Por Milagros Alonso
Fotografía: Cristina Sille y Milagros Alonso

Una guardia policial en la puerta de la Embajada impide el acceso a cualquier boliviano. 

“Vamos a cuestionar el cordón policial que hay afuera de la Embajada. Nosotros necesitamos que ustedes puedan ingresar ya que es un derecho de todos los bolivianos”, dice Vladimir, uno de los seis huelguistas de hambre, en el video que se difundió en redes sociales y muestra cuál es la situación en el interior de la sede diplomática de Bolivia en Buenos Aires.  “Estamos encerrados”, continua Vladimir mientras gira la cámara del celular y enfoca la cerradura de la puerta. Sus compañeros la intentan abrir pero es imposible. 

El conflicto comenzó cuando el lunes pasado se presentaron en la Embajada representantes de la Cancillería de Bolivia del gobierno de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez. Entre ellos Julio Alvarado, quien fue nombrado Ministro Consejero, y Guido González Paz, nombrado Cónsul Adjunto. Frente a la instalación de estos representantes de facto, que no cuentan con las acreditaciones necesarias que marca la normativa, se presentaron en la Embajada integrantes de la comunidad boliviana que cuestionaron la presencia de golpistas en su territorio soberano. Hubo varias reuniones hasta que finalmente seis bolivianos residentes en Argentina decidieron quedarse dentro del edificio realizando una huelga de hambre. A partir de ese momento, se montó un cordón policial en la puerta que impide el acceso a cualquier boliviano. 

Este martes, los huelguistas cumplieron sus primeras 24 horas apostados dentro de la Embajada ubicada en la avenida Corrientes al 545. En la vereda hay una vigilia pacífica de organizaciones sociales como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y el Movimiento Evita y La Dignidad. Tienen prohibido el ingreso al edificio por cuatro policías de la Ciudad de Buenos Aires. Pero eso no les impide cantar ,“Evo no está solo carajo” ni colocar en la fachada del edificio la wiphala, ni pegar carteles con consignas como “el pueblo originario muere de hambre, no a la dictadura”.

“No somos de bajar los brazos rápido. Necesitamos ver hoy sí o sí a esta gente, sino radicaremos una denuncia por retención indebida de personas. Acá en la Argentina hay un Estado de facto: la Embajada de Bolivia. Se trasladó el golpe acá”, explicaba a primera hora de la tarde Pablo Pimentel,  titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza (APDH-La Matanza).

“Los maltratan. No los dejan ingresar al baño. Tampoco a nosotros nos dejan entrar a ver, ni acercarnos. Ese es el miedo que tenemos. No sabemos en qué va a terminar. Ahora no tenemos novedades. Llamamos y no contestan. Sabemos que allá en Bolivia les quitan los celulares para dejarlos incomunicados. Estamos viviendo lo mismo de allá acá”, contó a ANCCOM María Blanco, integrante de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia, Bartolina Sisa.

Seis bolivianos se declararon en huelga de hambre dentro de la Embajada y afuera un grupo de manifestantes demuestra su solidaridad con ellos y con Evo Morales.

Además de representantes de las organizaciones sociales, la vigilia está integrada por bolivianos autoconvocados, como el caso de una periodista que no puede regresar a su país: “Salieron mis fotos en todas las redes sociales bolivianas buscándome por terrorismo y sedición. Me acusaron de haber quemado casas, por eso me vine a la Argentina. Allá hay un notorio silenciamiento de los medios de comunicación”.

Recién a las 17, se les permitió el ingreso a Pablo Pimentel y Fernanda Pereyra, abogada y militante de Quebracho, para tener una reunión con los funcionarios y poder ver a los huelguistas.

“Estamos pidiendo que salgan. Ahora si se resisten también vamos a respetar su decisión. Pero les pedimos que salgan ahora sanos y salvos con los abogados. No sabemos en el camino qué les puede pasar cuando no hay nadie que los acompañe. Porque confianza en la policía no tenemos”, explicó Maribel Guayguasi, secretaria ejecutiva de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia, Bartolina Sisa.

La reunión se extendió más de lo esperado. Innumerables llamadas y mensajes de WhatsApp entre el adentro y el afuera no bastaban para ponerse de acuerdo. Con el paso de las horas las mujeres que sostenían la bandera boliviana se fueron sentando en el único banco de la vereda. Después les siguieron algunos hombres sentándose en el cordón. La mayoría estaba ahí desde las 8 de la mañana y el cansancio se notaba en las caras.

“Evo no está solo carajo”, gritaban afuera del edificio los manifestantes.

Finalmente, pasadas las 21, salieron Pablo Pimentel, Fernanda Pereyra y tres de los huelguistas, dos hombres y una mujer, quien entre lágrimas declaró: “No es grato para nosotros como bolivianos no tener confianza en nuestro país. Hay tantas mentiras infundadas… luchamos por nuestros derechos. Tenemos miedo y eso es lo que más me duele. Pero hermanos, nosotros aquí en la Argentina estamos en un país guerrero, de lucha. Agradezco a los que la pelearon por entrar y ver cómo estamos adentro.”

Como resultado de la reunión se labró un acta en la que los huelguistas obtuvieron garantías de seguridad y reafirmaron la decisión de no aceptar a personas que no estén acreditadas legalmente por la cancillería. Por su parte, Pimentel se comprometió a realizar una presentación judicial.

 “No naturalicemos lo que está pasando en la región y digamos un fuerte ‘nunca más’ a ningún golpe de Estado en ninguna parte del mundo y menos a la Patria Grande. Luchemos para que haya una verdadera democracia”, concluyó Pimentel. 

Por el momento, en Argentina también sigue la resistencia.