Por Camila Selva Cabral
Fotografía: Prensa Festival de Mar del Plata

La abuela señala fotos antiguas de la familia y menciona los nombres de las personas retratadas. A algunos no los reconoce, a otros los confunde. Esas personas son sus hijos. A su lado, la nieta los nombra en el orden correcto. El terrorismo de Estado le arrebató, a esta anciana, tres de sus cuatro hijos, a dos de sus yernos, y a su marido. Y el tiempo le arrancó sus recuerdos. La foto fue una bandera que Laura Bonaparte levantó durante su infatigable búsqueda como integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Bonaparte luchó de manera incansable contra el olvido y hacia el final de su vida, como una paradoja de su propia historia, fue perdiendo la memoria. Tiempo Suspendido documenta ese período y pone el foco en la importancia de la memoria social, aspecto por el que Bonaparte trabajó tanto. La ópera prima de Natalia Bruschtein participa en la Competencia Latinoamericana del 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde fue recibida con numerosos agradecimientos por parte de un público visiblemente emocionado.

“Hay muchas buenas películas que se han hecho sobre lo que ha pasado en Argentina, sobre la dictadura, sobre los desaparecidos, sobre las Madres de Plaza de Mayo –explicó la directora a ANCCOM-. Yo no quise hacer otra película sobre eso. Quise hacer un documental sobre la memoria, porque es un tema muy importante en todas las sociedades. Que fuera algo más general donde cualquiera pudiera identificarse en cualquier parte del mundo con esta historia, una persona que pierde la memoria después de haber vivido una situación trágica”.

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Como en una inversión de roles, ahora es su nieta -y toda su familia- quienes preservan la historia de quien supo ser una fiel guardiana de la memoria de sus seres más queridos. A través de este movimiento, Bruschtein invita al espectador a reflexionar sobre la necesidad de recordar y se hace eco de las palabras de su abuela. “Una sociedad sin memoria es una sociedad sin identidad”, se puede escuchar desde la propia voz de Bonaparte.

Bruschtein filmó a su abuela entre noviembre de 2011 y abril de 2013 y pudo captar algunos momentos de lucidez antes de su fallecimiento. “Nada es muy lógico con ese tipo de enfermedades –continuó Bruschtein-. No es que la memoria se borró sino que la consciencia va y viene. A medida que iba avanzando era más lo que se olvidaba, pero tenía momentos muy racionales. Algo muy lindo era su memoria afectiva. Por ahí no sabía quién era yo pero entendía que había una relación entre nosotras, durante el rodaje todo el tiempo me buscaba a mí”. En una de esas reflexiones, Bonaparte afirma que “desaparecidos” es una palabra cruel: “La materia no puede desaparecer. Los cuerpos no pueden desaparecer”, dice, en una de las valiosas imágenes que registró su nieta.

Laura Bonaparte se crió en Paraná, Entre Ríos, donde su padre, el abogado socialista José Guillermo Bonaparte, le inculcó la pasión por el agua y por la militancia. Militó por los derechos humanos desde sus 18 años, cuando empezó a trabajar como vendedora en la tienda Gath & Chaves. Allí empezó una lucha por el derecho a la silla y contra la imposición a los empleados de tener que pagar sus propios uniformes de trabajo. Más tarde, cuando los hijos que tuvo con Santiago Bruschtein habían crecido, se recibió de psicóloga en la Universidad de Buenos Aires y comenzó con un profundo trabajo en las villas, hasta que el 25 de diciembre de 1975 se enteró de que su hija Aída había sido secuestrada por las fuerzas armadas en Monte Chingolo y comenzó su lucha que, lejos de cesar, se acrecentó con el asesinato de su marido y las detenciones de Irene y Víctor, el padre de Natalia.

 

“¿Cómo me voy a suicidar? Si me mato, la estaría matando también a mi hija: ¿quién se va a acordar de ella?”, razona Laura en una de las tantas imágenes de archivo con las que el film contrasta la desmemoria y la fortaleza de su pasado. El material fue donado por los cineastas Humberto Ríos (Esta voz entre muchas) y Alejandro Fernández Mouján, a quien la misma Bonaparte pidió, en 1993, que la grabara, porque no quería seguir repitiendo una y otra vez su historia.

“En 37 años que compartí con ella nunca la vi llorar –contó Bruschtein al finalizar la proyección–. Es un ejemplo de mujer. Ese dolor fue lo que la hizo impulsarse por los derechos de los demás también, porque no sólo buscaba a sus hijos sino que también ayudaba a los demás. Siempre pensó en los derechos humanos”. En Argentina realizó uno de los primeros juicios por asesinato a las Fuerzas Armadas, cuando un juez de La Plata quiso entregarle un frasco con las manos de su hija. También fue precursora de la campaña internacional para que la desaparición forzada de personas fuera declarada delito de lesa humanidad. En México, ayudó a grupos de madres e hijos de desaparecidos políticos, fue observadora de Amnistía Internacional en campos de refugiados en El Salvador y en la frontera con Guatemala, y rechazó las violaciones a los derechos humanos en el Líbano y en Bosnia. Además, fue feminista y estuvo a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.

A pesar de todo, Bonaparte también se hacía tiempo para escribir. Algunos fragmentos de los numerosos textos reflexivos que atesoraba en un baúl son compartidos en el film por la voz en off de su nieta. “Tenía muy mala letra pero, por suerte para nosotros, escribía todo a máquina, corregía y volvía a escribir –detalló la directora a ANCCOM-. Guardó todas las versiones. Todo, todo. Cuando tuvo computadora era un desastre y tenía miles de copias también. Para la película contraté una archivista que se encargó de leer el material completo. De esa preselección, escogí las estrofas que sentí que iban a funcionar para la película”.

Natalia Bruschtein, directora de la película Tiempo Suspendido. Fotos de Prensa del Festival de Mar del Plata

Natalia Bruschtein, directora de la pelicula Tiempo Suspendido.

Tiempo Suspendido es un documental necesario y oportuno. Y la historia de Laura Bonaparte es imprescindible para entender por qué no hay que olvidar y que la memoria es un derecho pero también una responsabilidad de las sociedades.

El film se estrenó en el Festival de Guadalajara en marzo de este año, y también se proyectó en Brasil, Budapest, Francia, Chicago y España. “La recepción en cada lugar es diferente,  pero lo que remarco es que en todos lados tenemos historia y que no podemos olvidarnos lo que ha pasado”, concluyó Bruschtein. Luego de la competir en Mar del Plata, se proyectará en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 04 de diciembre en Ventana Sur, el mercado latinoamericano de cine, donde su directora espera contactar distribuidores para su exhibición en los Espacios INCAA de Argentina.