Para quienes no lo conocen, Norman Briski vive, respira y piensa teatro, como una herramienta cuya estética transforme la realidad. Su crianza transcurrió en una familia de actores, tuvo que exiliarse durante la última dictadura militar, tiene innumerables trabajos realizados, en las tablas, en la calle, en las villas, en fábricas, en organizaciones sociales, en el cine y en la televisión. Es un hombre prolífico: actor, mimo, escritor, director y maestro de actores. Padre de cinco hijos, formó parte del grupo de Teatro Popular Octubre, allá por la década de 1970 y hoy, a los 81 años, sigue en Calibán, su centro de operaciones: una ex fábrica de camisas que se transformó en un teatro para jugar, experimentar y resistir los embates de una sociedad cada vez más consumista y mercantilizada.
Entrevistar a Norman Briski, es abrir una especie de caja de Pandora. En ella hay cristales para ver de otras maneras, palabras que toman significantes nuevos, humor, ocurrencias y un mazo de posibles cartas para jugar, sin comodines.
Al seguir tu trayectoria y tu militancia a través del teatro, hay una palabra que te define: despojo. Te despojaste de los prejuicios, de los artificios y te lanzaste a hacer. ¿Qué podrías decir sobre este concepto?
Creo que el despojo es una clave. Si hay una alternativa que signifique el camino hacia la igualdad, sería el despojo. Hoy vivimos en sociedades donde más del 70% del consumo es sofisticado y tiene que ver con la alienación y lo superfluo. Si toda esa producción del hombre estuviese dedicada a toda la sociedad, en términos de pensar en igualdad, no habría pobreza en el mundo. El despojo, entonces, es desprenderse de lo que uno está consumiendo de más.
¿Qué creés que estamos consumiendo de más?
Los celulares, por ejemplo, son la clave de un nuevo genocidio. Primero, que la construcción de un celular significa la relación con la minería y la relación con la minería significa muerte. Si se fijan en Madagascar, que es un lugar donde se explota este tipo de minerales, se van a dar cuenta que, de un paraíso, pasamos -casi, casi- a una destrucción de lo humano.
¿El consumo es genocidio?
El despojo sería despojarse de esta hipercomunicación, que destruye el afecto y el cuidado. Entonces, el despojo podría ser una gran palabra para entender que las economías se basan en el consumo y que ese consumo es genocidio. Y la única manera de hacerse cargo de eso. Despojar a un burgués de su 4X4 es matarlo. Si siente que no la va a adquirir eso, va a matar al que sienta que no lo deja hacerlo o al que le esté pinchando la goma. Es un problema grave, ya estamos muy sumergidos en el placer improductivo del consumo.
Desde ese lugar, ¿cómo ves al socialismo hoy y cómo lo pensás con tu parte peronista?
El peronismo, como capitalismo reformista, ha fracasado. Aquel peronismo de Perón y Eva Perón, en comparación con esto, que también se llama peronismo, no tiene nada que ver.
¿Por qué creés que fracasó el peronismo?
Fracasa el peronismo en general, porque el reformismo no modifica estructuralmente un país, lo arregla, lo mejora. Aparece una idea de justicia social pero, en definitiva, es el negocio entre patronal y trabajo. Parece que terminó su instancia paternalista y que eso hoy hay que cuestionarlo. Sin embargo, lo único que se ha hecho es marchar hacia el centro de un populismo deportivo. Pasó a ser una socialdemocracia que se junta con la manada de los capitalismos en todas sus formas. Es decir, que lo único que se está racionalizando es qué capitalismo podemos tener, que sea menos salvaje que el de los neoliberales. Es una lucha entre capitalismos. Está afuera de la agenda de los pueblos la alternativa socialista.
¿Qué es socialismo hoy?
El socialismo en la Argentina, en términos históricos, está instalado, pero la idea asamblearia de constituir un pensamiento socialista moderno, necesitaría –indudablemente- de la asamblea para ir pensando entre todos qué socialismo queremos. La clave sería la herencia, el cuestionamiento de la propiedad y también que el sistema productivo esté en manos de quien la trabaja.
¿Cómo ves la izquierda en nuestro país?
La veo electoralista, cosa que a mí me da un poquito de vergüenza, porque se meten en el sistema de una democracia burguesa, que les gana en términos de estructura y desde allí está claro que no se puede llegar a un cambio. O sea, estoy en desacuerdo con que la izquierda este en las urnas. La urna es para amansados ciudadanos que buscan en el Estado la resolución de la corrupción.
¿Sería posible pensar un sistema sin Estado?
Sería extraordinario que se pensara, porque evidentemente una vez que se establece, el Estado te va a ganar. Es como ir a Mar del Plata a jugar a la ruleta y decir: ‘Saquen el grupier’. Entonces se acaba el juego. Es un juego perverso y habría que charlar para ver cómo hacemos, porque el neoliberalismo tampoco cuenta con el Estado.
¿Será por eso que hay variantes neoliberales que se autodenominan libertarias desde una concepción anarquista filosófica?
Sí, pero la clave de los anarquistas es ‘No al Estado’ y nadie es propietario de nada.
