene un fuerte anclaje en el fútbol ya que varias de sus tapas fueron protagonizadas por conocidos futbolistas, desde Diego Maradona y Lionel Messi, hasta Juan Román Riquelme y Sergio Agüero. “No queremos dejar que los medios estigmaticen mucho más a la figura del villero”, explican.
Comienza a caer la tarde. Alfredo vuelve con su micro a buscar a los chicos de Fátima que, como el resto, llenan los asientos de los colectivos para volver nuevamente a sus barrios, después de haber jugado, de haber armado varias rondas para decidir reglas y hacerlas cumplir, después de haber aprendido que se puede jugar un fútbol diferente al convencional, en el que sólo hay una norma, la del no imponer.
Actualización 12/08/2015
Ago 11, 2015 | destacadas
Agostina tenía 12 años cuando un grupo de chicas de su colegio le robó la contraseña de Facebook para subir fotos obscenas a su perfil. “Al principio me dio desesperación porque no sabía cómo parar la situación, y en el colegio sentía mucha vergüenza ya que todos lo sabían” recuerda hoy, a los 17. Desde entonces intenta no hacer pública su vida personal. “Me fijo bien antes de subir fotos y redactar”, asegura.
En los últimos días, Juan S., de 12 años, fue hostigado en las redes sociales por su particular forma de hablar. Debido al grado de viralización que alcanzó el video, uno de los noticieros que lo publicó decidió hacerle una nota para abordar la problemática del acoso mediado por la tecnología, y el dibujante Liniers, a quien había mencionado como uno de sus artistas preferidos, salió a defenderlo.
Estos hechos que podrían pensarse aislados, forman parte de una modalidad de acoso que, conocido vulgarmente como ciberbullying tiene entre su población más vulnerable a chicos de entre 12 y 17 años. Un grupo en Facebook creado para “odiar” a un chico, imágenes digitales alteradas para ridiculizar a un compañero de escuela, videos con agresiones hacia un tercero que se suben a YouTube, son algunas de las formas que adquiere. Si bien no existen cifras oficiales de denuncias por acoso en la red, desde el INADI afirman que durante el 2014 procesaron 80 casos de discriminación por mes, lo que arroja un promedio diario de 2 a 3 denuncias en la “Plataforma por una Internet Libre de Discriminación”.
La psicóloga Vanesa Aiello Rocha, integrante del “Equipo Bullying Cero” que busca concientizar y trabajar en la prevención y detección de estos casos, sostiene: “En los últimos años, la visibilidad del acoso en Internet ha provocado, contradictoriamente, la banalización del término, la naturalización. Esto es un problema grave porque en el intento de instalar la preocupación por la violencia social, de género, el Ni una menos o el bullying, la información pareciera paradójicamente desinformar”.
Según Aiello Rocha, puesto que los adolescentes se encuentran “moldeando su personalidad”, las consecuencias “dependen de múltiples factores, entre ellos el tiempo de duración, la calidad del vínculo entre agresor-agredido, la conducta de los pares testigos
, las características propias de cada chico y las estrategias de afrontamiento que haya podido implementar”. La mejor estrategia, subraya, consiste en hablar con los niños y escuchar cuáles son sus necesidades.

Se define al acoso en Internet -en inglés ciberbullying- como el hostigamiento reiterado entre menores, mediado por el uso de las tecnologías de la comunicación y la información como computadoras, teléfonos celulares, tablets y un sinfín de dispositivos que permiten la conexión a Internet. El acoso se puede producir a toda hora y desde cualquier lugar y la utilización de la red posibilita el anonimato del hostigador. Además, la mayoría de quienes lo padecen mantienen la situación en secreto, lo que ayuda a volver invisible la problemática.
En Argentina, el acoso en la red no está previsto como delito. “El derecho penal poco y nada puede hacer con estas conductas que además están cometidas por niños. Recordemos que la imputabilidad penal arranca desde los 16 años por lo cual tampoco tendría ningún sentido”, puntualiza Ricardo Sáenz, fiscal general ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal e investigador en materia de delitos informáticos, quien sugiere que el tema debe ser abordado desde la política educativa.
