Por Karina Sarro y Brenda Giménez (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Camila Godoy

 

En Argentina, la mortalidad por suicidios de adolescentes se triplicó en los últimos 30 años y afecta al triple de varones respecto de las mujeres. Anccom aborda un tema poco explorado por los medios, pese a que hasta UNICEF elaboró un completo informe sobre el tema.

Debido a que es un problema grave de salud pública, el suicidio requiere atención, pero su previsión no es tarea fácil.  Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 800 mil personas se quitan la vida cada año. En adolescentes y jóvenes de hasta 30 años el suicidio es la segunda causa de muerte. Que los números sean epidemiológicamente gravísimos y que sin embargo se hable tan poco de esta cuestión confirma que sigue siendo un tabú que aún se oculta no solo por el dolor que causa en las familias sino, muchas veces, por las ideas de culpabilidad y vergüenza que circulan entre los parientes.

Para Claudia Chiessi, psicóloga clínica que trabaja en el área de Salud Mental en el Hospital Mariano y Luciano De La Vega de Moreno,  «las diversas crisis atravesadas en la adolescencia, la transición de sub-etapas dentro de ella y los desafíos que genera en la sociedad actual, determinan en los más jóvenes condiciones de extrema vulnerabilidad, donde los desajustes afectivos y las reacciones emotivas no escapan a la sintomatología fisiológica tantas veces presente en esta población.” La especialista además remarca que “el fracaso académico, la rigidez del contexto en las comunicaciones familiares, suele afectar a los adolescentes vulnerables precipitando la conducta suicida».

Por otra parte, un porcentaje importante de jóvenes entre 18 y 24 años -incluso con educación secundaria y terciaria- no ha logrado acceder al campo laboral durante los últimos años, situación que forma parte de una crisis económica que afecta al país y que tiene gran impacto social, explica Chiessi.

«En las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca se registró el mayor número de suicidios», sostiene Mariana González, técnica superior en Ciencias Criminológicas del Departamento Judicial de Morón, Juzgado de Familia N°7.

Uno de los factores comunes de los suicidios es precisamente la imposibilidad de hablar. «Esto es lo que le pasa a la mayoría de mis pacientes, no encuentra interlocutor», dice Chiessi. El sector de la población con mayor tasa de suicidio es el de jóvenes, sobre todo los que tienen entre 12 y 20 años. Es la segunda causa de muerte en esa franja etaria. Otro dato que complejiza aún más la situación, por cada suicidio concretado existen 20 intentos fallidos. Y se producen en adolescentes cada vez más jóvenes, señala la especialista.

El suicidio de adolescentes y jóvenes en la Argentina constituye un problema de salud en aumento progresivo y que afecta mayoritariamente a los varones.La relación entre sexos es de tres varones que se suicidan por cada mujer.

Según el doctor Erick Mendoza,  del Hospital de Moreno Luciano y Mariano de la Vega, “no todas las personas en riesgo de suicidio pueden o deben ser admitidas en un hospital. La hospitalización puede no ser beneficiosa e incluso aumentar el riesgo en algunas personas.” Hay muchos factores involucrados en la decisión de hospitalizar a un paciente –disponibilidad de recursos, de camas, y las redes de apoyo informal y tradiciones culturales pueden jugar un papel– y no hay reglas absolutas, pero esa decisión debe tomarse basándose en razones clínicas, y se debe involucrar al paciente y su familia.

Si se requiere hospitalización, el tratamiento debería tener lugar en una sala de psiquiatría segura. Si esto no es posible –porque, por ejemplo, se necesitan cuidados médicos o quirúrgicos– debe asegurarse una estrecha supervisión del paciente. Cuando la “suicidalidad” aguda se presenta con alta agitación se debe considerar tratamiento farmacológico a corto plazo (por ejemplo, benzodiazepinas, neurolépticos). Las unidades de hospitalización que tratan pacientes suicidas, en tanto, deben tener protocolos para garantizar su seguridad.

Un caso concreto: la madre de una adolescente relata sobre los momentos desesperantes que vivió con su hija. Un día cuando el novio de la chica la llamó por teléfono para cancelar la cita que tenían planeada para esa noche, ella aceptó el cambio pero después se sintió dolida y comenzó a tener pensamientos negativos. “Él no me ama”, “me va a dejar”, “no me encuentra atractiva, ni él ni nadie”, dice la madre sobre las expresiones de su hija. La joven se sintió cada vez más desesperada, enojada consigo misma y comenzó a sentir el deseo de cortarse el cuerpo.

Junto a su terapeuta, ella exploró formas alternativas de hacer frente a esta situación: planificar las citas con más cuidado,  expresar su decepción y sus deseos en lugar de aceptar silenciosamente,  analizar interpretaciones alternativas de la conducta de su novio en lugar de devaluarse a sí misma y considerar las consecuencias a largo plazo de las autolesiones, por ejemplo, la permanencia de  cicatrices.

De todas formas, como señalan desde el Centro de Asistencia al Suicida (CAS), de Buenos Aires, «la presencia de adultos o instituciones que desempeñen un papel protector es clave para que el suicidio no llegue a concretarse». Todo un desafío en tiempos de crisis e incertidumbre.