Por Mariana Quaglia
Fotografía: Gentileza Central Ballester

A la cancha salieron los jugadores estrenando las camisetas. En el público sobresalían los familiares de los chicos asesinados en Villa Carcova en 2011 y de los fusilados de José León Suárez, los mismos que aparecen en Operación Masacre, de Rodolfo Walsh y, sobre todo, la participación de uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga. “Yo sentí que había logrado hacer algo lindo, agregar un mensaje a la camiseta”, dijo Ezequiel Rodríguez, jefe de Prensa de Central Ballester y gestor de la idea de vincular al club con emblemas de luchas de la comunidad.

Rodríguez estaba motivado en la recuperación del rol social que alguna vez logró tener Central Ballester, fundado en 1974. Nostálgico de aquella historia donde los clubes en Argentina habían logrado ser un semillero de los mejores logros deportivos además de la tierra fértil para la construcción de valores e ideales. Sin embargo, la eterna peregrinación por diversas canchas para ser locales, que data de hace 25 años cuando la sede en Villa Carcova fue vendida fraudulentamente,  imposibilitaba el acceso a herramientas para acercarse a la gente del barrio. 

“Central Ballester era un club viejo. Cada vez que la gente me veía con ropa del club me decía ‘Yo tengo una historia’ -relata Rodríguez-. Todos tenían historias viejas. Pero en el presente no estaba el club, nadie lo conocía. Entonces yo quería hacer algo con eso.”

Homenaje a los fusilados de José León Suárez.

Para acercar el club a los vecinos, en 2016, el dirigente y diseñador gráfico buscó el hito histórico más significativo de José León Suárez. Se encontró entonces con los fusilamientos del 56 que tuvieron como escenario el mismo barrio y el asesinato en 2011 por parte de la Policía Bonaerense de Franco Almirón (16 años) y Mauricio Gabriel Ramos (17 años), vecinos del barrio La Carcova. Con estos dos sucesos latentes en la memoria, nació una camiseta en contra de la violencia institucional que generó impacto visual con su estampa: una figura de una persona con los brazos abiertos y dos pelotones de fusilamiento a los costados. El objetivo era comunicar algo y que la gente pregunte y escuche. 

“Era para que los pibitos de las divisiones juveniles o del barrio se pregunten: ‘¿Che por qué hay un fierro en una camiseta?’. Que empiecen a indagar, les surja la curiosidad, escuchen y saquen sus propias conclusiones”, afirma el jefe de prensa del club.  

Para la presentación de las camisetas y con motivo de los 60 años desde los fusilamientos, se decidió organizar un partido homenaje, donde cada uno de los jugadores saldría a jugar con el nombre de una de las víctimas de estos sucesos en su espalda. Ese partido sería especial porque contaría con la presencia de los familiares de los fusilados del 56, de los chicos de 2011 en Carcova, además de la participación de Juan Carlos Livraga, sobreviviente de los fusilamientos. Esta decisión de Central Ballester, la de realizar un homenaje, no solamente despertó la sorpresa y agradecimientos de los familiares de las víctimas, sino que además generó un efecto que jamás se imaginaron: una catarata de pedidos de casacas desde todo el país. 

“Eso fue conmovedor -relata Ezequiel-, muy gratificante todo lo que se dio, incluso sentí que había logrado agregarle un mensaje a la camiseta, más allá de los sponsors, los colores.”

Osvaldo Bayer, con la camiseta de Central Ballester.

Salen a la cancha los Derechos Humanos

Con la repercusión que tuvieron las camisetas, Rodriguez sintió que estaba devolviendo algo de lo social que el club no podía cumplir. El 2016 terminó convirtiéndose en un punto de partida que marcó el camino para construir un sentido de pertenencia del club. Se continuó en esta línea, con camisetas que llevasen un mensaje, y que fuesen representativas de diversas causas sociales, con algunas resistencias de parte de la Comisión Directiva. El plan de venta fue el escudo para presentar las camisetas ante los miembros que a regañadientes daban su visto bueno, plasmando así en cada una de las casacas que salían a jugar una manera de ver el mundo, de plantear valores y de cambiar aquello que no gusta del mundo.

 El Canalla, como llaman a Central Ballester, ha logrado reinstalar discusiones a través de un deporte que no suele manejar ese idioma. Se ha embanderado con la causa Ni Una Menos, a raíz de un aumento exponencial visible en los casos de violencia de género en San Martín, violeta con el escudo en rosa y el número de asistencia a las víctimas en la espalda del jugador, que generó no pocos disgustos dentro de la hinchada. 

El Canalla también se sumó a la campaña Ni una menos.

“Hice la camiseta de Ni Una Menos y se pudrió todo, cómo iba a hacerle poner a la hinchada una camiseta así, la usaron dos partidos y no la usaron más –se lamenta Rodríguez- Hay una cuestión muy importante generacional en cuanto a estos temas.”