Bajo esta perspectiva, en 2013 se sancionó la ley para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas que propone la revisión de las normas vigentes en las jurisdicciones y la elaboración de acuerdos internos mediante la participación de los diferentes actores de la comunidad para “garantizar el derecho a una convivencia pacífica, integrada y libre de violencia física y psicológica” en el ámbito escolar mediante la implementación de estrategias de prevención y las sanciones que se consideren necesarias.
María Zysman, psicopedagoga y directora del equipo “Libres de Bullying” que tiene por objetivo brindar a la comunidad herramientas para detectar estas situaciones e intervenir en ellas, afirma: “Además de los cambios de comportamiento habituales en un chico hostigado, notamos una gran dependencia y ocultamiento de sus actividades online”. Y agrega: “Muchas veces tienen miedo, se muestran atemorizados e irritables, y las reacciones ante un sonido o vibración de sus celulares son de alarma exagerada”.

La permanencia de estos chicos en Internet se debe a “situaciones que tienen que controlar”, dice la especialista como por ejemplo quiénes se suman a los grupos en su contra y la cantidad de “me gusta” en las publicaciones que se hacen sobre ellos.
Zysman sostiene que es necesario trabajar para que los chicos que son hostigados no se identifiquen con los dichos del otro y así evitar que se dañe aún más su autoestima. Por último, propone “no demonizar las redes ni culpabilizar a los dispositivos del uso o mal uso que hagan los chicos, interiorizarse respecto a las actividades de los hijos o alumnos online, conocer las modalidades de cada una y, básicamente, tener una actitud abierta al diálogo, flexible y contenedora”, como manera de evitar este tipo de situaciones. El adulto debe aconsejar sobre los riegos y usos responsables de estas nuevas tecnologías y demostrar con el ejemplo que vida privada y vida pública no son lo mismo.
Actualización 12/08/2015
Ago 11, 2015 | inicio
La exposición “Carpani trabajador. Entre el taller y la calle”, inaugurada el sábado pasado en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, es el inicio de un proyecto de la Universidad Nacional de San Martín que, en convenio con Doris Carpani –mujer del artista y propietaria de los materiales-, comenzó con un proceso de ordenamiento y catalogación para abrir a la consulta pública el archivo del artista. Se trata de un trabajo a largo plazo que consistirá en la investigación interdisciplinaria en profundidad sobre el archivo de Carpani: inventario, conservación o restauración de algunas obras y la reflexión intelectual de las historiadoras de arte Silvia Dolinko e Isabel Plante, encargadas además de la curaduría de esta muestra.
Dolinko explicó a ANCCOM que la muestra es “un recorte que pone en relación la imagen pública de Carpani, que intervino en distintos escenarios políticos y sociales, y esa otra imagen relacionada con su proceso de creación en la intimidad”. El título “Entre el taller y la calle” da cuenta de ese diálogo entre el dibujo como obra única y los afiches como producción múltiple seriada, elementos con los que Carpani trabajó en muy estrecha vinculación con la Federación Gráfica Bonaerense, con los sindicatos de obreros gráficos que potenciaron esa posibilidad de una imagen múltiple.
La muestra, explicó Plante, se centra específicamente en la producción gráfica de Carpani, que se inicia con el afiche “¡¡Basta!!” de la CGT en 1962. Aunque el recorte cronológico es amplio, focaliza principalmente desde los años ’60 hasta el comienzo de los ’70, ya que en 1974 el artista viajó con su esposa a Europa, donde permaneció hasta finalizada la dictadura militar. En la exhibición, sin embargo, también hay materiales de comienzos de los ’80, cuando regresó a la Argentina con el retorno de la democracia, y dibujos de los años ’90. En la muestra pueden verse pinturas, afiches y otros materiales desconocidos hasta el momento como dibujos, bocetos preparatorios y chapas ligadas a la reproducción seriada de impresos.

Gentileza Prensa Centro Cultural Haroldo Conti.
La muestra está dividida en tres núcleos temáticos. El primero se centra en las figuras de los trabajadores, las masas, los desocupados, las reivindicaciones políticas en torno al 73’, la campaña presidencial de Héctor Cámpora y la denuncia a la masacre de Trelew. El segundo integra un homenaje a personalidades muy diversas y reconocidas de la política nacional e internacional y de la historia, retratos de líderes populares como San Martín, Che Guevara, Perón, Evita y personajes de la cultura muy comprometidos con sus ideologías, como Rodolfo Walsh y Federico García Lorca. El tercer núcleo, llamado “varia” y se vincula con la diversidad iconográfica de Carpani, dibujos de distinta índole que dan cuenta de los múltiples intereses del autor y de la exploración de un amplio abanico de técnicas, soportes y géneros -como el desnudo y las citas a otros artistas-. “Este tercer conjunto es también la ‘sección más intimista’”, apuntó Plante.
