Por Mercedes Chamli
Fotografía: Andrea Bravo y Camila Meconi, Mariana Chichel, Sofía Barrios

Una campaña de Mujeres Que No Fueron Tapa para reecontrarse con los cuerpos reales en oposición a los cuerpos-imágenes de las revistas.

 

Desde hace cuatro años Mujeres Que No Fueron Tapa (MQNFT) usa el hashtag #HermanaSoltáLaPanza buscando conversar sobre los cuerpos que no aparecen en las revistas. “Las mujeres no nos vemos”, dice Lala Pasquinelli, activista, artista y creadora de MQNFT, que hoy tiene sus redes colapsadas de imágenes  e historias que les mandan. Pasquinelli aseguró a ANCCOM que “hay algo que se relaja cuando te das cuenta de que no sos una falla del sistema, si no que lo que está fallando es el sistema. Eso es una de las cosas que a mí más me emociona de la campaña, que las mujeres puedan empezar a hacer estos gestos que nos permiten liberarnos y registrar esa pequeña libertad que ganamos y expandirlo a otros territorios de nuestra vida.” 

Las mujeres se encontraron con las altas temperaturas de calor y con la incomodidad que eso genera para aquellas que no se reconocen en los cuerpos de otras y se sienten diferentes. MQNFT desde sus redes sociales las invitó a mostrarse en historias, en posteos y por mensajes privados: “Manden la foto de su panza y la relación que construyeron con ella”. El mensaje era claro pero la tarea era muy difícil para la mayoría. Algunas todavía no se animan, pero hubo otras, más de dos mil, que enviaron su foto y su historia. Muchas se reconocieron en la imagen que veían y más aún con las vivencias que se contaban en primera persona: “No sabía que existían panzas como la mía”. 

La campaña siguió creciendo, se difundió cada vez más, las redes sociales se llenaron de cuerpos totalmente distintos a aquellos que se ven en las publicidades, en las situaciones de consumo que se supone llevan a la felicidad y en los espacios de disfrute. Con el paso de los días llegaron los resultados: “Me compré un top para ir al gimnasio”, “Me fui a comprar unas calzas cortas porque me moría de calor y nunca me había animado. Muchas gracias”, “Me saqué una foto de cuerpo entero alzando a mi hija por primera vez en un cumpleaños y ni siquiera tenía una faja puesta”. Los mensajes llegan a montones, con ellos más visibilidad, mayor conversación y la posibilidad de ganarle un poquito a la opresión del mundo en que vivimos. 

“En el único lugar que podíamos encontrar estos cuerpos era en fotos de antes y después de los tratamientos de estética o para adelgazar. Estos cuerpos siempre aparecen como el antes, como lo errado, lo fallado. Las fotos me dieron mucha alegría en general, pero  las que tenían cara de disfrute de revancha me rompían la cabeza” cuenta Pasquinelli, emocionada por cómo rinde frutos todo el esfuerzo en deconstruir esa idea de que solo algunos cuerpos pueden acceder a los espacios de disfrute. “Lo que queríamos -continúa- era hackear esa hegemonía visual de esos cuerpos tan reducidos, delgados, de pieles blancas. Todo es juventud. La imagen de la felicidad es esa, estos cuerpos van a aparecer en lugares, en los escenarios donde suceden cosas hermosas, en las situaciones de amor y afectividad se ven esos cuerpos”.  

Hace unos años, en una charla TED, Pasquinelli contaba que en algún momento de nuestra vida nos dimos cuenta que no nos parecemos a las mujeres que vemos en las revistas, la televisión y en los diarios. Estas mujeres que estamos acostumbradas a ver no solo se acercan al modelo sino que además están photoshopeadas, porque ni siquiera ellas encajan. Entonces, empezamos a editar nuestro cuerpo y a mutilarlo para que sea lo más parecido a aquello que nos mostraron como lo normal. La artista asegura: “Nos siembra esta vergüenza que nos impide ser, aparecer, mostrar lo que tenemos para mostrar, existir, decir lo que pensamos porque siempre la mirada está puesta en lo que van a decir. Esta vergüenza estructural con la que convivimos las mujeres en relación a nuestro cuerpo nos impide todo esto y además nos quita en términos de disfrute, goce, amor, cariño y de poder recibir afecto. Son consecuencias muy dañinas para nosotras”.

La mayoría de las chicas que mandan su historia cuentan que siempre metieron la panza, desde muy pequeñas, lo que hizo que lo naturalizaran. Las mujeres del entorno cercano suelen ser las que más presión ponen y las que educan en esto, pero Pasquinelli dice que también se hace por imitación y por las imágenes. Sobre las panzas y por qué no otras partes del cuerpo ella asegura: “Ya ni siquiera se nos exige panza chata, si no tener las costillas prominentes y una cavidad…un agujero donde antes estaba el abdomen, el abdomen tiene que estar hundido.” Y agrega sobre el objetivo de la campaña: “Volver a esta idea de que todos los cuerpos son válidos y que esta construcción del ideal de belleza nos violenta y también preguntarnos qué cosas nos roba. Nos saca el tiempo, la voz, la plata, y la posibilidad de ocupar los espacios.”

“Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La responsabilidad de mostrar otros cuerpos también es parte de los fotógrafos. Por eso, ANCCOM decidió unirse a la campaña de #SoltarLaPanza. Mili, una de las modelos, después de las fotos, con mucha dulzura le contó a su fotógrafa: “Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La activista, que sigue luchando desde sus redes para cambiar el mundo, para que todas puedan encontrarse, añadió que “la idea es que podamos conquistar ese territorio de libertad y de goce con nuestro cuerpo sabiendo que es algo que va y viene y que las opresiones son constantes. Los discursos que oprimen nuestros cuerpos son permanentes, entonces un día nos sentimos mejor, otro peor. Es inherente a la condición humana y a vivir en esta sociedad. Pero poder conseguir por primera vez esa libertad para mí tiene una potencia infinita.”