Por Catherine Silva
Fotografía: Daniela Morán

El Cine Argentino Va a la Escuela es un programa que busca difundir el cine argentino en establecimientos educativos de puntos extremos del país llevado a cabo por la Asociación de Directores Cinematográficos (DAC). La semana pasada viajó el equipo con la actriz Ana Celentano “para estar martes, jueves y viernes en General Madariaga, Balcarce y Mar del Plata”, dijo a ANCCOM Marcela Carreira, coordinadora del programa.

La Asociación fue creada, en 2013, por los directores de cine, quienes conformaron una sociedad de gestión que recauda los derechos de autor. Una demanda histórica obtenida durante el anterior gobierno.

Un mapa de Argentina presenta varias marcas con anotaciones

Mapa donde se identifican las escuelas a las que concurrió el programa «El cine argentino va a la escuela».

El Cine Argentino Va a la Escuela se realiza desde 2014, cuando la asociación de directores recibió varios informes de que muchos estudiantes secundarios no iban al cine por razones culturales: “Ahora los chicos miran en la tele, en la tablet o en la computadora. También existen razones geográficas, porque no tienen cines cerca o porque muchas salas cerraron; y la otra es una cuestión económica. Y los que sí van al cine, no van a ver películas argentinas”, enumeró Carreira.

La idea de ir a escuelas en lugares recónditos es llevar el cine como si estuvieran en el cine: una pantalla grande, todo en silencio y a oscuras, con un buen sonido, sin que nadie pause la película y en compañía de compañeros y docentes. Después de la proyección se hace una charla debate con alguno de los protagonistas de la película, una actriz, un actor; o alguien que haya participado en la producción: el director, un técnico, un guionista o un productor.

En 2014 la DAC visitó 19 escuelas, 52 en 2015, 121 en 2016 y 104 hasta noviembre de 2017, con un total de 37.430 espectadores desde el comienzo del Programa. Al principio fueron escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, tras un acuerdo del Ministerio de Educación. Después, la Fundación se comunicó con escuelas rurales del conurbano; de Esquel, provincia de Chubut; y de Jachal, provincia de San Juan. La propuesta interesó y hacia allá viajó el equipo. A partir del 2016, por el boca a boca, la experiencia de las salas de cine montadas en salones de escuelas se fue difundiendo y empezaron a llegar pedidos del Conurbano y otras provincias del interior del país.  

“Nos manejamos por pedidos y creo que es unas de las cosas interesantes que tiene este proyecto —aseguró Carreira—. La solicitud es de un docente o de un directivo de la escuela y el trabajo pasa a ser en conjunto: nosotros no podemos ir antes a ver el espacio, entonces el que nos hace el pedido tiene que mandarnos fotos, medidas para planificar el sonido, los materiales que llevamos para oscurecer, porque la idea es ver cine como en el cine. Se hace todo un trabajo previo que tiene que ver con un compromiso y una necesidad de la escuela. Y ellos eligen la película”.

Marcela Carreira posa, sonriente, en un jardín.

Marcela Carreira, Coordinadora del programa «El cine argentino va a la escuela» de la Fundación DAC.

La última provincia visitada fue Tierra del Fuego, el Programa llegó a las ciudades de Río Grande, Tolhuin y Usuahia: cuatro escuelas en cuatro días. Y ahora llegó el turno a Mar del Plata.

El Programa es para estudiantes de secundaria aunque a veces en las escuelas rurales o indígenas juntan a los chicos de todas las edades por lo que se incorporaron dos películas más a la caja de filmes que en cada visita dejan como regalo a la escuela: Metegol y El Arca. Además de Relatos Salvajes, Camila, Kamchatka, Cordero de Dios, Luna de Avellaneda, El secreto de sus ojos, Días de vinilo, Sin retorno, Tesis sobre un homicidio, Hermanas, Tiempo de valientes, Tango feroz, Igualita a mí, Un cuento chino, Betibú, Vino para robar, Refugiado, y Corazón de León.

Las establecimientos que visita la Fundación son públicos y, en su mayoría, rurales. “Cada escuela es un mundo, es increíble, pasa algo distinto —describió la coordinadora—. Los chicos están chochos, esperándonos. A veces nos quedamos a dormir ahí porque no tenemos otro lugar a donde ir. En una escuela nos pasó que comimos de las mismas cosas que los chicos plantaban, del pan que hacen para la mañana. Después de la proyección algunos nos muestran cómo les dan de comer a los chanchos. Nosotros les mostramos una cosa y ellos otra».

En el 2014 las visitas de la Fundación DAC fueron un 68% en CABA, un 21% en Buenos Aires y 11% otras provincias. Este año, en cambio, un 2,92% se cumplieron en la Ciudad Autónoma, 34,45% provincia de Buenos Aires y 54% en otras provincias.

Las escuelas rurales quedan lejos de las casas, entonces los chicos llegan a dedo, a caballo o en autos de los propios docentes que pasan a buscarlos. En general, describió Carreira, las escuelas rurales tienen pocos alumnos -entre 20 o 30 estudiantes- y en alguna, como por ejemplo en Espigas y Cañuelas, duermen en las escuelas una semana, luego se va ese grupo y viene otro. La semana que están en sus casas, las maestras pasan a dejarles tarea.

