«Celebramos la crisis del rock»

«Celebramos la crisis del rock»

 

El ambiente del rock argentino tras la crisis del 2001 y la tragedia de Cromañon, sin dudas, ha sufrido cambios paradigmáticos que van desde las formas de su producción hasta las maneras de su consumo.

Con un pie en la investigación y otro en el análisis, el sello Clara Beter Ediciones editó La Campana de la División. Escribir sobre las ruinas del rock argentino, un libro que mediante cinco ensayos ofrece un estudio sobre estos últimos 20 años a través las categorías  “sensualidad”, “urbanidad”, “onirismo”, “valvularidad” y “trovadurismo”. El volumen fue compilado por el licenciado y profesor en Letras Emiliano Scaricaciottioli, quién además forma parte del Seminario Permanente de Estudios sobre Rock Argentino Contemporáneo (SPERAC), un espacio nacido hacia fines de 2018 como una respuesta para pensar las apuestas, contradicciones y dilemas que plantea el rock argentino a partir de la crisis de 2001.

¿Cómo surgió la idea de este nuevo libro?

Nosotros descreemos del concepto de “rock nacional”, surgido a partir de 1982 del Festival Latinoamericano de Solidaridad, en el marco de la guerra entre Argentina e Inglaterra por las Islas Malvinas. A partir de 1983, hay un estallido y el rock argentino pasa a confluenciar y a conformarse con otras poéticas y géneros. Es decir, empieza a dialogar consigo mismo y se delinean dos tendencias: una reguladora, que tiende a lo conservador y otra desreguladora, que identificamos en ciertas micro poéticas de artistas contemporáneos. Por eso el libro está dividido en cinco capítulos que trabajan con poéticas de autor en las que se ve el movimiento de contracción y de amplificación permanente del rock respecto de su realidad y de su propia historia.

¿Cuáles fueron los criterios que tomaron a la hora de compilar los diferentes ensayos que componen el libro?

En principio, el libro está dividido en capítulos temáticos que describen micro poéticas. El capítulo de Carla Daniela Benisz tiene que ver con la sensualidad en el rock argentino contemporáneo y se centra en la figura de Sara Hebe. El capítulo de Daniel Gaguine es sobre el trovadorismo y tiene como protagonista a Lisandro Aristimuño. Mi capítulo es sobre onirismo, basado en la banda Catupecu Machu. El capítulo de Nancy Gregof habla sobre la valvularidad y se analiza a Divididos, entre otras bandas. Y finalmente, el capítulo escrito por Daniel Talio sobre urbanidad y el fenómeno de El Kuelgue. Así, el libro está configurado como una confluencia de tópicos, temáticas, ejes, vibraciones que están sucediendo hacia el interior de lo que llamamos rock.

¿Por qué se eligió el 2001 como punto de partida?

Porque ese año fue un momento de quiebre y de saturación de las grandes referencias. Y el rock, claramente, fue parte de ese contexto.  Diacrónicamente, el rock también tiene distintos momentos de quiebre y fractura.

¿Por qué eligieron ese título?

El título viene del disco de Pink Floyd, The Division Bell (1994). Este álbum es interesante para observar momentos de ruptura respecto de eso que nosotros llamamos el humanismo como proyecto de la progresía a nivel mundial, la caída de las grandes utopías y los grandes proyectos colectivos. Me gusta el concepto, bastante nietzscheano, de ese disco que tiene que ver con la imposibilidad de volver a aquel lugar glorioso, a aquella época de oro que dejaste atrás. Por un lado, la campana lo que hace es dispersar. Por otro lado, hace revisionar aquello que quedó después de que algo explotó o se puso en crisis. Nosotros celebramos la crisis en el rock porque cada vez que esto pasa, luego vive de una manera distinta. Pensamos que el rock es un fenómeno que se va reescribiendo y que va adoptando nuevas identidades, nuevos disfraces y nuevos movimientos. El rock es como un rizoma, un movimiento inagotable y, al mismo tiempo, apasionante si uno lo vive dentro de esa ritualidad que se va actualizando.

«El rock se va reescribiendo y que va adoptando nuevas identidades. El rock es como un rizoma», dice el autor.

¿Puede reinventarse el rock dentro de su crisis actual?

