Por Alejandra María Zani
Fotografía: Valentina Bellomo

Boca de Buzón, el dúo compuesto por Paula Maffía, y Mana Bugallo, combina música y poesía en una performance que rompe con las estructuras de cualquier definición y que se reconstruye dinámicamente sobre el escenario que las tenga de pie mientras esquiva cualquier tipo de etiqueta.  Se presenta una vez por mes en Casa Brandon, una casa cultural “heterofriendly”, y tiene un programa semanal en Radio Colmena producido por el escritor Juan Francisco Moretti.

¿Cómo es que se unieron y dieron vida a Boca de Buzón?

Si hubiese un Dios, diríamos que Dios nos cría y el viento nos amontona. Es un ambiente pequeño, somos cuatro, es todo muy endogámico. A mí (Paula) me invitaron a participar musicalmente de una colectiva interesante de arte y performance, que es el SUCEDE, y ahí nos conocimos. Teníamos muchos músicos amigos en común, y a fines de 2014 fue la presentación del libro de mi primo, Juan Moretti, en donde tocamos las dos. Ahí dijimos:  “Bueno, hagamos algo”. A los dos minutos ya teníamos lugar, fecha y estaba todo organizado. Se armó rápido.

¿Cuándo fue su primera fecha como dúo?

En febrero de 2015 en el Centro Cultural Sábato, que queda en las entrañas de la Facultad de Ciencias Económicas. Paula ya venía tocando ahí seguido, ellos tienen un ciclo de verano, y no quería volver a tocar sola. Es una covacha, divina y suena bárbaro, pero llevar gente en febrero a once, a un sótano sin alcohol, era una propuesta difícil. Se sumó Mana, y la idea era que ella hiciera Stand up y que yo hiciera la música, pero bajo la consigna de que siempre estuviéramos las dos arriba del escenario. Cada una iba haciendo un par de poemas, un par de canciones, pero entrados los primeros 20 minutos del asunto, nos dimos cuenta de que nos integrábamos muy bien.

Es decir, ¿cada una hacía lo suyo en el escenario?

En el momento, entre que un amigo de Mana trajo whisky, que fue un gran lubricante, nos dimos cuenta de que podíamos hacer algo juntas. Íbamos a hacer una especie de picadito, y terminó siendo todo como un gran guiso, y a la gente le re copó. Las personas que me fueron a ver a mí, que no conocían a Paula, quedaron flasheadas con ella, y yo tuve muy buena respuesta de la gente que la había ido a ver a ella. Después de eso, nos juntamos “a ensayar”. El ensayo salió pésimo, y nuestra vida salió genial. Fuimos en bolas al siguiente show, y nuevamente sucedió esa dinámica de que se mezclan las presencias de una y la otra, y respetamos ese formato. El espectáculo es lo que ocurre entre nosotras cuando estamos ahí, entre canción y canción.

«El espectáculo es lo que ocurre entre nosotras cuando estamos ahí, entre canción y canción», dicen Paula Maffía (izq.), y Mana Bugallo.

Empezaron a hacer una fecha por mes en Brandon, ¿están con la idea de que se haga una performance un poco más constante?

Estamos haciendo una franquicia. “La panchería Boca de Buzón” (risas). Nos gusta laburar juntas, las dos estamos medio embarradas de otras cosas, porque en su momento las dos teníamos proyectos que nos exigían muchísimo, y trabajar juntas es como un recreo. No siempre es tan fácil  ni tan cómodo. Hay muchas restricciones, pero entre nosotras dos, hay pocos “no” y le ponemos mucho amor. Hay una confianza de la una en la otra, las dos sabemos de qué va lo que hacemos, y nunca sugerimos algo que pudiera ofender a la otra.

Entonces, ¿van a seguir con más frecuencia?

Es desprolijo. Quedan dos fechas muy juntas, después un mes sin tocar. No tenemos un día fijo. Nos importa muy poco. No es como el ciclo menstrual. Es un beneficio que tenemos nosotras el que nos guste mucho lo que hacemos. Sabemos que funciona. No necesitamos mucho más que eso. Aunque siempre esperamos que venga gente, no creemos, por lo menos para este proyecto, que tengamos que hacer demasiado para que el proyecto funcione. Con juntarnos y llevarnos bien nos alcanza. No especulamos con pensamientos como “bueno, debería ser todos los jueves, sino la gente se confunde”. No subestimamos al público. Si la gente quiere venir, viene. La competencia, en el sentido de la cantidad de cosas que hay para hacer en esta ciudad, es feroz.