Ni Estado, ni mercado sería…
Sí, sí, una vez que hay Estado, el mercado responde a su estructura de explotación. Parecería que estamos lejísimo de eso. Me da la impresión que para la construcción de esto hay que tener valores y principios, contando mucho con las derrotas. Si vos querés cambiar tanto las cosas, vas a ser varias veces derrotado. Los intereses son muy grandes y lo que existen son las diferencias en el modelo del capital. Habría grieta si se hablara de un cambio estructural de país, es decir, un socialismo nacional.
¿Ves al peronismo como una etapa del capitalismo que vaya hacia el socialismo?
No, incluso el peronismo puede retrasar, puede frenar un cambio social profundo. Porque al reformar aparece el ‘gatopardismo’, el cambiemos algo, para que todo siga igual que antes.
Teniendo las elecciones tan cerca y viendo al peronismo que, como decís, no representaría el cambio y la izquierda estaría aburguesada, ¿qué opciones existen?
Hay opciones. Porque la resistencia que se ha dado en la Argentina, inclusive en el tema electoral, la sorpresa de la mayoría, y la diferencia enorme (del resultado de las PASO) están indicando claramente que hay sectores que han resistido a todo esto que está pasando. No son tomados en cuenta, no creo que los candidatos del Frente para Todos estén pensando en integrar a los que se movieron en la calle, casi todos los días. Ellos quedan como montados sobre lo insurreccional, se adueñan de lo insurreccional y con eso apagan el fuego de un cambio social en serio.
¿Estás hablando de cierta militancia?
No te creas, porque la militancia, en general, no es la que ha conducido esta resistencia frente al atropello. Creo que hay una diversidad que marcha junta. Pero, a la vez, hay una diversidad que se opone, que está en contra y que es mucha gente. Ahora se demostró con las elecciones, para las que les salió la medición como el culo. Se tenía confianza en todas las consultoras y resulta que no era así. Y eso quiere decir que hay una alternativa que está en la latencia y que no tiene identidad.
¿Te referís a ese famoso tercio fluctuante, que va para un lado o para el otro, que es el que termina definiendo elecciones?
No me parece que sea un tercio, me parece que por lo menos es el 50 por ciento, o mucho más. Si no, no hubiera pasado lo de estas elecciones. Y vamos a ver qué pasa, porque de estas elecciones que pasaron se va a contagiar un sector y esa es la rebeldía inesperada. El periodismo está a 14.000 kilómetros de lo que está pasando. Yo conozco ‘un’ periodista como la gente en todo el país.
¿Quién es?
Carlos Aznares (director de Resumen Latinoamericano, ex militante y colaborador de Rodolfo Walsh). Me parece que es el único que está viendo lo que está pasando, en términos de lo que se puede hacer. No está en relación con el Estado, no está en relación con ningún sueldo. Está relacionado con lo que está pasando con la gente, con los trabajadores y con lo que la Argentina ni siquiera quiere reconocer, que es la fuerza de los piqueteros que desarmaron cualquier posibilidad de que se instalaran los neoliberales para siempre.
¿Cómo ves al feminismo, dentro de estas resistencias?
Es la más legítima, la más potente. Una insurrección que se da con todos esos colores, es indestructible. Si esa insurrección tiene un solo color, no existe más, pero cuando se da de esta manera es indestructible.
¿Lo ves como una fuerza capaz de mover un poco la estantería del neoliberalismo?
No se pueden saber los alientos que tienen las llamaradas. Nunca es producto de una misma madera. Es una llamarada linda porque tiene alta inocencia, alta potencia, alta bronca. Y hoy una bronca que aparezca en la calle es lo único que brilla.
Y con respecto a tus piezas teatrales, ¿existe cierta igualdad que atraviesa a los temas que desarrollás? ¿Podés escribir una obra sobre Rosa Luxemburgo, en La conducta de los pájaros y otra sobre un enfermero en La Medicina. Tomo I?
Para mí eso es inesperado, yo no me propongo ‘voy a escribir sobre esto’, me aparecen entusiasmos sobre alguna imagen, inclusive combinando con preocupaciones sociales. Se podría decir, desde afuera, que es un teatro político. Pero yo no lo veo así.
Pero es político…
No, lo veo como hallazgos: ‘Mirá esto, que atractivo, que es para pensarlo, para jugar’.
Tener que clasificar a tus obras en un género es complicado…
Es que está de moda el tema del ‘género’, entonces se traslada a todos los ‘géneros’. ¿De qué género sos? Y… hay tantos géneros como personas. Cada persona tiene su propia ge-ne-ro-si-dad.
¿Podrías ahondar en la figura de la ge-ne-ro-si-dad?
Claro, porque la ‘generosidad’ es el dar y todo lo que signifique sensualidad y sexualidad, siempre se pensó que está puesto para el otro, para que el otro tenga placer. Cada uno tiene puntos en el cuerpo, en la cabeza y determina la singularidad de su género. De su cómo quiere ser querido.
¿Vas a estrenar otra obra, ahora dentro de poquito?
Está Potestad en el “Caras y Caretas” y acá, en “Caliban” La Medicina. Tomo I y La conducta de los pájaros y una obra mía: No te vayas con amor o sin él que se estrena en septiembre, pero no la estoy dirigiendo. Pero la actriz se las trae, es muy buena. Y el tema de la obra es el amo y el esclavo. Es la lucha del esclavo para ser amo, no es para terminar con lo binario de amo y esclavo. Esa obra tiene esa tesis.