Por Matías Romero
Fotografía: Andrés Wittib, Romina Morua

«El afro argentino está de la peor de las maneras: invisibilizado». Así resume su trabajo Alejandra Egido, actriz y directora cubana que dirige la Compañía Teatro en Sepia, un colectivo de mujeres que a través del arte representa y transmite las problemáticas históricas de la comunidad afroamericana en el país y en la región.

Invisibilización es la palabra que se repite en la mayoría de los testimonios. La comunidad afro en Buenos Aires busca, a partir de su cultura, combatir, sobre todo, sus consecuencias. «Si se consigue hacer sensible a la sociedad y al Estado sobre la presencia, las necesidades y la identidad de los y las afro, las actitudes cambian», asegura Egido.

Ese es el objetivo de obras como «Afrolatinoamericanas. De voces, susurros, gritos y silencios», declarada de interés por la Ciudad de Buenos Aires y que recupera las voces de mujeres negras. «Si alguien en la sociedad necesita respeto, desde todo punto de vista, es la mujer. Ni hablar la mujer negra», sentencia la directora.

Alejandra Egido llegó en 2007 a Argentina. Por esa época, participó en encuentros en el Palacio San Martín donde se debatía sobre las temáticas de la comunidad afro. «Estaba llenísimo. Cuando vi a tanta gente, no lo podía creer —dice a ANCCOM—. A mí me contaban que en Argentina, los negros habían muerto por la fiebre amarilla y las guerras por la independencia. Nunca había visto en otras partes del mundo que el fenómeno del racismo sea invisibilizar a alguien», cuenta Alejandra.

El trabajo artístico, dentro de la Compañía Teatro en Sepia, va de la mano de la defensa de los derechos de los afros. Carmen Yannone, una de las actrices, cuenta lo difícil que es para los más jóvenes reconocerse identitariamente dentro de su comunidad. «La palabra ‘negro’ para la sociedad, es lo feo, lo pobre, lo peor. Los hijos de mis sobrinas, por ejemplo, son blancos y dicen ‘yo no soy negro’. Tengo otros sobrinos que me agradecen por mostrarles que ser negro es un orgullo», explica Yannone.

Egido ejemplifica con situaciones aparentemente normales que se viven a diario, como la historia de la hija de una amiga, que también es afrodescendiente, a la que le preguntaron por la calle: «¿De dónde sos?». Silvia Balbuena, otra de las actrices de la obra, amplía: «Es muy feo que te pregunten eso, respondas ‘de Argentina’ y te repregunten: ‘¿Y de dónde son tus abuelos?'».

El 23 de diciembre de 2013, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución que proclama el Decenio Internacional de los Afrodescendientes entre 2015 y 2024 e impulsa programas que apunten a «promover el respeto, la protección y la realización” de todos sus derechos humanos y libertades fundamentales, así como también difundir su herencia y su cultura.

Una actriz de la compañía Teatro en Sepia

Desde el año pasado, la Compañía Teatro en Sepia integra uno de los organismos que trabaja para implementar esos programas: la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora. Katherine Fernández, una de las activistas que llevan adelante este proyecto, cuenta que en las cumbres «reciben a casi 400 mujeres de organizaciones de 22 países». En la próxima, de la que participará la Compañía, «se va a proponer una plataforma política para llevar a los organismos internacionales, Estados y gobiernos regionales».

«Nosotras estamos proponiendo que, a través del teatro, podamos hacer un taller con mujeres afro de la Ciudad de Buenos Aires, debatir los temas de las obras y terminar haciendo una encuesta como prueba piloto para movilizar al INDEC y la Dirección de Censo de la Ciudad, a ver si se llega a hacer una estadística desagregada a los afrodescendientes», amplía Egido sobre sus propuestas. La falta de datos oficiales precisos es uno de los principales temas: «El INDEC hizo un relevamiento en el censo de 2010 que no fue completo y que se dijo que era simbólico, para que posteriormente se hicieran más investigaciones. No tenemos los números reales. No tenemos ningún programa que nos proteja porque no se sabe qué necesitamos», señala Egido.