Así, desestructurado, sin nada fijo, ¿proyectan hacia el futuro?

MB: Yo estoy esperando que Paula Maffía termine de pegarla y me presente a toda la gente (risas).

PM: Y yo quiero la gloria del viaje de los poetas, fumar opio, alquilar un auto y andar por el desierto. Tocar bongós a la gorra. (Risas). Tenemos pensado, en algún momento, irnos a algún lado, si algún lado está disponible, algún lado, nos puede llamar. Algún lado, allá vamos.  La idea es seguir haciéndolo mientras nos dé el cuerpo, la mente, el material, los horarios y el macrismo.

«Es un beneficio que tenemos nosotras el que nos guste mucho lo que hacemos. Sabemos que funciona. No necesitamos mucho más que eso».

¿Cómo ven la recepción del público?

Da la sensación de que están esperando a ver qué decimos, con qué vamos a salir esta vuelta, y eso nos llena de felicidad. El ojo no está tan puesto en los textos o en las canciones, cosas para las que nosotras trabajamos un montón, y sin embargo, lo que une es lo que no está planificado. Es una buena dinámica. Gran parte del show pasa por los beats entre tema y tema, lectura y lectura, y nunca sabemos lo que va a pasar. A veces nos vamos a la goma, podemos estar hablando 10 minutos enteros, porque no tiene forma. Hay un enfoque en el entretenimiento, a pesar de que el entretenimiento es una palabra bastardeada, como si fuese sólo superficial. Pero Boca de Buzón es ultraentretenido, en el mejor sentido de la palabra.

Ahora también salen los martes por Radio Colmena, ¿hacen lo mismo que en escenario?

PM: Sin música. Laburamos con Juan Francisco Moretti. Es un programa de una hora, entonces no queremos caer en el formato tradicional de “programa de radio invita músicos a tocar y los entrevista con las mismas preguntas de siempre”, porque a nosotras también nos hartó hacer esas entrevistas, así que lo vemos como otra oportunidad para pasar tiempo juntas. La génesis del programa fue medio esa. Ahora a ser un canal de expresión muy interesante, hay columnas fijas y otras móviles, nos cagamos en el formato todas las veces que se nos da la gana. Viene Juan con una grilla, con el horario perfectamente armado, y nos golpea la pecera pidiéndonos que por favor vayamos a la tanda, es como el preceptor, él siendo mucho más joven que nosotros, y nosotras no queremos. Además, Matienzo es un templo muy interesante para la cultura independiente. Tuvimos la suerte de confluir todos en una cumbre en Río de Janeiro el año pasado y ahí colaboramos por primera vez con Radio Colmena, en donde hay muy buenos programas, y nos dan el espacio para tener un programa feminista.

La cuestión de género es algo que se repite en sus proyectos, ¿cómo lo explicarían?

No podríamos hacer un programa juntas que no fuera feminista, como no podríamos hacer un show que no fuera feminista. Nuestro día a día tiene que ver con eso, sin caer en un lugar acartonado del feminismo y tratando de no estancarnos en un encasillamiento. Nuestra concepción del feminismo no carece de sentido del humor, que es una visión del enemigo. Muchos piensan que el feminismo tiene que ser un embole, que tiene que ser aburrido. Pero la realidad es lo suficientemente absurda como para reírse. Sabemos que no vamos a poder cambiar todo de un día para el otro, así que hay que tomarlo con un poco de paciencia.

¿Sienten que la gente espera de ustedes esa conciencia de ser feministas?