La gran pregunta pasa por las orientaciones que son las grandes referencias. Nos parece que estamos en un momento de grandes consignas pero sin grandes referencias. Por un lado, la atomización de propuestas musicales tiene una valencia positiva relacionada con celebrar el ir en contra de la moderación, contra ese clima del presente que refiere a tener que estar de acuerdo con que hay que sellar la grieta, o el pasado. No estamos de acuerdo para nada con esa concepción de que hay que sellar, al contrario. Por el otro lado, también, es cierto que dentro de cada movimiento, el rock tiene al mismo tiempo subgéneros, en algunas poéticas mayúsculas se vienen dando fenómenos nuevos. Por ejemplo, en el heavy metal, en el hardcore punk y hasta en el rock cristiano o evangélico, y, a nivel trasversal, en el trap y en el hip hop. Estos dos últimos géneros que mencioné, pasan a ser los grandes protagonistas de este presente en el que el rock se identifica. Aunque algunos no les guste demasiado esta idea, a las pruebas me remito.

¿Cómo vivenciaron el proceso de escritura?

Como trabajamos el formato de ensayo, tratamos de reponer lo menos posible aquello de lo que ya se ha encargado el periodismo o Wikipedia. Realizamos una crítica indirecta a aquellas editoriales que tratan de historizar al rock argentino para sellarlo. Insisto con el concepto, porque construyen un nicho. Es decir, otorgan un carácter institucional a cada fenómeno nuevo del rock. Nosotros estamos en las antípodas de aquellos proyectos editoriales que cierran procesos que están todavía abiertos. Por eso no historizamos. Lo que encontramos en el proceso de escritura de este libro es lo que nos va sucediendo con las micro poéticas, poéticas mayúsculas, líricas… Experiencias que van más allá del fetiche antropológico de ir a un recital para ver “lo que está pasando” en determinados fenómenos nuevos. Nos interesa qué nos pasa a nosotros y nosotras dentro de esos espacios como sujetos activos de la escritura. Estamos generando un fenómeno crítico pero no para que esto quede documentado sino para que esto se cuestione, se critique, se dialogue y se discuta; que es lo que, generalmente, no sucede en los marcos universitarios. Nosotros tratamos que los signos estallen, no que se instalen. Como investigadores, buscamos corrernos de ese lugar porque cuando eso pasa, hay algo que está mal.

“La multinacional te da libertad económica pero no te da libertad artística”

Con una infancia repartida entre Viedma y los atardeceres de Luis Beltrán, Lisandro Aristimuño vino a Buenos Aires a conocer un nuevo mundo y su voz inconfundible cautivó al público. Un largo recorrido lo llevó a ser reconocido en todo el país y a crear una identidad musical propia.

Hace pocos días presentó Criptograma -su décimo álbum- que vino con un condimento especial: es el primer material que grabó en Viento azul, su estudio propio, donde experimentó todo tipo de maquetas digitales que luego conjugó con los instrumentos de su banda. Una producción artística distinta, con muchos matices y con invitados de la talla de Lito Vitale y Valentín Oliva -Wos-, cruzando generaciones de figuras musicales en un mismo disco.

Dueño de una sensibilidad reflejada en su trabajo, el ejercicio de escucharlo te lleva a transitar caminos emocionales y a vincularnos de otra manera con el mundo. Desde el teléfono, con muchas risas y una capacidad reflexiva que pareciera no haber sido perjudicada por el encierro, Lisandro nos hizo viajar con su criptograma y charlar sobre cómo se relacionan el arte y lo social a través de su mirada sobre el futuro.

¿Cómo fue el proceso creativo de Criptograma?

