La Litoraleña es una fábrica de tapas para empanadas y pascualinas que funciona desde 2015 de manera autogestionada en el barrio de Chacarita. Está conformada por 55 trabajadores que hace pocos meses consiguieron el reconocimiento legal como cooperativa de trabajo. Además, inauguraron un local de venta directa al público ubicado en Garay 3768, en el barrio porteño de Boedo, donde también venden productos de otras cooperativas. ANCCOM recorrió las instalaciones de la planta y dialogó con los trabajadores, que en el plazo de un año deben demostrar que la empresa es solvente.
“El 27 de octubre de 2017 cumplimos dos años desde que se paró la producción y al poco tiempo se empezó la gestión obrera. La nueva etapa comenzó a partir de que logramos legalidad como cooperativa de trabajo”, explicó Fabián Pierucci, asociado a La Litoraleña que integra la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA). Durante un año y medio los trabajadores cumplieron con los trámites judiciales necesarios para conseguir la continuidad laboral y la justicia les otorgó el permiso de explotación.
“En 2015 veníamos sufriendo malas condiciones de trabajo, salarios atrasados, incumplimiento de pago de las cargas sociales. Decidimos no irnos de la fábrica hasta que nos pagaran lo que nos debían, hasta que se solucionara nuestro problema. Ahí empezó la lucha, estuvimos dos meses en esas condiciones”, sostuvo Luis Baini, presidente de la cooperativa.
De los 115 empleados que tenía la empresa, 80 mantuvieron la medida. Actualmente son 55 los trabajadores los que forman parte de la cooperativa.
Baini recordó los inicios de la nueva Litoraleña: “Decidimos por votación conformarnos en cooperativa, vimos que teníamos una manera de salir y decidimos reactivar la producción como autogestión. Teníamos un muy buen abogado de FACTA que la peleó junto a nosotros y ganamos tanto en lo penal como en lo comercial. Yo estaba imputado por usurpación y salí sobreseído hace poco tiempo. Logramos la matrícula de cooperativa y hoy tenemos legalidad.”
Miguel Ángel Ríos trabaja en La Litoraleña desde hace quince años y en los últimos meses vive además en la fábrica junto a otros compañeros. “Los ingresos que nos llevamos por semana son de alrededor de $2500. Confiamos en que mas adelante vamos a poder aumentar la producción y generar mas ingresos para todos”, afirmó. Y destacó la importancia del trabajo en equipo: “Confío ciegamente en el grupo y se que vamos a lograr mejorar la situación. Todos tienen mucha experiencia y son muy trabajadores.”
Pierucci destacó las mejoras de las condiciones de trabajo bajo la modalidad de la autogestión: “En esta etapa se pone de manifiesto la diferencia de objetivos de la empresa bajo patrón y la empresa como cooperativa de trabajo. Mientras bajo patrón el objetivo es la ganancia, aun con formas ilegales o turbias, el objetivo de la cooperativa es mantener los puestos de trabajo genuinos y aumentar todo lo posible la calidad de vida del trabajador.”
“Ahora tenemos que empezar a aumentar el volumen de venta para poder tener nosotros más ingresos”, afirmó Baini. En el mismo sentido, apostando a sostener y acrecentar el nivel de producción, Pierucci explicó: “La idea es ampliar las ventas lo máximo posible, para eso tenemos que empezar a reconquistar segmentos de mercado y abrir nuevos canales de distribución.”
La Litoraleña produce distintas versiones y tamaños de tapas de empanadas y pascualinas, que se venden en su local de venta directa al público ubicado en Boedo.
La mayor parte de los insumos que la fábrica necesita para producir los obtiene comprándolos a otras fábricas autogestionadas. “Empezamos a buscar vínculos con otras cooperativas de trabajo, la idea es integrar todo el proceso de producción o gran parte del mismo de forma cooperativa. Hacia afuera lo fundamental es ser solidario”, sostuvo Pierucci. Y agregó: “Creemos que es importante contactarnos con el consumidor de tal forma de dar a conocer que la gestión obrera tiene un plus. Nosotros también somos consumidores y nos interesa mucho mantener la calidad de la producción”.
El fallo judicial que legalizó a la fábrica como cooperativa les impone tiempos. Tienen el límite de un año para demostrar que pueden mantener los puestos de trabajo y estar en mejores condiciones. Confían en que van a lograr mantener la cooperativa: ingredientes fundamentales como el apoyo del grupo y su capacidad de lucha ya los tienen.