¿Crecen como hongos?

¿Crecen como hongos?

Muy lentamente, un alimento poco habitual se incorpora a la mesa de los argentinos. No obstante, hay señales de una producción en crecimiento. Investigadores, productores, promotores y nutricionistas explican sus potencialidades.

El interés por el cultivo y comercio de hongos comestibles y medicinales ha crecido a nivel mundial en las últimas décadas. Aunque una investigación del CONICET afirma que “el consumo de hongos per cápita en Argentina es aún muy bajo (50 gramos por año)”, se trata de una tendencia en crecimiento. ¿A qué se debe tan poca atención para un producto de fácil cultivo y propiedades alimenticias valiosas?

Los hongos, pertenecientes a un reino propio, por fuera del animal y el vegetal, tienen una enorme variedad: vienen en todas las formas y tamaños que uno se pueda imaginar y pueden tener infinidad de usos, no todos comestibles. En el Artículo 1249 del Código Alimentario Argentino se denomina a los hongos comestibles como “el cuerpo fructífero de hongos superiores pertenecientes al Reino Fungi (Ascomicetes y Basidiomicetes) silvestres o de cultivo y que frescos, secos o en conserva, se emplean en alimentación humana”.

Tal vez parte de cierto resquemor contra los hongos se deba a que también se los asocia con la suciedad o la enfermedad. Sin embargo, eso mismo que a veces disgusta podría transformarse, gracias a la investigación, la educación y la promoción, en una fuente de alimentos saludables que se pueden producir a bajo costo incluso en los hogares.

¿Cómo pueden ayudar?

A nivel nutricional, el hongo es un alimento bastante completo. Según Josefina Martínez Garbino, licenciada en Nutrición, en los hongos se destaca la presencia de las vitaminas del complejo B (excepto la B12), el potasio, el calcio y antioxidantes como el selenio. “También tienen un tipo de vitamina D, pero que no es biodisponible para el ser humano”, añade y explica que esto se debe a que existen nutrientes que pueden ser absorbidos por otras especies pero no por las personas debido a que no cuentan “con todos los procesos habilitados que se requieren para poder absorberlos”.

Pablo Postemsky, investigador de CONICET especializado en biotecnología de estas especies comestibles y medicinales, explica que los hongos pueden ser irradiados con luz ultravioleta para generar vitamina D: “Con comprar un foquito de cinco mil pesos y ponérselo quince segundos, ya le genera mucha vitamina D” y añade que esto puede ser beneficioso para, por ejemplo, personas que están hospitalizadas y no tienen la posibilidad de exponerse al sol para producirla. Según Postemsky, los hongos tienen un “balance superador” en tanto que poseen el “promedio ideal” de nutrientes a diferencia de alimentos como las verduras que tienen mucha fibra o los cereales que tienen muchos carbohidratos.

Martínez Garbino aclara que lo ideal sería incorporarlos como un recurso alimenticio positivo más, ya que “no existen alimentos que por sí solos sean tan mágicos”. Según la especialista, “no es que sobresalga un alimento sobre otro, sino que es importante todo lo que comemos y lo que forma parte de nuestro patrón alimentario, lo que repetitivamente forma parte de nuestras costumbres, de nuestros hábitos”.

La cuestión cultural

De acuerdo con el Código Alimentario, los hongos comestibles de cultivo son aquellos que “se obtienen mediante prácticas de producción sembrando el micelio [algo similar a las raíces del reino vegetal] en sustratos específicos, debidamente pasteurizados o esterilizados”. Están autorizados trece géneros en nuestro país. Aún así, el cultivo y consumo de hongos no está del todo instaurado en la cultura argentina.

Más allá del desconocimiento que tenemos como sociedad, Martín Diano, técnico extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) del Delta y productor de hongos comestibles, opina que falta integración entre la investigación, la producción, la difusión y la comercialización de hongos. Diano observa un desfasaje entre el ámbito científico que invesiga sobre los principios activos de los hongos y su producción y el ámbito normativo que requiere de procesos más prolongados y complejos. Muchos productores evitan aquellas variedades de hongos que no están inscriptas en el Código Alimentario porque pueden encontrarse con restricciones comerciales que limitan la posibilidad de venderlos: “Un colega me comentaba que en su época cuando todavía las gírgolas no estaban registradas como hongos comestibles en Argentina, el cultivo se hacía pero se presentaba como ‘champiñón variedad pleurotus’”.

Gracias a la aprobación de esta especie es cada vez más frecuente escuchar sobre gente que cultiva los bolsones de gírgolas en cualquier rincón oscuro o, si tiene espacio, entre troncos cortados y protegidos de la luz. En unos pocos días crecen tanto que se pueden hacer milanesas con ellas. Incluso han surgido emprendimientos que aprovechan el recurso en plena ciudad.

A pesar de los desfasajes actuales, el entusiasmo de Diano por los hongos se canaliza a través de charlas y cursos de producción para las familias productoras del Delta. Como técnico de INTA, trabaja en el colectivo Cambio Rural del que también forma parte como productor y se dedica al cultivo mediante saprobios, hongos que se alimentan de tejidos orgánicos muertos, como sustratos o troncos, que permiten la producción a distintas escalas. Los recursos necesarios para la producción son pocos: “Con una motosierra cortan los troncos: después compran el micelio en un laboratorio y con eso se arreglan porque usan el ambiente natural que tienen” que es “muy propicio para el cultivo de hongos por la humedad relativa, las temperaturas y demás. Uno puede cultivar en ambientes seminaturales sin necesidad de grandes infraestructuras”, explica Diano.

