“La multinacional te da libertad económica pero no te da libertad artística”

Con una infancia repartida entre Viedma y los atardeceres de Luis Beltrán, Lisandro Aristimuño vino a Buenos Aires a conocer un nuevo mundo y su voz inconfundible cautivó al público. Un largo recorrido lo llevó a ser reconocido en todo el país y a crear una identidad musical propia.

Hace pocos días presentó Criptograma -su décimo álbum- que vino con un condimento especial: es el primer material que grabó en Viento azul, su estudio propio, donde experimentó todo tipo de maquetas digitales que luego conjugó con los instrumentos de su banda. Una producción artística distinta, con muchos matices y con invitados de la talla de Lito Vitale y Valentín Oliva -Wos-, cruzando generaciones de figuras musicales en un mismo disco.

Dueño de una sensibilidad reflejada en su trabajo, el ejercicio de escucharlo te lleva a transitar caminos emocionales y a vincularnos de otra manera con el mundo. Desde el teléfono, con muchas risas y una capacidad reflexiva que pareciera no haber sido perjudicada por el encierro, Lisandro nos hizo viajar con su criptograma y charlar sobre cómo se relacionan el arte y lo social a través de su mirada sobre el futuro.

¿Cómo fue el proceso creativo de Criptograma?

Estos últimos años estuve girando muchísimo -no sabés cómo lo extraño- por todos lados. Es muy difícil tocar y llegar a todas partes en este país, que es tan grande, y eso llevó mucho tiempo. Este es mi décimo material y el proceso fue muy hermoso, porque es la primera vez que tengo mi propio estudio y eso me dio mucha libertad, no sólo de tiempo sino de tranquilidad. Haber luchado por este camino que es la independencia y la autogestión y, de repente, tener tu propio espacio donde marcás tus ritmos, tus horarios y tus tiempos hizo que el disco haya tenido una espiritualidad diferente a los otros. Tuve esa libertad no sólo de horarios sino económica: cuando alquilás un estudio, tenés que pagar la hora y tenés horarios de finalización. Por ahí estás en la mejor etapa de la canción o la mejor zapada y vienen a avisarte que tenés que cortar porque viene otro que la alquiló después que vos. De algún modo, los otros discos están todos preparados para eso y este no tenía ninguna preparación: fue espontáneo. Son canciones que las estuve escribiendo desde el año pasado, no son canciones viejas: son al tiempo de la grabación e incluso hay muchas que las terminé en el estudio. Es uno de los discos más libres que hice, en el sentido de no estar en una «cancha prestada», en donde podíamos jugar al fútbol, reírnos, poder parar cuando queríamos. Viento azul está hecho para eso y Criptograma tiene esa libertad.

Ser independiente y no tener la carga de una discográfica detrás también te da esa posibilidad.

Sí, puede ser, las discográficas te dan libertades pero tienen sus parámetros y sus tiempos. En las grandes discográficas te dan una fecha y la tenés que cumplir. En mi caso, si yo no me levanto a la mañana, me preparo unos mates y me voy al estudio, nadie me va a decir que lo haga: lo hago por amor -me encanta hacerlo- pero a mi tiempo. La multinacional te da libertad económica pero no te da la libertad en lo artístico.

Hay algo autobiográfico en Criptograma, de una cercanía y una conexión distinta a todo lo anterior. ¿Sentís que hubo una introspección tuya en la composición del disco?

Yo creo que siempre intenté hacer lo mismo, la única diferencia que hay es que ahora tengo 41 años y soy padre, por ejemplo. Yo antes también lo hacía, sólo que con otro punto de vista y con una diferencia de ser y de vivir. En ese sentido, en este disco artísticamente me puse en primer plano y en los otros discos jugaba con la música y con ser otra persona o ser un árbol, un río, el viento, una montaña, ser mujer o hijo. Criptograma habla de mí desde el lugar donde estoy viviendo. Me permití decir: «Bueno, ya está, quiero hablar un poco de mí».

