Por Lucía Bernstein Alfonsín
Fotografía: Candela Bandoni, Daniela Collque, Sofia Ruscitti

Convocada por organizaciones ambientalistas de la juventud, una multitud marchó desde Plaza de Mayo hasta Congreso, con reclamos muy concretos contra las actividades que dañan el ambiente y la salud. 

Mientras el sol busca salir de entre las pesadas nubes grises de la ciudad, las organizaciones juveniles estiran sus banderas en el piso de la Plaza de Mayo. Federico camina a través del parque para saludar a su compañera Stephi. En el ínterin en que organizaban la posición de las banderas, miran a sus costados, expectantes por el desarrollo de la marcha. Federico ya tiene más de tres años marchando, pero varias chicas y chicos como él salen a las calles por primera vez en esta jornada, lo cual se deja ver en el rostro inquieto, incómodo e inexperto de jóvenes de entre 17 y 22 años. “No hay color, solo las banderas y algún que otro cartel”, dice un fotógrafo cercano a los 50 años de edad, alejado del conjunto que sigue aumentando minuto a minuto.

Se escuchan los tambores de las organizaciones sociales y de los partidos políticos que llegan por las diferentes calles. Se levantan las banderas y los carteles y en el medio aparece la barredora que abre la marcha con la frase “Justicia ambiental es justicia social”. Las miradas se tranquilizan y los nervios se van de los rostros. Las cámaras corren hacia adelante para retratar los carteles y banderas que con lemas varios comienzan a colorear la columna que está por salir hacia el Congreso. Se leen frases como: “Mirá: acá está la juventud”; “El dólar no se bebe”; “El colapso va a llegar antes que mi título”. Y, al mismo tiempo, se alzan reclamos puntuales como:  “Ley de Acceso a la Tierra YA”, “Mar Libre de Petroleras”, “Ley de Humedales YA”, entre otros.

“Ni la naturaleza, ni nuestros cuerpos son territorio de conquista”, dice Ariana Krochik, militante de Consciente Colectivo, parada a un costado de la columna que, con música y pogo, avanza por Av. de Mayo. Explica que la crisis climática no impacta en todo el mundo por igual y que los países del sur se ven afectados no solo por las consecuencias generales, sino también por un contexto de desigualdad económica estructural. Históricamente el norte global desarrolló sus economías utilizando los territorios y bienes comunes ambientales del sur, y son también los mayores emisores de gases de efecto invernadero a nivel mundial. “Exigimos que se cumpla el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, que implica que los Estados que más han contaminado y beneficiado de la destrucción ecológica, sean quienes inviertan en la transición de otros países.”

Entre la fiesta de diez cuadras de largo, con redoblante y bombos se escucha el agite por la Ley de Humedales. “Ole ole ole, ole ole ola, Ley de Humedales queremos ya. Y que a las islas se las dejen de quemar”. Desde el 2013 fueron tres los proyectos de ley presentados en el Congreso que perdieron estado parlamentario y este año se promete que el proyecto presentado por el diputado Leo Grosso, apoyado por las organizaciones sociales y científicas, pase a tratarse en la Cámara de Diputados. 

“Venimos a defender y generar conciencia, y me alegro que haya tanta juventud.  Eso es lo más importante. Ellos son el presente y el futuro de la patria. Nosotros tenemos que salir y apoyarlos a ellos en esta iniciativa que ya desde hace tiempo se debía hacer. El planeta, cuanto más lo dañamos, más arruina al humano. Se está enojando la tierra y nosotros tenemos que cuidarla”, dice Teresa, de 72 años, mientras avanza con paso seguro y con ímpetu rodeada de jóvenes, fiesta y militancia, levantando su cartel de “Hay más plásticos que sentido común”. 

El tractor lleno de verduras, frutas y flores de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) abre las aguas de cemento y ciudad mientras avanza detrás de las organizaciones juveniles. “El impulso de la agroecología para una soberanía alimentaria” es una de las consignas con las que se convocó a la movilización y que la UTT trabaja desde hace años.

Ya en el Congreso, previo a escuchar a las y los diez oradores que van a estar dando su discurso, Stephanie Cabovianco de Climate Save Argentina, con ayuda de sus compañeras y compañeros, colgaba su bandera en las rejas del Congreso que decía: “Por un sistema alimentario justo, saludable y sostenible”, ella clara que esta consigna es para las personas, el ambiente y los animales”.

Entre las y los oradores ubicados en el escenario frente al Congreso, solo se ven caras jóvenes. Rodeándolos están las organizaciones y partidos amuchados. “El ambientalismo es una bandera que le pertenece por definición a las grandes mayorías”, grita Mercedes Pombo de Jóvenes por el Clima, con una contextura pequeña y un grito gigante. Federico Pellegrino de Eco House, acompaña el sentimiento y en su discurso reivindica “la politización de nuestros dolores individuales” como la única herramienta que tenemos para sacarle el poder a los de arriba y distribuirlo en toda la sociedad. “Si la historia argentina algo nos ha demostrado es que el pueblo organizado puede transformar su presente y su futuro y no hay lobby ni poder concentrado que pueda frenar eso”, dice Mijael Kaufman de Consciente Colectivo.

A las ocho y media de la noche, algunas personas ya retornan para sus casas y otras se quedan bailando al ritmo de la música que todavía envuelve al Congreso de la Nación.