Agrupadas bajo el nombre de La Funga Delta, estas familias también se dedican a la producción y comercialización asociativa de hongos comestibles y medicinales. Lo que observa el investigador Postemsky es que “la gente trata de mantenerse en el emprendimiento familiar o de tiempo libre personal y evita ir hacia la PyME con empleados” debido al carácter perecedero de los hongos junto con el bajo consumo a nivel país. Para que el negocio sea fructífero, Diano cree que “la producción, la cosecha y la comercialización tienen que estar muy aceitadas”.

Según Postemsky, la producción de hongos presenta “una cantidad de oportunidades en aumento para los que se involucran en el tema”, pero como sucede con otros alimentos saludables, “el margen de ganancia en producción primaria es bajo”. También explica que las empresas que más producen hongos en Argentina son las champiñoneras como la de Escobar y Pilar en Buenos Aires pero que las cosechas sueles ser acaparadas por el sector gourmet y no por consumidores finales: si no hay hongos, “el cliente se va hacia otro producto; no es que va a comprar hongos en otro lugar. Se compra otra cosa: compra pechito de cerdo”, resume.

Se posicionan en el mapa

El mayor interés por los hongos que hay actualmente se debe, según Postemsky, a la corriente de la agroecología que “promovió la conciencia en la alimentación”. Por su parte, Diano observa el impacto que tuvo la pandemia en esta situación: “Creo que hubo un cambio en la sociedad vinculado al consumo de productos que fortalezcan el sistema inmunológico, que nos nutran bien y creo que eso fue un avance importante para que aumente el consumo de hongos”.

Si bien se observa una mayor tendencia en la producción y consumo de hongos, aún queda mucho camino por recorrer. Como explica Postemsky, en un inicio se trataba de un tema que se hablaba a puertas cerradas dentro de los grupos de investigación y recién ahora el reino de los hongos está empezando a formar parte de la cartera de proyectos del INTA.

En general, los hongos todavía no tienen la difusión que tienen otros alimentos como la miel. Según Diano, es muchas veces el mismo productor el que se encarga de la difusión y “hasta te dice cómo cocinarlos”. Para Postemsky, lo que falta es integrarlos a la cultura argentina, “que el hongo sea parte de una comida que ya consumimos” como pueden ser las hamburguesas.

Martínez Garbino recomienda el consumo de hongos a sus pacientes y los emplea personalmente. “Incluso tengo un servicio de viandas en el que uso muchos hongos”, comenta y dice que los usa generalmente en ensaladas, rolls de espinaca, con vegetales salteados y hasta en brusquetas. Así, los hongos se pueden incorporar en una infinidad de comidas: desde milanesas de gírgolas hasta champiñones salteados sobre una pizza.

Además de incorporarlos en nuestra alimentación, los kits de cultivo son una buena manera de acercarse al Reino Fungi y entender su proceso productivo. Se trata de sustratos que ya están colonizados y listos para fructificar. Como explica Diano, “uno en la casa le busca un ambiente adecuado y con un pequeño rociador, puede obtener sus propios hongos” y opina que las gírgolas son la variedad más fácil de cultivar por cuenta propia porque es la que menos requerimientos ambientales tiene para su producción.

Postemsky observa que ya no están tan presentes los prejuicios que antes se tenían frente a esta práctica autodidacta: “La gente se compra un kit de autocultivo para no fallar en el cultivo”, cuando antes se pensaba que no iba a funcionar o que iba a contaminar su casa. Para el investigador pueden ser un buen recurso de enseñanza en las escuelas e incluso servir como regalo por el placer que genera cultivar los propios alimentos.

Se trata de un tema con diferentes aristas que todavía está intentando instaurarse en Argentina. Postemsky, junto a su grupo de investigación de la Universidad Nacional del Sur, dice que recién “después de veinte años de investigar hongos, sentimos que tenemos un bagaje de cosas para brindar”.

Es entendible el creciente entusiasmo actual por el Reino Fungi. Según Diano, “los hongos son maravillosos” y resalta el “rol que juegan en la naturaleza transformando residuos de la agroindustria en alimentos con alto poder nutricional y medicinal”. Como señala Postemsky, “los hongos hoy por hoy invitan a una aventura” ya que su autocultivo tiene la posibilidad de acercarnos y ayudarnos a entender el proceso productivo y los principios activos de ese alimento.

¿Cómo afectó la pandemia en la confianza de las vacunas?

¿Cómo afectó la pandemia en la confianza de las vacunas?

Un informe que la Fundación Bunge & Born realiza anualmente estableció que desde 2019 el índice de confianza en las inmunizaciones retrocedió un 8,3%.

La confianza en las vacunas en Argentina se encuentra estancada. Así lo demuestra el cuarto informe sobre el Índice de Confianza y Acceso a las Vacunas (ICAV), realizado por la Fundación Bunge y Born. El estudio toma tres variables: qué tan seguras se consideran las vacunas, la importancia de aplicárselas a los chicos y su efectividad.