Estos últimos años estuve girando muchísimo -no sabés cómo lo extraño- por todos lados. Es muy difícil tocar y llegar a todas partes en este país, que es tan grande, y eso llevó mucho tiempo. Este es mi décimo material y el proceso fue muy hermoso, porque es la primera vez que tengo mi propio estudio y eso me dio mucha libertad, no sólo de tiempo sino de tranquilidad. Haber luchado por este camino que es la independencia y la autogestión y, de repente, tener tu propio espacio donde marcás tus ritmos, tus horarios y tus tiempos hizo que el disco haya tenido una espiritualidad diferente a los otros. Tuve esa libertad no sólo de horarios sino económica: cuando alquilás un estudio, tenés que pagar la hora y tenés horarios de finalización. Por ahí estás en la mejor etapa de la canción o la mejor zapada y vienen a avisarte que tenés que cortar porque viene otro que la alquiló después que vos. De algún modo, los otros discos están todos preparados para eso y este no tenía ninguna preparación: fue espontáneo. Son canciones que las estuve escribiendo desde el año pasado, no son canciones viejas: son al tiempo de la grabación e incluso hay muchas que las terminé en el estudio. Es uno de los discos más libres que hice, en el sentido de no estar en una «cancha prestada», en donde podíamos jugar al fútbol, reírnos, poder parar cuando queríamos. Viento azul está hecho para eso y Criptograma tiene esa libertad.

Ser independiente y no tener la carga de una discográfica detrás también te da esa posibilidad.

Sí, puede ser, las discográficas te dan libertades pero tienen sus parámetros y sus tiempos. En las grandes discográficas te dan una fecha y la tenés que cumplir. En mi caso, si yo no me levanto a la mañana, me preparo unos mates y me voy al estudio, nadie me va a decir que lo haga: lo hago por amor -me encanta hacerlo- pero a mi tiempo. La multinacional te da libertad económica pero no te da la libertad en lo artístico.

Hay algo autobiográfico en Criptograma, de una cercanía y una conexión distinta a todo lo anterior. ¿Sentís que hubo una introspección tuya en la composición del disco?

Yo creo que siempre intenté hacer lo mismo, la única diferencia que hay es que ahora tengo 41 años y soy padre, por ejemplo. Yo antes también lo hacía, sólo que con otro punto de vista y con una diferencia de ser y de vivir. En ese sentido, en este disco artísticamente me puse en primer plano y en los otros discos jugaba con la música y con ser otra persona o ser un árbol, un río, el viento, una montaña, ser mujer o hijo. Criptograma habla de mí desde el lugar donde estoy viviendo. Me permití decir: «Bueno, ya está, quiero hablar un poco de mí».

A lo largo de tu carrera han pasado muchos invitados en tus distintos discos. En este caso, Lito Vitale y Valentín Oliva, Wos. ¿Cómo fue la experiencia de sumar a Wos? ¿Lo conocías?

Fue algo muy loco porque yo no lo conozco personalmente ni lo vi en vivo, de hecho la canción que grabamos la armamos en cuarentena de manera online.Para nosotros -Wos y yo-, fue hermoso porque de algún modo nos acompañamos. Cuando él recibió mi invitación para participar en el disco me dijo que me escuchaba hace muchos años, que le encantaba lo que yo hacía y yo le dije que mi hija de 8 años era fan de él. Empezamos a darnos cuenta que el tiempo no existe, de algún modo, por eso es que la música no tiene tiempo y no tiene estilo tampoco. La música es la música. Y cuando estaba grabando «Comen», la canción en la que Wos participó, tuve la idea de poner a alguien de otra generación y decidí que colaborara alguien que tenga una nueva raíz, un nuevo decir, y que él era el indicado por lo que siempre decía en sus canciones y en las notas que participaba.Hay mucha gente que graba con alguien mexicano o español para entrar en el mercado; en mi caso fue totalmente artístico. Necesitaba una voz nueva que hable de las injusticias del poder y de lo que está ocurriendo, alguien joven con esa garra que tiene él y me pareció fabuloso. Fue como buscar a un actor para una película y decirle: «A vos te toca la parte de batallar». Él aceptó y lo hizo de manera estupenda.

¿Qué te pasa cuando ves que dos generaciones distintas conjugan mensajes en una misma sintonía acerca de la desigualdad y el poder?

La verdad es que es triste que alguien a quien le llevo casi 20 años esté pasando por lo mismo y sepa de lo que significan las injusticias de este sistema y de las cosas que siguen sucediendo. No tenés que tener 80 años para ser un sabio y darte cuenta de lo que ocurre en el mundo. A veces se respeta más a la gente más madura pero en este caso Wos, así con toda su fuerza, dijo cosas espectaculares. Él escribió y grabó su parte de la letra y me pareció increíble.

¿El tema con Wos fue el único terminado durante el aislamiento o la composición del disco entero se terminó durante la cuarentena?

