Por Maria Florencia Bedia
Fotografía: Milagros Gonzalez

Unos cinco millones de animales viven en la calle en la Argentina, 500 mil de ellos en el AMBA. Asociaciones de voluntarios rescatan todos los días a perros, gatos y caballos para luego ponerlos en adopción y encontrarles una familia. ¿Qué políticas implementa el Estado?

La raíz del problema es cultural y educacional. La castración temprana no es una práctica cotidiana. Recién en los últimos años, algunos municipios han implementado programas específicos. En zonas rurales, no sólo se siguen utilizando perros para arrear ganado o caballos como animales de carga, sino que también los dejan deambular solos y, así, pueden generar crías que nacen en la calle. Se estima que unos cinco millones de animales domésticos viven las calles del país, 500 mil de ellos en el AMBA.

En septiembre de 2008, en la provincia de Buenos Aires se promulgó la ley N° 13.879 que prohíbe el sacrificio de perros y gatos y tiene como objetivo que municipios y comunas puedan alcanzar el equilibrio de población de perros y gatos, es decir, que la cantidad de animales sea igual a la de familias que los puedan acoger y lograr este propósito sin matanzas. La norma establece que la castración se debe proporcionar de manera gratuita. 

Existen leyes similares en otras provincias. En Santa Fe, en 2014 se sancionó la N° 13.383, que creó la Dirección de Sanidad y Equilibrio Poblacional de Fauna Urbana. En Chubut, la N° 655 con el mismo fin. En 2019, el diputado nacional Mario Arce (UCR) presentó un proyecto al respecto en el Congreso que nunca se llegó a debatir y fue archivado.

Aunque algunos municipios son vanguardia y lograron el equilibrio, otros ni siquiera tienen departamentos de zoonosis. Almirante Brown es uno de los modelos a seguir. Allí, la ONG Red de Políticas Públicas desarrolló el Programa para el Control Ético de la Fauna Urbana –gestado en el partido y replicado en varias ciudades argentinas– y en 2021 llevó a cabo 32.171 castraciones gratuitas. En otros lugares, mientras tanto, todavía se brindan pocos turnos.

Hay personas que comienzan a trabajar en esto por mano propia, armando sus propios proyectos de rescate y adopción de mascotas. Un ejemplo es Rescatando Huellitas. Su fundadora, Brenda Hernández, empezó ayudando a perros y gatos de su localidad, Villa Fiorito, y en barrios de emergencia cercanos como Villa Acuba, en Lanús.

Con el tiempo se sumaron más voluntarios y hoy llegan a 90, entre quienes se ofrecen como casas de tránsito, traslado, rescatistas y donantes. Casi todos los animales necesitan asistencia médica ya sea por moquillo, infecciones, tumores o fracturas y lastimaduras debido a accidentes vehiculares. Es común que la gente del barrio se comunique con estas organizaciones buscando una salvación para los animales solos en la calle.

Sobre los turnos de castración municipales, Hernández afirma: “En zona sur, donde rescatamos, hay mucha ausencia y si organizan castraciones desde el Municipio son pocos turnos semanales. Somos las organizaciones y refugios quienes realizamos nuestras propias jornadas de castración para animales comunitarios y familias humildes. Si bien en zona norte y Capital Federal es más fácil conseguir turnos, aún no llegan a la cantidad requerida ni tampoco la educación que se necesita hacia los tutores”.

Para adoptar mascotas de su refugio, Rescatando Huellitas pide llenar un formulario, subir fotos de la casa para ver si el perro tendría espacio para correr según su tamaño y que sea un lugar cerrado donde sea seguro que no vaya a escaparse. Finalmente, se debe firmar un contrato donde se acepta la castración obligatoria del animal si es que es cachorro y ellos aún no pudieron hacerlo. Después se hace un seguimiento a través de WhatsApp, durante seis meses, donde deben mandarse fotos de la mascota, de las vacunas dadas y de la muestra de castración realizada.

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires permite sacar turnos de castración a través de su página web. Si bien se terminan rápidamente, una vez liberados, se anuncian los siguientes días y horarios disponibles en la página de Facebook “Mascotas de la Ciudad”, donde también se informan las jornadas de adopción en diferentes parques.

Los refugios y organizaciones de voluntarios, cuando pueden, también organizan jornadas de castración y adopción. “El Estado debería proveer concientización para así educar más a las personas acerca del tema y de la responsabilidad que eso amerita –dice una de sus referentes–. En muchas ocasiones, la gente vive en departamentos urbanos y decide comprar a criaderos en vez de adoptar, porque al ser perros que no tienen una raza concreta, no puede saberse bien de qué tamaño será la mascota”.

