Por Eva Coronel Gorojod
Fotografía: Sabrina Nicotra

Miles de manifestantes homenajearon a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los militantes asesinados durante el gobierno de Eduardo Duhalde. Los familiares continúan exigiendo que se juzgue a los responsables políticos.

«“Pensaron que nos íbamos a quedar conformes por haber metido presos a Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta, pero de ahí para arriba parece que no hubo responsabilidades políticas», dijo Alberto Santillán.

 

Miles de manifestantes exigieron justicia bajo la consigna “La Masacre de Avellaneda es un crimen de Estado”. A 20 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, familiares, movimientos sociales y organizaciones de derechos humanos marcharon desde la Estación Avellaneda, rebautizada “Darío y Maxi”, hacia Puente Pueyrredón, con el pedido de justicia plena.

La previa

Al son de los bombos, los rostros en los murales se trasladaron a barriletes que volaban en lo alto, mientras miles de personas se juntaron en las proximidades de la estación ferroaviaria, para reclamar justicia. Leonardo Santillán, hermano de Darío, le dijo a ANCCOM: “Estamos hoy acá para conmemorar los 20 años de la Masacre de Avellaneda y  también exigir el juicio y castigo a todos los responsables políticos, denunciando que es un crimen de Estado y pidiendo el juicio para todos los responsables políticos”.

Su padre, Alberto Santillán, agregó: “Pensaron que nos íbamos a quedar conformes por haber metido presos a Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta, pero de ahí para arriba parece que no hubo responsabilidades políticas. Parece que (Eduardo) Duhalde no hubiese sido presidente. Parece que Felipe Solá no hubiese sido gobernador de la Provincia de Buenos Aires”.

“Vengo porque tengo memoria y creo que la tenemos que traspasar por generaciones. La historia te atraviesa el corazón cuando la pasaste, no cuando la leíste en un libro. Y nosotras estamos atravesadas por la historia”, afirmó, por su parte,  Sandra Picón, exmilitante del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) que formó parte de la seguridad de la manifestación en 2002.

“Fue una masacre, una cacería”, mencionó Sandra al referirse a los hechos ocurridos hace veinte años. Mientras las calles continuaban colmándose de manifestantes, continuó: “Hubo una orden política de reprimir a los compañeros que nos organizamos con los vecinos para salir a paliar la situación que tendría que haber resuelto el Gobierno. Sin embargo, nunca dio respuesta a esto, solo lo hizo con las balas y los palos”.

Historias

Ese 26 de junio de 2002, los jóvenes militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) fueron víctimas de la Policía Bonaerense, que disparó balas de plomo a las personas que salieron a las calles con el reclamo de  «trabajo digno, alimentos y planes de trabajo». Darío Santillán había escapado de la represión, pero volvió a ayudar a su compañero Maximiliano Kosteki. Mientras lo asistía, lo encontraron quienes habían disparado a Maxi, los policías Franchiotti y Acosta, y también lo abatieron por la espalda.

Kosteki tenía 25 años cuando se acercó, por primera vez, a una manifestación en Plaza de Mayo y conoció al MTD de Guernica. A partir de ese 1° de Mayo, comenzó su corta e intensa militancia, hasta que llegó su primer y último piquete. Darío, de 21 años, era referente del MTD- Lanús. Su primera participación política fue en una agrupación de estudiantes secundarios y, en el 2000, confluyó con otras organizaciones para fundar el MTD de Almirante Brown, que luego se integró a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón.

Su hermano Leonardo lo recordó: “Era un compañero lleno de humanidad, fue reconstruyendo el tejido social. Primero, tratando de despertar conciencia porque en los 2000 los movimientos no eran muy conocidos. Él estuvo en toda la parte incipiente de las organizaciones sociales. Iba haciendo entrega y motorizando a los compañeros que éramos más jóvenes o quienes tenían más años, empujándonos a la lucha y a salir a pelear por lo que era nuestro. Con tan pocos años, fue poniendo el cuerpo y entregó su día a día por la lucha de los que menos tienen”.

“Quedarse con Maxi, a quien no conocía, fue el acto más alto de su entrega, militancia, humanidad y compañerismo”, concluyó el hermano de Darío. La Masacre de Avellaneda los unió, convirtiéndolos en mártires de la lucha y resistencia piquetera. Por su parte, Alberto reconoce que el acto de hoy “no es únicamente por Darío y Maxi, sino por la cantidad de compañeros y compañeras que han caído por las balas del Estado”.

El acto

Antes del mediodía, las columnas de manifestantes comenzaron a avanzar sobre Avenida Hipólito Yrigoyen y Bartolomé Mitre para ingresar al Puente Pueyrredón, al canto de “la sangre de los caídos se reveló/ ya vas a ver, las balas que vos tiraste van a volver”. Alrededor de las 13, se llevó a cabo el acto de cierre donde se leyó la carta de los convocantes y hablaron el hermano y papá de Darío, junto a Vanina Kosteki, hermana de Maximiliano.

Allí Vanina mencionó: «Estamos acá y vamos a seguir estando, no le vamos a permitir a ningún gobierno que nos siga matando porque los muertos siempre los ponemos nosotros. Tenemos que tener justicia».

Por su parte, Alberto señaló que son “20 años en que se junta la bronca, el odio, ese que parece que te va a consumir, mientras vos no tenés a tu hijo. Los responsables políticos de la Masacre Avellaneda siguen paseando por todos los medios libremente, amparados por el arco político y esta maldita justicia”. El hombre finalizó: “Sostenerlos en estos largos 20 años es difícil, es muy difícil. Pero están ustedes que los tienen tan alto, los respetan, los quieren y también quieren justicia. Si ustedes los sostienen tan alto a Darío y Maxi, también nos sostienen a nosotros como familia porque nos necesitamos. Los necesitamos”.

Luego de 20 años de impunidad y de lucha, los esfuerzos están en avanzar sobre la justicia. La violencia institucional continúa siendo una deuda de la democracia.

«Que Darío se haya quedado socorriendo a Maxi, a quien no conocía, fue el acto más alto de su entrega, militancia, humanidad y compañerismo», señaló Leonardo Santillán sobre su hermano.