Por Azul García
Fotografía: ANCCOM

El aula está vacía. No hay chicos charlando en la primera hora, sentados en los bancos escritos con los nombres de todxs los estudiantes que dejaron su huella. Tampoco hay profesores delante del aula, escribiendo en el pizarrón, debatiendo o resolviendo con sus estudiantes. Ni banderas argentinas que izar, ni campanas que indiquen el recreo. El tiempo parece haber quedado detenido; desplazado de los lugares comunes y haberse instalado en otra área que cobra mayor importancia: la casa. Los hogares se volvieron el terreno principal donde la vida ocurre y se reacomoda en medio de una pandemia. ¿Cómo hacen los docentes para continuar su vínculo con los chicxs en este contexto?, ¿cómo se replantea la educación cuando cumplir una currícula de contenidos se vuelve lo menos importante?

“Esta situación que estamos viviendo hay que definirla como excepcional y transitoria. Es un momento de profunda ruptura”, explicó Gabriel Brener, licenciado en Ciencias de la Educación, profesor de Enseñanza Primaria y especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo. Nada de lo que está ocurriendo se parece a lo anterior, dice Brener, y lo que sería más paradójico es que prima la sensación de no volver a lo anterior, como si éste fuera un punto de inflexión. “Somos contemporáneos a un cambio de época”, aseguró Marcela Martínez, socióloga e investigadora en la Universidad de San Martín. En términos de la teoría social, explicó Martínez, este momento es un acontecimiento que inaugura nuevas condiciones de existencia; una nueva temporalidad de la que no hay muchos parámetros previos para compararla. En este contexto, las escuelas y los docentes tiene un rol fundamental para atravesar estos procesos.

Desigualdad y conectividad 

La virtualización de la educación cristaliza otras problemáticas que tienen que ver con las situaciones socioeconómicas de las familias, las oportunidades al acceso, a la conectividad, y las desigualdades materiales y simbólicas. “Hace poco terminó el gobierno de Mauricio Macri y el 50% de nuestra infancia y adolescencia está bajo el nivel de pobreza. Además, se suspendió el programa de entrega de notebooks Conectar Igualdad, entonces el costo es generacional y simbólico. Es cortarle las piernas a muchas personas que son nuestro futuro y supone desparramar de manera increíble desigualdades”, recordó Brener y aseguró: “Si no controlamos esto, nos resbalamos en ese sentido común clasemediero que se apropia de nuestra existencia a través de los medios de comunicación masiva”.

La Escuela N°5 de Barracas, en la Villa 21 24, se inauguró este año un poco a las apuradas y sin muchos recursos. No hay trayectorias educativas en la institución ni legajos que den cuenta de un recorrido con los estudiantes. “Estuvimos dos semanas para conocernos y tener un mínimo de información de las familias cuando nos agarró la pandemia”, contó Gonzalo Cabrera, maestro de cuarto grado. En un contexto de mucha vulnerabilidad lo importante es construir el vínculo con las familias. “Además, todas las plataformas virtuales son inviables acá. Lo único que encontramos como forma de comunicación fue el WhatsApp, donde mandamos archivos que se puedan descargar desde la aplicación y no consuman muchos datos ni sean pesados”, agregó.

Acceder a lo virtual es desigual según el barrio, la escuela y la familia, y la comunicación entre docentes se vuelve central para planificar y construir redes de solidaridad. “Del intercambio con otros maestros aprendemos un montón, porque lo que funcionó para alguien puede servirle a otro”, recalcó Cabrera, que también hizo especial hincapié en una falta de capacitación sobre cómo llevar adelante un proceso así por parte de los maestros. “Todo lo que llega del Ministerio es pura improvisación, muchas veces mal armado y a todo hay que adecuarlo a la escuela”, remarcó. Desde el barrio 21 24 se elevó un planteo conjunto de las cinco primarias para que, cuando las familias van a buscar los bolsones de comida, se les pueda dar un cuadernillo que cada docente prepara. “Es más fácil si ellos lo tienen en papel y yo los puedo guiar por Whatsapp. No es mucho lo que pedimos, son dos toners y resmas de papel”, reclamó.

“Los chicos también se van adaptando, tengo miedo de volverles un poco locos porque en un primer momento les dije que no me manden fotos, después que sí. Nos preguntamos todo el tiempo si le mandamos mucha tarea y consultamos con las familias. Yo les digo que estamos aprendiendo juntos, que nos vamos a equivocar y que está bien que pase”, contó Wenceslao Costa Díaz, profesor de Matemática y Ciencias Naturales en séptimo grado de la Escuela N° 19 Blas Parera, en Palermo. Costa Díaz encontró más alternativas para seguir en contacto con sus estudiantes, porque en su mayoría sus chicos no tienen tantos problemas de conectividad. “Armé un canal de YouTube para hacerles videos donde resuelvo los problemas que les doy de otras formas. Aun así, no quiero hacer una reunión por Zoom porque sé que hay algunos chicos que no tienen buena conexión y me parece injusto”, agregó.

