Finalizó la XI Feria de Editores. Cada año asiste más público y se realiza en un espacio más grande. Esta vez, no solo incluyó sellos de todo el país sino medio centenar de editoriales extranjeras.
La escritora mexicana Margo Glantz cerró la Feria de Editores.
El viernes 5 de agosto arrancó la XI Feria de Editores (FED) en el Complejo C. Art Media. Participaron 280 sellos editoriales, con charlas presenciales y virtuales junto a escritores, muchos de los cuales mantuvieron la bonita costumbre de firmar ejemplares.
Durante la mañana en el día de la apertura, se realizó una jornada solidaria, organizada en conjunto con la Fundación Hemocentro, Feria de Editores y la editorial Céspedes Libro, para promover la donación de sangre. Podría decirse que las y los lectores no solo llevan tinta en las venas.
Desde el año 2013, cuando se realizó la primera Feria de Editores, en FM La Tribu, donde participaron 15 editoriales pequeñas con la intención de mostrar sus libros y generar un espacio de encuentro entre lectores y editores, el evento fue creciendo en cantidad de participantes y de público. En 2018 se llevó a cabo en la Ciudad Cultural Konex, con más de 5.200 metros cuadrados, y alojó a 250 editoriales de todo latinoamérica sumando 11.000 asistentes en tres días. Al siguiente año volvió a batir récord de concurrencia con 14.000 visitantes.
Con la salida progresiva de las medidas pandémicas, en 2021 la FED fue la primera feria al aire libre donde se estima se recibió más de 16.000 personas. Este año, se triplicó el espacio debido a que las ediciones fueron variando en amplitud. Entre las 280 editoriales que participaron de la FED´22, entre 40 y 50 expositores llegaron desde exterior: México, España, Colombia, Perú, Chile, Brasil y Uruguay. En el caso de la Editorial Mirabilia, de Bogotá, esta fue su primera experiencia. Además, otros 50 sellos nacionales, viajaron más de 300 kilómetros para estar en la Feria. Desde Tierra del Fuego, Rosario, Córdoba, Mendoza, San Juan, entre otras provincias dijeron prsente. Los 360 puestos se distribuyeron por las calles internas del predio, nombradas con escritores argentinos. Así, caminamos por Hebe Huart, Ricardo Piglia, descansamos un rato en la indómita Sara Gallardo, y continuamos por Juan José Sáer, Juan Forn, Tamara Kamenszain. Cada puesto contó con su catálogo propio de libros disponible para consultar y estuvo atendido por sus propios editores, quienes siempre van al encuentro con sus lectores. Además, se realizaron actividades en los espacios disponibles en los pisos superiores, y la terraza del complejo.
“Si lees, hay un libro para vos”, dice la consigna impresa en todos los carteles de la FED; y es cierto, cuento, novela narrativa, poesía, ensayo, filosofía, no ficción, pero también artes visuales, fotografía, libros ilustrados y diversidad de propuestas en textos infantiles, que incluyen libros en braile y sensoriales. También encontramos los llamados libros objeto, o artesanales, como Charco, editora artesanal de Berazategui. Sus libros se destacan por la impresión de las imágenes hechas con técnicas de grabado y por la forma en que se despliegan en direcciones distintas, hacia arriba y hacia los costados, con formatos no tradicionales. Las editoras Eugenia Lenardon y Laura Aluan Canselo señalan que el proceso de producción está pensado para realizarse de manera completamente manual, desde el armado de los cuadernillos, el entelado de las tapas, hasta la impresión de las imágenes, donde eligen especialmente las hojas, como una forma de potenciar los distintos lenguajes y miradas.
No faltaron distintos tipos de fanzine, como los de Me Flipa. Se trata de un colectivo multidisciplinario de más de diez nacionalidades diferentes, que incluye artistas, ilustradores, fotógrafos, escritores, poetas, diseñadores que buscan a través de la autogestión y la autopublicación un espacio para comunicar y compartir su visión del mundo. Es el tercer año que participan de la FED.
Sobre la calle interna Tamara Kamenszain no faltó un espacio dedicado a las infancias, lleno de actividades recreativas. La Mini Fed contaba con una zona con almohadones para sentarse, relajarse y leer, con estantes bajos llenos de libros infantiles disponibles y mesas, bajo una estructura con forma de árbol.
Escaleras arriba un buffet con café y medialunas para mojar y cerveza. Elige tu propia aventura. Más arriba, en el entrepiso, tuvo lugar la firma de ejemplares por Peter Orner, el escritor estadounidense, seguido por el historietista, ilustrador, pintor y editor argentino Liniers. El sábado Julia Coria, Edgardo Scott, Cynthia Rimsky y Amara Moira, escribieron bonitas dedicatorias.
Bajo el título «Deseo, realidad y escritura», conversaron el autor y psicoanalista Luis Gusmán y la escritora Paula Puebla en una de las actividades de la FED.
Se realizó la entrega del Premio a la Labor Librera que constaba de 350.000 pesos. La entrega del premio la realizó Librería El gran pez, ganadora de la edición anterior, que le pasó la posta a Musaraña. En este sentido, Victor Malumian, cofundador de la FED, señaló que el trabajo de una librería excede ampliamente la mera venta de libros, ya que también comprende la difusión del pensamiento y la literatura, su propuesta cultural como centro de reunión y su relación con su comunidad. De esta manera, el premio funciona como una forma de aportar en problemáticas cercanas al sector.
No faltaron las charlas virtuales, ya disponibles en el canal Youtube: “Un océano de barcos hundidos”, con Tomas Litta, y las jóvenes poetas Daniela Ema Aguinsky y Nadia Sol Carmella y “¿Tiene el peronismo algo para aportar o ya fue?” con Ernesto Semán, Mariana Gené, Fernando Rosso y Cata de Elía.
Y también volvimos a las presentaciones y conversatorios en carne y hueso, entre otras:“Leer para vivir y vivir para leer“, con Peter Orner y Cecilia Fanti, “Lo infraordinario”, con Valeria Tentoni, Ana Negri, Jorge Fondebrider y “La emoción de las ideas, sobre el ensayo como práctica literaria hoy”, que estaba prevista con Eugenia Almeida, María Negroni y Betina González, pero la primera se ausentó debido a síntomas de covid. Pero lo cierto es que la caminata entre calles notables sin barbijo obligatorio sintetizó el retorno a la palabra viva. Esa que que nos hace sentir libres con los libros.