Por Agustina Pasaragua
Fotografía: Andrea Bravo, Guido Ieraci

El Bicycle Moto Cross (BMX) nació en California a principios de los años 70 cuando los jóvenes empezaron a imitar con sus bicicletas a los campeones de motocross, saltando obstáculos o armándose recorridos. En la década siguiente, la actividad se generalizó y apareció la variante race o circuitos de tierra, que consiste en pistas de 350 a 500 metros repletas de complicadas curvas y saltos. A la par, los fabricantes de bicicross convencionales cambiaron el aluminio por elementos resistentes para hacer trucos y piruetas en el aire, lo cual dio origen al BMX freestyle que, a su vez, se divide en varias categorías: street, jump, vert, flatland o park.

La cultura del BMX no hace distinción económica, de género ni de edad: niños, jóvenes y adultos, impulsados por la adrenalina, canalizan su gusto por el ciclismo extremo sin importar los tropiezos o caídas. La disciplina fue reconocida por la Unión Ciclista Internacional en 1989. La Federación Argentina de BMX (FAB) fue la primera asociación que nucleó al flamante deporte gracias a la creciente difusión en distintas provincias, en particular Buenos Aires, Neuquén y Mendoza.

En cada ciudad, grupos de amigos y fans de las bicis fueron consiguiendo un terreno libre, algunos dentro de una plaza o parque, otros en descampados, y así, a pulmón, crearon las primeras pistas de BMX. “Desde sus comienzos se trató de un deporte familiar. Abuelos, madres y padres administran las pistas y su mantenimiento a través de comisiones directivas en varios clubes, pero también en conjunto con la Federación”, cuenta Fernando Zito, corredor, inspector de pista y relator oficial de las competencias desde hace un lustro.

En 2002, la FAB junto con la Federación Argentina de Mountain Bike y la nueva Federación Argentina de Ciclismo fundaron la Unión de Ciclismo de la República Argentina (UCRA), el puntapié inicial hacia una organización común y coordinada de los deportes relacionados a la bicicleta. Héctor Ciappino, presidente de la FAB, de la Comisión Panamericana de BMX y vicepresidente de la UCRA, sostiene que se trató de un antes y un después: “Significó tener una identidad madre sobre el ciclismo, es un gran reconocimiento en el mundo y a nivel nacional para acceder a becas en el plano internacional”.

Ciappino destaca que el objetivo de la FAB no es únicamente acompañar a los niños en su formación deportiva o profesional sino también como personas. “Uno de los valores que tenemos es la cooperación, el ambiente del BMX es muy familiar porque la participación de las familias es permanente, en los entrenamientos y las competencias”, afirma.

Tras el afianzamiento institucional, hoy todos los clubes provinciales o locales cuentan con un seguro anual para los chicos en caso de accidentes, recuperación u operaciones, por ser considerado el BMX una disciplina extrema. “Quienes organizamos este deporte somos también quienes lo practicamos, y como padres somos conscientes de los riegos, porque puede haber lesiones óseas, de rotura de clavícula o de muñeca”, dice Zito.

La FAB cuenta con el reconocimiento de la Secretaría de Deportes de la Nación y brinda becas a nivel nacional y provincial para clubes, para profesores o para quienes desean practicarlo. Como es un deporte amateur, no tienen sponsor o inversión para que los chicos viajen o compitan internacionalmente, y aquí es central la función del Estado. “No siempre está el apoyo que se merece, es difícil competir mundialmente en otros países, pero todo cambió en 2008 cuando se reconoció como deporte olímpico en Pekín. Y nosotros aprovechamos estos momentos para difundir esta disciplina”, agrega Zito.

El BMX va más allá de transitar una pista en el menor tiempo posible o de realizar maniobras de acrobacia en una bicicleta de 20 pulgadas, es una pasión que se vive a flor de piel. Lautaro Ignacio Rodríguez Durazzo (16) comenzó a practicar BMX Race hace 10 años. Con entrenamiento duro y continuo logró dominar la bici y hoy lo disfruta al máximo. “Este deporte significa todo para mí, me encanta y busco superarme día a día. Lo que más me gusta de este espacio es que tengo el lugar para divertirme, entrenar y estar con mi grupo”, comenta.

La variante que practica se diferencia por la bicicleta liviana, combinada con saltos, giros rápidos y alta velocidad que se logra en las salidas desde el partidor. Éste es una estructura metálica de unos 0,55 metros de altura y 0,8 de longitud, con separadores de hierro romboidal o chapa que cae hacia adelante. Ocho competidores apoyan las ruedas delanteras haciendo equilibrio y, al momento de la orden de largada, se encienden las luces del semáforo, cae el partidor y los corredores pasan sobre ella tomando velocidad por la pendiente de la rampa.

“Si bien es muy extremo, me encanta la adrenalina, las competencias me permiten viajar, conocer lugares y personas. Esto no podría hacerlo sin mis papás que me apoyan, me motivan a seguir mejorando, y a la Federación”, remarca. La pandemia repercutió a nivel institucional y deportivo, pese a ser una actividad al aire libre. Se mantuvo el contacto por Zoom, por grupos de WhatsApp o con entrenamientos desde casa. “El profe nos entrenaba por Zoom y mi papá me armó un mini gimnasio. Fue muy raro el regreso a la presencialidad después de tanto encerrado, extrañaba la competencia”, admite Lautaro.

En el mundo del BMX son conocidos muchos varones, pero cada vez son más las niñas y mujeres que lo practican. En 2013, se anunció que las chicas tendrían su propia división en los X-Games que se iban a celebrar ese verano. Además, en la fase de apertura de ciclismo en los primeros Juegos Sudamericanos de la Juventud en Lima, Perú, la Argentina obtuvo la medalla de plata en mujeres (y el cuarto lugar entre los hombres). La tucumana Fiorella Bosch ganó con total autoridad su competencia. Otras destacadas son Gabriela Díaz, medalla de plata en los Time Trial y bronce en los Juegos Odesur disputados en Chile en 2014, la cordobesa María Belén Dutto, representante olímpica en Pekín 2008, Florencia Soriano, actual campeona nacional, y la joven promesa Violeta Amadei.

Como ellas, Milagros Valle (16) también eligió el BMX. Empezó hace 3 años y la apasiona hasta el mínimo detalle. “Es el deporte más lindo que hice y lo que más me gusta de este espacio son las amistades que hago y andar en la pista es hermoso. No se puede comparar con ningún otro por el nivel de adrenalina que genera, el compromiso y la emoción de cada entrenamiento y carrera”, asegura. Como Lautaro, extrañaba las pistas: “El regreso presencial fue muy lindo, pero es un desafío muy grande porque una pierde la costumbre después de tanto tiempo”.

“La pandemia jugó en contra para el desarrollo del deporte, ya que el BMX implica poner el cuerpo y la presencialidad. Muchos desistieron de seguir compitiendo por la falta de entrenamiento, por eso nuestro objetivo es que todo vuelva a ser como antes con los protocolos correspondientes”, expresa Ciappino.

El retorno a la práctica fue adaptándose en cada provincia a las restricciones de la pandemia. Y no todo fue negativo, puesto que se acercó gente nueva motivados por tratarse de un deporte al aire libre. En Mendoza o en Bahía Blanca ya se está compitiendo hace un año, pero en el AMBA recién ahora, como en Vicente López, donde este fin de semana se realizó el Campeonato Bonaerense 2021, una buena oportunidad para conocer de primera mano este deporte.