Solana Camaño es co-coordinadora del Centro de Actividades Infantiles, un programa del Ministerio de Educación de la Ciudad, en la sede de la asociación civil Detrás de Todo, de la Villa 31 bis. El trabajo de las docentes en la organización es acompañar las trayectorias escolares de los chicos y llevar adelante talleres artísticos de música, pintura y plástica los sábados, y de educación sexual integral y derechos del niño para escuelas primarias. El barrio está muy colapsado con la telefonía móvil y la conectividad, y muchas familias no pueden acceder a los blogs de las escuelas. “Decidimos ayudar a sostener las tareas escolares y escuchar lo que les pasa a las familias, los chicos, las madres. Gestionamos la posibilidad de repartir viandas, que además tuvimos que gestionar nosotros, a raíz de iniciativas de familias fuera del barrio que cocinan para los pibes, porque el Ministerio no mandó más viandas para los sábados”, explicó Camaño. Las actividades que están haciendo desde el Centro cumplen más la función de sostén de enseñanza. Arman juegos, búsqueda del tesoro virtual, todo en flayers para poder compartir por whatsapp para que les resulte fácil bajarlo en sus dispositivos. Las tareas están pensadas como herramientas de sostén, como otros espacios posibles, en medio de la pandemia. 

Los docentes se convirtieron -en este último mes marcado por la pandemia, el miedo y la incertidumbre- en malabaristas que llevan adelante una tarea muy complicada. Un peso sobre los hombros al que además se les suma sus vidas particulares como padres o madres, las tareas del hogar, sus propios miedos e inseguridades y las relaciones, siempre complejas, con las tecnologías. “En el colegio tenemos una plataforma para mandar notas de comunicación a las familias y cuando pasó esto nos dijeron que la usemos para las tareas, pero no estaba preparada para un sistema de educación a distancia y colapsó”, relató Gabriela Busetti, profesora de historia en la secundaria del colegio privado Instituto Concordia en José León Suárez. Las primeras semanas fueron muy complicadas para organizarse con los alumnos y cada profesor tuvo que encontrar una alternativa para seguir. “Yo uso el mail porque es lo más cómodo para mí, pero me doy cuenta que es muy difícil organizarse así y además de las dificultades de la conectividad, es realmente muy complicado acercar conocimientos por estos medios”, describió. En el mismo sentido, Gonzalo Cabrera dijo: “Hicimos un formulario de Google para ver cómo llevaban la tarea, donde la hacían, si se les complicaba porque estábamos mandando un montón de cosas y no sabíamos qué de todo eso estaba llegando realmente”.

“Esto dista de ser un proceso de enseñanza-aprendizaje, porque para eso necesitás estar con el otro. Nada reemplaza estar ahí enfrente, comunicando con los gestos, las posturas, lo que hace a la comunicación no verbal”, enfatiza Busetti. Un desafío permanente es seguir adelante con contenidos nuevos sin la presencia física cara a cara. “Avanzar sin ese proceso de ver lo que hacen, cómo lo piensan e intervenir en el momento necesario o sin esas discusiones entre compañeros que muchas veces tracciona ciertas lógicas de construcción de conocimiento, es imposible”, agregó Cabrera.

“Los motivos por los cuales elegimos la docencia no están garantizados con esta pandemia. Lo que más nos gusta es compartir el aula con los pibes, las miradas, los abrazos, las discusiones, ver sus caras de ‘me gustó ese cuento’ o ‘entendí ese problema de matemática’ y hoy esa parte no la tenemos”, dijo con nostalgia Natalia Daniel, maestra de primer grado en la Escuela N°20 del Distrito 7 y puntualizó: “No queremos que ésta sea la nueva normalidad. El aprendizaje es mucho más fructífero cuando compartís la mirada, el cuerpo y la grupalidad. Hay un riesgo de que, si esta virtualidad funciona, aprovechen para transformar más cosas, pero no es la enseñanza que queremos”.

El rol del docente 

“La primera tarea, en la educación obligatoria, es instaurar un cuidado que no tenga al miedo como motor principal, que no mire al otro como enemigo potencial, que tenga una vocación de cuidado comunitario”, teoriza Marcela Martínez. Repensar el lazo social se vuelve central para salir de esta pandemia capitalizando conocimiento. Imaginar otros posibles que sirvan para replantear la educación. “Esto abre la posibilidad de pensar lo social con otros componentes, como la centralidad del Estado, la ficción de que hay salidas individuales, y hasta principios más humanistas que organicen la vida con los otros”, agregó. En la misma línea Gabriel Brener aseguró: “Las políticas de corte neoliberal y el capitalismo financiero también es una muestra de lo que sucede cuando se apropia del cuerpo social la idea del miedo-ambiente, cuando prima la construcción de un otro amenazante, ahora contagioso”.

