Por Mercedes Chamli

Un grupo de mujeres de 60 o más años, integrantes de un taller de escritura en Junín, conformaron un grupo de lectura de cuentos eróticos. Montaron un espectáculo, “El jardín de las delicias”, provocativo por donde se lo vea.

Empieza a llover, nadie se mueve, el atardecer es hermoso y la bodega es un sueño. En el viñedo Las Antípodas de Junín, una chica está sexteando con su pareja. Un mensaje detrás del otro. Se muerde los labios y prepara el clima para el encuentro que va a tener al salir del espectáculo. Sobre el escenario se encuentra Estela, una señora de anteojos grandes que continúa hablando, intentando transmitir en cada palabra la historia que está contando, levanta las cejas, hace ademanes con la mano izquierda. Tiene la postura de una directora de escuela. En su mano derecha sostiene el Kama Sutra.

Son mujeres mayores de 60 que hablan de erotismo con una copa de vino en la mano a un montón de jóvenes pero también, contra todo pronóstico machista, se llevan bien, disfrutan de estar las doce juntas e ir religiosamente todas las semanas a tomar cerveza a un bar. Demuestran con su amistad que para estas mujeres no hay nada mejor que otra mujer. Su revolución abrió puertas enormes luego de sus presentaciones en el viñedo, tanto es así que son múltiples los llamados de otros artistas para hacer presentaciones hablando de sexo y muestras eróticas, ya no solo desde lo literario. Estas “señoras” lograron ver lo erótico no como un tabú sino como algo que forma parte de la vida de todas las personas sin importar su género, su edad, ni el lugar del que vienen, pudiendo hablar con total naturalidad, sin vergüenza. 

Cecilia Avila, hoy jubilada, integrante de las cuenteras y militante feminista, fue una de las primeras en atraverse a cortar las calles contra los femicidios en Junín, y en pararse frente a la catedral para pedir por el aborto legal enfrentándose a la policía y al que dirán de sus vecinos. “Me retiré por problemas de salud, somos hijas del 2001; yo empecé a militar con el ‘que se vayan todos’. El poner el cuerpo me pasó factura después, pero por suerte tuve una fuerza espiritual muy fuerte. Cuando me curé, dije: ´¿Y ahora qué voy a hacer?´ Y empecé a contar, porque contar también es contarse. Nosotras, de alguna manera, nos contamos a nosotras mismas a través de los textos. Después de estar tan mal, el poder pararme de nuevo y en un lugar lleno de aire, me dio (nos dio) la fuerza para salir de nuevo a la vida. Después de estos dos años de pandemia, el miedo, el dolor y la oscuridad, el poder estar en el viñedo fue como un renacer -se le corta la voz y continúa- todo esto tiene que ver con nuestra generación… no nos han vencido”. 

Hace diecisiete años se creó el grupo de las Cuenteras de la Esquina, en ese tiempo lograron hacer un enorme trabajo para llevar la narración a escuelas, geriátricos y penitenciarías. Su actividad fue declarada de interés municipal y provincial. Estela, coordinadora del grupo junto a Mariel, cuenta que también tienen otro tipo de espectáculos con convocatoria por fuera de lo social: “Son mucho más escénicos y recreativos”. 

El grupo está conformado por doce mujeres que tienen en común el amor por la lectura. Son todas de profesiones distintas: abogadas, docentes, maestras, políticas y hasta algunas artistas. “Somos un grupo de mujeres grandes con una fuerte impronta feminista”, dice orgullosa Mariel. La llegada de la pandemia fue muy difícil porque, en su mayoría, las cuenteras superan los 60 años. Acostumbradas a salir siempre a tomar algo después de las reuniones para charlar y seguir pasándola bien juntas, tuvieron que reorganizar sus rutinas;  las más cancheras con la tecnología ayudaron a las que no lo eran tanto. Se encontraban en zoom para hablar de los textos, ejercitar la narración, pero también para hablar de series y películas que veían. “Esto es mucho más que solo leer libros y eso se transmite a los otros”, dice Catalina, una de las integrantes.  

Este año, ya vacunadas, con la posibilidad de volver a presentarse ante el público, querían hacer algo distinto a lo que venían haciendo antes de la cuarentena. Estela, su coordinadora, cuenta sobre el proceso de creación: “Pensamos como primer espectáculo “El Despertar de los Sentidos”, y como una cosa lleva a la otra el segundo fue pensado desde lo erótico, “El jardín de las delicias”, porque si hablamos de los sentidos lo erótico se cae de maduro”. 

Consiguieron de auspiciantes a una librería, una editorial y un viñedo de los cuales son clientas habituales. La última en sumarse como auspiciante fue una “boutique erótica”, como le gusta  decir a  Mariel: “En las reuniones semanales cuando nos juntamos a pensar ideas se nos ocurrió que estaba bueno tener juguetes sexuales para sortear al finalizar el show o en los juegos previos que hicimos”. Buscaron referencias y le llevaron la propuesta a la dueña de un sex shop que quedó encantada. Querían conseguir un público nuevo por fuera del círculo que frecuentaban habitualmente y la repercusión en los espectadores superó por demás las expectativas que tenían. “La gente quedó fascinada con la idea. Fue todo disfrute y cuando vieron todo lo que trajeron las chicas de Audaz Seducción buscaban por todos lados las entradas que no sabían dónde habían metido para ver si ganaban algo”, recuerdan Estela y Mariel sobre las reacciones. “Es importante abrir otros caminos, salirse de lo que tradicionalmente se supone que tenés que hacer. El patriarcado nos dice que a esta edad no podemos desear. Vernos en otros espacios, otras miradas”.

“Está bueno desde los feminismos plantear lo erótico, que es para todos y todas -afirma Catalina, integrante de las cuenteras y continúa-. Cuando vamos a buscar erotismo muchas veces la historia que encontramos es muy estereotipada: el hombre que es un capo y la mujer que se queda en la casa como una cornuda esperando. Por eso nos resultó muy complejo encontrar historias diferentes para contar”. El camino para elegir el libro adecuado tiene que ver con los gustos de cada una, sus historias y lo que quieren dejar a quienes las escuchan. Por eso, el repertorio más allá de que estaba englobado dentro de lo erótico, tomó diferentes variantes sumamente interesantes para los tiempos que corren. Por ejemplo, Cecilia Avila narró “Dos más uno”, un libro que habla de la necesidad de una persona más en la pareja. Mirta Barone pudo contar sobre el sexo en la tercera edad a traves del cuento  “A pura química”, de Gabriela Acher. Catalina narró “69” de Dina Grijalva, un texto que hablaba del sexo pero que no permitía darse cuenta cual era el género de los protagonistas quedando a libre interpretación.