El disco se terminó de cerrar en pleno aislamiento. El piano de Lito Vitale (en el tema Hoy no fue ayer) fue grabado en su estudio y luego me lo mandó, por ejemplo. La canción “Nido” está hecha completamente en cuarentena, incluso en ese tema toque todos los instrumentos porque no podía tocar con mis músicos. Lo grabé solo en mi estudio: batería, bajo, teclado, todo está tocado por mí. Es la primera vez que toco una canción y todos los instrumentos de manera individual.

Con respecto a eso, ¿cómo llevás la pandemia y la cuarentena?

La verdad que estoy como todos, la vivo con muchas ganas de salir y de ver a mis amigos. Tengo ganas de ver gente, abrazarla, de juntarme con mis amistades y mirarnos a los ojos. Pero intento mantener la calma, dentro de todo. Saqué un disco que, creo, no es poco en este contexto.

¿Estás escuchando cosas nuevas o siempre volvés a tus influencias clásicas?

Soy melómano desde hace muchos años, coleccionista de discos, y escucho muchísima música. Si no hubiera sido cantante creo que igualmente habría terminado ligado a algo relacionado, porque adoro la música. En ese sentido, me la paso escuchando cosas de todo tipo: mi hija me muestra artistas nuevos que a ella le gustan y son muy interesantes, pero también voy a lo clásico porque soy un tipo muy respetuoso con la gente que hizo algo bueno por la música. Por ahí pongo Nick Drake, Paul McCartney, Nina Simone, que en su momento no fueron entendidos y me encanta reivindicarlos porque hoy siguen siendo modernos. La última banda que me partió la cabeza desde que surgió en los ’90 es Radiohead, todavía no tiene el valor que debería tener pero son una de las mejores bandas y tengo la suerte de poder ir a la disquería a comprarme su disco cuando sale.

¿De qué manera pensás que va a impactar este virus y sus consecuencias sociales en un futuro cercano? ¿Habrá un impacto en la instancia de producción artística? 

Todo lo social y político vincula como una trompada al arte. No está el arte por un lado y lo social y político por el otro; está todo conectado. Todo lo vinculado a lo que pasa socialmente va a tener una transformación. Por decir un ejemplo, en su momento, durante la Guerra de Malvinas se prohibieron canciones en otro idioma y por esa medida surgieron un montón de bandas increíbles que quizás no hubiesen existido sin esa decisión. Creo que hay un cambio social y eso hará que la música sea diferente.

“La multinacional te da libertad económica pero no te da libertad artística”

“La multinacional te da libertad económica pero no te da libertad artística”

Con una infancia repartida entre Viedma y los atardeceres de Luis Beltrán, Lisandro Aristimuño vino a Buenos Aires a conocer un nuevo mundo y su voz inconfundible cautivó al público. Un largo recorrido lo llevó a ser reconocido en todo el país y a crear una identidad musical propia.

Hace pocos días presentó Criptograma -su décimo álbum- que vino con un condimento especial: es el primer material que grabó en Viento azul, su estudio propio, donde experimentó todo tipo de maquetas digitales que luego conjugó con los instrumentos de su banda. Una producción artística distinta, con muchos matices y con invitados de la talla de Lito Vitale y Valentín Oliva -Wos-, cruzando generaciones de figuras musicales en un mismo disco.

Dueño de una sensibilidad reflejada en su trabajo, el ejercicio de escucharlo te lleva a transitar caminos emocionales y a vincularnos de otra manera con el mundo. Desde el teléfono, con muchas risas y una capacidad reflexiva que pareciera no haber sido perjudicada por el encierro, Lisandro nos hizo viajar con su criptograma y charlar sobre cómo se relacionan el arte y lo social a través de su mirada sobre el futuro.

¿Cómo fue el proceso creativo de Criptograma?

