Los informáticos no solo están en las redes

Los informáticos no solo están en las redes

El movimiento obrero cuenta entre sus filas un nuevo sindicato: la Unión Informática (UI), agrupa a los trabajadores de la industria tecnológica, y desde 2013, ha  ganado presencia en las principales multinacionales de todo el país como IBM, Accenture, Atos Origins y NCR. El sindicalismo informático irrumpe así en el mundo del trabajo para aggiornar las prácticas tradicionales e imprimirle su impronta.

Los trabajadores informáticos del siglo XXI  se enfrentan con nuevos y viejos problemas: empresas multinacionales que contratan fuera de convenio, un Estado que busca crecer con inversiones extranjeras, sindicatos históricos que no quieren ceder poder y vacíos legales que permiten la explotación laboral. Estas condiciones tienen como marco de referencia una cultura neoliberal – nacida en los 90 -, impresa a fuego en las relaciones laborales con un alto grado de fragmentación de tareas, trabajo a distancia y desactivación de la capacidad de organización de los empleados. La historia de Unión Informática comenzó en 2010 cuando un grupo de  trabajadores decidió defender sus derechos en una de las compañías más antisindicales del planeta: IBM.

En vísperas de los festejos del Bicentenario, Pablo Dorín, Ignacio González Lonzieme y Christian García, junto a otros empleados de la multinacional tomaron la iniciativa de enfrentar la leyenda corporativa que contaba que si escribían la palabra sindicato en un correo electrónico, al día siguiente vendría un OVNI y los abduciría. En momentos en que su salario se igualaba con el de un vendedor de ropa, la necesidad de mejoras salariales fue determinante para dar el primer paso a pesar de los temores. González Lonzieme, secretario gremial, señala que para la empresa no existía el sindicalismo ni reconocía la existencia de la organización de los trabajadores: “La gente más antigua de la empresa comentaba que siempre había algún sindicato dando vueltas y en cuanto te afiliabas, al día siguiente te llegaba el telegrama de despido”.

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La primera puerta que golpearon fue la de la Central de Personal Telefónico (CEPETEL), histórico sindicato que fue desguazado con la llegada de las privatizaciones y que tras la crisis del 2001 se reorganizó y se unió a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).

Por primera vez en 85 años, este grupo de informáticos logró una elección abierta de delegados en todas las sedes de la multinacional. Sin embargo, la representación gremial no era suficiente ya que los IBMers veían que sus demandas no eran escuchadas y no encontraban respuestas a sus necesidades: «(En CEPETEL) no nos vimos representados, no compartíamos la forma de construcción que tenían. Entonces, decidimos abrirnos y hacer lo nuestro porque queríamos un sindicalismo distinto, fundamentalmente desde  lo desde  lo comunicacional”, cuenta Ignacio, profesional IT de 31 años, estudiante de Derecho, y recuerda las primeras reuniones hasta tarde en Norcenter porque no tenían un espacio propio.

El primer traspié no los detuvo sino que les dio fuerza para golpear la segunda puerta, esta vez en Azopardo 802, y encontrarse en el Edificio de los Trabajadores con Facundo Moyano, diputado nacional y dirigente del Sindicato Único de Trabajadores de Peajes y Afines (SUTEP). “El entendimiento ffue muy rápido. Facundo tiene 30 años, compartimos los códigos y las vivencias. Nos impulsó a tener un sindicato de la actividad dirigido por nosotros y nos puso en contacto con su hermano abogado”, destaca Ignacio en las nuevas oficinas de la calle Estados Unidos, en pleno trabajo de pintura con la ayuda de los afiliados.

El proceso de oficialización implicó más tiempo del esperado. Habitualmente, el Ministerio de Trabajo tarda noventa días en  otorgar la inscripción gremial. Sin embargo, tras varias presentaciones judiciales y manifestaciones en la calle Alem, el trámite llevó dos años y medio. Las razones son varias, según esgrime González Lonzieme: “El gobierno sistemáticamente niega las inscripciones gremiales. En aquel momento el vínculo del gobierno con el moyanismo era positivo y luego cambió, lo cual es probable que haya influido. Pero más decisivo fue el lobby de las empresas que de ninguna forma querían un sindicato».