Se puede observar una disminución de la confianza desde el año 2019 al año 2020, y un amesetamiento desde 2021 a 2022. Para el año pasado, hubo un muy leve aumento del Índice de Confianza respecto a 2021 del 0,5%. Viendo a grandes rasgos la evolución de aquel indicador desde los inicios de este estudio en 2019, se observa que entre ese año y 2022 se dio un retroceso en la confianza del 8,3%, y la principal caída se dio al finalizar el primer año de pandemia. Luego la evolución se convirtió en una suerte de «meseta», para los años 2021 y 2022, que no llegó a compensar el deterioro ocurrido de 2019 a 2020.

Este estancamiento de la confianza en las vacunas está en un nivel relativamente bajo, y podría interpretarse como preocupante en términos de salud pública. “Pareciera haber una relación entre lo que es la caída de la confianza y la pandemia. Nosotros tuvimos la suerte de hacer una medición previa a la pandemia en el 2019 que nos arrojó una confianza de 93 puntos, un valor bastante alto. Y lo que vimos hacia fines del año 2020 es que la confianza cayó 7 puntos respecto del 2019. Eso nos da a entender que de alguna forma todo lo vinculado a la pandemia, a la discusión que se generó en torno a lo que es las vacunas, generó una merma en la confianza”, sostiene Julio Ichazo, coordinador de proyectos en la Fundación Bunge y Born, licenciado en Sociología y Magister en Economía Aplicada.

Es importante remarcar que el rango etario de encuestados que presenta más desconfianza en las vacunas son las personas de 15 a 20 años. En base a esto, Ichazo remarca que “está bueno que el ICAV se use como insumo como para orientar las campañas de las políticas públicas en estos segmentos específicos, porque los jóvenes de hoy son los que el día de mañana van a tener la decisión de vacunar o no vacunar a sus menores”.

Por otro lado, a partir del año 2022, la medición del índice de acceso (IA) se modificó para incorporar algunos lineamientos establecidos por el Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico en materia de inmunización de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Con esta nueva estrategia se busca refinar y ser más específicos a la hora de medir las barreras de acceso a la vacunación según la información dada por los cuidadores de menores de 14 años. El foco ahora se pone específicamente en esta población y no en la total, ya que aquella es la responsable de garantizar el cumplimiento del Calendario Nacional de Vacunación (CNV) de sus menores a cargo.

El nuevo Índice de Acceso considera ocho dimensiones para determinar las posibilidades que tiene la población de cuidadores de acceder a la vacunación:

  • Información sobre dónde vacunarse.
  • Costos involucrados.
  • Facilidad de acceso a la vacunación en general.
  • Dificultad en llegar al vacunatorio (accesibilidad)
  • Rechazo previo en vacunatorio.
  • Horarios del vacunatorio
  • Tiempo de espera en vacunatorio
  • Éxito en el vacunatorio

Este nuevo IA ha arrojado una importante información sobre dificultades comparadas en el acceso de cuidadores mujeres y cuidadores hombres, y también diferencias entre cuidadores con mayor y menor nivel educativo.

“Para nosotros el potencial del ICAV es, de alguna forma, poder ayudar a los hacedores de política a poner el foco donde está efectivamente el problema. Esto lo comento más a título personal, son cuestiones de una comunicación más enfocada para estos segmentos, que de alguna forma ayuden a brindar más y mejores posibilidades de acceso a las vacunas, ya sea brindando más información, cambiando horarios de atención en los vacunatorios, etcétera”, reflexiona Ichazo.

Desde la Fundación sostienen que esta baja de la confianza y acceso a las vacunas es preocupante y que el Estado debería adoptar medidas y políticas de comunicación que ayuden a facilitar estas dificultades. En cuanto a este punto, Brenda Walter, actualmente gerenta de proyectos en la Fundación y politóloga especializada en organizaciones sin fines de lucro comenta que “hay que diseñar estrategias de comunicación específicas para cada uno de los públicos, de manera que sea una comunicación efectiva e invite a vacunarse. Por efectiva entendemos que sea una comunicación clara, concisa, que no genere inquietudes o dudas, que dé las respuestas que tiene que dar y que además esté dirigida según el público dirigido”.

Y explica: “Siempre recomendamos trabajar en dos aspectos: por un lado la comunicación, creemos que es fundamental para afianzar y fortalecer la confianza. Esto acompañado de estrategias que garanticen una mayor disponibilidad de vacunas y una mayor accesibilidad puntualmente a las poblaciones más vulnerables que son las que a veces están mucho más alejadas de los centros de salud o tienen más dificultades para acceder, no cuentan con un medio de transporte propio, etcétera”.

Walter dice que junto con el agua potable, la vacunación ha sido una de las políticas sanitarias que ha impactado de manera muy directa en los sistemas de salud,  justamente porque permite prevenir la aparición de ciertas enfermedades. Por esa razón es fundamental promover una vacunación accesible, gratuita y que sea posible para todas las personas.

La epidemia de aburrimiento

La epidemia de aburrimiento

El consumo creciente de contenidos digitales y pantallas conspiran contra los tiempos de ocio y de creatividad. ¿Qué dicen los especialistas?

“Mamá, estoy aburrido” parece una frase en extinción. Si el niño no cuenta con un celular, es posible que algún adulto le preste el suyo para que se entretenga. ¿Cuánto hace que no se escucha a un niño llorando en un colectivo? Un videíto sabrá calmarlo rápidamente y permitir un viaje tranquilo. Pero, ¿cuál es el precio?

