“El genocidio es una práctica de tremenda materialidad, que a veces impide analizar cuál es su objetivo; que opera mucho más en el ámbito de lo simbólico que en el material y uno, preso de esa materialidad, a veces pierde de vista cuál es su real objetivo”, dijo el reconocido investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), presidente de la Asociación Internacional de Estudios sobre Genocidio (IAGS), y del Centro de Estudios sobre Genocidio (CEG) de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), Daniel Feierstein, en el marco de la tercera y última jornada del Congreso Internacional sobre Genocidios y Derechos Humanos.
El encuentro se llevó a cabo en el Salón Rojo de la Facultad de Derecho de la UBA durante los días 20, 21 y 22 de agosto y contó con paneles que trataron sobre aspectos políticos, económicos, sociales, jurídicos y simbólicos de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Europa, África y Asia. La mesa Memoria Social de Procesos Genocidas y Reparación fue presentada por Khatchik Derghougassian, profesor en la Universidad de San Andrés (UDESA) y especialista en temas de seguridad internacional y Medio Oriente, quien se refirió a Feierstein como “uno de los promotores de esta ampliación del debate en torno del concepto de genocidio y al término de táctica social del genocidio”.
Feierstein, que presentó su trabajo Consecuencias políticas en la construcción de la memoria social de los procesos genocidas, evocó al autor del concepto de genocidio, considerándolo un visionario: “Raphael Lemkin, cuando definía cuál era la esencia de estos procesos como ‘la destrucción de la identidad nacional de los oprimidos y la imposición de la identidad nacional del opresor’, dejó clarísimo que el objetivo de un genocidio opera en el plano de lo simbólico, de la construcción de la identidad e imponer otro modo de construcción. El eje de ese proceso es la opresión”.
Asimismo, el investigador criticó la mirada biologicista del genocidio centrada en el aniquilamiento. “Ese es el medio, el instrumento, pero no es el fin”, aseguró y agregó: “El genocidio se zanja en la disputa por los procesos de construcción de la memoria, porque creo que en los modos hegemónicos en que se construye la memoria de la mayoría de los genocidios modernos -aún cuando se condena- se ratifica, se legitima la mirada del genocida”.
A dicha mirada, considerada por Feierstein como binaria, la definió como aquella que cree que la identidad se construye por exclusión y que busca en los genocidios, a través del terror, transformar las identidades de distintos pueblos, excluyendo algunas de sus partes de la noción de comunidad. “Lo que trato de plantear -explicó- es que no sólo se aniquila a esos cuerpos, a esos grupos, sino que se aniquila esa parte de la identidad del nosotros, aquellos que lo alemán o lo europeo tenía de judío y de gitano, aquello que lo otomano tenía de armenio o de griego”.
El profesor señaló que desde esa mirada binaria se puede ser una cosa o la otra, pero lo que no puede existir es la identidad plural y que para entender que las identidades son procesos dinámicos hay que confrontar con ese modo hegemónico de construcción de la memoria de los genocidios.
Para Feierstein es muy importante la discusión sobre cómo entendemos el pasado, cómo nos explicamos lo que había antes del terror y del aniquilamiento y cómo nos explicamos lo que quedó después, porque sirve para explicar quiénes somos. En este sentido, toma como ejemplo los casos emblemáticos que se discutieron a lo largo del Congreso: “En el caso del nazismo, esta mirada clásica, paradigmática de que los alemanes asesinaron a los judíos, -o en todo caso, si queremos ampliarlo, de que los europeos asesinaron a los judíos y a los gitanos- está diciendo implícitamente el mismo concepto que planteaba Hitler, que hay alemanes y hay judíos y que los alemanes no son judíos y que los judíos no son alemanes”.
A su vez explicó que en las comunidades judías de la diáspora se generaba un enorme problema para los judíos alemanes, pues debían negar una parte constitutiva de su identidad. “Tenían en su misma identidad al perpetrador y a la víctima -describe- porque esto era lo que existía en esa Alemania previa al nazismo, esto era lo que el nazismo quería destruir. Entonces, en algún sentido uno podría decir que el nazismo fue exitoso en términos de que logró convencer a los europeos de que los judíos no eran europeos y convencer a los judíos, de que los judíos no eran europeos”.
Feierstein evocó la forma en que un investigador turco abrió una conferencia: “Queridos compatriotas otomanos”, dijo hablándole a la comunidad armenia en Estados Unidos. Si bien la expresión resultaba violenta en ese contexto, era una manera de confrontar con el objetivo de los genocidas. La estrategia fue evidenciar que para construir una identidad moderna turca, existían sectores que no la podían integrar pese a que durante siglos hubiesen sido parte de esa comunidad. “Lo que estaba haciendo el investigador era tratar de decir: ´Al arrancarnos nuestro pedazo armenio han destruido a toda nuestra comunidad otomana, turca, nos han sacado un pedazo de identidad de nosotros”, advirtió Feierstein y agregó: “Para confrontar con ese objetivo se necesita confrontar con los modos en los que se construye la identidad. Como decía Lemkin, lo que busca un genocidio es destruir la identidad nacional de la comunidad en la cual éste se lleva a cabo, es la destrucción parcial del propio grupo nacional”.
El investigador manifestó que el genocidio se focaliza en determinadas fracciones de esa población para hacer desaparecer las marcas que no sólo se encuentran en los cuerpos que portan esa identidad: “Las marcas judías no estaban solamente en los biológicamente judíos, se pueden encontrar en toda la cultura europea; las marcas armenias no estaban solamente en los cuerpos armenios y el objetivo es excluir, a través del terror, a través de los cuerpos, toda esa construcción identitaria, todos esos elementos de identidad plural que dieron cuenta de la mayoría de las identidades del siglo XIX y XX”.
Feierstein expresó que la idea de pensar el genocidio como destrucción parcial del propio grupo nacional permite recuperar la noción de comunidad que incorpora la alteridad, articula lo diverso y posibilita enfrentarla con el objetivo del terror genocida: instalar la sospecha y la desconfianza entre distintos grupos de la comunidad. “Siempre el objetivo fue azuzar distintos nacionalismos que ven esa noción de comunidad e instalando un concepto de identidad en donde hay partes del nosotros que no pueden ser parte del nosotros.”.
Al llegar al final de su exposición Feierstein expresó: «Creo que si todos tratamos de pensar el pasado desde este presente, entendiendo que todos los grupos de una comunidad constituyen una parte inescindible del propio grupo nacional, podremos reflexionar en la destrucción del otro como la destrucción de una parte de nosotros”.
El Congreso organizado por la Comisión Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio y auspiciado por las Facultades de Derecho, de Filosofía y Letras de la UBA y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, llegó a su fin. A lo largo de los tres días participaron y expusieron en el Comité de Honor y en el Académico las siguientes personalidades: Eugenio Zaffaroni, León Carlos Arslanián, Ricardo Gil Lavedra, Mónica Pinto, Pedro Mouratian, Daniel Rafecas, Claudio Avruj, Nora Cortiñas, Mehmet Dogan, Roberto Malkassian, Ignacio D’Asero, Santiago Libarona, Gabriel Sivinian, Mercedes Doumanian, Paula Galanzino, Mariángeles Pujol, Camila Miranda, Agustín Vannella, Patricia Alejandra Zipcioglu, entre otros.