Actualmente existen unos dos mil criaderos registrados en el país, pero se estima que no hay menos de uno por municipio, lo que elevaría la cifra de los clandestinos. En estos suele repetirse el mismo escenario: animales hacinados, falta de higiene, y condiciones físicas y nutricionales deplorables. Algunos logran ser desmantelados gracias a las denuncias por maltrato animal de vecinos o asociaciones protectoras. Los precios de los perros grandes van de los 80 mil hasta los 350 mil pesos, dependiendo del criadero, y los chiquitos de 60 mil a 250 mil pesos.

La Ciudad de Buenos Aires es la única jurisdicción del país donde la actividad está expresamente prohibida por la ordenanza Nº 41.831/87, que prohíbe los criaderos y solo admite la comercialización de animales domésticos en lugares habilitados, como veterinarias y centros de mascotas, con certificado médico y en presencia del profesional. En el resto de la Argentina, aún no hay reglamentaciones claras.

Según Brenda Hernández, “sin demanda no hay negocio”. “Es decir, si la gente sigue comprando en criaderos, está favoreciendo la explotación animal, hembras con las mamas hinchadas, con tumores, que tienen que parir celo tras celo para que la gente pueda hacer dinero con sus cachorros. No hay buenos criaderos. Que estén en un country con espacio para correr no significa que no sea malo, porque sigue siendo explotación animal para rédito económico. Hay miles de animales esperando un hogar, ¿por qué seguir trayendo camadas al mundo cuando ya hay tantos abandonados?”, se pregunta.

No se trata de un simple capricho. Está comprobado que los animales tienen emociones. Sofía Mezzina es psicóloga y dedicó su tesis de licenciatura al tema. “Hay que pensar muy bien y a largo plazo antes de traer al hogar a un animal, pensar que se trata de un ser sintiente. Informarnos de lo que conlleva mantenerlo antes de tomar la decisión que sería para toda su vida”.

Y agrega: “Con los mamíferos como perros, gatos o caballos, que usualmente son mascotas, compartimos un área del cerebro llamada ‘amiga’, que es el centro de nuestras emociones. Esta nos permite sentir las seis emociones básicas: alegría, miedo, enojo, tristeza, asco y sorpresa. Nosotros podemos identificarlas en ellos y ellos en nosotros cuando las experimentamos, por lo que nos une una empatía emocional”.

El refugio Rotitos de alma rescata y pone en adopción animales. Cuenta con un terreno en el partido bonaerense de Moreno de casi una manzana completa. Allí muchos andan sueltos y solo los enfermos están separados del resto en caniles. Los que están lastimados o discapacitados tienen sectores donde solo hay arena para pisar más suavemente.

La organización rescata alrededor de 20 animales por semana, entre perros, gatos, caballos y hasta gallinas. Si alguno tiene moquillo, compañeros de otros refugios prestan un lugar para mantenerlos aislados hasta que estén saludables. Una de las voluntarias, Marcela Cristaldo, cuenta que “es necesaria la castración para equilibrar la población animal, pero además hay que generar herramientas y concientizar. Muchas personas de la provincia también dejan a sus perros solos, no es solo educar sobre la castración sino sobre las grandes cantidades de animales viviendo en la calle, ahí necesita haber una presencia estatal”.

A Cristaldo, quien comenzó como voluntaria porque siempre tuvo mucha afinidad con los animales, le produce “una gran satisfacción y alegría cuando un perro rescatado finalmente tiene una familia”. Tiene dos perras, una fue rescatada de un criadero. “Es muy miedosa –afirma– y claramente lo es por las secuelas de haber vivido dos años encerrada en una jaula”. Sobre los criaderos, señala: “Conocí a alguien que tenía uno y poseía alrededor de 80 perros en jaulas. Los sacaba solamente una vez por día. Viven como ganado, el que cría perros los ve como objetos que generan ganancias. Las hembras la pasan muy mal y las maltratan físicamente pariendo crías tan seguido”.

En su refugio, hace poco tiempo perdieron a uno de sus perros rescatados, Otis. Tenía cáncer, había sido operado por un tumor en sus genitales hacía un año y durante un tiempo prolongado hizo quimioterapia. Fue adoptado, pero lo devolvieron porque su tumor volvió. Medicado, cuidado, murió mientras dormía, y el dolor por su partida todavía persiste en el refugio.

El trabajo de rescatistas va sembrando conciencia en distintos puntos del país. En julio último, el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, firmó un convenio para la creación de hogares de tránsito y adopción de animales en los municipios de Iglesia, Calingasta, Caucete y Zonda. “Se estima que en San Juan puede haber alrededor de 200 mil perros, algunos domésticos y otros en situación de calle”, sostuvo el mandatario durante el acto. En la ciudad de Córdoba, el Comité de Protección Animal realiza talleres de sensibilización y concientización en escuelas. En Jujuy, se aprobó la ley provincial N° 6.293 que declara «a los animales no humanos (ANH) como ‘seres sintientes’”. Aún falta mucho en materia de políticas públicas, sin embargo, las acciones se siguen multiplicando gracias al impulso de las comunidades.