La pandemia y el aislamiento devenido con ella desestabilizaron la rutina diaria de las familias argentinas. Hubo que adaptarse y trasladar todas las actividades al seno del hogar, entre ellas la educación. El aula se transformó en virtual y la mayoría de los padres hicieron las veces de docentes. Si bien no fue fácil, el acceso a un dispositivo y al servicio de internet fue y es fundamental para que la escuela llegue al hogar. Pero, ¿qué sucede en las zonas rurales?
“Acá en la región, el acceso a internet es un problema. No llega a todos lados y además es muy caro”, explica Marina Cáceres, docente de la localidad de El Hoyo en Chubut, y agrega: “Además no todas las familias tienen la posibilidad de comprar una computadora o un teléfono celular”.
Por su parte, también en la Patagonia, Mónica Tubio, docente y supervisora en la ciudad neuquina de Junín de los Andes, cuenta: “En las comunidades que no hay señal se trabaja mucho con la radio. Cada escuela tiene un horario en la radio de la comunidad, y por allí les dan tarea adicional a los chicos”. Otra experiencia, a 60 kilómetros de esa misma ciudad, es la que relata Clara Radeljak, directora de un establecimiento educativo en la comunidad mapuche San Ignacio: “Durante el aislamiento logramos que nos conectaran internet, pero llega solo a la escuela. Les propusimos a los chicos que se acerquen al establecimiento y usen el wifi libre. Así, a través de WhatsApp, podíamos complementar con otros recursos digitales las tareas que ya les mandábamos en papel. Esa estrategia no tuvo mucho éxito, solo algunos chicos hicieron uso de esta posibilidad”
En el centro del país, en el Paraje Los Espinillos, a 20 kilómetros de Mina Clavero, en Córdoba, Zulma Curtet, directora y docente, comenta: “En la cuarentena trabajé con grupo de WhatsApp, aunque tengo tres familias que no tienen luz, y a veces me llegaban los trabajos a las doce de la noche. Esto ocurría cuando tenían la posibilidad de cargar el celular en la casa de algún familiar. Ahora el WhatsApp solo lo usamos para estar comunicados y que los chicos vean los mensajes cuando tengan señal. Tuvimos que empezar a trabajar de manera impresa. Esa metodología fue la que dio resultado”.
Por su parte y desde el norte, Cristian Paz, profesor de Educación Física en un grupo de escuelas de la comunidad ichiI en Salta, cuenta que “los parajes están retirados de los pueblos, a unos 50 o 60 kilómetros. Para llegar, los docentes tenemos que ir en auto o moto y ahí no hay señal, ni de teléfono y menos de internet. Trabajamos todo por medio de cartillas, se las damos a la directora y ella se encarga de entregarlas a los papás casa por casa”.
Con la emergencia sanitaria, los gobiernos debieron implementar medidas para que la escuela llegue a los hogares, pero no en todos los casos fueron efectivas. “Desde un principio nos enviaron cuadernillos y pusieron programas de televisión, no voy a negar que eso es importante, pero la realidad es que yo pude usar solo el primer cuadernillo, los demás no. Cada región tiene una realidad diferente en torno a la educación. No todos los alumnos están parados en los mismos saberes y aprendizajes. Eso es triste, entiendo la urgencia, pero homogenizan y no se detienen en las diferencias.”, reflexiona Cáceres, la docente de Chubut.
“Los cuadernillos con los que trabajé tuve que modificarlos. Había cosas que estaban bien, pero había otras que estaban muy contextualizadas a la zona del AMBA o las ciudades. Lo que me llama la atención es que cuando nos dan capacitaciones docentes, nos dicen que tengamos en cuenta las diferentes realidades, contextos y situaciones de los alumnos. Y cuando hacen una bajada de línea, como en los cuadernillos, eso no se respeta”, agrega Curtet, desde Córdoba.
También se presenta una gran diferencia en relación al periodo lectivo, ya que se define por las condiciones climáticas de la zona en la que se encuentra cada escuela. “En las zonas urbanas las clases son de marzo a diciembre y en las rurales de agosto a mayo, entonces ahí ya tenes una diferenciación obvia en el nivel que tienen los chicos”, explica Tubio.