Carpani nació en Tigre en 1930. Estudió con Emilio Pettoruti e inició su carrera a mediados de los años ‘50, desarrollando una obra central en la línea del arte social. En 1959 creó, junto con otros artistas, el Movimiento Espartaco que, en 1961, firmó un manifiesto que bregaba por un arte latinoamericano y revolucionario. A través de este género discursivo, los artistas defendían “un único arte posible”: aquel que se producía en la total identificación del artista con la realidad de su medio. Para ellos, toda obra artística como expresión social es una expresión auténticamente nacional y revolucionaria. Y en la medida que el arte despierta el inconsciente colectivo de la humanidad, es un elemento de liberación.

Gentileza Prensa Centro Cultural Haroldo Conti.
Sin embargo Carpani se alejó muy pronto del Grupo Espartaco porque consideraba que debía apartarse del circuito artístico institucional de las galerías para vincularse con la acción política y la difusión militante a través de sus obras. En 1962 comenzó a producir afiches para la CGT, en simultáneo con una importante obra mural que a principios de los años ‘70 estuvo muy vinculada al movimiento obrero. “Tanto en el Manifiesto como en sus libros contemporáneos, aparece en Carpani una referencia muy marcada al muralismo mexicano como ideal de un arte de intervención pública y muy ideológico”, explicó Dolinko. Plante agregó que “si uno lee los escritos de Siqueiros, Rivera, Orozco, que son de los años ‘20 y ‘30, el problema de la pintura de caballete como arte burgués estaba claramente planteado”.
A medida que avanzaban los ’60 Carpani fue radicalizando su posición, sus vínculos y sus espacios de intervención. Realizó obras para la Federación Argentina de Trabajadores de las Artes Gráficas, el Sindicato de Obreros de la Alimentación, la Central de Trabajadores y para la CGT de los Argentinos. Colaboró con agrupaciones políticas y partidarias vinculadas sobre todo al peronismo y con organismos de derechos humanos. Hasta sus últimos días, en 1996, trabajó en un afiche de homenaje a los periodistas desaparecidos cuya imagen central es un retrato de Rodolfo Walsh. “La carrera, las imágenes y los discursos de Carpani son una voz relevante en ese campo de problemas en torno a la relación entre el arte y la política”, explicó Dolinko. No obstante, nunca dejó de exponer en el circuito artístico de galerías. En la muestra, incluso, se exhiben dos afiches de anuncios de sus exposiciones a principios de los ’70, una en la Casa de las Américas en La Habana y otra en la tradicional Galería Van Riel de Buenos Aires. De todos modos, el tema no dejó de ser para él “un punto conflictivo”, señaló Plante.

Isabel Plante y Silvia Dolinko, curadoras de la muestra «Carpani trabajador. Entre el taller y la calle» en el Centro Cultural Haroldo Conti situado en Espacio Memoria y Derechos Humanos.
Para las curadoras, ambas investigadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, hay algo en la obra de Carpani muy significativo: cómo fue retomando una misma imagen en distintos soportes y técnicas que permiten distintas posibilidades gráficas y de género. En la muestra está la pintura “Desocupados”, de 1964, que Carpani también editó en litografía y en una carpeta de dibujos reproducida en offset, y así la misma imagen fue retomada en distintos tamaños y fue circulando en distintos espacios. También realizó obras en aguafuerte y serigrafía.
“Carpani es siempre Carpani”, sostuvo Plante en referencia a la imagen impregnante que construyó el artista, una imagen muy personal y muy reconocible. Dolinko enfatizó “la fuerte impronta que su imagen dejó en términos de una conformación de una cultura visual fuertemente vinculada a esos años ’60 y ’70, a ese momento de lucha y de denuncia. Una imagen que circulaba, que era pública, que la gente reconocía porque estaba en el imaginario”. En esa época los obreros de Carpani trascendieron los espacios sindicales y alcanzaron las puertas de las casas, de las facultades, incluso la carpeta de un alumno de primaria. “En ese sentido, la imagen pública implica una clave de la cultura visual de la época muy fuerte”, continuó Dolinko. “Las figuras de Carpani migraron de un cartel que tenía que ver con una coyuntura específica a figuras más simbólicas para un horizonte más amplio, no estrictamente militante y de distintas generaciones”, explicó Plante.

