Por Laura Pomilio
Fotografía: Gentileza Valter Pomar

Militante de izquierda desde los 12 años, doctor en Historia Económica y profesor
de la Universidad Federal de ABC (UFABC) de San Pablo, Valter Pomar (52) ha
ocupado diversos cargos dentro del Partido de los Trabajadores (PT), adonde se
incorporó en 1982 y, con el tiempo, llegó a formar parte de la Dirección y de la
Comisión Ejecutiva Nacional. Fue vicepresidente tercero de la agrupación y de
2005 a 2010 se desempeñó como secretario de Relaciones Internacionales.
Actualmente sigue militando pero está más volcado a la docencia. Pomar –para
quien el PT es el principal partido de la izquierda del país porque representa a la
mayoría de los sectores de la vanguardia obrera, popular y juvenil– repasa los 14
años de gobierno Lula y Dilma, hace autocrítica y analiza los vaivenes de la tensa
relación con la derecha brasileña en las últimas cuatro décadas.

¿Cuáles fueron los principales logros del PT?

Desde el punto de vista estadístico, está más que probado que nuestro período en
el gobierno fue positivo para la inmensa mayoría del pueblo brasilero, teniendo
como telón de fondo que nuestro país es uno de los más desiguales del mundo.
Siempre puede haber un negacionista que crea que esto no fue así, pero los
hechos son testarudos. Está claro que en términos de empleo, salario, pensiones
y derechos civiles hubo una mejora general.

¿Y en toda su historia?

El mayor logro del PT fue que durante casi 40 años –desde 1980 hasta la
actualidad– la izquierda brasilera como un todo, con sus organizaciones y su
diversidad, pero en particular el PT, que es la principal expresión de la izquierda,
ha conseguido que la clase trabajadora tenga la mayor fuerza política, el mayor
nivel de organización y de conciencia de toda su historia.

¿En qué se refleja este empoderamiento?

Si lo comparamos con todo el período republicano, incluyendo las dictaduras pero
también las fases más o menos democráticas, nunca la izquierda tuvo tanta
expresión política como ahora. Es un gran logro haber sacado a la izquierda como
mera fuerza auxiliar de los sectores democráticos de la clase dominante, correrla
de ese lugar de fuerza minoritaria sin ninguna influencia en la lucha política. El PT
hizo de la clase trabajadora una protagonista de primera línea. Por eso lo que está
pasando estos días tiene tanta importancia.

¿Qué autocrítica debe hacer el PT?

Si hay alguna autocrítica que se debe hacer, es sobre la ilusión que amplios
sectores del partido se hicieron de la clase dominante brasileña. Creían que esta
clase, conformada por capitalistas, sus representantes políticos, medios de
comunicación, Fuerzas Armadas y la cúpula de la burocracia estatal, había hecho
las paces con la democracia y el bienestar social. Creyeron que estaban
dispuestos a aceptar que las capas populares tuvieran más derechos. Lo que pasó
de 2015 en adelante ha demostrado que aquello era sólo una ilusión. Entonces no
se prepararon para lo que está pasando ahora, para el momento en que la clase
dominante dice “ya basta, no más cambios, no más democracia, no más
bienestar”. La clase dominante está actuando como siempre actuó, de manera
antidemocrática, antisocial y antiderechos, sumisa a los intereses de los Estados
Unidos.

¿Bolsonaro sería sólo un títere de la clase dominante?

No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante. Hace un par de
días, un reportero llamado Cristiano Romero ha publicado en Valor Económico, un
diario de mucha influencia entre los empresarios, una nota que dice que para los
sectores financieros sería muy útil que hubiera en Brasil una dictadura más o
menos como la de Augusto Pinochet en Chile. O sea, ellos creen que los niveles
de organización y de representatividad que ha alcanzado la izquierda no se
podrán revertir solamente con una derrota electoral. Por eso están cada vez más
dispuestos a invertir en una solución de tipo fascista. Porque esperan que el
fascismo haga acá lo mismo que en otros sitios, un amplio proceso de
exterminación política y física de la izquierda.

¿Física?

Quien ha hablado específicamente de eliminación física con todas las letras es un
cavernícola llamado Olavo de Carvalho, un ensayista y filósofo brasileño que
apoya la  candidatura de Bolsonaro y escribe desde Estados Unidos. Cuenta con
mucha influencia en los sectores de ultraderecha hace ya muchos años, y dijo
textualmente que al PT no basta con derrotarlo, hay que destruirlo. Al respecto, el
propio Caetano Veloso publicó una columna en la Folha de San Pablo en directo
repudio a este tipo de expresiones. El problema más grave es que Carvalho no es
un loco aislado, es el emergente de una opinión que comparte una amplia parte de
la clase dominante.

¿Cuál es la situación económica y social hoy?

Tras el golpe de Estado, el gobierno de Michel Temer ha implementado muchos
cambios para peor en la legislación laboral, la remuneración y las jubilaciones, así
como en los fondos para políticas sociales. La situación es muy mala y se puede
constatar recorriendo las ciudades y mirando la gran cantidad de personas que
están en la calle.

¿Qué implicancias puede tener una victoria de Bolsonaro?

Significaría un retroceso muy fuerte. La situación puede empeorar y mucho porque
Bolsonaro, además de los cambios que puede hacer en la legislación, va a
desencadenar una represión abierta contra todo tipo de organización vinculada a
la clase trabajadora. Esto va a reducir la capacidad de resistencia y va a autorizar
a los patrones, los capitalistas y los latifundistas y a todos aquellos que detenten
intereses económicos y poder, a que puedan explotarla todavía más.