La Organización Mundial de Salud recomendó en un informe de 2019 que los niños menores de dos años no fueran expuestos a dispositivos electrónicos; para los niños de entre tres y cuatro años sugería un máximo de una hora frente a pantallas por día. Por su parte, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) difundió un artículo publicado que explicaba: “Una encuesta, realizada en varios países por AVG Internet Security a 2000 madres, reveló que ‘el nacimiento digital’ de los bebés ocurre alrededor de los 6 meses; descubrió que el 81% de los niños menores de dos años tienen algún tipo de perfil o huella digital, con sus imágenes publicadas en línea y una cuarta parte de ellos inicia su huella con la imagen del ultrasonido prenatal subida por sus progenitores”.

Desde la SAP, si bien reconocen el rol de socialización que tienen muchas plataformas, explican que “el uso excesivo de pantallas puede tener importantes efectos colaterales: sedentarismo digital o inactividad física; sobrepeso u obesidad (exposición a comerciales de alimentos no saludables); alteraciones del sueño (por efectos negativos de la luz azul sobre la secreción de melatonina); afectación de la cognición, de la memoria, de la atención, y bajo rendimiento académico en relación con la privación del sueño y la multitarea”.

¿Las pantallas, a las que tanto nos hemos acostumbrado en estos últimos años, están generando problemas de salud pública? ¿Es la pérdida del aburrimiento algo que lamentar?

Pantallas

Para la psicologa Laura Morrison, especialista en niños y adolescentes, las pantallas ya son parte del hábitat natural de los hogares. “La pregunta –señala- es cómo regular este hábito que ya forma parte de la vida de los niños desde el nacimiento”.

Frente a miradas más críticas sobre el abuso de pantallas, Morrison explica que hay muchas actividades que se pueden hacer con tecnología que también permiten el desarrollo cognitivo de los niños tal como ocurre con los juguetes u otros objetos físicos: “Podríamos examinar las diferencias entre ambas, pero no es necesario que sean mutuamente excluyentes. Para un nene va a estar bueno interactuar con juguetes, pero no está mal que utilice pantallas. Depende del tiempo y el uso que le dé, tanto al juguete como a la pantalla, y eso va a depender de qué mamá y papá están ahí para regular eso”. Esta tarea de regulación del tiempo de pantallas es un problema en sí mismo, hasta el punto que hay quienes consideran que la prohibición total es más fácil que la regulación que implica poner límites constantemente y tensan el vínculo filial.

¿Qué se pierde con la disponibilidad permanente de las pantallas? “El problema radica en que la pantalla genera que la persona que está detrás muchas veces sea un receptor pasivo”, explica Morrison. “Esto se provoca al sobreestimular su capacidad para conseguir objetivos y metas, como en el caso de los videojuegos. Pero el problema es que eso va en desmedro de la habilidad física y no permite desarrollar la capacidad de frustración necesaria que requiere un juego de niños presencial. La tolerancia se ve deteriorada. En este sentido, el aburrimiento aparece en los tiempos de incertidumbre, donde se requiere creatividad”.

La especialista en infancias aclara que el problema es la incapacidad de tolerar los tiempos de ocio, algo que limita a la creatividad que surge de la actividad no pautada y el aburrimiento. Y agrega: «Los padres y los adultos deben permitir que los niños tengan tiempo libre para que, en la incertidumbre de no saber qué hacer, en ese vacío, si logran tolerarlo, surja la creatividad y el placer de imaginar, fantasear, dibujar y hacer otras actividades que son fundamentales para el desarrollo de la salud mental, especialmente en los niños. El desarrollo de la fantasía es esencial, ya que permite procesar las emociones necesarias para la vida».

Todas las edades

Para la psicóloga, el uso excesivo de las pantallas, siempre disponibles, no deja aparecer all aburrimiento y son los padres los que deberían permitir que los niños transiten espacio de ocio sin estímulos digitales y desarrollen la creatividad, una función esencial dentro del desarrollo cognitivo.

Pero paradójicamente, según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales (2013/2023), demuestra que el 33% de las personas que consumen productos culturales son individuos de 30 a 49 años. Estos ocupan el mayor porcentaje dentro de toda la encuesta, un rango etario asociado a hijos e hijas pequeños. En estos mismos resultados, se puede observar que las prácticas culturales se manifiestan a partir de una plataforma digital, casi por completo, como lo es el escuchar música, leer libros, informarse y realizar actividades recreativas como los juegos.

Para entender por qué todos nos vemos inmersos en las redes digitales, el documental El dilema de las redes explica cómo todo está detalladamente diseñado para que nos volvamos adictos a las plataformas digitales. En el filme, el exdiseñador de Google, Tristan Harris, explica que las empresas se han dado cuenta que las interacciones digitales generan dopamina, un neurotransmisor vinculado al placer y que se dispara con el reconocimiento social de un like o un comentario. Así los individuos se ven atrapados por la idea de que están sucediendo cosas todo el tiempo y que encima eso los involucra, generando miedo a perderse algo. Así el uso de las pantallas puede volverse adictivo.