Montaje de la Muestra «Carpani trabajador. Entre el taller y la calle»en el Centro Cultural Haroldo Conti. Foto gentileza Prensa Centro Cultural Haroldo Conti.
Carpani marcó un imaginario del latinoamericanismo combativo y libertario que trascendió el medio artístico. Toda su obra, íntimamente ligada a la experiencia social y política de la Argentina, constituyó una marca de época que persiste hasta la actualidad. Una vez expresó que hay que recuperar la memoria colectiva, porque un país sin memoria toma memorias prestadas y eso es la colonización cultural.
Su obra estará disponible en el Centro Cultural Conti, con entrada libre y gratuita, hasta el 11 de octubre. A partir de septiembre las curadoras organizarán actividades en el marco de la muestra y una serie de charlas con distintos artistas e investigadores en torno a la obra de Carpani, con el objetivo de sumar otras voces y miradas.
Actualización 12/08/2015
Ago 10, 2015 | inicio
Casi 280 fotografías se reparten alrededor de los dos grandes círculos que conforman la parte superior del Palais de Glace. En ellos se ve reflejado lo mejor del fotoperiodismo argentino del año pasado. Como ocurre desde 1980, ARGRA (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina) presenta al público su muestra anual y colectiva, una serie de trabajos seleccionados que recorre pasiones, visiones y devenires del país a lo largo de 2014.
La riqueza de la muestra se sustenta en la calidad y el cuidado que caracterizan a las muestras de ARGRA, y también en la diversidad de miradas que la conforman. Seleccionadas por un comité evaluador conformado por Diego Araoz, Daniel García, Sergio Goya, Pepe Mateos y Res, las fotografías se agrupan por temáticas -deportes, retrato, vida cotidiana, política, naturaleza, medio ambiente, arte, espectáculos- y en algunos casos se despliegan series e historias realizadas por reporteros de todo el país.
“ARGRA es una asociación civil a nivel nacional, por lo que llegan fotos de todas partes,» explicó a ANCCOM el vicepresidente de la Asociación, Diego Paruelo. «Se ven muchas cosas de Buenos Aires, pero también hay trabajos de otras partes que de otra forma no tendrían la posibilidad de ser vistos por tantas personas. Y son de una calidad enorme, como el de Pablo Piovano, que recorrió distintas provincias con el tema de agrotóxicos”.
Desde hace algunas ediciones la muestra tiene un formato itinerante, que este año comenzó en Mendoza y, luego de Buenos Aires, se trasladará a Tucumán y a otras provincias. Cada imagen seleccionada irrumpe en el espacio con una potencia siempre impensable, que varía entre la piel de gallina de emoción, lo desgarrador de la tragedia, la belleza y simpleza en lo cotidiano, el gesto inesperado en la figura pública y el momento exacto en que todo parece confluir para crear imágenes con un poder de síntesis histórica increíbles. Como novedad en esta edición se incluyeron algunas fotografías en formato de posters de un metro setenta por dos metros y medio que optimizan esa mezcla de sensaciones.
Así, el abanico se va desplegando como una suerte de testimonio de existencias inobjetables a partir de ese instante fotografiado: Piovano deja en carne viva “el costo humano de los agrotóxicos” en una serie de fotografías que develan los casos de malformaciones y enfermedades que se registraron como consecuencia del uso de glifosato en algunas regiones. Leo Vaca retrata el primer plano del abrazo entre Estela de Carlotto y su recientemente encontrado nieto, Ignacio Guido. Carolina Cabrera retiene el momento en que un niño logra elevar bien alto un barrilete dentro de un cielo completamente despejado y azul en la Calera, Sierra Chica; y Carolina Pierri retrata el hastío de las vacaciones de los que no se van de vacaciones en la Isla Maciel. Así, a modo de elegir la propia aventura, el visitante puede comenzar, transitar y finalizar la muestra según lo decida. Cada fotografía cuenta una historia que impacta, que atrapa y lleva a preguntarse qué pasaría si nadie hubiera podido congelar ese tiempo y espacio irrepetibles para reflejar ese momento para siempre.

