Las trabajadoras ferroviarias de la Línea Sarmiento se movilizarán el 7 de agosto ante el sindicato de maquinistas La Fraternidad para reclamar la incorporación de mujeres a los cursos de formación de conductores que se iniciarán en marzo de 2016. Las mujeres ya habían presentado pedidos formales a la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (SOFSE) el 17 de julio pero la empresa no emitió respuesta. El abogado que las representa, Claudio Leguiza, advirtió: “Si no nos contestan dirigiremos una carta a la Presidenta de la Nación, a la Cámara de Diputados y al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI)”.
Horacio Caminos, vocero de La Fraternidad, desligó al sindicato de toda responsabilidad en diálogo con ANCCOM: “Los gremios no son los que determinan la legislación, esta es una decisión del Estado Nacional”.
El reclamo emergió casi al mismo tiempo que la empresa Nuevos Ferrocarriles Argentinos publicara el libro Mujeres Ferroviarias. Experiencias de vidas sobre rieles, escrito por la periodista Luciana Peker y con prólogo de Florencio Randazzo, con el objetivo de “visibilizar a las mujeres”. “De alguna manera -señaló Peker- el libro potenció las discusiones y las reivindicaciones de las chicas para el cupo gremial y para entrar a La Fraternidad”. En contraposición con Caminos, la periodista afirma que las trabas para la incorporación de mujeres maquinistas las pone La Fraternidad. “De hecho -argumenta- Carla Giracca, la encargada de Relaciones Laborales de SOFSE, dice que quieren que entren las mujeres, pero el gremio no lo permite. Hay diferencias entre los gremios, es un impedimento de la vieja burocracia sindical.”
Los primeros pasos
La conducción de locomotoras es uno de los puestos mejor remunerados en el ámbito ferroviario: hasta mediados de 2014 el salario de maquinista oscilaba entre los 20.000 y los 22.000 pesos mensuales sin la deducción del Impuesto a las Ganancias, según declaraciones mediáticas de Omar Maturano, Secretario General del sindicato. Desde que se fundó La Fraternidad, en 1887, el puesto de conductor se transmitió de padres a hijos varones que cumplieran con los requerimientos: secundario completo, aprobación del examen psicotécnico y del curso de capacitación.
En la Línea Sarmiento, que sale de Once y recorre el oeste del conurbano bonaerense, trabajan 226 mujeres, según datos aportados por Nuevos Ferrocarriles Argentinos en el libro Mujeres Ferroviarias… Se desempeñan como banderilleras, guardas, administrativas, operadoras de estación, gerentes y en tareas de limpieza y boletería. Sin embargo, no está contemplado que ocupen puestos de señalero, conductor (motorman), pre-conductor, y guardabarrera, hasta el momento actividades únicamente desarrolladas por hombres. Uno de los objetivos principales de la agrupación “Mujer Bonita es la que Lucha”, que pertenece al sector de la Unión Ferroviaria liderada por Rubén Darío “Pollo” Sobrero, es conseguir el cupo femenino en todos los puestos del sector ferroviario.
“Para ser conductora no se necesita fuerza física, lo puede hacer una mujer o un hombre, tenés que estudiar y saber mucho de señales y electricidad”, explicó a ANCCOM Mayra Boni de 18 años, banderillera y postulante para pre-conductora.
A las nueve de la mañana del pasado 17 de julio en los molinetes de la estación Once, las 21 chicas que aspiran a ser conductoras firmaron las solicitudes que después entregaron a SOFSE en las que exigen ser consideradas por la empresa para los cursos de pre-conductores. Las acompañaron otras veinte trabajadoras que, aunque no están interesadas en el puesto de motorwoman apoyan a las aspirantes y luchan por el cupo femenino en los trenes.
Mónica Schlotthauer, delegada ferroviaria de la Línea Sarmiento y diputada provincial electa por el Frente de Izquierda, dirigió la presentación de las notas ante SOFSE y dijo a sus compañeras: “Tenemos que instalar el debate que queremos mujeres conductoras y que es ilegal que el Estado no cumpla con la ley”.
A las diez de la mañana, el grupo de ferroviarias viajó en subte de Once a Retiro. En la esquina de Av. Libertador y Ramos Mejía, ubicación de la Operadora Ferroviaria, se encontraron con su abogado, Claudio Leguiza. Para entregar el petitorio, solo dejaron ingresar al edificio a una postulante y al abogado. “Quizás hoy no entremos nosotras, pero esto es para que entren nuestras hijas y nietas”, dijo Ayelén Godoy, postulante.
La empresa, que estaba al tanto de que las trabajadoras se acercarían, delegó la tarea de recibir las notas a la recepcionista que demoró más de media hora en hacerlo. Mientras el trámite se gestionaba en el cuarto piso, en la calle esperaba el grupo de ferroviarias con carteles que decían “Mujeres a la Conducción” y “No a la discriminación por género”.
La nota presentada y dirigida a Carla Giracca, encargada de Recursos Humanos de Trenes Argentinos, pide formalmente que se aplique y cumpla con la legislación vigente que garantiza los derechos laborales igualitarios entre trabajadoras y trabajadores, que se autorice a ingresar en los cursos de pre-conductores de trenes a las ferroviarias y que se les realicen los estudios médicos previos. Además, detalla las normativas antidiscriminatorias que las amparan, tanto en la Constitución Nacional como en la Ley de Contrato de Trabajo.