El efecto puede resultar, sin embargo, paradójico: “Las sociedades digitalizadas caen en un aburrimiento profundo provocado por la inmersión cotidiana en las redes”, explica Nicolás Mavrakis, autor argentino de Byung-Chul Han y lo político, un libro editado por Prometeo que habla sobre la idea del aburrimiento que considera el filósofo coreano. “Quienes son encapsulados por la fragmentación permanente del tiempo y el deber constante de exhibirse como individuos eficientes y dinámicos en todos los campos posibles de la vida, terminan  ́profundamente aburridos ́ de sí mismos”. El autor considera que es necesario romper con el aburrimiento profundo para poder acceder a las cuestiones básicas que contribuyen a la existencia del ser humano: “Ese es el aburrimiento profundo, el aburrimiento metafísico. El aburrimiento que se opone al aburrimiento profundo es aquel que rompe este esquema y funda la posibilidad de pensar. Quien se aburre comienza a hacerse preguntas. Y esas preguntas intentan, tarde o temprano, responder los motivos por los que nos encontramos en la situación en la que nos encontramos. Sin duda, ser capaces de aburrirnos hasta suspender la inercia del mundo y pensar es un acto revolucionario”.

¿Deberían entonces implementarse medidas regulatorias para apaciguar los efectos de la sobreestimulación digital? “No hay medidas regulatorias aplicables de manera efectiva sobre aquello que causa placer o se hace por necesidad. El narcisismo causa placer, y gracias a la expansión de una cultura que privilegia la represión de las diferencias en nombre de una igualdad funcional al mercado, también se practica por necesidad”, comenta Mavrakis.

La epidemia del aburrimiento parece afectar tanto a niños como a adultos y de distintas maneras en un mundo con pantallas que luchan por nuestra atención. Así se superponen e: la falta de aburrimiento por la facilidad del entretenimiento de las pantallas, el aburrimiento que puede producir esa sobreestimulación y un aburrimiento como puerta a la creatividad.. Dentro de este aburrimiento, podemos distinguir dos variantes. Desde el lado psicológico, la excesiva exposición de los niños a las pantallas digitales obstruye su capacidad de aburrirse por completo, impidiendo así el surgimiento de la creatividad, noción fundamental para nuestro desarrollo cognitivo. Desde el lado filosófico, el aburrimiento estaría más relacionado con el narcisismo que promueven las redes sociales, generando una sensación de aburrimiento hacia uno mismo. En este sentido, el acto de aburrirse y cuestionarse a uno mismo podría ser considerado un acto revolucionario en nuestra sociedad.

A partir de estas reflexiones, surge la pregunta: ¿puede el poder transitar el auténtico aburrimiento salvarnos de la apatía y el constante desinterés que nos sumergen las redes sociales?

Los metrodelegados paran y exigen limpiar de asbesto los subtes

Los metrodelegados paran y exigen limpiar de asbesto los subtes

Todavía quedan 300 toneladas del material cancerígeno en la red de subterráneos. Ya murieron tres trabajadores, otros 85 están afectados y 2.150 en vigilancia médica.

Este miércoles 5 de julio la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro -AGTSyP y Metrodelegadxs- tomarán medidas de autodefensa en el subte para exigir la reducción de la jornada laboral y evitar la exposición al asbesto.  Por esa razón, habrá paros rotativos en todas las líneas.

La empresa de los subtes de la Ciudad de Buenos Aires -Sbase- frenó la compra de vagones, a raíz de los reclamos de los trabajadores, tras un amparo judicial, por la confirmación de que contienen asbesto en sus formaciones. Aun así, la lucha sigue vigente para la “desasbestización» de toda la red ferroviaria. 

El asbesto, componente utilizado en formaciones de trenes de Argentina y manipulado por cientos de trabajadores en el Taller Rancagua y Polvorín de la Ciudad de Buenos Aires, es un mineral de origen natural, distribuido en hilos de fibras resistentes al calor, al fuego y a las sustancias químicas, con escasa termoconductividad. Dadas sus propiedades, es utilizado en aislamiento de los edificios, como componente de diversos productos (tejas, tuberías de agua) y en la industria automovilística como revestimiento de embragues, frenos y amortiguadores. La contradicción de este mineral es su característica cancerígena para el ser humano. Al ingresar por vía respiratoria puede generar dos posibles caminos en la vida de una persona en contacto con asbesto: si ataca a la pleura, membrana que recubre los pulmones, se engrosa y se vuelve rígida, los pulmones empiezan a sufrir cada vez más presión, impidiendo su expansión y con el tiempo, la circulación de oxígeno. Según la OMS, si la afección avanza, el 12 por ciento de los engrosamientos pleurales terminan en cáncer de pulmón, faringe, o colón. 

En Argentina, el uso de asbesto se prohibió en 2003, pero las formaciones de trenes utilizadas en el país como el Mitsubishi en la línea B y Nagoya la línea C y E, fueron creadas en 1960 en Japón e importadas al país en la década de 1990, periodo en que el mineral seguía bajo reglamentos legales. 

 “Antes, mi proyección eran las vacaciones y qué le voy a poner en los zapatos de mis hijos para reyes. Ahora es proyectarse en los médicos, viendo si te encuentran cáncer o no, porque tengo la potencialidad de estar enferma o de que me reaccione esa porqueria en mi cuerpo”, cuenta con angustia y enojo Inés Maya, de 44 años, trabajadora de la Secretaría de la salud de AGTSyP -Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro- de la Línea B, quien junto a sus compañeros, encabezan cuatro principales reclamos: reducción de la jornada laboral a cuatro horas, denominado “doble franco”; paritarias para rever las condiciones salariales y laborales; la creación de un plan de desasbestización de toda la red ferroviaria y la vigilancia médica a todas y todos los trabajadores que sufren la exposición del asbesto. 

