Por Pablo Esquivel
Fotografía: Sofía Barrios

Catorce alumnos de una escuela de Quilmes pusieron en valor un nave Aero Commander 500 como parte de su proyecto curricular para su tecnicatura en Aeronáutica.

Los alumnos del último año de la Escuela de Educación Secundaria N° 7 “Taller Regional Quilmes” ex IMPA, que depende de la Fuerza Aérea, reconstruyeron la nave Aero Commander 500, utilizada en el conflicto bélico de 1982.

Parecía una contienda imposible, pero no lo fue. No al menos para los catorce estudiantes abocados a la tarea de reconstrucción del Aero Commander 500, que formó parte del proyecto curricular del último año de estudios de la tecnicatura aeronáutica y que quedará en esta escuela, que se encuentra próxima al Rio de La Plata, en la ribera quilmeña, como material didáctico para nuevos trabajos en la institución.

El avión, que en el pasado garantizaba las tareas de apoyo para el desempeño de otras aeronaves en la guerra, hoy brilla con un fondo blanco y su trompa celeste con líneas del mismo color que rodean toda la nave, emulando la bandera nacional. Su nombre “55 héroes” homenajea a los caídos de la fuerza durante el combate. La matrícula de la Fuerza Aérea Argentina y la marca del territorio de las Islas Malvinas complementan esta renovación que no olvida la historia pasada.

Lucas Ibarrola, recientemente egresado de la escuela, fue uno de los impulsores para que este trabajo formase parte de las prácticas de profesionalización aprobado por las autoridades del ex IMPA. Destacó que todo estos detalles de la fachada le “dan personalidad” a la nueva versión que, según el joven, hoy está en condiciones de volar pero no lo hace por cuestiones legales. “Decidimos trabajar en este proyecto porque el avión estaba lastimadísimo, le faltaba mucho cariño”, se sinceró Lucas.

Se trata de un avión bimotor a pistón, que fue comprado por nuestro país en 1968, durante la gestión del dictador Juan Carlos Onganía y que, hasta su aterrizaje de emergencia por una falla de mecánica en su tren de aterrizaje y su posterior inactividad, era el más longevo en vuelo que tenía la Fuerza Aérea. El arma donó el avión tras su en 2018 y fue iniciativa de los estudiantes, con apoyo de los profesores y del resto de la comunidad educativa, los que hicieron posible el sueño de restaurarlo.

Aunque el colegio tenía otros dos aviones similares, el desafío era darle vida nuevamente al que había llegado en peores condiciones. “El avión no vino ni para un museo, vino para tirarse. Y nosotros lo dejamos no para un museo, sino para una flota aérea”, afirmó Lucas, orgulloso, que recuerda que sus dos profesores a cargo —Luis Frontini y Leonardo Calienni— los alertaban que no iban a llegar a terminar el trabajo en los plazos estipulados. Sus tutores calificaron la labor como “más que efectiva” y destacaron que el grupo funcionó de una forma “compacta” para alcanzar semejante resultado.

Lucas indicó que tanto él como sus compañeros ignoraban lo que este avión había hecho durante la guerra de Malvinas hasta que se toparon con la posibilidad de hacer la restauración. Pero cuando se enteraron, “se volvieron locos”. “Siempre se le da el foco a los aviones de combate. El Aero Commander 500 le daba la posibilidad a los otros a que lleguen allí. Llevaba personas y carga para que los otros aviones pudieran combatir. Este (señalando la nave), no llegó a Malvinas pero sí proporcionó muchas tareas desde nuestro territorio: garantizando las misiones de enlace, llevando pilotos de combate, haciendo evacuaciones aeromédicas. Todo esto es un poco desconocido en general”, planteó.

La camada de séptimo año que ahora egresó de la escuela trabajó mucho para fabricar casi desde cero la estructura del avión. Los encargados de trabajar en la estructura debían reparar la panza del avión y todos los golpes que mostraba, lijarlo completamente y, luego, pintarlo. “Tenía 17 capas de pintura abajo. Lijamos a pulmón por casi cuatro meses”, afirmó entre risas, y admitiendo que debieron pedir refuerzos con chicos más jóvenes de otros cursos para completar la tarea. “El avión va a quedar acá para ellos”, expresó Lucas, que quiere seguir su carrera en la Fuerza Aérea.

Además del grupo de estructura, se armaron dos equipos más para el renacimiento del Aero Commander: uno que debían poner el sistema de luces que harían que funcionase el de lubricación y el hidráulico; y, otro responsable de poner los dos motores de la nave en funcionamiento.

El proyecto atrajo la atención de varias empresas. Algunas de ellas aportaron pintura y hasta cursos para aprender técnicas. “Nosotros no sabíamos pintar porque la materia la perdimos cuando fue la pandemia”. Trabajaron con máquinas de compresión, también donadas: “En un día, con una sola pasada, pudimos terminar de pintarlo”, destacó. Otras entidades aportaron lubricantes y accesorios para limpiar los tapizados y las uniones eléctricas. Además, fueron donadas abundantes litros de combustible que permitieron que ambos motores funcioncen. “El papá de un compañero de quinto de Aeronáutica nos donó todo el plotteado”, completó Lucas, mientras contemplaba el resultado final.

Los jóvenes no solo se ganaron la admiración de sus pares en el ámbito de las escuelas técnicas del país, sino también la algarabía de excombatientes en la Guerra de Malvinas.

“Muchos chicos están motivados por este tema. Cuando se aborda y se trabaja al respecto, surge el interés”, observó Jorge Pablo Juárez, director del ex IMPA, que, además de trascender por el proyecto de restauración del Aero Commander fue reconocida por la iniciativa de otro grupo de alumnos que diseñó un sistema anti propagación para la extracción de petróleo por derrames en el mar.

“Empezaron a aparecer todos los mecánicos, pilotos y técnicos del avión. Desde todos los puntos del país llegaban sus mensajes preguntando por los avances, y cuando se ponía en marcha. Vino un vecino mío durante la presentación, que combatió en Malvinas con un (Douglas Skyhawk) A-4, y que, años después, voló este mismo avión. Se emocionó muchísimo. También vino a verlo el abuelo de un compañero de segundo año que lo arreglaba y lo volaba. Nos dijo que nosotros le habíamos cambiado la vida”, resaltó Lucas, con una enorme sonrisa.

“Nosotros hicimos todo lo posible para que el avión sea algo que quede en la escuela como un recuerdo eterno de que las islas son nuestras”, concluyó Lucas. El resultado quedó a la vista.