Por Leticia Spinosa (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Serena Moyano

Las nuevas tecnologías permiten formas de aprendizaje sobre la naturaleza que no requieren del cautiverio y de la exhibición de animales; un chimpancé y una orangutana han sido reconocidas por el Poder Judicial argentino como sujetos de derechos y el zoo porteño se encuentra en proceso de reconvertirse en ecoparque. Esos tres elementos caracterizan una época en donde los zoológicos tradicionales se encuentran fuertemente cuestionados. El que está ubicado en Luján, en tanto, soporta críticas por permitir la interacción de los visitantes con distintas especies y algunas personas exigen su cierre.

El zoo lujanense se encuentra ubicado en el kilómetro 58 del Acceso Oeste. La transparencia del alambrado que lo rodea establece una especie de dualismo entre lo urbano y lo campestre. Al ingresar, enseguida se observan los leones, en dos jaulas ubicadas en la entrada. Luego, en el lugar del control de tickets, ya se puede comprar alimentos para los animales. Un museo de más de 350 ejemplares de máquinas agrícolas, vehículos militares y autos antiguos ambienta el predio de manera rústica. No hay caminos de cemento, solo calles de tierra en las que deambulan libremente patos de diferentes tamaños, mientras los autos que ingresan intentan estacionar con la precaución de no pisarlos.

Algunos guardaparques dan vueltas en bicicleta. Delante de un pony hay un cartel que indica que se puede dar un paseo gratis. El lugar posee un restaurante, áreas de parrillas, mesas amplias, plaza de juegos para niños y una calesita. Con cierta frecuencia, por los parlantes se anuncia una visita guiada por algún sector, en español y en portugués. Una música con ritmo a safari africano acompaña este momento aunque el sonido más fuerte es, sin dudas, el rugido de los leones.

Dos personas posan para una foto con un león recostado mientras un tercero los retrata.

A pesar de estar prohibido, los visitantes del zoológico se sacan fotos con los animales y los alimentan.

Los visitantes forman una fila para sacarse fotos acariciando el lomo de una leona y de un león que permanecen tranquilos. Al costado, separados por un alambrado, hay más leonas durmiendo junto a un perro. Hay otra fila para darle leche a un tigre, otra para alimentar a un oso y una más para brindarle comida a los cachorros de león. Un cuidador mantiene tirante una corta soga del cuello de un dromedario para que las personas puedan fotografiarse apoyándose contra su joroba. Por su parte, la elefanta Sharima está encadenada y debe levantar su trompa para las fotos mientras le dan de comer. Los visitantes parecen más deseosos de sacarse fotografías que por conocer las características particulares de cada animal.

Para Malala Fontán, integrante de la ONG #SinZoo, los zoológicos como el de Luján tienen fecha de vencimiento. “Me parece que la gente ha dejado de ir a zoológicos y que ya es pública la reprobación de usar a los animales en ese tipo de entretenimiento. Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en relación a los derechos de los animales, por lo menos en cuanto a zoológicos se refieren. Creo que se está abriendo bastante la conciencia animal en la conciencia de los seres humanos”, expresa.

En su artículo 8, la Ley Provincial 12.238 de Parques Zoológicos prohíbe “la alimentación y el contacto directo de los animales con el público, a excepción de animales domésticos que no revistan peligrosidad”.  En el Zoo de Luján hay carteles que indican esta prohibición que, sin embargo, no se cumple.

Una petición en la página Change.org pide el cierre de este Zoo y solicita a las autoridades que hagan cumplir las leyes. Un portavoz de la Asociación para la Defensa de los Derechos del Animal informa que enviaron a uno de sus integrantes al zoológico y que luego le escribió al Municipio de Luján para reclamar por lo observado. Por su parte,  la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia de Buenos Aires afirmó que llevó el tema a una instancia judicial. “Hemos hecho las actuaciones correspondientes y el caso lo tiene el juzgado a cargo del tema”, indica Florencia Burgos del Área de Prensa del organismo.

La ONG #SinZoo busca el cierre del zoológico de Luján mediante una petición en Change.org.

Por su parte, Jorge Alberto Semino, director del Zoo de Luján sostiene que la peligrosidad de los grandes felinos es manejada con “educación, amor y respeto”. “Compartimos su vida desde su nacimiento, pasan a ser como nuestros hijos, ellos nos respetan como si fuéramos sus padres. Esto nos da la oportunidad de educarlos. Les enseñamos a compartir la leche y tomarla de nuestra mano, le damos la carne en la boca, compartimos momentos de juegos y paseos con ellos desde bebés, así les enseñamos a ser suaves y por naturaleza son cariñosos. Aprenden a convivir con perros, los cuales nos ayudan en su educación, les enseñan a jugar de manera suave. Hace casi treinta años que criamos a tigres y leones de forma integrada a nuestras vidas, lo que nos permite tener una relación segura y formar lazos muy fuertes con ellos», expresa Semino.

El amansamiento de los animales es otro blanco de las críticas que recibe el zoológico. Muchos felinos permanecen durmiendo serenamente mientras los visitantes los observan y les sacan fotos, haciendo todo tipo de ruidos. La petición en Change.org indica que “es un secreto a voces que los animales están dopados”. Ante esa versión, Semino asegura: “Acusan de que nuestros animales estarían sedados para que se comporten mansos y tranquilos, cosa que es imposible de realizar. Si todos los animales se comportan de manera tranquila, amable y pacífica es porque se los crió desde chicos con amor y respeto”.

Otra petición en Change.org, más general, solicita que se deje de fomentar la visita a zoológicos y acuarios por parte de las instituciones educativas. Ana María Aboglio, abogada especializada en Filosofía del Derecho y Ética para los Derechos Animales, sostiene que los animales tienen intereses básicos como disfrutar y disponer de sus propias vidas, no sufrir y seguir viviendo. “Cobrar por la exhibición de un ser apresado –y es lo mismo si proviene de un rescate– bajo la excusa de la educación, es vender una realidad intolerable a espectadores que son llevados a insensibilizarse ante la desgracia ajena”, afirma la especialista.

Una foca tras las rejas de su jaula en el zoológico de Luján.

Otra petición en Change.org busca que se deje de visitar al zoológico desde instituciones educativas.

En ese sentido, la iniciativa de transformar el Zoo de Palermo en Ecoparque interactivo y educativo  apunta a mejorar la calidad de vida a los animales. Por otra parte, ya se cerraron zoológicos en Yastay, La Rioja, Mendoza, Santiago del Estero y Colón, en la provincia de Buenos Aires. Para Andrei Chtcherbine, guardaparque y también integrante de #SinZoo, convertir los zoológicos en centros de rehabilitación, en lugares para la educación ambiental, en espacios para la ciencia, la investigación, la conservación, lleva riesgos y puede tomar rumbos inciertos, pero es mejor que cerrarlos. “El Ecoparque porteño es un claro ejemplo de cómo las cosas pueden salir mal, sin embargo yo creo que es mejor intentarlo, seguir intentándolo, porque cerrar los zoos sólo empeorará muchos problemas que tenemos de falta de espacios para ayudar a la fauna silvestre”, reflexiona. En ese contexto…¿qué sucederá con el Zoo de Luján?

Actualizado 1/11/2017