“Está todo muy centralizado en el periodo marzo-diciembre. Están preocupados por saber si los chicos que terminan ahora van a recibir su certificado y nosotros, en mayo pasado, estuvimos en la misma situación y nadie nos dio una respuesta. Los certificados de séptimo grado de los chicos que egresaron en mayo, se los pude entregar recién este mes ¿Y por qué? Porque ahora están terminando los del periodo marzo-diciembre”, sentencia Radeljak.
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En algunas zonas rurales, las necesidades son múltiples e influyen en el desarrollo educativo. Francisco Vigo, presidente de la Fundación Manos Misioneras, recuerda que “cuando comenzamos a trabajar en 2001, en la zona del monte misionero, había una gran deserción escolar por la falta de calzado. Una familia con cinco hijos mandaba un día a uno, al otro día al otro, es decir, se iban pasando el único par de zapatillas que tenían para poder ir a la escuela. Esto sigue sucediendo pero cada vez son menos los casos”.
Pero subsisten otros problemas: “Muchos papás en la ciudad mandan a los chicos porque ven a la escuela como una guardería, acá principalmente los mandan por hambre. Con el establecimiento cerrado es muy duro, porque los alumnos desayunan, almuerzan y meriendan en la escuela. Hay mucha desnutrición entre los chicos de la comunidad”, se lamenta Paz.
En este sentido, Tubio explica que durante el aislamiento “afloraron cosas que el docente muchas veces suplía y no se visibilizaban. Las falencias del Estado se cubren por la vocación del docente. Si el chico no tiene zapatillas, el docente se las consigue. Si no tiene dinero para cargar crédito, el docente le carga, y esto muchas veces no se tiene en cuenta”.
“En esta pandemia hice trabajo pedagógico y también social. Estuve atenta a que la comuna le entregue a las familias los bolsones de comida, y me mantuve en contacto para asegurarme que estén bien”, afirma Curtet.
En esta misma línea, Vigo asegura que “el rol del docente es importantísimo en estos lugares, no solo para enseñar sino también para contener”, y agrega que durante el aislamiento “armamos bolsones de alimentos y los docentes, una vez por semana, iban casa por casa y los entregaban a las familias junto al cuadernillo con las tareas. Fue una labor en conjunto”
Finalizando el 2020 y haciendo un balance general de lo que significó la pandemia para la educación rural en particular, la ausencia de la escuela como espacio físico de aprendizaje tiene sus consecuencias. “Hay contenidos que requieren la presencialidad. No todo se puede enseñar virtualmente y los docentes tuvimos que hacer una selección muy fina de los contenidos y de nuestras estrategias pedagógicas. La herramienta fundamental en la enseñanza es la observación, es el contacto directo con los alumnos, y analizar el proceso de aprendizaje de cada uno. En este contexto, este proceso lo veo en diferido y a través de la interpretación de las padres”, explica Cáceres.
Para Radeljak “los contenidos no se pudieron enseñar de manera ideal. Nos piden que prioricemos el vínculo con las familias, que por supuesto es importante, pero cuando tengamos que evaluar a los chicos y ver lo que saben o no. Eso es lo que me genera preocupación”.
“Yo creo que con la cuarentena hubo un retroceso grande en la educación de los alumnos de mi comunidad. Además, los padres de estos chicos no tienen el tiempo ni la capacidad para ayudarlos con las tareas, ya que la mayoría son analfabetos”, reflexiona Paz.
Por su parte, Curtet afirma que se está “preparando para el año que viene. Vamos a tener muchísimo trabajo para acompañar a los alumnos. Seguramente se van a ver contenidos de primero en segundo y así en todos los grados. Los chicos que ingresen a primer grado estarán muy poco alfabetizados. En sala de cinco ya se empieza con ese proceso y este año no se pudo llevar adelante correctamente ese aprendizaje”. Y agrega: “Una de las cosas que me pareció injusta es que no se dejó volver a la presencialidad a las escuelas rurales. No se analizó la situación epidemiológica de cada localidad. Acá el primer caso se dio en octubre y no dejaron que los chicos asistan al menos dos veces por semana una hora. Yo creo que se podría haber hecho tranquilamente y no se hizo”.