Por Florencia Valdez
Fotografía: Camila Meconi

Ubicada en el barrio de Villa Martelli, la fábrica de tostadas Maxim fue recuperada por sus trabajadores en 2010. Desde entonces continúan produciendo pan tostado. ¿Cómo se organizan para mantener la cooperativa en funcionamiento?

El aroma a pan recién horneado y tostado se hace presente en Villa Martelli, donde se encuentra Maxim, fábrica recuperada por las y los trabajadores, que produce panificados y comercializa sus productos bajo la marca Unitostas.

La cooperativa autaogestionada se formó en el 2010 cuando 15 trabajadoras y trabajadores se unieron para continuar con el trabajo que venían realizando en la fábrica. A fines de ese año tomaron la planta. Meses antes del quiebre fue un proceso de suspensiones de un día, después una semana o quince días, en donde los salarios no eran pagados, las condiciones laborales no se cumplían y quien denunció la quiebra fue la obra social a la cual no le estaban realizando aportes.  “Nos pagaban cien pesos por día. Después de una jornada para la otra cerrábamos porque no había insumos”, cuenta Catalina “Caty” Geréz, quien está desde 2007 y acompañó el proceso de recuperación de la fábrica. 

Los vecinos de Villa Martelli, al ver que estaban sacando la maquinaria de la fábrica, alertaron a Pedro Amado, quien avisó a sus compañeros y juntos se encaminaron para buscar sus pertenencias y decidieron no salir más del lugar. “Entramos en 2011, habremos estado de cuatro a seis meses, pasamos hambre. De las 15 compañeras que éramos, quedamos seis. Nos quedábamos a dormir, nos turnábamos para ir a nuestras casas”, cuenta Amado, presidente de la cooperativa y encargado de los sectores de panadería y administración. 

La cooperativa se formó en 2010, pero obtener la matrícula les demoró dos años. Recién en 2012 se convirtió formalmente en la Cooperativa de trabajo Maxim.

Arrancaron el emprendimiento desde cero. “Tuvimos ayuda desde el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en primer lugar, a través de ellos conocimos al Ministerio de Desarrollo Social, del que obtuvimos el subsidio de “Manos a la obra” para insumos y arreglos de maquinaria, porque de las líneas de tostadoras solo había cuatro o cinco que funcionaban”, cuenta Pedro mientras recorre la fábrica. 

Si bien trataron de recuperar el nombre original de las tostadas no pudieron por lo que tuvieron que idear una nueva marca y todas las habilitaciones que eso conlleva. El nombre fue elegido por todos los y las compañeros: las tostadas se llaman Unitostas ya que refiere a la unidad entre compañeros y compañeras. “Nos reunimos entre todas y elegimos ese nombre, porque quiere decir que somos unidos. Somos unidos, nos acompañamos y luchamos juntos”, describe Caty.

Por parte del Estado fueron beneficiados por varios subsidios, arreglos de maquinarias y adquirieron nuevas máquinas como la Flow pack, envasadora adquirida hace tres meses. Son parte del Programa Potenciar Trabajo, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. 

Para comenzar, recibieron ayuda del Movimiento de Fábricas Recuperadas, que les donó insumos para que puedan trabajar; también usaban facturas de otra cooperativa para poder vender. “Fue todo un tema conseguir los clientes, teníamos los remitos, las direcciones, pero no teníamos los teléfonos. Buscábamos en la guía qué colectivo tomar para poder ir al lugar y vender el producto, además de explicarle todo lo que estábamos pasando. No están más los dueños, pero seguimos siendo todos los mismos, los que trabajamos y hacemos el producto”, explicaba Caty.

El proceso productivo se realiza de manera manual y artesanal, desde el pan hasta el envasado. En un día normal, se producen alrededor de 100 kilos. El sector panadería, a cargo de Pedro, está ubicado al fondo del galpón, tienen una gran variedad de máquinas que a través de una ley de expropiación pudieron quedar en manos de los trabajadores.  La masa de pan recorre distintas máquinas. Primero, una la amasa durante media hora, después otra la corta en bollos y en una tercera leudan y reposan durante 40  minutos. 

Luego, los bollos se cargan grandes placas con moldes redondos y cuadrados, que después debe leudar nuevamente durante 15 minutos, entra en carros a grandes hornos donde se cocinan por poco menos de una hora. El tiempo lo señala una alarma, que indica cuando llegó el momento del desmolde. Tras dos días días de descanso en un cuarto, se procede al cortado en finas lonjas que son colocadas de manera manual en grandes placas que llegan a 200°C. Hoy algunas placas no se encuentran en funcionamiento. 

Al final llega el momento de selección y empaquetado, a cargo de Caty y Daniela Valles. Caty explica que el proceso de selección consta en dos pilas, aquellas que se deben volver a pasar por la tostadora porque están blancas y tienen que estar bien doradas y aquellas que están muy tostadas o rotas son descartadas. Luego son colocadas en la nueva envasadora y otra vez se realiza un proceso de selección, esta vez, a cargo de Daniela, una nueva socia que ingreso hace cuatro meses. 

El ruido de la cortadora, el abrir y cerrar de las máquinas de tostado, las risas y las charlas de Caty, Daniela, María y Pedro hacen eco en la fábrica recuperada por sus propios trabajadores. Sus cofias, ambos blancos, las paredes de las oficinas ubicadas en el segundo piso decoradas con publicidades de la empresa anterior cuentan la historia de todos los y las trabajadoras que pasaron por allí y que lucharon para poder seguir.  

El fuerte de ventas de Unitostas son las fiambrerías, es allí donde tienen más salida, venden a distribuidoras y alquilan el depósito a cooperativas para que guarden sus productos. Actualmente cuentan con poca producción, el problema se basa en la poca venta, lo que impide que amplíen producción y planta en la fábrica. La producción del día en Maxim se basó en la realización de productos para una nueva empresa, un trabajo a façón.  “Es temporada baja. Teníamos clientes que antes pedían 20 cajas y ahora piden 10. Bajó un montón el trabajo”, cuenta el presidente de la cooperativa. 

En el mes de julio estuvieron parados sin luz. “Eso nos mató, nos atrasamos con los pedidos y generamos deuda que todavía no llegamos a cubrir”, cuenta Pedro que espera conseguir un subsidio para poder financiarla. “Aunque no haya producción venimos igual, por si hay alguna venta.  Pedro y yo venimos todos los días. Hay que darle para adelante. Estamos en la lucha”, concluye Caty a lo que Pedro añade: “Queríamos y queremos trabajar acá, por eso luchamos para poder recuperar la fábrica”.