“Una de las cosas que más me preocupa es cómo ayudar a que el malestar que se está viviendo no se agrave por las sobredemandas de la educación que no atienden a las particularidades, ni las situaciones específicas de sus estudiantes. La escuela siempre ha sido un lugar de refugio y ese lugar hoy no está”, observó Rafael Mazzini, profesor y regente del Instituto Superior de Formación Docente N° 119 en San Pedro, y licenciado en Ciencias de la Educación. “Lo central de la continuidad pedagógica supone sostener un vínculo, mantenerlos enlazados. La escuela y los pibes y pibas.  Las posibilidades que podemos generar los docentes es intentar que los pibes puedan, en algunos ratos, salir de casa estando adentro”, agregó Brener.

 Acompañar en primer grado la alfabetización a distancia se transforma en una tarea titánica y las familias no siempre saben cómo llevar adelante estos procesos. “Yo creo que nuestra tarea hoy tiene que ver con sostener un vínculo con las familias. Mi desafío constante es cómo no ser una carga más en la difícil vida que les está tocando a ellos en este momento, encontrar un equilibrio entre estar cerca y no transformarnos en un peso”, señaló Natalia Daniel y agregó: “Me toca transmitir calma a los padres porque la idea no es volverlos locos”.

“Un chico me escribió diciéndome que no puede hacer las cosas y se frustra porque no entiende los textos y yo le dije que a esta situación, de por sí angustiante, no le sume otra angustia más”, comentó Busetti. “Si no lo entiende, no pasa nada. Ya lo va a entender y si no, no es tan grave en este contexto. No estoy calificando ahora, le saqué esa presión de encima”, sostuvo. La coyuntura actual exige reflexiones, acompañamiento y redes de vínculos basadas en la solidaridad y compartir experiencias comunes. “Evaluar tiene que ver con estandarizar y controlar y yo pienso a la evaluación como un componente inherente a la educación, no por lo que examina y disciplina, sino como acompañamiento y devolución de lo que va ocurriendo en cada casa con los pibes”, aseguró Brener.

Seguir una currícula de contenidos no parece ser crucial para la tarea docente y tampoco para los estudiantes. “Lo importante es que el otro y la otra sienta que hay un adulto disponible que le pregunta cómo está, cómo la está pasando y que, de paso, le ofrezca algo que tenga que ver con la cultura, con el conocimiento, la recreación y el juego. En este momento hay que priorizar sostener los vínculos sobre el rendimiento académico”, enfatizó. Por otro lado, Solana Camaño afirmó: “La función pedagógica trasciende los contenidos, es el hecho de estar ahí, acompañar. Es el espacio donde muchas veces los pibes cuentan situaciones de violencia y abuso. Es parte de una complejidad inabordable desde la virtualidad”.

El futuro

Cómo será el sistema de educación dentro de unos meses es un misterio. Nadie sabe cuándo se va a volver a las aulas y en qué condiciones, pero los desafíos siguen presentes. Gonzalo Cabrera remarcó una preocupación que se profundiza con la pandemia, que es la diferencia en el piso de contenidos que van a alcanzar algunos chicos durante esta etapa de virtualización de la educación frente a situaciones más vulnerables. “La vuelta a las aulas va a ser un escenario muy complejo donde vamos a tener que repensar las formas en que venimos laburando e ir construyendo un mayor equilibro para 2021”, puntualizó.

Sin embargo, no hay que dejar de pensar en la educación a futuro y cómo capitalizar toda la experiencia que se vive en el día a día de esta pandemia. “Los docentes ya no tenemos que ser dadores de información, hay tecnología que lo hace mucho mejor que nosotros, y tenemos que dirigir la educación a cuestiones más analíticas que de traspaso de la información”, teorizó Marcela Martínez. En la misma línea, Rafael Mazzini vio algo positivo: “Esto nos obliga a meternos de lleno en el siglo XXI, porque veníamos trabajando como docentes decimonónicos y da a lugar un espacio de intercambio entre docentes que va a ser muy enriquecedor”. También advirtió posibles líneas a futuro que serán batallas para conquistar más oportunidades: “El derecho a la conectividad tiene que transformarse en derecho humano. La posibilidad de que cada sujeto tenga acceso a wifi libre y un celular que le permita conectarse a este mundo multimedial y globalizado”.

La pandemia se metió por la fuerza en los hogares y no sólo provocó problemas en el sistema de salud y en la organización económica, sino que descalabró todas las vidas, todos los órdenes existentes que componían el cuerpo social. “Vamos a llegar todos con una sed de encuentro enorme de estar con otros y espero que nos sirva para recrear y reinventar nuestra manera de dar clases”, finalizó Marcela Martínez.