Por Axel Schwarzfeld
Fotografía: Milagros Gonzalez

Se cumple un año de un proyecto colectivo entre estudiantes universitarios y activistas, que da cuenta que es posible plantar en la urbanidad de forma ecológica y acceder a la alimentación de forma soberana y saludable.

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Voluntariado, música y brindis en una tarde de más de 30 grados de calor. De esta manera se celebró el viernes el primer aniversario de la creación de la Huerta de Ciencias Médicas, que se encuentra ubicada en el Patio de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

El proyecto es co-gestionado entre estudiantes de nutrición y el Colectivo Reciclador, encabezado por Carlos Alberto Briganti, mejor conocido en redes sociales como el Reciclador Urbano. En diálogo con ANCCOM, el docente especializado en generar huertas con pasivos ambientales, como cubiertas de autos y tachos, señaló que esta iniciativa creada por el estudiantado es una herramienta demostrativa y pedagógica: “Acá se producen alimentos a costo cero, entonces la gente que viene empieza a entender quién es el formador de precios, qué es la soberanía alimentaria, el valor e importancia de la semilla, que los espacios improductivos deben ponerse al servicio de quienes quieren trabajar la tierra y producir alimento sin pesticida. Una huerta de estas no va a saciar el apetito y el hambre del mundo, pero si va a enseñar a las nuevas generaciones que hay otros caminos que no van de la mano del agronegocio, de la industria corporativa que produce los alimentos y que los remarca con precios excesivos”.

En el Patio de Nutrición hay varios pilares que hacen a la huerta. Primero, allí funciona la Escuela de Huerta Urbana Agroecológica “La Margarita”, en donde los activistas del Colectivo Reciclador transmiten su experiencia y conocimientos, no solo al alumnado, sino también a toda la comunidad en general. Segundo, hay un bar saludable manejado por los estudiantes, el lugar de destino de las frutas y verduras cosechadas. Tercero, hay un sector llamado “El Jardín de Mariposas”, con plantas que atraen a esos insectos que lucen sus coloridas alas durante el día, aunque también es posible cruzarse con abejas, mientras que a la noche se puede escuchar cantar a los grillos.

Emiliana Bravo, presidenta del Centro de Estudiantes de Nutrición y una de las coordinadoras del proyecto, explica que esto “es revolucionario porque es la primera huerta urbana agroecológica en un ámbito universitario. Es revolucionario porque históricamente la Facultad de Ciencias Médicas tiene una concepción bastante estructurada y clínica y como movimiento estudiantil empezamos a dar un abordaje de la salud desde otra perspectiva. Es revolucionario porque lo hacemos con una mirada ambiental, porque es uno de los factores que intervienen dentro de la salud, y hay participación ciudadana de vecinos, estudiantes, docentes y no docentes”.

Mercedes Docampo es una mujer que conoció la huerta por recomendación de una amiga y se sumó como voluntaria. Desde ese lugar destaca todo lo que aprendió junto a sus pares: “Es un espacio donde te explican cómo hacer agricultura urbana en la ciudad, cómo podés con dos neumáticos de repente tener un maíz, girasoles, acelgas. Me entusiasma ver cómo va creciendo y también me motiva a armarlo en mi balcón y a su vez motivar a mi familia y amigos”. Y agrega: “La revolución es posible, esto no tiene techo. Espero que se replique por muchos lugares más de la ciudad y en otras universidades o centros de salud y estudios”.

Reconvertir el espacio desde cero y cambiar la visión del cemento por un espacio productor de alimentos de forma agroecológica en el medio de la urbanidad, requirió sudor, esfuerzo y mucho corazón. Desde el acarreo de tierra y cubiertas hasta la limpieza y el sembrado. Todo a pulmón, con donaciones y trabajo voluntario. Tanto los estudiantes como el Colectivo Reciclador y los voluntarios esperan que con las banderas del compostaje, el reciclaje, la agroecología y la biodinámica puedan seguir creciendo y dar batalla para que se respete el derecho al acceso y la disponibilidad de los alimentos de la forma que cada uno elija.