A lo largo de tu carrera han pasado muchos invitados en tus distintos discos. En este caso, Lito Vitale y Valentín Oliva, Wos. ¿Cómo fue la experiencia de sumar a Wos? ¿Lo conocías?

Fue algo muy loco porque yo no lo conozco personalmente ni lo vi en vivo, de hecho la canción que grabamos la armamos en cuarentena de manera online.Para nosotros -Wos y yo-, fue hermoso porque de algún modo nos acompañamos. Cuando él recibió mi invitación para participar en el disco me dijo que me escuchaba hace muchos años, que le encantaba lo que yo hacía y yo le dije que mi hija de 8 años era fan de él. Empezamos a darnos cuenta que el tiempo no existe, de algún modo, por eso es que la música no tiene tiempo y no tiene estilo tampoco. La música es la música. Y cuando estaba grabando «Comen», la canción en la que Wos participó, tuve la idea de poner a alguien de otra generación y decidí que colaborara alguien que tenga una nueva raíz, un nuevo decir, y que él era el indicado por lo que siempre decía en sus canciones y en las notas que participaba.Hay mucha gente que graba con alguien mexicano o español para entrar en el mercado; en mi caso fue totalmente artístico. Necesitaba una voz nueva que hable de las injusticias del poder y de lo que está ocurriendo, alguien joven con esa garra que tiene él y me pareció fabuloso. Fue como buscar a un actor para una película y decirle: «A vos te toca la parte de batallar». Él aceptó y lo hizo de manera estupenda.

¿Qué te pasa cuando ves que dos generaciones distintas conjugan mensajes en una misma sintonía acerca de la desigualdad y el poder?

La verdad es que es triste que alguien a quien le llevo casi 20 años esté pasando por lo mismo y sepa de lo que significan las injusticias de este sistema y de las cosas que siguen sucediendo. No tenés que tener 80 años para ser un sabio y darte cuenta de lo que ocurre en el mundo. A veces se respeta más a la gente más madura pero en este caso Wos, así con toda su fuerza, dijo cosas espectaculares. Él escribió y grabó su parte de la letra y me pareció increíble.

¿El tema con Wos fue el único terminado durante el aislamiento o la composición del disco entero se terminó durante la cuarentena?

El disco se terminó de cerrar en pleno aislamiento. El piano de Lito Vitale (en el tema Hoy no fue ayer) fue grabado en su estudio y luego me lo mandó, por ejemplo. La canción “Nido” está hecha completamente en cuarentena, incluso en ese tema toque todos los instrumentos porque no podía tocar con mis músicos. Lo grabé solo en mi estudio: batería, bajo, teclado, todo está tocado por mí. Es la primera vez que toco una canción y todos los instrumentos de manera individual.

Con respecto a eso, ¿cómo llevás la pandemia y la cuarentena?

La verdad que estoy como todos, la vivo con muchas ganas de salir y de ver a mis amigos. Tengo ganas de ver gente, abrazarla, de juntarme con mis amistades y mirarnos a los ojos. Pero intento mantener la calma, dentro de todo. Saqué un disco que, creo, no es poco en este contexto.

¿Estás escuchando cosas nuevas o siempre volvés a tus influencias clásicas?

Soy melómano desde hace muchos años, coleccionista de discos, y escucho muchísima música. Si no hubiera sido cantante creo que igualmente habría terminado ligado a algo relacionado, porque adoro la música. En ese sentido, me la paso escuchando cosas de todo tipo: mi hija me muestra artistas nuevos que a ella le gustan y son muy interesantes, pero también voy a lo clásico porque soy un tipo muy respetuoso con la gente que hizo algo bueno por la música. Por ahí pongo Nick Drake, Paul McCartney, Nina Simone, que en su momento no fueron entendidos y me encanta reivindicarlos porque hoy siguen siendo modernos. La última banda que me partió la cabeza desde que surgió en los ’90 es Radiohead, todavía no tiene el valor que debería tener pero son una de las mejores bandas y tengo la suerte de poder ir a la disquería a comprarme su disco cuando sale.

