Por Vittorio Petri
Fotografía: Fotos www.buenos aires.gob.ar

Es domingo y la Avenida Del Libertador, entre Intendente Bullrich y Sarmiento, está vallada para contener el eventual desborde del espíritu navideño. El inicio del espectáculo está previsto para las 17 pero la gente espera desde las 16 para no perderse ningún detalle. Según cifras oficiales, unas 85 mil personas se acercaron a celebrar el cumpleaños de Jesucristo (ocho días antes de la fecha).

Si se hace una cola de 200 metros, un puesto del Gobierno de la Ciudad regala gorros rojos y blancos con su logo característico. Adela, una jubilada de unos 65 años, está en la fila y comenta: “Mirá el sol que hace después del tormentón de ayer, esto es porque Papá Noel quiso una fiesta así”. Consultada por ANCCOM sobre la reforma previsional, dice que prefiere no hablar de política. “Voté a Mauricio para que solucione los problemas y yo no me tenga que preocupar”, afirma Adela, que sigue creyendo en Macri y quizás también en Papá Noel.

Rodriguez Larreta rodeado de niños y sus familias.

Por todos lados se ven duendes con el logo del Gobierno porteño en el hombro, vestidos de verde, rojo y amarillo y botitas con cascabeles. Papá Noel parece haber incorporado granaderos a su staff ya que hay algunos uniformados de azul y colores navideños. Los niños, felices, se sacan fotos con ellos y sus botas. Hay tres puntos de encuentro para que los que se pierdan puedan ser hallados por sus familias.

Han sido dispuestas quince pantallas gigantes, cada una con sus parlantes y luces, cerca de diez cámaras, algunas sostenidas por grúas, seis carrozas gigantes, más de 350 artistas y 200 bailarines, sin contar seguridad y organización. Además, a pocos metros del desfile, en Plaza Seeber, se montó un parque temático navideño que se puede visitar hasta la Nochebuena. Se trata de una instalación de 100 metros cuadrados con objetos alusivos y “la casa de Papá Noel” en la que se puede entrar, mirar y salir.

“Hice toda la cola para que me digan que no quedaban gorritos”, se queja Marta. Parece que repartieron pocos. “Celebremos juntos la magia de la Navidad”, anuncia un locutor por altoparlantes. Betiana, sentada junto a su hija en el cordón, escucha la voz y dice: “A ver si pidiéndole a Papá Noel y con magia se le abre una vacante en la escuela”, y se ríe. Su nena fue una de las 11.958 chicas y chicos que quedaron en lista de espera el año pasado. “Hablando en serio, todo esto es muy lindo y mi hija me mata si no la traigo, pero hay cosas más importantes”, subraya.

La típica foto navideña: las familias posan junto a Papá Noel.

Mientras los niños esperan ansiosos el desfile, las pantallas gigantes van mostrando a las familias congregadas y, mediante un efecto especial, aparece un globo aerostático que tira regalos imaginarios sobre la multitud. Un padre señala la pantalla a sus hijos: “Miren, abran los brazos”, y los pequeños le hacen caso y festejan como si fueran rociados con algún tipo de estimulante.

Un joven de 25 años vende porciones de torta en el interior del perímetro. Cuenta que pudo ingresar pero que “no dejaban pasar a cualquiera, salvo que tengas licencia”, y dirige la vista a uno de los foodtrucks habilitados con la inscripción “Desfile navideño de la Ciudad”. Prefiere no dar su nombre y se ataja: “No me cabe todo esto, estar acá, pero de algo tengo que vivir”.

Son las 17:10 y una familia de cinco pasa, helados en manos, caminando por delante de una nena que al verlos le pide un helado a su padre. “Son muy caros -le responde-. Vení que ya arranca”. La levanta, la pone sobre sus hombros y se aproxima al vallado detrás del cual unos 50 bailarines realizan la coreografía con la que comienza el desfile. Cinco minutos más tarde, se suman los duendes y las hadas haciendo acrobacias y malabares.

Más de 350 artistas y 200 bailarines se contrataron para el Parque Navideño.

Veinte minutos después, un duende ubicado en un atril con forma de sillón da la bienvenida desde allí e informa: “Estoy aquí a pedido del jefe, o como ustedes lo conocen, Noel, para supervisar todo”. Acto seguido, una sucesión de carrozas recorren Libertador arrojando a su paso burbujas a los niños, tal vez preparándolos para los hidrantes que pueden recibir cuando sean grandes.

El presentador, para describir el segundo carro, explica: “Los duendes son como todos ustedes, muy trabajadores, y depositan la esperanza, el amor y la alegría en su máquina de hacer regalos”. Parece que Papá Noel, además de sumar granaderos a su equipo, también sumó a otro Barba: Durán. Entre las carrozas circulan alegres en sus bicicletas los carteros, “los encargados de que las cartas lleguen a destino sanas y salvas”. Por el bien de los niños, es de esperar que en el Polo Norte no hayan decidido entregar la concesión del correo al Grupo Macri.

Pasadas las 18, el desfile entra en su etapa final cuando ingresa a escena Papá Noel, de barba y anteojos, y ríe de alegría: “¡Jo, jo, jo!”. Horas después, ya sin la máscara, será un jubilado de carne y hueso al que le habrán recortado sus haberes.

Por la tarde, el desfile de Papá Noel.

Actualizado 28/12/2017