Por Mercedes Chamli
Fotografía: TELAM - Raul Ferrari

Apenas fue pública la información sobre la patota que violó a una chica dentro de un auto, en Palermo, se convocó a una marcha en Munro, de donde pertenecen algunos de los seis detenidos.

Lejos de los deseos de justicia por mano propia y del ojo por ojo, vecinos de Munro se juntaron a pocas cuadras de la estación con varias consignas pero con una idea clara: Hay que erradicar la cultura de la violación. “Es increíble que hayan sido seis varones y ninguno haya dicho ‘esto no da’, ‘esto no está bien’. Se turnaron para violar a una piba y eso es una aberracion. Si bien los feminismos vamos a seguir en las calles luchando, es tiempo de que los varones, que realmente se quieren comprometer con esta lucha, hablen con sus pares”, dijo una joven antropóloga que acompañaba a una señora que sostenía un cartel con un texto: “Si le enseñás a tu hija a no ser violada, enseñale también a tu hijo a no violar”. 

 “Hay que erradicar la cultura de la violación”, repiten una y otra vez. “Más ESI”, se lee en las hojas impresas con letras verdes que sostienen en alto las jóvenes. Alrededor de las 18, detrás de una bandera enorme de ESI En Redes -la agrupación que convocaba- estaba encolumnado un grupo de docentes, alumnas y exalumnas del partido de Vicente López. También estaba la agrupación Las Rojas. De a poco, en silencio, casi sigilosos, llegaban los vecinos a la esquina de Mitre y Ugarte. “Cuando escuchamos que dos de los chicos que aparentemente cometieron el delito eran de acá nos dimos cuenta que teníamos que hacer algo», dijo Geraldina Pereyra, trabajadora social y miembro de Equipos de Orientación Escolar de Vicente López. 

 

El lunes pasado, en medio del feriado por carnavales, a las cuatro de la tarde fueron arrestados Ángel Pascual Ramos, de Laferrere; Tomás Fabián Domínguez, de San Miguel; Lautaro Dante Ciongo Pasotti, de San Martín; Ignacio Retondo, Vicente López; Steven Alexis Cuzzoni, de Villa Crespo; y Franco Jesús Lykan, de Vicente López, por ser sospechosos de retener a una mujer que no estaba en condiciones de dar su consentimiento y mucho menos de poder defenderse arriba de un Volkswagen Gol blanco. Cuando dos de ellos esperaban fuera del auto, haciendo de campana, esperando su turno, los otros cuatro estaban adentro violando a la joven. Según trascendió los descubrieron los vecinos del barrio porteño, que filmaron todo y decidieron retenerlos hasta que llegó la policía. 

 “No se trata de personas enfermas, sino de lo que llamamos hijos sanos del patriarcado. Responden a una cultura patriarcal, por eso apuntamos muchísimo a la ESI como herramienta fundamental. Todavía hay muchísimas escuelas que no la implementan, es importante el papel de la escuela, pero también de la familia y del barrio. No toda la responsabilidad está en el sistema educativo”, afirma Pereyra sobre la importancia de la ley sancionada en 2003, pero también dando cuenta del lugar que ocupaba la comunidad que albergó a los violadores. 

 A diferencia de otros casos en los que la víctima fue señalada como culpable por su propia comunidad, la marcha de repudio en este caso resultó un concreto y tangible abrazo a la joven violada, y una denuncia contra “la pandemia”, como señalaban algunas pancartas en referencia a la violación.

 “No es un caso aislado porque no vivimos solo en esta sociedad patriarcal sino que también en un orden político androcéntrico donde todo surge alrededor del varón. Tenemos a un montón de varones en este momento decidiendo el presente y el futuro del mundo y abajo de eso estamos las mujeres y disidencias tratando de pedir justicia”, explicaba con dolor Pereyra. 

 “Las causas que más tardan en resolverse son las relacionadas al abuso y las violencias hacia las mujeres. Hay una clara inclinación hacia la masculinidad hegemónica en las decisiones. Esto no sucede en los casos de jóvenes de situación de marginalidad y vulnerabilidad, que son condenados rápidamente por atentar contra la propiedad privada. -reclama la trabajadora social- Pedimos que la justicia se  acelere, que tenga perspectiva de género, y una mirada sobre las violencias a las que estamos sometidas las mujeres y disidencias a lo largo de la historia. Lo que está pasando nos está marcando una postura cultural de las personas que toman decisiones políticas en los lugares de poder, en este caso los juzgados, por esto mismo es sumamente importante revisar la justicia”.

 

Lo más llamativo de la tarde no fue la cantidad de personas que se acercó a pedir justicia, sino que lo más destacable a diferencia de otras marchas feministas era que estaban presentes casi la misma cantidad de hombres que de mujeres. Estos igualmente no sostenían carteles, ni cantaban. Estaban a los costados, dispersos. 

 “Vinimos principalmente por esta violacion que ocurrió en grupo. No solo  porque nos interpela como mujeres, sino también  porque es momento de que los varones se empiecen a preguntar e interpelar entre ellos”, dijo una de las manifestantes a ANCCOM y continuó explicando el motivo de su presencia:  “Todas las mujeres decimos que tenemos una amiga o que nosotras mismas fuimos abusadas o acosadas y ningún varón tiene un amigo que sea abusador o acosador. Entonces es momento de que los varones hablen con sus amigos, que empiecen a cortar con los micromachismos, los chistes de whatsapp, las fotos que le sacan a las pibas y comparten sin su consentimiento. Creo que es tiempo de que los varones se comprometan de una vez a cortar con la complicidad machista, con esa cofradía, que empiecen a romper esos pactos de silencio”.

 Cuando estaba anocheciendo, marcharon por Alem, rodearon la plaza, fueron hasta Carlos Villate y volvieron por Mitre. Iban cantándole a la policía, al Poder Judicial y a cada uno de los abusadores. Además, pegaban carteles por todo el centro de Munro con la cara de los sospechosos en donde se podía leer “abusadores”.  En los locales del Centro, fueron varias las empleadas que lloraban en las puertas de su trabajo viendo pasar la movilización. Una adolescente, mientras pasaban delante de ella, moqueada secándose las lágrimas. Al finalizar la movilización se reunieron en una esquina y hubo tres oradoras que agradecieron la presencia y remarcaron la importancia de estar en la calle luchando y pidiendo justicia.