A raíz de las noticias españolas, las y los trabajadores de la Secretaría de la Salud Laboral del subte se organizaron junto con entidades oficiales como la Universidad Nacional del Sur, ingenieros de la Universidad de Buenos Aires, médicos e Instituciones que tengan renombre, poder de firma y sello para que sea comprobado de forma legítima. El resultado determinó que hay asbesto en todas las instalaciones fijas, infraestructuras y áreas que componen la red ferroviaria de la ciudad: señales (semáforos), vías, puertos de bombeos, pozos fluviales, cloacales o de drenaje, escaleras mecánicas, tableros eléctricos y la iluminación que da a vida a los molinetes. Esto significa que todas las especialidades tienen en su puesto de trabajo algún equipo o componente que esté certificado de contener asbesto, ya sea boletería, limpieza, talleres mecánicos o tráfico. 

Hay 85 trabajadores afectados, 2150 bajo vigilancia médica, seis con cáncer por asbesto y tres fallecidos: Jorge Pacci fue el primero de ellos. Durante siete años, su puesto de trabajo se basó en el mantenimiento y limpieza, a puerta cerrada, del taller Rancagua, donde se manipulan piezas que contenían asbesto, de la Línea B. Luego de ser diagnosticado con cáncer de la pleura causado por este componente cancerígeno, falleció nueve meses más tarde. 

“La enfermedad tiene una latencia entre 15 y 20 años, entonces no sabemos cuando puede derivar en un cáncer», señala Depetris.

Daniel Fernández, diagnosticado con cáncer por exposición al asbesto, sufrió la extirpación de medio pulmón y fue jubilado por esta razón a sus 58 años: “A mi el asbesto casi me cuesta la vida. Que mi testimonio sirva para que los compañeros y las compañeras sigan haciéndose los estudios y no haya más enfermos en el subte”.  

Pablo Depetris, quien trabaja en el sector de tráfico del subte desde 1997 en la Línea D, fue diagnosticado con ensanchamiento de pleura por exposición al asbesto, según estudios del Hospital Britanico. Su reclamo es incisivo: “La enfermedad tiene una latencia entre 15 y 20 años, entonces no sabemos cuando puede derivar en un cáncer. Necesitamos y le exigimos al Gobierno de la Ciudad, EMOVA y SBASE, la vigilancia médica para todos los empleados del subte. Tenemos el derecho de saber si estamos o no enfermos”. 

 “Los que tienen la afección, la empresa estatal o privada, no puede obligar a que vuelvan a su puesto de trabajo, no puede echar ni descontar salarios. Lo que tiene que hacer es sacar todo el asbesto del puesto de trabajo y cuando tenga el certificado libre de asbesto puede volver, aunque no va a pasar porque ya van cinco años y todavía faltan 300 toneladas”, relata Francisco Ledesma, “Pancho” para sus compañeros, quien integra el equipo de Salud Laboral del subte y forma parte de AGTSyP. En 2023, se retiraron 90 toneladas del mineral cancerígeno en trenes, talleres y subestaciones eléctricas. Agrega: “No hay más o menos muertos, más o menos con cáncer, más o menos enfermo, es blanco o negro, no hay gris. Yo no tengo la afección ni el cáncer porque mi ADN y  genética no es propensa a la afección. Pero esto no es lineal, yo puedo pasar de no tener afección a tener el cáncer directo.” 

Ledesma e Inés Maya, compañeros del gremio e integrantes del equipo de salud, reclaman la emergencia de la Línea B por ser la más afectada y un plan de desasbestización serio para atender el asbesto en mal estado o contenido en instalaciones antiguas y buscar la forma de señalizar; ya que cada material que contenga este mineral debe tener una etiqueta que exprese y visibilice si hay componente cancerígeno, para que el trabajador cuente con esa información en el caso de que algo se rompa dentro del área donde se desarrolla. 

“El costo psicológico es gigante. Muchos envejecieron de golpe, tienen problemas para dormir, para relacionarse y los que trabajan se sienten enfermos o trabajan a otro ritmo.” cuenta Maya, con enojo y desgano ante la situación. 

Dos velitas para el Reprocann

Dos velitas para el Reprocann

El Registro del Programa Cannabis que permite el uso y cultivo de la planta de marihuana con fines medicinales ya cumplió dos años. En este período se realizaron más de 200.000 solicitudes, buena parte ya aprobadas. ¿Qué impacto está teniendo el sistema? ¿Cómo viene funcionando?

En marzo de 2021 se aprobó el Registro del Programa Cannabis (REPROCANN) que habilitó en la Argentina el uso y cultivo de cannabis con fines medicinales. Desde entonces, el Ministerio de Salud recibió más de 200.000 solicitudes para obtener el permiso. La demora para la aprobación suele rondar entre uno y dos meses en promedio para quienes cumplieron con los requisitos, sobre todo un diagnóstico médico que lo justifique. Gracias a este registro, la persona es autorizada a circular dentro del país con la cantidad necesaria para su tratamiento.

¿Cómo funciona el Reprocann? ¿Qué evaluación hacen los expertos a dos años desde su implementación?

