Mónica Leguizamón se acerca a un comercio en Mar del Plata con su barbijo transparente, pero el personal de seguridad no la deja ingresar porque considera que su tapaboca no es apto, pese a que en el Municipio de General Pueyrredón el Decreto 228/20 del Concejo Deliberante reglamenta su utilización en los rubros que brinden atención al público. Vivencias como esta son las que Mónica comparte en su blog “Soy hipoacúsica y qué”.
La gente con discapacidad auditiva se apoya en la lectura labial y los gestos para comunicarse, pero los protocolos para evitar contagios, en ocasiones, la deja más expuesta: “Los barbijos nos tienen más aislados que nunca, en general nos ponemos más lejos de las personas y se lo bajan para hablarnos”, comenta Rosario García, presidenta de la Fundación San Francisco de Asís, dedicada a promover las posibilidades de desarrollo de personas hipoacúsicas y sordas.
El problema se hizo más evidente ahora, que los conductores de televisión comenzaron a utilizar barbijos en cámara, como manera de autoprotección pero sobre todo para dar el ejemplo sobre las conductas de cuidado.
Los barbijos y las máscaras transparentes surgieron como alternativa para cumplir con las medidas de prevención desde un enfoque inclusivo. Hay algunos emprendimientos que los fabrican en el país, como Mila Chemin, cuyos productos cuentan con una “ventana” de acetato para los labios. Sin embargo, más allá de la iniciativa individual, no está regulado su uso en los lugares de atención al público, salvo casos excepcionales.
Sandra Ferrero es profesora de sordos y militante por los derechos de las personas con diversidad funcional y, desde la delegación de Río Cuarto del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), logró que se apruebe la resolución 1118/20 para que en su ciudad los funcionarios públicos usen barbijos inclusivos. La normativa invita a replicar la iniciativa a docentes, periodistas y comercios que tengan contacto con personas o transmitan información importante.
“Si las políticas públicas fueran pensadas con perspectivas de diversidad no deberíamos estar haciendo proyectos, cuando estos derechos están plasmados en la Convención Internacional de las Personas con Discapacidad”, afirma Ferrero.
Hay varios modelos de barbijos transparentes, pero tienen un problema. Según García, se empañan y no están preparados para ser usados por largos períodos. Por eso, Ferrero junto con el Consejo Consultivo de Discapacidad de Buenos Aires y otras organizaciones están haciendo circular un pedido en sus redes: “Es necesario que el CONICET, que recomienda un determinado barbijo para la protección contra el covid-19, revea y considere un barbijo en iguales condiciones de seguridad, pero con diseño universal para que sea accesible a todas las personas y que comprenda a aquellas que requieren de la lectura labial”.
Como esta iniciativa, en abril de 2020 Leguizamón hizo un video intentando sensibilizar a la comunidad sobre la barrera que representaban los barbijos para muchas personas. Fue tal la popularidad que alcanzó que llegó a la ingeniera María Isabel Arango, investigadora y docente de UNTREF. Con la iniciativa de Arango, el Centro Integral de Servicios Tecnológicos de Acústica y Sonido (CISTAS) de esa universidad desarrolló la aplicación móvil gratuita Tescucho, que permite convertir en texto las palabras del hablante.
García y Leguizamón recurren a este tipo de herramientas para sostener el otro lado de la pandemia, la virtualidad. Sin embargo, el objetivo original de este proyecto, según Alejandro Bidondo, director del CISTAS y coordinador de Ingeniería de Sonido en la UNTREF, era que se use masivamente en atención al público. Mientras tanto, la necesidad de adaptarse continúa recayendo en las personas con diversidad funcional y la situación sanitaria vuelve a poner en evidencia la invisibilización de este colectivo en todos los ámbitos.