¿De qué manera pensás que va a impactar este virus y sus consecuencias sociales en un futuro cercano? ¿Habrá un impacto en la instancia de producción artística? 

Todo lo social y político vincula como una trompada al arte. No está el arte por un lado y lo social y político por el otro; está todo conectado. Todo lo vinculado a lo que pasa socialmente va a tener una transformación. Por decir un ejemplo, en su momento, durante la Guerra de Malvinas se prohibieron canciones en otro idioma y por esa medida surgieron un montón de bandas increíbles que quizás no hubiesen existido sin esa decisión. Creo que hay un cambio social y eso hará que la música sea diferente.

Pensar las masculinidades en tiempos de feminismos

Pensar las masculinidades en tiempos de feminismos

«Uno de los aportes que podemos hacer los varones es el de una escucha activa, que nos permita interpelarnos sin oponernos defensivamente a los cuestionamientos de los feminismos», dice Fabbri.

Construye sus frases con una firmeza atrapante y cautiva en una conversación realizada en sus pocos momentos libres de interminables jornadas de reuniones virtuales, que se reparten en sus espacios de formación y trabajo. Luciano Fabbri es licenciado en Ciencia Política y Doctor en Ciencias Sociales, hace más de 10 años que coordina talleres sobre nuevas masculinidades y hoy forma de parte del Instituto de Masculinidades y Cambio Social (MasCS), un espacio que tiene como objetivo la intervención en el campo de las políticas de género destinadas a los varones.

Lucho, como lo conocen todos y todas, realiza el aislamiento social, preventivo y obligatorio en Rosario -su ciudad natal- desde donde opina sobre el impacto de la nueva agenda de género en los varones y la necesidad de pensar nuevas estrategias para transformar nuestras prácticas machistas.

¿Cuál es el papel de los varones en medio de la revolución feminista que estamos viviendo?

En términos colectivos, uno de los aportes principales que podemos hacer los varones es poder ejercer una escucha activa, que nos permita interpelarnos y no oponernos defensivamente a las resistencias que nos generan muchos de los cuestionamientos de los feminismos a nuestras prácticas. Debemos buscar espacios de encuentro y reflexión colectiva para repensarnos y hacer un ejercicio de repolitización de lo personal y de colectivización de esas reflexiones. El objetivo es intervenir para que en los espacios comunitarios, laborales, educativos y militantes y también en nuestras relaciones, podamos aportar desde la transformación de nuestras prácticas a la democratización de los vínculos para combatir las desigualdades y las violencias basadas en género.

¿Cómo se construyen las masculinidades? ¿Por qué hablás de ellas en plural y no en singular?

Yo me refiero a las masculinidades en plural para dar cuenta de construcciones múltiples, heterogéneas y diversas en relación a esta identidad y expresión de género que llamamos masculinidades. Está atravesada por múltiples posiciones, que tienen que ver con la pertenencia de clase étnico-racial, generacional, de discapacidad, nacionalidad, etc. Masculinidades no es sinónimo de varones ni de varones cis-género; las hay trans, no binarias, lésbicas. Los varones cis somos una de las tantas expresiones de esa multiplicidad de formas de habitar la masculinidad. Y cuando me refiero al dispositivo de masculinidad, que es otra forma de nombrar la masculinidad en singular, me refiero a un conjunto de discursos y de prácticas que buscan construir una forma normativa de masculinidad tradicional. Es la hegemónica y tiene que ver con la socialización de los varones para creer que las mujeres y que sus tiempos, sus capacidades y sus sexualidades deberían estar a nuestra disposición. El dispositivo de masculinidad no es la masculinidad de uno u otro sujeto o sujeta, sino un proyecto político dominante orientado a la producción de relaciones jerárquicas; las masculinidades, en cambio, sí tienen que ver con las construcciones más subjetivas y singulares.