La nota emplazaba a la empresa a que dé una solución en 72 horas. Ante la falta de respuestas, las trabajadoras convocaron a la movilización del próximo 7 de agosto frente a La Fraternidad. “No es la Unión Ferroviaria contra La Fraternidad, hay un montón de chicas familiares de fraternos que quieren entrar. No es una cuestión gremial, el mundo avanza, las mujeres ocupan puestos que antes no ocupaban, por ejemplo nosotras ahora estamos en la barrera y antes ni se pensaba que una mujer esté en la calle, en los pasos a nivel”, advierte Ayelén Godoy, quien es además nieta de un fraternal jubilado.
El vocero de La Fraternidad, Caminos, explicó a ANCCOM cuál es la posición del sindicato respecto de la profesión: “Los conductores actualmente ven a lo largo de su carrera profesional un promedio de 30 suicidios porque las vías no están cerradas como en otras partes del mundo y eso es responsabilidad de las empresas y del propio Estado. Hicimos un estudio con médicos, psiquiatras y sociólogos que determinó estrés post traumático en los conductores y eso les produce enfermedades que aparecen de forma tardía y pueden ser psíquicas o físicas. Esta es la única cuestión que nosotros tenemos respecto de una mujer frente a un tren”.
La delegada Schlotthauer se rebela frente a este planteo: “Primero nos decían que no nos da la cabeza para bancarnos los arrollamientos, ahora nos están diciendo que no es que no nos da la cabeza sino que ellos cuidan nuestra cabeza. Seguro que hay mil argumentos, pero ya están reconociendo que legalmente no pueden decir que no”.
«La agenda de género se construye desde abajo y a los codazos»
El miércoles 8 de julio en el Centro Cultural Kirchner la empresa Trenes Argentinos Operadora Ferroviaria presentó el libro Mujeres Ferroviarias. Experiencias de vidas sobre rieles. El libro, escrito por la periodista Luciana Peker reúne nueve entrevistas a trabajadoras del ferrocarril y da cuenta de las diferentes experiencias de vida, situaciones económicas y sociales que vivieron y de cómo el trabajo en el tren cambió sus vidas.
“El trabajo ferroviario -explica Peker- se hereda y quienes entran lo hacen por negociaciones de los sindicatos. Esto es algo que no está leído socialmente. Como la Unión Ferroviaria tiene otra perspectiva y, además, cuenta con la Comisión Mujer bonita es la que lucha hay una actitud activa para pedir el cupo femenino, una medida absolutamente legítima, valiosa y necesaria para operativizar el ingreso de mujeres. Este libro tiene que quedar viejo para que haya mujeres conductoras. En todas las entrevistas las chicas te contaban que querían conducir un tren”.
Peker señala que existe una discriminación aún mayor con aquellas mujeres que son madres: “Como dice Natalia Campos, una de las protagonistas del libro que trabaja como operadora de estación, el ferroviario cuando llega a su casa ya tiene todo resuelto y la ferroviaria cuando llega a su casa tiene todo por resolver”.
¿Qué casos destacarías?
En el libro está el testimonio de Carla Izaguirre que trabaja en el Centro de Atención al Pasajero en Once, que no tiene pareja, que mantiene a sus hijos y que sacó a la mamá de una situación de precariedad laboral. Por su rol de madre, le dicen que no ocupe ese lugar porque una madre puede tener más miedo, porque necesita llegar a su casa antes, etc. En un país con un 30% de mujeres jefas de hogar es importante que las madres puedan ocupar esos lugares porque tienen un rol económico en las familias para mantener a sus hijos. Después está el caso de Mirta Leiva, que trabaja en boletería. Para mí fue muy importante porque muestra cómo con un trabajo digno se puede salir de la violencia de género. Mirta te cuenta cómo en la hiperinflación tuvo una pareja porque necesitaba comida. Ella tuvo que aguantar situaciones de violencia. Mirta trabajaba también limpiando casas, que es una labor súper digna, pero esa situación de precarización absoluta no le permitía alquilar e irse, y la violencia de género no es que te cae un rayo del cielo y lo solucionás. Después Mirta entró en el ferrocarril como tercerizada, pero por el sueldo que ganaba y por la precariedad de vida no le permitía una independencia económica a largo plazo y autonomía. Recién cuando entró en blanco y se pudo sentir segura es que recibió el último cachetazo, cerró la puerta de su casa y se fue a alquilar algo a donde pudo llevar a sus hijas. Esa independencia económica real, con un trabajo digno y bien pago ,fue la que le permitió la libertad.
¿Cómo creés que incide en ámbitos laborales la toma de conciencia de la discriminación por género?
Visibilizar que los trabajos más jerárquicos y mejor pagos en los ferrocarriles sean solo para varones es mostrar la foto más clara de por qué las mujeres ganamos menos. La violencia laboral, la discriminación económica, la brecha salarial, que es lo que yo llamo el “impuesto al género”, no es una agenda del movimiento de mujeres en Argentina, la tratamos muy pocas periodistas y la reclaman muy pocas gremialistas.
En el libro les preguntás a las ferroviarias: «Si una mujer puede ser Presidenta, ¿por qué no puede conducir un tren?» ¿Cuál es tu opinión?
Para mi tiene un alto valor simbólico esa pregunta, es muy fuerte que la conducción de un país esté en manos de una mujer por dos mandatos y que se vaya con una imagen positiva tan alta que está condicionando a la política argentina. Además estamos en una zona geográfica donde en Chile está Michelle Bachelet, en Brasil Dilma Rousseff, elegidas por dos mandatos. Los argentinos no tenemos conciencia de las dimensiones que tiene, de las reacciones que genera, del machismo que implica. En esta gestión se hicieron muchas cosas muy buenas pero, la verdad, es que la agenda de género no viene de arriba, no la pide la Presidenta, la agenda de género se construye desde abajo y a los codazos.