“En algunas escuelas se vuelven locos porque está el actor, se toman fotos por ejemplo con Claudio Rissi, habían visto El Marginal y no lo podían creer que estuviera ahí con ellos. A veces hacen preguntas sobre la película en sí, o sobre el oficio: por qué fueron actores o actrices. Fernando Spiner, director de Aballay, el hombre sin miedo, se emocionó porque una chica se le acercó y le dijo: A partir de hoy voy a soñar que puedo ser una artista”, cuenta Carreira y agrega: “Es lindo que no vean que es una cosa de marcianos sino que es gente que trabaja y ese es su oficio, algunos están en la cámara, otros actúan; y que no es gente que los tocó la varita mágica. Son anécdotas que sintetizan nuestras experiencias y me quedan grabadas”.

Una caja de madera donde figura la inscripción "Fundación DAC" porta veinte películas de cine nacional.

«Camila», «Nueve reinas» y «El secreto de sus ojos» son algunas de las películas que dejan en las escuelas.

Hay escuelas en las que se genera un vínculo fuerte con el equipo de la Fundación, por ejemplo a una escuela de Bowen, Mendoza, que queda en la nada, ya fueron tres veces. El director del colegio, según Carreira, le pone mucha pila a la escuela y tienen una radio. Además, los chicos hacen cortometrajes. “La primera vez que fuimos fue Miguel Cohan, director de Sin retorno y Betibú; y justo los chicos estaban filmando un corto sobre bomberos, los mismos pibes actuaban y él los ayudó y aconsejó, ese mismo año volvimos y ya estaba terminado, entonces lo vimos en pantalla grande”.

El año pasado, en noviembre, en la localidad bonaerense de Balcarce, DAC proyectó la película Vino para robar y en la visita participó Ariel Winograd, el director. “Luego de la proyección -recuerda Carreira-, las maestras nos dijeron que estaban trabajando sobre violencia de género y que les habían pedido a los chicos que hagan un corto con el celular. Pasaron el corto y quedamos todos asombrados. ¡Era fuertísimo! Era muy profundo como contaban el tema violencia de género y el chico le pegaba a la chica, luego le pedía perdón. Yo pensé que iba por ese lado pero termina con la muerte de ella. Muy bien contado. Termina el corto y se presenta el director y Ariel dice: discúlpenme, pero yo no quiero hablar de mi película. Quiero hablar del corto”.

Las realidades en cada escuela son diferentes: “En otra escuela de Mar del Plata los chicos no conocían el mar y es una ciudad que la rodea el mar. Es una escuela bastante marginal, con padres presos. Proyectamos la película Tiempo de valientes, fue Gabriela Izcovich y le preguntaron por qué ganaron los malos. Para esos chicos los malos eran los policías”, cuenta la impulsora del proyecto que no para de sorprenderse en cada una de las proyecciones. “En Lago Puelo, Chubut -ejemplifica- la docente nos recibió con una nena en brazos y le pregunté: ‘¿Te venís con tu hija a trabajar?’. ‘No, es la hija de una alumna’, me contestó. O sea, la chica quedó embarazada a los 13 años y para que siga yendo a la escuela, va con la beba y se la van rotando entre las maestras. En la Ciudad (de Buenos Aires), en el Nicolás Avellaneda, escuela pública una chica quedó embarazada y dejó de ir. Me acuerdo una escuela en el Bajo Flores, una escuela muy brava, marginal. Tuvimos que atrasar la película porque se había atrasado la merienda y era la única comida que tenían los chicos y estoy hablando de 20 minutos del Centro porteño. Y cuando les dábamos el programa, nos lo revoleaban. Empezó la película y no volaba una mosca. Se reían. Y yo me decía: ‘esto vale’. A la salida se veían otras caras”.

En el equipo son las mismas personas: Marcela Carreira, coordinadora de la Fundación DAC; Ricardo Piterbarg, productor y director; Diego Aparicio, cámara y edición; Pablo Córdoba, sonidista y entrevistador. En el mes viajan una o dos semanas. La coordinadora cuenta que es una tarea preciosa y gratificante. En los viajes se empieza a las 6 de la mañana y se termina a las 10 de la noche. “Todos vamos contentos y, por lo menos, generamos un buen momento”.

“También hacemos donaciones —agregó Carreira—. Hasta el año pasado teníamos un acuerdo con el INCAA y nos cubría los pasajes aéreos, pero cambió el Gobierno y eso ya no está más. La actividad es financiada 100% por la Asociación de Directores pero con este acuerdo permitía que en algunas escuelas podamos dejar proyectores, pantallas y sonido. En una escuela rural en Patricios, Provincia de Buenos Aires, les dejamos un equipo, los materiales para oscurecer (agropol) y ellos ahora hacen ciclos de cine”. La Fundación, además, donó equipos completos de proyección a Jachal, Esquel, Villa Lugano, Roque Pérez, al Centro Cultural Puerto Esperanza de Misiones, a la escuela 186 de Río Turbio. A la vez, a una escuela de Lugano le reparó el equipo de sonido y al Cine Grande de Tierra del Fuego le dejó una pantalla y una notebook.

En febrero, la Fundación DAC llegará a un comedor en Neuquén “porque nos llegó un vídeo de los niños donde cuentan que su sueño es ir al cine”, argumenta la coordinadora.

Hay otros dos proyectos  que impulsa la Fundación. Uno con la ANSES, para realizar ciclos de cine argentino para adultos mayores, y otro con el Ministerio de Desarrollo Social para proyectar películas para los presos que estudian la primaria y el secundario. Pero aún no se ha concretado ninguno.