A pesar de estas diferencias, a raíz de la camiseta se pudieron organizar charlas desde la Secretaría de Género de San Martín con el plantel de Primera División, para poner en juicio lo que implica usar una camiseta de esta índole, qué causa representa y así empezar a romper las masculinidades características de un deporte como el fútbol.

También salió a la cancha una camiseta que junta símbolos de distintos pueblos originarios, de diversas regiones de Argentina y la más reciente, una camiseta representativa con la bandera de la comunidad LGBTQI+. Esta camiseta se acompañó de un gesto que tuvo reacciones diversas en la hinchada de Central Ballester: el capitán y arquero del equipo, Juan Pablo Ghiglione, llevó en su cinta distintiva la bandera de la comunidad LGBTQI+. La idea de la cinta nace por parte del Área de Prensa del club para celebrar el Día Mundial del Orgullo. 

En palabras del capitán: “Me pareció una idea que sumaba, también para concientizar. Es un ambiente muy machista, muy cerrado, que no permite muchas veces que los deportistas se expresen libremente sin temor a ser señalados por la sociedad y el ámbito.”

Ghiglione, en su relato a ANCCOM, menciona también las repercusiones en las redes sociales personales de los hinchas, quienes hicieron comentarios despectivos, bromas y también ofensas hacia él. Una vez más las estructuras del fútbol, que marcan la disciplina y su ambiente, pone como ley primera el prejuicio. 

“Y va a traer repercusiones. Pero creo que, a la larga o a la corta, va a terminar siendo positivo -argumenta el capitán- y permite que cada uno pueda expresarse como quiera y no sea reprimido por la sociedad.” 

Alentando a la memoria

El homenaje por los 60 años conmemorativos de los fusilamientos de José León Suárez, fue el punto de inicio de la relación entre la Comisión de Memoria, Verdad y Justicia de San Martín y el club Central Ballester.  De esa confluencia nacieron charlas, capacitaciones e incluso un mediometraje que devino en película presentada en el Festival de Cine de Mar del Plata, titulada “Hay un fusilado que vive”.  Lo que llevó a un club de la Primera “D” nacional a participar de un gran evento del cine en nuestro país. 

Mientras más se enseñaba la historia, quedaba más en evidencia la falta de conocimiento, la identidad olvidada, y la memoria vacía en las distintas escuelas de San Martín. Ese fue el punto desde dónde partieron para empezar a trabajar el tema de la identidad, cultura y memoria. Explica la Secretaria de la Comisión de Memoria, Verdad y Justicia de San Martín, Laura Lagar: “¿Cómo puede ser que en nuestros propios barrios no sepamos sobre nuestra historia y viene alguien de afuera para contarnosla y la hace famosa? ¿Cómo puede ser que no sepamos nuestra historia y no la revalorizamos? Este pensamiento nos une con Central Ballester para trabajar en conjunto”.

El camino se vuelve sinuoso al insertar estos temas en realidades alejadas, se relaciona mucho con un “hacer política” distante de la noción de la política como medio para generar acciones, otorgar derechos y posibilitar un futuro. Por eso, cuenta Lagar, el fútbol se convierte en una gran puerta que permite trabajar los distintos temas, sobre todo la cuestión de los derechos humanos. Permite romper con los esquemas, aproximarse a un contar desde lo cotidiano, de una vivencia similar a la de uno mismo y ser personajes de la historia. La secretaria de la Comisión relata que sigue llevando a cabo charlas por el fusilamiento acompañada de la camiseta contra la violencia institucional de Central Ballester: “Cuando la muestro, los chicos flashean. El fútbol rompe totalmente, hay una aceptación, derriba barreras. Pasa a ser popular, lo toman en seguida, no ponen peros.” 

El club que mejor comunica

Por el nivel de compromiso con diversas causas sociales, el club ha sido nombrado recientemente por Claudio Destéfano, un periodista argentino reconocido por ser especialista en marketing deportivo, como el club que mejor comunica. Este reconocimiento solo implica una gratificación placentera aunque sin mayores cambios en la realidad material. 

A raíz de esto, Rodríguez se cuestiona si es que hay alguna deficiencia de no poder capitalizar el gran interés que desató la camiseta en sus diferentes representaciones sociales. “Nosotros seguimos teniendo los mismos sponsors, y seguimos estando identificados por la misma gente.” define el jefe de Prensa.

Esto también pesa a la hora de una de las deudas más grandes que arrastra Central Ballester, la falta de un estadio. La carencia de apoyo de organismos sociales y de banderas políticas han resultado en un trabajo encomiable en comunidad que comienza a dejar atrás la historia de despojo y el camino recorrido en canchas neutrales. Con pasos cortos pero firmes, el club se encuentra próximo a inaugurar un estadio, con un terreno propio ubicado en la calle Sarratea y Camino Del Buen Ayre en José Leon Suárez. La nueva cancha es el fruto del trabajo y esfuerzo de toda una generación de hinchas y dirigentes, la mayoría los cuales nunca vivieron un partido del club en su propia casa.