Acerca de las declaraciones de Bolsonaro en materia de seguridad y su
apoyo a la última dictadura, ¿qué análisis hace?

Un eventual gobierno de Bolsonaro significaría una especie de aplauso de lo que
pasó en la dictadura militar brasileña y lo que pasa cotidianamente en la represión
a las capas populares de las grandes y pequeñas ciudades. Sería una especie de
autorización para reprimir y matar. No estamos delante de una derecha normal
porque lo que estos tipos pretenden no es solamente desencadenar una campaña
de mentiras o profundizar el neoliberalismo, van a imponer un nivel de regresión
social y de las libertades democráticas que será una especie de dictadura de
nuevo tipo.

«No es Bolsonaro el problema de fondo, es la clase dominante», afirma Pomar.

¿Qué diferencia a este avance fascista de otros?

A diferencia de los fascistas de Europa o Estados Unidos, este fascismo no es
industrializante: es neoliberal y desindustrializante. A nivel regional, será un
gobierno alineado con los Estados unidos y con lo que peor de la oligarquía
latinoamericana.

¿Qué lectura hace del contundente apoyo que recibió en primera vuelta?

Siempre hubo una porción importante de la población brasileña que ha votado
posiciones de derecha. Por ejemplo, en 2002, cuando Lula fue elegido por primera
vez para la presidencia, la candidatura de la derecha obtuvo 37% de los votos.
Siempre hubo un sector que ha apoyado políticas neoliberales, entreguistas y
conservadoras social, económica y políticamente.

¿Qué rol ha cumplido el Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB)?

Lo que sucedió en estos últimos años es que este sector más derechista de la
población estaba representado por el PSDB, que poco a poco fue moviéndose
más hacia la derecha. Hasta que en 2014, su candidato, Aécio Neves, no aceptó
el resultado de las elecciones y lanzó una campaña por el derrocamiento de Dilma
Rousseff. Y para hacerlo ha estimulado y movilizado a lo más cavernícola de la
sociedad. Contaron con el apoyo de los medios, del empresariado y de los
partidos de derecha tradicional. Todo esto ha impulsado a la ultraderecha a ocupar
las calles y a hacer discursos reaccionarios. Desde 2015, la derecha tradicional,
los medios hegemónicos y los capitalistas supuestamente modernos, han sido los
principales responsables de respaldar, difundir y financiar el fascismo.

Sin embargo el candidato del PSDB, Geraldo Alckmin,  sólo sacó el 4.76% en
primera vuelta…

Exacto, porque ellos no contaban con que los fascistas tuvieran una candidatura
que desbancaría a toda la centroderecha. Todos los partidos golpistas de la
derecha tradicional tuvieron una votación muy baja. Y la extrema derecha, que
originalmente fue estimulada por la “derecha normal”, hoy tiene todo el
protagonismo. Por lo tanto, los que tienen responsabilidad sobre esto son los
hombres de la socialdemocracia brasilera y sus aliados de centroderecha. El
número de los que apoyan esta candidatura de extrema derecha es similar al que
ha apoyado en 1989, en la segunda vuelta, a Fernando Collor de Mello, y en las
elecciones siguientes, las candidaturas apoyadas por el PSDB. Es un tercio de la
población. Tuvieron la posibilidad de vencer si hubieran contado con el apoyo del
centro. Este es el gran problema.

¿Por qué?

Porque muchos sectores del centro, como el ex presidente Fernando Henrique
Cardoso, responsable de la implementación del neoliberalismo en Brasil pero que
siempre se presenta como un demócrata, hoy no toma partido. Como si fuera lo
mismo, como si no estuviéramos delante de un fascista que una vez declaró que
“había que hacer el trabajo que la dictadura militar no hizo, matar a unos 30 mil
empezando por Fernando Henrique Cardoso”. Entonces, aunque no fuera por otro
motivo que la defensa de su propia vida, Cardoso y muchos de los próceres de la
socialdemocracia tuvieron y tienen el deber moral y político de tomar partido, pero
no lo hacen.

¿Se le fue de las manos a la derecha tradicional el proceso electoral?

Luego del golpe en Brasil en 2016, el plan de los golpistas era hacer una reforma
radical de derecha y neutralizar al PT y a Lula para ganar las elecciones
presidenciales de 2018 con una candidatura socialdemócrata, lo que acá en Brasil
significa decir centroderecha, pero eso no pasó. Iniciaron los trabajos de reforma
de derecha, golpearon duro a Lula y al PT, pero la segunda vuelta de las

elecciones no se da entre los socialdemócratas y el PT y sí entre la extrema
derecha y PT.

¿Qué es lo que llevó a Fernando Haddad al balotaje?

Hay muchos motivos, pero los dos principales son el apoyo popular, en especial
en los estados del noreste, por lo que hizo y por lo que representa Lula, y la
inmensa resistencia que ha demostrado tener el PT. Una gran parte de la
población se siente identificada porque nos opusimos al golpe, nos oponemos al
neoliberalismo y porque expresamos una crítica al sistema político.

¿Cómo caracteriza a Bolsonaro?

Es golpista y ultraneoliberal pero se presenta a la población con un perfil
antisistema, más o menos como hizo Trump. Pero es sólo un mito. Bolsonaro es
diputado hace 27 años, estuvo en todos los partidos de derecha y apoyó a todos
sus gobiernos. Es lobista de una fábrica de armas. Miente para dar un motivo que
lleve a muchos sectores, incluso a los más pobres, a votar por él. Ese motivo es el
mito de ser un hombre que lucha contra el sistema. Tanto Bolsonaro como
Haddad representan a partidos que tienen una fuerte crítica al sistema político.
Claro que la de Bolsonaro es una mentira, la del PT es una realidad.