Estos últimos años estuve girando muchísimo -no sabés cómo lo extraño- por todos lados. Es muy difícil tocar y llegar a todas partes en este país, que es tan grande, y eso llevó mucho tiempo. Este es mi décimo material y el proceso fue muy hermoso, porque es la primera vez que tengo mi propio estudio y eso me dio mucha libertad, no sólo de tiempo sino de tranquilidad. Haber luchado por este camino que es la independencia y la autogestión y, de repente, tener tu propio espacio donde marcás tus ritmos, tus horarios y tus tiempos hizo que el disco haya tenido una espiritualidad diferente a los otros. Tuve esa libertad no sólo de horarios sino económica: cuando alquilás un estudio, tenés que pagar la hora y tenés horarios de finalización. Por ahí estás en la mejor etapa de la canción o la mejor zapada y vienen a avisarte que tenés que cortar porque viene otro que la alquiló después que vos. De algún modo, los otros discos están todos preparados para eso y este no tenía ninguna preparación: fue espontáneo. Son canciones que las estuve escribiendo desde el año pasado, no son canciones viejas: son al tiempo de la grabación e incluso hay muchas que las terminé en el estudio. Es uno de los discos más libres que hice, en el sentido de no estar en una «cancha prestada», en donde podíamos jugar al fútbol, reírnos, poder parar cuando queríamos. Viento azul está hecho para eso y Criptograma tiene esa libertad.

Ser independiente y no tener la carga de una discográfica detrás también te da esa posibilidad.

Sí, puede ser, las discográficas te dan libertades pero tienen sus parámetros y sus tiempos. En las grandes discográficas te dan una fecha y la tenés que cumplir. En mi caso, si yo no me levanto a la mañana, me preparo unos mates y me voy al estudio, nadie me va a decir que lo haga: lo hago por amor -me encanta hacerlo- pero a mi tiempo. La multinacional te da libertad económica pero no te da la libertad en lo artístico.

Hay algo autobiográfico en Criptograma, de una cercanía y una conexión distinta a todo lo anterior. ¿Sentís que hubo una introspección tuya en la composición del disco?

Yo creo que siempre intenté hacer lo mismo, la única diferencia que hay es que ahora tengo 41 años y soy padre, por ejemplo. Yo antes también lo hacía, sólo que con otro punto de vista y con una diferencia de ser y de vivir. En ese sentido, en este disco artísticamente me puse en primer plano y en los otros discos jugaba con la música y con ser otra persona o ser un árbol, un río, el viento, una montaña, ser mujer o hijo. Criptograma habla de mí desde el lugar donde estoy viviendo. Me permití decir: «Bueno, ya está, quiero hablar un poco de mí».

A lo largo de tu carrera han pasado muchos invitados en tus distintos discos. En este caso, Lito Vitale y Valentín Oliva, Wos. ¿Cómo fue la experiencia de sumar a Wos? ¿Lo conocías?

Fue algo muy loco porque yo no lo conozco personalmente ni lo vi en vivo, de hecho la canción que grabamos la armamos en cuarentena de manera online.Para nosotros -Wos y yo-, fue hermoso porque de algún modo nos acompañamos. Cuando él recibió mi invitación para participar en el disco me dijo que me escuchaba hace muchos años, que le encantaba lo que yo hacía y yo le dije que mi hija de 8 años era fan de él. Empezamos a darnos cuenta que el tiempo no existe, de algún modo, por eso es que la música no tiene tiempo y no tiene estilo tampoco. La música es la música. Y cuando estaba grabando «Comen», la canción en la que Wos participó, tuve la idea de poner a alguien de otra generación y decidí que colaborara alguien que tenga una nueva raíz, un nuevo decir, y que él era el indicado por lo que siempre decía en sus canciones y en las notas que participaba.Hay mucha gente que graba con alguien mexicano o español para entrar en el mercado; en mi caso fue totalmente artístico. Necesitaba una voz nueva que hable de las injusticias del poder y de lo que está ocurriendo, alguien joven con esa garra que tiene él y me pareció fabuloso. Fue como buscar a un actor para una película y decirle: «A vos te toca la parte de batallar». Él aceptó y lo hizo de manera estupenda.

¿Qué te pasa cuando ves que dos generaciones distintas conjugan mensajes en una misma sintonía acerca de la desigualdad y el poder?

La verdad es que es triste que alguien a quien le llevo casi 20 años esté pasando por lo mismo y sepa de lo que significan las injusticias de este sistema y de las cosas que siguen sucediendo. No tenés que tener 80 años para ser un sabio y darte cuenta de lo que ocurre en el mundo. A veces se respeta más a la gente más madura pero en este caso Wos, así con toda su fuerza, dijo cosas espectaculares. Él escribió y grabó su parte de la letra y me pareció increíble.

