Por Natalia Orsi
Fotografía: Daniela Yechua

Desde un balcón de la avenida Rivadavia, esquina Callao, seis vecinos rezan sus plegarias a Dios, al ritmo de una melodía evangélica. Mientras tanto, por la calle, miles de personas se movilizan exhibiendo carteles en honor a las mujeres: “Ni una menos, ni una más”; “ni a lavar ni a planchar, las mujeres a luchar”. Un río de selfies invade la Plaza Congreso: llueven hashtags en todos los celulares porteños. Banderines, carteles, cartones y telgopores se visten con palabras de aliento y reflexión. Una mezcolanza entre payamédicos, madres víctimas de la trata de personas, empleados estatales y municipales, estudiantes secundarios y universitarios, mujeres embarazadas y hasta miembros de la Iglesia católica marchaban hacia la misma Plaza. “Si una persona maltrata a un animal, lo mismo hará con una persona”, dice uno de los panfletos. Hasta Evita y Sandro participaron de la causa desde una remera.

Las diferentes posturas acerca del rol de la mujer se hicieron presentes durante la macha Ni una menos. Julieta y Karina, miembros de la agrupación de mujeres “María Eva”, del Sindicato de textiles y afines (SETIA) cuentan: “En los sindicatos son todos hombres, y la mujer está dejada a un costado”. “Vinimos a la marcha porque queremos ver qué se está haciendo y porqué la amiga de mi sobrina desapareció hace un mes y todavía no la encontraron”, dice Karina.

Alrededor de las 6 de la tarde, en un escenario ubicado en la plaza, Érica Rivas, Maitena y Juan Minujín leyeron los 5 puntos del documento del colectivo # ni una menos: “Pedimos la implementación del Plan Nacional de Acción para la Prevención Asistencia y erradicación de la violencia contra las mujeres que está en la Ley 26.485. Pedimos que se cumpla integralmente, que haya monitoreo y presupuesto para todo lo que se hace. Pedimos que se garantice el acceso a la Justicia a las víctimas; que haya patrocinio jurídico; que no se las revictimice; que las causas que tramitan en el fuero civil y penal se unan para que sea todo más ágil”, decía, ente otras cosas, el escrito consensuado por las y los organizadores de la concentración.

Muchas personas de las que asistieron era la primera vez que participaban de una marcha. Mirta, dueña de un catering para eventos, contó que “lo que me movilizó a venir a la marcha es que una de mis empleadas viene siempre con el ojo morado. Yo la tengo que maquillar para que pueda trabajar”, cuenta esta vecina del barrio de Caballito. Y agrega: “Si vos permitís un grito, o una mala mirada, viene lo demás. ‘Respetame, soy mujer, yo no soy ni tu sirvienta, ni tu mucama, soy un ser humano, como vos’. Cuando ya llegaste al golpe, ya no tenés más nada que hacer, mi amor, andate, aunque te mueras de hambre abajo del puente. Si no te dan bolilla en la comisaría, ¡yo creo que me paro en la puerta de la Casa de Gobierno y empiezo a gritar!”; “¿A un hombre que viola a un chico le bajan 3 años de condena porque el chico tiene ´tendencias gay´? Yo no creo en la justicia”, concluye.

Va llegando cada vez más gente a la plaza y son pocos los recovecos vacíos para transitar. Y en medio de eso, aparece Carla, prima de Paola Acosta, quien fue asesinada por el padre de su hija, en septiembre del 2014 en la provincia de Córdoba. El homicida también trató de asesinar a su beba Martina de un año y medio, por no querer pasarle la cuota alimentaria. “Paola fue encontrada muerta en una alcantarilla; Martina está viva de milagro, el padre y homicida está preso pero estamos esperando el juicio. (José Manuel) De la Sota nos lo prometió para antes diciembre- de 2014- y ya estamos en junio y no tenemos novedades”, afirmó la prima de la víctima.

A medida que fue cayendo el sol, el Congreso se iluminó de violeta, y los carteles se multiplicaron como estrellas. Llegó un obispo. “Todo bien, pero ¿por qué no viene sin el hábito?, ¡parece una cargada!”, exclamó al aire una chica. “Acá no entra ni una más ni una menos”, dijo una señora en referencia a la cantidad de gente. A las 18.30, a esa cantidad de panfletos se sumaron fuegos artificiales que cantaron ¡“Ni una menos, ni una menos! Y una manada de celulares retrató el momento. “Esto parece un recital: hasta te podés llevar una remera con la cara de Enriqueta – el personaje de Nik – por 120 pesos”, se escuchó.