 

Cómo se hace

“Para uno poder registrarse tiene que ingresar a la página de REPROCANN y definir si es paciente, si cultiva para sí mismo o si cultiva para un tercero, es decir, si es un ‘cultivador solidario’”, explica Nicolás Di Biase, médico clínico y especialista en hepatología, con posgrado en endocannabinología y terapéutica cannabica de la Universidad de la Plata. El especialista aclara que el REPROCANN está vinculado a la  Ley 27350 de 2017 que permitió legalizar el cultivo y transporte de cannabis para uso medicinal.

“Una vez hecha la solicitud, el sistema brinda un código de vinculación que  tiene que usar el médico tratante”, comenta Di Biase, quien trabaja en diferentes hospitales de Bahía Blanca. Cualquier médico que tenga matrícula vigente puede recetar, “no tiene que ser un médico especialista en cannabis. Aunque hay médicos que se autodefinen como cannabinólogos, la verdad es que no es una especialidad en sí misma sino una herramienta que está bueno aprender a utilizar” explica Di Biase, también presidente de la Red de Profesionales para el Estudio de Cannabis. “En la Universidad Nacional del Sur desde 2018, dentro de la Carrera de Medicina, se dicta una cátedra de uso de cannabis medicinal. Se busca que el estudiante se reciba como médico teniendo información sobre la planta. Hay otras universidades que lo están haciendo”, afirma el médico.

Una vez hecha la inscripción, el médico debe entregar al paciente un consentimiento informado bilateral. Por su parte, el paciente debe brindar al médico el código obtenido de la inscripción en el REPROCANN para cargalo. Si todo va bien, en aproximadamente uno o dos meses se recibe la aprobación. El permiso dura tres años y, “se permite cultivar indoor (interior) u outdoor (exterior). Lo que no se permite es cultivar en la vía pública, como en las veredas”, aclara Di Biase.

Si bien la mayoría de las inscripciones se aprueba, “se puede negar cuando hay patologías psiquiátricas como esquizofrenia, bipolaridad, depresión… No es que lo rechazan definitivamente, sino que piden que el permiso lo haga un psiquiatra. Es importante recalcar que el programa solicita que se haga una evaluación a cargo de un especialista», afirma Di Biase.

Los cuatro grupos de enfermedades frecuentes que trata el cannabis son el dolor crónico, alteraciones del sueño, alteraciones del estado de ánimo y alteraciones del apetito. El cannabis también se utiliza para tratar la epilepsia: ayuda a reducir la cantidad de convulsiones, pero no cura la enfermedad. “Hay que entender que son paliativos de síntomas. El producto no produce intoxicación ni muerte. La única precaución a tener en cuenta es con mujeres embarazadas, niños y adolescentes, personas con problemas psiquiátricos graves, enfermedades cardiovasculares no controladas y casos específicos”, aclara.

Existen cerca de quince mil tipos de cannabis y dependiendo el perfil de cannabinoides que tiene, se le receta al paciente. Es frecuente que alguien se acerque con un producto comprado en un negocio: “En la mayoría de los casos nos hemos encontrado con que no tienen nada. Por eso la idea es que mejor auto-cultiven las plantas”, sugiere el especialista.

Di Biase asegura que es difícil que se produzca dependencia o adicción como suele suceder con el clonazepam, la nicotina o la cocaína. La razón es que no es una molécula singular individual que entra al cuerpo y genera dependencia continua si no un grupo de moléculas que interactúan en diferentes receptores y eso hace que la persona no genere dependencia a una sola. Lo que sí puede pasar es que con los años pueda requerir más cantidad para tener el mismo efecto. También aclara que si bien “no produce dependencia química, puede pasar que se produzca la dependencia psíquica».

“Somos hijos de una cultura prohibicionista que se instaló en la década de 1920 y fue una bajada de línea de políticas internacionales de Estados Unidos en las cuales se demonizó a la planta y a su usuario. Hemos nacido en ese contexto y suele relacionarse al cannabis con otras drogas, narcotráfico y crímenes”, aclara Di Biase.

De este lado de la ley

Di Biase recuerda que “está prohibido vender cannabis. La persona que vende este producto está violando la Ley 23737. En farmacias todavía no se vende porque no hay productos aprobados por el ANMAT. Los únicos productos aprobados no son del extracto completo de la planta sino cannabidiol o CBD solo y se utiliza para Epilepsia Refractaria”, afirma. En relación a conseguir las semillas, “es un mercado que no está regulado y es complicado porque sigue siendo un poco gris. La ley no permite su venta, pero el Instituto Nacional de la Semilla (INASE) autoriza la venta de aquellas que han demostrado calidad y trazabilidad. Hay cinco cepas que han aprobado, pero que aún no están a la venta”, explica Di Biase. Los especialistas recomiendan que cada paciente cultive sus propias plantas.

Emilio Ruchansky, productor periodístico del noticiero de la Televisión Pública, editor adjunto de la revista THC e integrante del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCA), explica que hay dos permisos que se pueden obtener a través del REPROCANN: uno es para pacientes/usuarios y permite tener un máximo de nueve plantas de las que se obtienen unos 40 gramos de flores o seis frascos de 30 mililitros de aceite. El otro permite cultivar para un tercero (algo fundamental para las llamadas madres del cannabis) al que se lo denomina, “cultivador/a solidaria”.