Foto de Pablo Piovano. Noviembre – diciembre de 2014
El costo humano de los agrotóxicos
“Una foto es un pedacito de pasado. Y para quienes buscan en el pasado alguna explicación que ilumine el presente, una foto es un tesoro”, dice Raquel Robles en el prólogo que descansa en una de las entradas a la exposición. En esta muestra, el colectivo de reporteros gráficos elige las fotografías que creen que merecen ser vistas por todos. “Nosotros somos trabajadores de los medios que dedicamos tiempo, como podemos, a llevar adelante esta decisión que tenemos desde siempre de mostrar las imágenes que los medios no muestran –expresó Paruelo-. Algunas de las que forman parte de la muestra circularon un montón y fueron noticia, pero son las menos: la gran mayoría no se vio y probablemente nunca se verían de otra forma.”
Cada muestra queda completamente registrada con una excelente calidad en los anuarios de Fotoperiodismo argentino que se editan desde ARGRA Editora todos los años, disponibles en el Palais o a través del sitio web de la Asociación. “La muestra es la posibilidad de mostrar el laburo que hacemos –agregó Paruelo-. Y es un orgullo que sea itinerante y gratuita, que todos puedan acceder”.
Como asegura Carlos Bosch, referente de la fotografía argentina, cuyo trabajo sintetizado en una selección de imágenes fue publicado este año por ARGRA Editora, “la fotografía debe reflexionar sobre ella misma, debe buscar, preguntarse y debe manifestar su diferencia respecto de la fotografía que no es más que una herramienta al servicio del dinero, de la política, del poder y de la falsificación de la realidad”.

Foto de Emmanuel Fernández, Buenos Aires, 20 de agosto de 2014
El ex ministro de Economía Domingo Cavallo se esconde bajo una mesa, tras ser recibido a huevazos cuando se disponía a dar una conferencia junto al ex titular del Banco Central, Javier González Fraga en la Universidad Católica Argentina.
Pequeña editora
Pero no sólo la muestra surca estos caminos de trayectorias propias que marca el colectivo de reporteros gráficos cuando se organiza fuera de los espacios laborales. Otro de los proyectos nacientes que sigue esa línea tiene que ver con las producciones editoriales que se vienen confeccionando desde Argra Editora: la colección Pequeño Formato, que este año va por su segunda trilogía de libros que, aunque pequeños en tamaño, son de gran interés por la calidad y sensibilidad que expresa cada temática o autor elegidos.
Carlos Bosch, fotografías, es uno de los tres volúmenes que ARGRA acaba de publicar: fue pensado a modo de homenaje para este referente del colectivo. En simultáneo, apareció también Daniel Ramón Baca – El diario, resultado de un concurso anual que realiza la Asociación, para que un fotógrafo tenga la posibilidad de publicar un libro con su obra. Archivos incompletos complementa el conjunto de novedades: el volumen surgió a partir de que alumnos de ARGRA encontraran de forma fortuita, en la basura, parte de los archivos fotográficos de los diarios La Razón, Tiempo Argentino y El Cronista Comercial. A partir del hallazgo se encaró la recuperación de los materiales y se creó la Red Federal de Fototeca ARGRA, dedicada a restaurar fotografías y negativos deteriorados y a resguardar archivos. En 2014, la Editora había publicado 19 y 20, diez años de fotoperiodismo en la calle; Archivo 32: recuperación y puesta en valor; y Pablo Zucheri, fotografías.
“Estos libros, al igual que la muestra, son una forma posible de generar un medio propio para mostrar nuestro trabajo”, expresó a ANCCOM Diego Sandstede, coordinador de Pequeño Formato. La idea, subrayó, es que las imágenes circulen, que no queden varadas en los archivos de los medios, en aparente período de extinción. “El libro siempre fue un gran canal para mostrar las fotos, que históricamente se imprimían en papel –concluyó-. Lograr estos libros impresos y materializados, y por otro lado darle visibilidad a diferentes trabajos que de otra manera estarían guardados, es una gran felicidad”.
Actualización 12/08/2015
Los libros de este año y el anterior, así como los anuarios de las muestras, se consiguen durante el transcurso de la exposición en el Palais de Glace, o en la página web de Argra / La muestra permanecerá abierta hasta el 17 de agosto. Entrada libre y gratuita.