A veces sentimos la responsabilidad, sobre todo en la coyuntura, pero no nos parece que seamos el estandarte de nada. No somos representantes de un feminismo fino, educado, intelectual. Posiblemente le ponemos los pelos de punta a más de una feminista. Posiblemente seamos muy políticamente incorrectas. Eso es importantísimo, no replicar otro lugar, permanecer elásticas todo el tiempo. Las dos hablamos desde nuestra experiencia de mujeres comprometidas que le ponen el cuerpo al día a día, y eso es un acto de militancia enorme, el de exponerse como mujeres en la calle y decir: “No, no quiero ésto”. Esa es la praxis más grande que va a superar a cualquier tipo de teoría. No sé si leímos todos los libros que deberíamos, ni si hablamos con todos los términos indicados, tampoco sé si conocemos a todos les autores, y así como cansa hablar con la “e” todo el tiempo, también nos parece terrible dejar gente afuera cuando no usamos la “e”. Hacemos lo que podemos, y no creemos que haya, del otro lado, una exigencia. Las personas a las que les gusta lo que hacemos no necesitan que no cometamos errores. No podemos imaginar un mundo así de inflexible, porque si no, no aprenderíamos nunca, ni deberíamos subirnos a un escenario. La responsabilidad que una persona tiene, la tiene con ella misma.

«No podríamos hacer un programa juntas que no fuera feminista, como no podríamos hacer un show que no fuera feminista. Nuestro día a día tiene que ver con eso».

¿Creen que es posible separar el arte de lo político?

Todo acto es político, pero no hay manera política de cebar un mate, por ejemplo. Si estás metida en el tema y tenés amigues trans, si conocés chicas maltratadas y te das cuenta de que eso es moneda diaria, no remitirte a eso es ser cómplice. Muchas de las cosas que pasan, pasan porque nadie dice que están pasando, por un ocultamiento sistemático de la violencia de género. Nosotras no podemos cambiarlo todo de golpe. Nos pasó tocar uno o dos días después del asesinato de Diana Sacayán – militante trans asesinada en circunstancias todavía no aclaradas – y fue oscurísimo. Estábamos muy tristes, estábamos dolidas, estábamos enojadísimas. No se puede vivir adentro de una burbuja. Las cosas pasan, y nosotras vamos a laburar y tenemos que hablar adelante de gente, y ese nivel de exposición es difícil. Pero hay personas que ni siquiera saben quién era Diana Sacayán. Es político hablar de Diana Sacayán, pero nos parece mucho más político haber sabido quién era. Habernos rodeado de gente que nos pudo contar. Estamos en la era de la replicación. Hoy todo el mundo toma un partido cómodo desde las redes sociales. No nos gusta meternos en esa discusión ridícula del que hizo su acción liviana y política del día cambiando su foto de perfil por la de Charlie Hebdo, ni del que lo único que hizo fue criticar esa acción por redes, porque ninguno de los dos está haciendo nada al respecto.

¿Cómo incluyen adentro de estos temas al componente lúdico?

Como nos sentimos representadas ideológicamente por la otra, no nos medimos en escenario, sino que somos desmesuradas porque hay algo muy lúdico y fresco. El humor nos salva siempre. Si tuviéramos que rendirle tributo a muchos lugares de seriedad y de tragedia de las que habla el feminismo, no estaríamos cumpliendo nuestra función. Hay otras personas que cumplen esa función, y lo hacen súper. Tenemos amigas que ejercen una militancia que les toma todo el cuerpo y todas las horas de su vida, y estamos orgullosas, pero nosotras elegimos otro camino. Le ponemos el cuerpo a las cosas que creemos que son importantes. La militancia es cotidiana y la responsabilidad, repetimos, es con una misma.

¿Por qué Boca de Buzón?

Porque somos una jetonas. Y porque hay un tango de Tita Merello, que no es de ella sino que ella lo interpretó, que es “Se dice de mí”, y hay una historia que dice que es un tango lesbiano, que se cantaba lesbianamente, aunque no por Tita, sino en sus orígenes. Una parte de su letra decía algo como “si yo le gusto a Mimí, y a Fufi, los tipos me envidian, dicen que soy fea”. Onda “se dice de mí todo esto, pero las minas están conmigo” y en un momento dice: “Y mi boca es un buzón”. Es una expresión, boca floja, boca grande, que no puede dejar de hablar, y nos pareció una descripción atinada para nosotras.

 

Actualizada 26/07/2016