Otro de los proyectos dedicados a la transmisión de la cultura afro en Buenos Aires es el Movimiento Afrocultural, un espacio en el barrio de Monserrat, que constituye la continuación de los trabajos del Grupo Cultural Afro, creado en 1987, y la Comparsa Kalakan-Güé, fundada en 1998 y declarada patrimonio cultural de la Ciudad.

Movimiento Afrocultura en Monserrat

Ángel Acosta Martínez, afrodescendiente nacido en Uruguay y uno de los activistas que trabajó desde el comienzo en ese grupo, relató, en diálogo con ANCCOM, que junto a su hermano José Delfín Acosta Martínez migraron a la Argentina en los años ’80 «por la problemática de los militares en Uruguay». «Nos encontramos en una Argentina que negaba la existencia de los propios afroargentinos», indica y agrega: «Desde entonces, nos encargamos, por intermedio del candombe, de difundir la existencia de los afroargentinos. También empezamos a defender sus derechos humanos y civiles, a luchar contra la discriminación por su color de piel y a trabajar para que se legalice la religión africana. Difundimos todo lo relacionado a nuestra comunidad, sus influencias y su participación en las guerras y trabajos en la construcción de la identidad argentina».

Acosta Martínez continúa con el relato: «Viendo con otras personas que teníamos ideologías y sentimientos en común, formamos el Grupo Cultural Afro y luego, en el ’87, el Centro Cultural Afro. En el ’88 dictamos el primer curso de Candombe en el Centro Cultural Ricardo Rojas, extensión cultural de la Universidad de Buenos Aires. Y en el ’89 organizamos la Primera Jornada de arte Afroamericano, también en el Rojas. Ahí, asistieron embajadores de Costa de Marfil, de la República Democrática del Congo, de Sudáfrica y Nigeria y organizaciones afros de Uruguay, Argentina, Brasil, Haití y Paraguay. También hubo capoeira y danza afro yoruba».

El 5 de abril de 1996, se produjo un quiebre en el grupo, ya que el hermano de Ángel Acosta Martínez, José, fue asesinado luego de salir en defensa de dos jóvenes afro que habían sido arrestados por su color de piel. A José se lo llevó la policía y apareció muerto horas después. A partir de allí, Ángel creó la Comparsa Kalakan-Güé, que sirvió para homenajear a su hermano. Años después, se exiliaría a España denunciando persecuciones policiales.

En 2009, el grupo afro fue desalojado del lugar donde daba clases.Allí también vivía una gran cantidad de familias que inició -y ganó- un juicio al Gobierno de la Ciudad por “racismo institucional”. Así, se les cedió el espacio donde actualmente el Movimiento dicta clases de candombe, música y capoeira, fabrican tambores e instrumentos y generan actividades y shows artísticos para visibilizar a la comunidad. Hoy, además de las actividades, festejan el Día de San Baltasar el 6 de enero o el Día de Yemanyá el 2 de febrero, tocando los tambores desde Plaza Dorrego hasta Parque Lezama.

Dentro de las respuestas que le da el Estado a la comunidad afro, María Gabriela Pérez, del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), menciona el Foro de Afrodescendientes y Africanos, que según ella constituye el «primer espacio desde el Estado para diseñar y llevar adelante políticas de inclusión y visibilidad de la población afroargentina y afrodescendiente».

«La aparición de estos espacios dentro del INADI y en otros lugares contribuyó a que la gente que ya estaba organizada y luchaba con trabajo de hormiga, pueda contar con la oportunidad de trabajar de una manera más efectiva. El Estado que en algún momento invisibiliza, también es el Estado que está acompañando toda esta inclusión», subraya Pérez. «Reconocerse afro es reconocerse dentro de una historia jamás contada».