Uno de los cuatro silos que se levantan en la calle Pedro Chutro al 3100 tiene trigo. Puertas adentro, centenares de bolsones y decenas de paquetes con harina tres y cuatro ceros esperan para ser entregados. Pero están ahí, amontonados, junto con el trigo, desde el 31 de octubre del pasado año. Ese día, los trabajadores del último molino harinero en pie de la Capital Federal llegaron a la fábrica ubicada en Parque Patricios pero no pudieron entrar. Se encontraron con las puertas cerradas y con personal de seguridad diciéndoles que se vayan a la casa y esperen por el telegrama de despido.
Ante la sorpresiva situación, comenzó la organización. La oferta de indemnización no superaba el 50 por ciento, entonces los trabajadores se contactaron con el sindicato y el último 3 de noviembre, en las oficinas gremiales, decidieron, por unanimidad, tomar la planta. Un día después, los 30 operarios del Molino Osiris entraron a la fábrica por una puerta que une a la planta con la casa del molinero -al que se le requiere vivir cerca del molino-, “burlando” al escaso personal de seguridad que se encontraba en los pisos superiores. Desde entonces, permanecen allí sin poder trabajar, con apoyo del sindicato, de otras plantas molineras y de agrupaciones políticas y sociales.
Al cabo de unos meses, aquellos trabajadores con menor antigüedad -entre seis meses y un año- decidieron aceptar la indemnización ofrecida. A principios de febrero de este año, el número de trabajadores resistiendo en la planta se redujo a veintiuno.

Reller de los silos del Molino Osiris.
Los responsables directos son los dueños, Rafael Cisilino y Cristina Lisanti, que tras cuatro meses de haberse esfumado no han dado la cara ni siquiera ante los llamados del Ministerio de Trabajo. Antes del 31 de octubre el panorama no era bueno pero nada hacía prever lo acontecido. Hacía siete años que los dueños habían entregado la administración a un gerenciador que, a mitad del 2014, recibió una demanda, acusado de mala gestión. A partir de septiembre de ese año, Cisilino y Lisanti designaron una auditoría – que según denuncian los trabajadores, un grupo de abogados con intereses inmobiliarios- para que se constate en qué condiciones estaba la empresa. La fábrica comenzó, entonces, a reducir los salarios y las jornadas de trabajo. Si bien la producción decayó de unos 100.000 kg. diarios de harina a 30.000, fue –según los operarios- por una mala administración y no por motivos vinculados al mercado. Además, recuerdan, se estaban incorporando nuevas maquinarias, por lo que el cierre del molino resultó una noticia inesperada.
La situación comenzó a preocupar a los trabajadores cuando el lunes 26 de enero, cerca de las 20, unos veinte “patovicas” intentaron desalojarlos de la fábrica. Argumentaban que habían hablado con los dueños y que debían retirarse si querían negociar un nuevo acuerdo. Ante la rápida advertencia de vecinos, personal de Prefectura acudió al lugar apurando la retirada de la “patota”, que dejó varias armas blancas que cayeron al piso en medio de los forcejeos.
Los trabajadores sospechan que los dueños recibieron una oferta para vender la propiedad, que pasaría a convertirse en importantes torres dentro del ámbito del Distrito Tecnológico de la Ciudad. Ante esta situación, decidieron quedarse dentro del molino con el objetivo de cuidar las instalaciones y las máquinas para poder seguir trabajando, organizados como una cooperativa.
Durante febrero, los operarios asistieron al Ministerio de Trabajo para presentarse ante el SECLO (Servicio de Conciliación Laboral Obligatoria), instancia a la que hasta ahora no se han presentado los dueños. En los próximos días, los trabajadores planean pedir la quiebra de la firma para luego realizar una oferta para adquirir la planta y así volver a ponerla en marcha.
Por el momento, en el día a día del Molino Osiris, los trabajadores tratan de resistir. “Acá no tenemos mucho para hacer pero hay que estar”, cuenta Álvaro Rivero, el cilindrero, responsable del control y los ajustes del molino y la molienda. “A veces –agrega- es difícil, querés largar todo, querés volver a la vida que tenías antes. Pero entre todos nos ayudamos y lo sobrellevas”.
Los operarios se organizan en turnos de veinticuatro horas, en ocasiones el que vive muy lejos se queda más tiempo. Los fines de semana reciben la visita de la familia, el resto de los días pasan por allí abogados, militantes, vecinos y otros trabajadores. “Vino gente del hotel BAUEN, que también es autogestionado por los trabajadores y también de un frigorífico recuperado del barrio, y compañeros de otros molinos de la provincia nos ayudan constantemente”, señala Rivero.
Desde hace unos meses, los ex empleados de Osiris decidieron unirse a la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), organización que nuclea a feriantes, cartoneros, vendedores ambulantes y obreros de empresas recuperadas, entre otros excluidos del mercado formal de trabajo. Comenzaron, además, a realizar festivales y “parrilladas” en la calle para venderles a los vecinos. De esta forma, y con ayuda del sindicato de molineros, los trabajadores logran juntar fondos para mantener a sus familias.
El interior del molino son diez pisos entre máquinas y polvo. “Antes, todo esto brillaba”, cuenta Daniel Gómez. Trabaja allí desde hace once años y pasó por casi todos los puestos. Antes del cierre ocupaba el Planchister, un clasificador de la molienda. “Es el corazón del molino”, dice. “Hay días –revela- en que esto es bárbaro porque el molino funciona solo y hay otros en que no quiere saber nada y es más complicado”. Las distintas salas de trabajo están oscuras, sucias y abandonadas. Mientras sube cada piso, Daniel muestra las máquinas nuevas.
A pesar de todo, y con el verano terminándose -pasar los meses más fríos del año allí dentro no está en los planes de nadie- los trabajadores son optimistas. Esperan una pronta resolución a su favor ya que ha sido imposible traer a las negaciones a alguno de los propietarios de la fábrica. De ser así, el Molino Osiris pasaría a funcionar como la Cooperativa 31 de octubre, sumándose de esta manera a las más de 350 fábricas recuperadas por sus trabajadores desde la crisis 2001-2002.
GALERIA

Visores de la molienda. Trabajadores del Molino Osiris en Lucha.

Tras ser amenazados por patotas, trabajadores cortan y protestan en calle Pedro Chutro.

Los trabajadores se organizan en turnos de veinticuatro horas.

Los trabajadores se organizan en turnos de veinticuatro horas.

La fábrica cerró en octubre de 2014, desde entonces sus trabajadores mantienen el molino tomado.

Instalaciones del Molino Osiris en la calle Pedro Chutro en Parque Patricios.

Hector Roldan. Los trabajadores se organizan en turnos de veinticuatro horas.

El Molino Osiris no tiene mantenimiento en sus instalaciones.

Instalaciones del Molino Osiris hoy en estado de abandono.

Vista externa del Molino, ubicado en la calle Pedro Chutro en el barrio de Parque Patricios.