Por Agustina Pasaragua
Fotografía: Guido Ieraci

Durante demasiado tiempo, las personas con discapacidad fueron invisibilizadas: no se les reconocían derechos, no tenían voto ni decisión, se las percibía como sujetos pasivos que requerían asistencia constante. Todo lo que fuera “especial”, los posicionaba como distintos a una supuesta normalidad.

Desde principios de siglo, hace unos 10 años, existe un nuevo paradigma que está en construcción y deconstrucción: el modelo de la autonomía. Defendida y trabajada en la Compañía de Artes “Las Ilusiones”, esta concepción incentiva a pensar a las personas con discapacidad como sujetos de derechos y de participación activa más allá de lo artístico. El arte se convierte en un camino de posibilidades que reconfiguran la percepción de la sociedad.

“Se trata de un espacio lúdico y de encuentro. Crear una obra de teatro o una puesta en escena involucra a todos los que estamos ahí, en un aquí y ahora. A diferencia de ambientes jurídicos o laborales, implica encontrarse desde la paridad y partiendo de las capacidades individuales de cada uno”, afirma Juan Ignacio Acosta, licenciado en Dirección Escénica y director de Las Ilusiones.

Así, el arte inclusivo potencia las capacidades individuales y su autopercepción: facilita el desarrollo cognitivo conductual y rescata esa voz interna que no siempre puede expresarse a través del lenguaje verbal o gestual. Este campo pretende quitar el velo con el que vemos el arte, pero, sobre todo, la discapacidad. Derriba mitos conociendo otras realidades y empatizando con ellas, ya sea a través de un cuadro, una poesía o una obra.

“Las obras de teatro inclusivo permiten hablar de lo que va a venir, una sociedad totalmente inclusiva, abajo y arriba del escenario, en todos los ámbitos. Aporta un espacio de ser, de elegir qué hacer y de ser valorados con nuestras diferencias y similitudes”, subraya Acosta.

Es un espacio en constante tensión: aparecen pequeños logros del colectivo de discapacidad o políticas más inclusivas del Estado, sin embargo, siempre se presentan barreras. “Lo que yo noto hasta hoy es que hay un sesgo en la sociedad por tratarlos como enfermos: o son muy ángeles, como falsamente positivos, o son mogólicos, en un sentido negativo y pasivo. En estos extremos perdemos un montón de colores y variantes posibles”.

Mientras dialoga con ANCCOM, la madre de uno de los artistas que concurre al lugar le dice en tono gracioso: “Che Juan, ¿puede ser que desde que mi hijo viene a Las ilusiones habla más y manifiesta lo que no le gusta? ¡Está como más rebelde!”. “Sí, porque es adolescente y tiene que ponerse rebelde, decidir cómo vestirse, a dónde ir, con quién estar –responde Acosta–. Y eso no es rebeldía, es autonomía”.

¿Cómo se reflexiona y se potencia este proceso artístico junto con las familias? Depende de la historia detrás de cada una. “Cuando una persona nace con discapacidad, se instala la nomenclatura de que toda la vida va a ser dependiente, entonces después es difícil borrar esas estructuras que se construyeron tan hegemónicamente. Nosotros como agentes trabajamos en conjunto con las familias a medida que se van abriendo o conversando sobre la autonomía, acá es fundamental lo que les pase a los padres, por eso trabajamos la confianza”.

La pandemia repercutió en la compañía. Al principio, subieron actividades a YouTube y organizaron clases virtuales por Zoom. Además, realizaron acciones de contención emocional para padres y talleres de otras artes. “Hubo una buena recepción y se aprovecharon los canales: propusimos que el artista elija la disciplina que quiere hacer y el formato que le gustaría. Actualmente, lo bimodal –presencial o virtual– nos ayudó con mayor organización, las burbujas no se rompían, sabíamos quiénes venían para cada actividad y así fue todo el año, tuvimos que adaptarnos en espacios abiertos, con distancia, con barbijo”.

Fernando Pacheco integra Las Ilusiones desde 2016. Hace teatro, canto y desde 2017 es preceptor de comedia musical. En su rol, acompaña a los artistas en las actividades y trata de dar respuesta a lo que ocurre arriba y abajo del escenario. “Según lo que necesiten, ayudo con texto o coreografía. Desde esta responsabilidad me siento partícipe de este espacio, no es una pequeñez lo que hago, al contrario, se trata de ser parte de esta gran familia. Colaboro con los artistas y ellos me ayudan a crecer como persona”, señala.

 

Lo que más le gusta de Las Ilusiones es trabajar codo a codo con personas con distintas discapacidades y aprender de ellas y con ellas. En cuanto a las clases virtuales, cuenta que le costó adaptarse: “Que sean desde nuestras casas, con nuevos espacios, manejar Zoom, pero me fui amoldando y pude trabajar bien”. Volver a lo presencial fue una alegría inmensa. “Me reencontré con mis compañeros como antes, aunque con los cuidados respectivos, volver a trabajar como hace años fue muy bueno”, dice.

El arte inclusivo busca la integración de la diversidad: “Para mí es libertad, es poder expresar sentimientos y emociones de diferente manera y crear mundos que no existían”, sostiene Pacheco. Para Acosta, es una vanguardia artística con sus propias variables, sus formatos y con un tipo de estética que se construye día a día: “Es un vago movimiento estético y artístico que abre la puerta a construir con un otro sin limitaciones neurológicas o físicas. No crean que es un producto infantil o amateur, todo lo contrario, hay un arte ensayado, elaborado, pensado, que no por ser inclusivo, deja de ser profesional”, concluye.