¿El tema con Wos fue el único terminado durante el aislamiento o la composición del disco entero se terminó durante la cuarentena?

El disco se terminó de cerrar en pleno aislamiento. El piano de Lito Vitale (en el tema Hoy no fue ayer) fue grabado en su estudio y luego me lo mandó, por ejemplo. La canción “Nido” está hecha completamente en cuarentena, incluso en ese tema toque todos los instrumentos porque no podía tocar con mis músicos. Lo grabé solo en mi estudio: batería, bajo, teclado, todo está tocado por mí. Es la primera vez que toco una canción y todos los instrumentos de manera individual.

Con respecto a eso, ¿cómo llevás la pandemia y la cuarentena?

La verdad que estoy como todos, la vivo con muchas ganas de salir y de ver a mis amigos. Tengo ganas de ver gente, abrazarla, de juntarme con mis amistades y mirarnos a los ojos. Pero intento mantener la calma, dentro de todo. Saqué un disco que, creo, no es poco en este contexto.

¿Estás escuchando cosas nuevas o siempre volvés a tus influencias clásicas?

Soy melómano desde hace muchos años, coleccionista de discos, y escucho muchísima música. Si no hubiera sido cantante creo que igualmente habría terminado ligado a algo relacionado, porque adoro la música. En ese sentido, me la paso escuchando cosas de todo tipo: mi hija me muestra artistas nuevos que a ella le gustan y son muy interesantes, pero también voy a lo clásico porque soy un tipo muy respetuoso con la gente que hizo algo bueno por la música. Por ahí pongo Nick Drake, Paul McCartney, Nina Simone, que en su momento no fueron entendidos y me encanta reivindicarlos porque hoy siguen siendo modernos. La última banda que me partió la cabeza desde que surgió en los ’90 es Radiohead, todavía no tiene el valor que debería tener pero son una de las mejores bandas y tengo la suerte de poder ir a la disquería a comprarme su disco cuando sale.

¿De qué manera pensás que va a impactar este virus y sus consecuencias sociales en un futuro cercano? ¿Habrá un impacto en la instancia de producción artística? 

Todo lo social y político vincula como una trompada al arte. No está el arte por un lado y lo social y político por el otro; está todo conectado. Todo lo vinculado a lo que pasa socialmente va a tener una transformación. Por decir un ejemplo, en su momento, durante la Guerra de Malvinas se prohibieron canciones en otro idioma y por esa medida surgieron un montón de bandas increíbles que quizás no hubiesen existido sin esa decisión. Creo que hay un cambio social y eso hará que la música sea diferente.

“Quiero darle una esperanza al que me escucha”

“Quiero darle una esperanza al que me escucha”

Recién llegado de una gira por España y por la Argentina, rodeado de guitarras, con un cuadro de su disco “Mundo Anfibio” de fondo y mate por medio, Lisandro Aristimuño recibe a ANCCOM en su estudio de grabación.

Arrancaste tocando covers en Río Negro, ahora vas por tu segundo Luna Park, ¿cómo fue el proceso?

Siempre pensé que la educación, en el sentido de educar a alguien, es muy compleja. Tuve profesores y maestros muy buenos, pero también hay una necesidad de cada persona. Cuando crecí y me hice adolescente, intenté estudiar en un conservatorio y me fui a los tres meses porque era muy matemático. Y me parecía que la música no era así. No me divertía, que eso es lo más hermoso. Tengo una hija de 6 años que cuando no se divierte, se aburre y empieza a llorar o empieza a manifestarse de algún modo para que yo le diga “no podés hacer más eso”. Voy a cumplir 40 y pienso lo mismo conmigo, que uno cuando hace algo se tiene que divertir, le tiene que gustar, “apasionar” sería la palabra.

Hoy podés vivir de la música, pero hubo todo un camino.

Cuando algo te gusta realmente, te produce algo, lo bancás. Aunque tu familia esté en contra. Lo mismo cuando te dicen que “tenés que ser eso”. Pero esa gente, esa fuerza salió para el otro lado también. Siempre fui “el rebelde” dicen… y no, no fue una rebeldía, yo quería hacer esto. Incluso en mi adolescencia pensaba que no servía para otra cosa. Me di cuenta lo que quería ser y que realmente podría hacer algo que esté bueno. Para mí y para mis amigos, para mi novia, para mi entorno chiquito. No pensaba en lo que me pasa hoy. Lo hice desde una pasión y desde algo genuino.

