Por Cristina Sille
Fotografía: Nicolás Parodi

Rodrigo Armoa es escritor y es herrero. Es pibe, es hermano de cinco y es padre. No se considera influencer, pero tiene 25 mil seguidores en Instagram. Rodrigo Armoa es amor y desamor, es villa y es vida, pero no es bueno para las biografías. Rodrigo Armoa estudia letras y participa en una obra de teatro. Lleva siempre un cuaderno consigo, aunque pierde las lapiceras. No proyecta a futuro, pero quiere visitar Francia. Rodrigo Armoa es poeta y es villero.

Nació hace 22 años en La Cava, una de esas tantas villas rodeadas de estigma y prejuicios, según considera. Tal vez por ello muchos de sus poemas hablan sobre resistencia y justicia social. “Yo soy villero, no me avergüenzo. Vamos a romper los estereotipos de que eso está mal y de que lo mío era terminar robando, en la cárcel, matando a alguien, o en la droga. Hay mucha gente que logra ir para otro lado, lo que es difícil, porque un poco el mundo te tironea para ese lado. Cuando nacés en un barrio hay muchos derechos que no tenés y hacés lo que podés. Soy villero. Lo voy a usar como parte del arma de escribir, lo voy a reivindicar y voy a demostrar que no es algo malo ser villero. Algo malo es que te falte comida”, dijo en diálogo con ANCCOM.

Rodrigo Armoa no eligió hacer poesía. Ella lo eligió a él. Comenzó escribiendo canciones que pronto se hicieron más cortas, dejaron de lado las rimas y se convirtieron en versos libres. Participó a los catorce años de un taller y descubrió entonces la forma de decir algo que no podía decir de otra manera, la forma de ser escuchado. “Y me encontré ahí con que escribía poesía”, declaró. Hoy es el @poetavillero en Instagram, lo invitan a leer a eventos y le envían mensajes de agradecimiento por sus palabras, incluso desde otros países como Uruguay o España, pero aún así no se considera influencer. Con su cuenta, Rodrigo logró traer la poesía al siglo XXI y a la lógica de redes. En su feed de Instagram priman los fondos blancos y las letras negras con experiencias concretas, encuentros amorosos, dolores reales y, por sobre todo, política.

La poesía
como acto político
de rebeldía
contra las bestias
que mastican
y reparten sobras.

Escribir
como oportunidad
y nunca
como mérito.

La primera foto de la cuenta es un tatuaje. Rodrigo tiene tres. Un mundo en el brazo derecho, la palabra poésie en el pecho y éste: “Ningún pibe nace chorro”. El nombre del perfil lo decidió hablando con una amiga cuando sintió la necesidad de buscar algo que lo identificara: “Lo agarré desde ese lado y empezó a tener impacto. La gente me preguntaba por qué villero y es porque soy de la villa. Y siento que también es de la idiosincrasia de ser poeta. Tener tu lugar y tu territorio. Yo amo el barrio donde nací, me siento muy cómodo. Tengo más miedo cuando estoy afuera que cuando estoy adentro. Ser poeta villero es tener en cuenta lo que va pasando día a día en el barrio. No mirar para otro lado y usarlo como parte de la poesía.”

Además de escribir poesía, dio un taller sobre escritura libre, tiene un fanzine y participa de Quién levanta la mano, una obra de teatro. Forma parte del elenco de Fuera de Foco, un grupo que fusiona la poesía con el teatro, el baile y el rap. “Estamos haciendo obras, funciones y nos estamos moviendo para decir lo que tenemos que decir. Son todos chicos y chicas de la villa que se juntaron para decir cosas. Y ahora estamos aprovechando los espacios para no callarnos. Todo activismo artístico tiene un mensaje claro de justicia social”, comentó.

“Cualquier rama artística tiene algo de política. Si no, no sería arte. Todo lo que hacemos viene de un acto político. El arte tiene que tener esa doble intención. La del impacto estético y lo visual, por un lado, y por el otro lado que te haga pensar en algo que estaba naturalizado, pasando como cotidiano y que no era tan así. Me parece necesario que haya algo que diga ‘no está todo tan bien’. Estoy acostumbrado a que cuenten las cosas la gente que está cómoda en su casa, que siente dentro suyo el dolor de quien la pasa mal, pero que no lo son realmente. Hace falta que lo cuente la gente que la está pasando feo. Y yo creo que gracias a mucha gente tuve oportunidades y tuve el privilegio de poder contar lo que me pasa a mí”, explica.

En sólo dos años Rodrigo superó los 25 mil seguidores en Instagram y sigue creciendo de manera exponencial. Alguna teoría sobre comunicación y los modelos de negocios propone que, si algo tiene impacto, es porque había una necesidad de antemano que buscaba ser satisfecha. Y Rodrigo tal vez la encontró. Compartió su cuenta por primera vez a fines del 2017 y ya a principios de 2018 comenzó a crecer, incentivado, por ejemplo, por la invitación de Mala Fama para leer en un show en el Teatro Ópera. “¿Te gustaría venirte a leer?”, decía el mensaje. Y claro que le gustó.

Tenés un mapa gigante
de América Latina
con puntos rojos en algunos países
Perú, Cuba, Chile, Colombia
lo colgaste al lado de la cama
y me parece una metáfora
que lo cuelgues a un costado
de donde tuvimos
los mejores viajes

En ese entonces, cuando quería escribir sobre algo, se sentaba e iba materializando sus ideas. Ahora lo deja fluir, dice, no pone presiones ni horarios. “Voy dejando que salga solo. Y cada tanto pum, cae una idea y la escribo. Y tiene que ser ese momento porque después se me va. Por ahí estoy caminando con alguien y le digo, ´esperame un cachito que escribo esto´. Llevo siempre un cuaderno en la mochila, pero me pasa que pierdo todas las lapiceras. Así que casi siempre escribo con el celular. Tengo una contradicción porque me gusta escribir en el celular, la estética de las notas es distinta a la del cuaderno, pero me limita borronear y tachar, que a mí me encanta”.

Rodrigo Armoa no es muy lector, pero disfruta de Galeano. La música suena todo el día, mira la tele y escucha la calle. Consume muchos artistas, pero no tiene favoritos. Rodrigo Armoa se intimida con las cámaras al principio, pero luego sonríe y disfruta. A Rodrigo Armoa le gusta confiar en la inspiración y sentirse libre de escribir. Cree que todo arte es político y toda poesía revolucionaria. Rodrigo es poesía.

A Rodrigo Armoa se lo puede ver todos los sábados del mes de septiembre a las 19 horas en el Centro Cultural Freire, Colegiales, con el elenco de Quién levanta la mano.