“También se acaba de abrir una posibilidad de hacer una Asociación Civil que puede tener hasta 150 pacientes”, explica el también autor del libro Un mundo con drogas. Los caminos alternativos a la prohibición. Cabe recordar que la Ley 23.737 prevé entre un mes o dos años de prisión por tenencia de drogas para uso personal: “Esa pena en general no se aplica porque se declara inconstitucional o es una pena en suspenso. Depende mucho del juzgado y que lo considere para su uso personal. La pena por tráfico de drogas va desde cuatro a quince años de cárcel”, explica Ruchansky.

De este lado de la ley

Di Biase recuerda que “está prohibido vender cannabis. La persona que vende este producto está violando la Ley 23737. En farmacias todavía no se vende porque no hay productos aprobados por el ANMAT. Los únicos productos aprobados no son del extracto completo de la planta sino cannabidiol o CBD solo y se utiliza para Epilepsia Refractaria”, afirma. En relación a conseguir las semillas, “es un mercado que no está regulado y es complicado porque sigue siendo un poco gris. La ley no permite su venta, pero el Instituto Nacional de la Semilla (INASE) autoriza la venta de aquellas que han demostrado calidad y trazabilidad. Hay cinco cepas que han aprobado, pero que aún no están a la venta”, explica Di Biase. Los especialistas recomiendan que cada paciente cultive sus propias plantas.

Emilio Ruchansky, productor periodístico del noticiero de la Televisión Pública, editor adjunto de la revista THC e integrante del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCA), explica que hay dos permisos que se pueden obtener a través del REPROCANN: uno es para pacientes/usuarios y permite tener un máximo de nueve plantas de las que se obtienen unos 40 gramos de flores o seis frascos de 30 mililitros de aceite. El otro permite cultivar para un tercero (algo fundamental para las llamadas madres del cannabis) al que se lo denomina, “cultivador/a solidaria”.

“También se acaba de abrir una posibilidad de hacer una Asociación Civil que puede tener hasta 150 pacientes”, explica el también autor del libro Un mundo con drogas. Los caminos alternativos a la prohibición. Cabe recordar que la Ley 23.737 prevé entre un mes o dos años de prisión por tenencia de drogas para uso personal: “Esa pena en general no se aplica porque se declara inconstitucional o es una pena en suspenso. Depende mucho del juzgado y que lo considere para su uso personal. La pena por tráfico de drogas va desde cuatro a quince años de cárcel”, explica Ruchansky.

Ruchansky describe que hay dos tipos de permiso: para pacientes o el llamado «cultivador solidario».   

Cultivadores

La falta de información a nivel institucional ha hecho que la comunidad del cannabis desarrolle sus propios canales. Emiliano Montamat, licenciado en Educación, es uno de ellos a través de la página de Instagram dr.reprocann que tiene como fin, “comunicar sobre el programa del cannabis y crear conciencia del uso responsable. Cuenta con un equipo de médicos  en diferentes especialidades autorizados por REPROCANN que pueden indicar el uso de cannabis medicinal”, explica el licenciado. Entre Instagram y WhatsApp recibe entre cien y doscientos mensajes por día por diferentes consultas. “Los médicos hacen un análisis integral e indican qué tipo de cannabis consumir. Lo que cobran al paciente son los gastos de mantener la estructura y el honorario del médico. Pero también hacen consultas médicas gratuitas a través de ONG”, explica.

Montamat también es presidente de la cooperativa Siembra Nativa. Aún no cultivan en conjunto porque están a la espera de que la Agencia Regulatoria de la Industria del Cañamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME) determine qué requisitos van a necesitar y qué van hacer con su producción si llegan a obtener la licencia. “Todos somos autocultivadores desde hace mucho tiempo y estamos inscriptos en el REPROCANN. Hoy nos estamos asesorando con ingenieros agrónomos y diferentes especialistas. También seguimos avanzando en infraestructura”, detalla Montamat. Como grupo, están autorizados para adquirir las semillas y plantines y tiene un vivero que se llama Semas Legales.

Cultivadores

La falta de información a nivel institucional ha hecho que la comunidad del cannabis desarrolle sus propios canales. Emiliano Montamat, licenciado en Educación, es uno de ellos a través de la página de Instagram dr.reprocann que tiene como fin, “comunicar sobre el programa del cannabis y crear conciencia del uso responsable. Cuenta con un equipo de médicos  en diferentes especialidades autorizados por REPROCANN que pueden indicar el uso de cannabis medicinal”, explica el licenciado. Entre Instagram y WhatsApp recibe entre cien y doscientos mensajes por día por diferentes consultas. “Los médicos hacen un análisis integral e indican qué tipo de cannabis consumir. Lo que cobran al paciente son los gastos de mantener la estructura y el honorario del médico. Pero también hacen consultas médicas gratuitas a través de ONG”, explica.

Montamat también es presidente de la cooperativa Siembra Nativa. Aún no cultivan en conjunto porque están a la espera de que la Agencia Regulatoria de la Industria del Cañamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME) determine qué requisitos van a necesitar y qué van hacer con su producción si llegan a obtener la licencia. “Todos somos autocultivadores desde hace mucho tiempo y estamos inscriptos en el REPROCANN. Hoy nos estamos asesorando con ingenieros agrónomos y diferentes especialistas. También seguimos avanzando en infraestructura”, detalla Montamat. Como grupo, están autorizados para adquirir las semillas y plantines y tiene un vivero que se llama Semas Legales.