Producís tus discos y los de otros, ¿qué es ser independiente y autogestivo?

Es libertad. Conozco el otro lado, sé lo que no quiero, sé lo que no tengo ganas de hacer, entonces uno hace lo que hay, bien o mal, no importa, pero está haciendo algo. La autogestión y la independencia es hacer algo que uno quiere hacer. Y no tenés un tipo que te diga “si querés hacer esto, tenés que hacer esto y esto y esto”. Te cambia hasta la cara. Nunca me banqué eso. Quiero mostrar lo que soy, siempre. Lo que soy en la vida, no hay ningún tipo de venta ni de simulacro con eso.

Igual no todos logran destacarse como vos…

Lo sé. Pero siempre digo: sientan lo que quieren ser y pónganse firmes con eso. Puede ser doloroso, que tus padres no quieran o no te banquen más. Puede pasar…

¿Los tuyos te ayudaron en esto?

No. Lo hice solo. O sea, me ayudaron inconscientemente, en cuanto a criar a una persona, eso es ayuda. Pero después, ya de adolescente, decidí lo que quería hacer. Me fui de mi casa. Fue una rebeldía, que a su vez cuando grabé mi primer disco, mi viejo empezó a decir “está bueno lo que hacés”. Tenía, en algún punto, que demostrarle algo. Y ahora es mi fan. Me imagino con mi hija también, te da miedo esa rebeldía de tu hijo. Y querés algo seguro para él en este puto sistema. Pero han cambiado los parámetros. Ahora mis viejos ya consideran que soy músico porque me vieron en Clarín, La Nación, Página/12, porque llegué al Gran Rex o al Luna Park… La gente grande quiere que le demuestren con cosas más grandes. Y ese es el problema de la educación: exigirle a alguien que te demuestre lo que sos y no acompañar tu crecimiento para eso. Ahí está el paso en falso.

¿Cómo te interpela lo social?

Soy alguien que piensa en su alrededor. Estoy alerta de lo que ocurre y de lo que veo. No como músico sino como persona. Salir a la calle, ver qué pasa. Mi repertorio se modificaría si salgo del hotel y hay una manifestación o hay dos abuelos besándose. Uno siempre quiere dos abuelos besándose, pero las circunstancias del país hacen que a veces no puedas ni salir. El taxista te dice “estoy en la esquina, no puedo pasar porque la avenida está repleta de manifestantes”. Y ahí me digo “no, pará” y cambio el repertorio.

Hace poco se cumplió un año de la desaparición de Santiago Maldonado, ¿te afectó?

Muchísimo. Es una injusticia muy grande. Todavía no hay alguien que dictamine o diga algo, pero se sabe que fue un asesinato. Lamentablemente la justicia es muy lenta y hay mucho en juego que desconocemos. Y lo lamentable es eso, el desconocimiento de la verdad.

¿Aparecen estas situaciones a la hora de componer?

Sí, pero de una manera poética. Siempre intenté que el arte no pierda esa esencia que tiene, que es también jugar y pensar en la fantasía. Soy realista en mi vida, pero como músico juego. Me encanta eso. A veces vengo acá puteando pero no voy a putear en mi letra, intento camuflarla con poesía… puede ser muy mala. Siempre con un grado de comunicación, más que manifiesto…

Más por lo implícito…

Me interesa eso, comunicarme y darle al que me escucha una esperanza, no decirle solamente “esto es una mierda” sino que hay algo más, “tu vida es importante”. Darle importancia a la individualidad también, a vos mismo, no a quien te gobierne. Esa es mi intención cuando escribo letras o hago música.

Si pudieras entrevistar a alguien, a cualquiera, ¿a quién elegirías?

Hoy hablaría con Mauricio Macri para preguntarle qué mierda está haciendo. Qué piensa él de lo que está haciendo. Si me das ese poder, de estar con el tipo adelante y decirle “¿¡Qué estás haciendo hermano, qué pasa por tu cabeza!?”. Si fuera periodista, intentaría hacer eso.