«Masculinidades no es sinónimo de varones cis-género; las hay trans, no binarias, lésbicas», dice Fabbri.

¿Cómo hacemos los varones para romper con el lazo de complicidad entre nosotros?

Lo importante es generar espacios de encuentro, de reflexión y de crítica colectiva entre varones, ya que es lo que nos permite empezar a contar con mayores herramientas para romper con esos pactos de silencio e impunidad en los que se reproducen las relaciones de complicidad. Se trata de entendernos como sujetos y agentes activos en el marco de la prevención y erradicación de las violencias machistas y que, en ese sentido, tenemos un rol muy importante: llevar las propuestas de los feminismos a los espacios de socialización entre varones a los que las compañeras no tienen acceso y en donde, justamente por la ausencia de las compañeras, sentimos que hay mayor licencia o impunidad para la reproducción del sexismo.

Con respecto a las tareas de cuidado, ¿Qué rol debemos cumplir las masculinidades -en especial los varones hetero cis?

Algunos de los resultados de estos dispositivos de apropiación de los tiempos, de los cuerpos, de las sexualidades y de las capacidades de las mujeres y de las feminidades impactan en diferentes medidas, entre ellas las tareas de cuidado. Por un lado tiene que ver con las tareas domésticas y de cuidado de la salud pero también del cuidado de nuestras relaciones sexoafectivas, de nuestros vínculos, del ejercicio de la paternidad. Y me parece que interpelar y transformar ese dispositivo tiene que ver con asumir una corresponsabilidad en esos vínculos y, fundamentalmente, con una atención muy importante a la reciprocidad y al consentimiento, que son aspectos en general muy escindidos de la socialización más normativa de la masculinidad y que tenemos que poder reaprender para tener vínculos más saludables y más justos.

¿Cómo discutimos la agenda de construcción de políticas públicas que transformen un Estado patriarcal?

En términos de agenda de políticas públicas lo que venimos pensando son, sobre todo, dos líneas de trabajo principales para articular desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Nación, también aportándolas a su consejo asesor ad honorem. Por un lado, tiene que ver con la promoción de otras masculinidades sin violencia, en donde hay un rol fundamental de las políticas de formación, de educación sexual integral, de sensibilización, de abordaje territorial con las organizaciones populares y sindicales, de transversalización con las políticas vinculadas a la cultura y la comunicación. Por otro lado, una línea más vinculada a la generación de dispositivos de atención a varones que ejercen violencia con fines reeducativos, de algún modo, que permitan que esos varones se hagan responsables de sus prácticas, que puedan repararlas y que, sobre todo, no sean reincidentes.

¿Se pueden derribar los mandatos de masculinidad dentro de las organizaciones políticas?

Trabajar sobre los mandatos de masculinidad en las organizaciones políticas tiene que ver con lo que hablábamos antes: poder generar espacios de encuentros colectivos entre varones donde también, aparte de reflexionar entre nosotres, podamos hacer lugar a lo que las compañeras nos vienen planteando hace tiempo acerca de la erradicación de lógicas viriles en el ejercicio de la política, que tienen que ver con la reproducción de privilegios, micromachismos y relaciones de complicidad. De algún modo, con esas críticas y autocríticas de nuestros vínculos interpersonales en las dinámicas militantes hacer estrategias colectivas de despatriarcalización de nuestras organizaciones.

Si pensamos la escuela como espacio de socialización de género, ¿cómo se podría trabajar las masculinidades dentro de los ámbitos educativos?

Para eso hay que generar herramientas pedagógicas que puedan entrelazar los desafíos que tenemos en los sistemas educativos con sus especificidades en función del nivel y la modalidad de la que estemos hablando. Cuando nos desafiamos a pensar herramientas no punitivas para la erradicación de las violencias, el lugar de la educación sexual integral y las pedagogías feministas con un enfoque crítico de las masculinidades son la herramienta clave a jerarquizar y desarrollar.