Unión Informática se caracteriza por sus manifestaciones frente a las empresas con el fin de visibilizar el reclamo con todo el Consejo Directivo presente, huelga, acampe y bombos al mejor estilo del sindicalismo combativo. El 28 de octubre de 2013 recibieron la inscripción gremial y su Secretario General, Pablo Dorín, sentenció en un acto en la CGT que se había acabado la fiesta informática. Un mes después, pararon durante tres semanas en Parque Patricios, la planta de Tata Consultancy Services, una multinacional de origen hindú, hasta conseguir un acuerdo con la empresa para llevar al salario mínimo a $5.000. Actualmente, un sueldo básico en la industria IT ronda los 8000 pesos y a esto se suma presentismo, antigüedad y título, que en muchas empresas antes de UI no eran considerados. Por ejemplo, los empleados de las principales consultoras de software son contratados mientras estudian, se les paga bajos sueldos y se les ofrece «rewards por performance»,  al mejor estilo Mc Donalds. Se trata de  recompensas por efectividad en el trabajo que pueden consistir en vouchers en restaurants y casas de ropa o  gimnasio pago, nutricionista y días de spa. Estos nuevos ingresantes al mercado laboral tienen poco o nulo conocimiento político. Muchos de ellos sueñan con ser Bill Gates pero terminan haciendo testeos de software cuando estudiaron para crearlo. En pocos casos, negocian sus condiciones laborales de manera individual a sabiendas de que en ciertas áreas IT el conocimiento que poseen se cotiza alto por su escasez, razón por la cual trabajan seis meses en un proyecto y luego mudan a otra empresa. “Es una cuestión cultural que está relacionada con el predominio de una cultura individualista que fue ganando terreno en los 90, cuando eestas empresas se hicieron más fuertes. Es difícil que la gente participe, se afilie y realice una medida de fuerza», dice González Lonzieme mientras hace un alto en su trabajo remoto, otra forma de precarización laboral aun no legislada. El hecho de estar bajo el ala del moyanismo los ayudó, pero no les dio ninguna ventaja práctica. “Tratamos de aggiornarnos a las ideas, a la comunicación, a la forma de militar. No es la misma forma de participación que había antes. A veces discutimos la palabra compañero porque es parte de la mística pero no es propio de nuestra disciplina. Si  bajamos con la doctrina peronista no se suma nadie y además está fuera de tiempo. Tratamos que se vayan los fantasmas y el miedo que tiene la gente sobre el sindicalismo. En general, lo que conduce a los jóvenes a meterse en el tema sindical son las ganas de querer cambiar las cosas».

Unión Informática forma parte de Juventud Sindical, la agrupación dirigida por Facundo Moyano que nuclea a los nuevos rubros, tales como Peajes, Jerárquicos de Comercio y Call Centers.  Estos gremios reconocen los defectos históricos del sindicalismo como proscribir a un compañero porque no es peronista o prohibir las elecciones libres, ya que lo consideran prehistórico. El desafío que tiene por delante la UI es el de crear conciencia en los trabajadores IT y empoderarlos para realmente reiniciar el sistema, como postulan desde su eslogan,  con objetivos tan básicos como lograr un Convenio Colectivo de Trabajo y una categorización real según disciplinas y especialidades.

Pago difícil

Pago difícil

La Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) confirmó el jueves 23 de abril que Boca y River se enfrentarían el 7 y el 14 de mayo por los octavos de final de la Copa Libertadores 2015. La institución de Nuñez informó ese mismo día el cronograma de venta de entradas para el primer cruce. Fue con 14 días de antelación.

Por su parte, los de la Ribera comunicaron que venderían las plateas para el segundo partido el 29 de abril, más de dos semanas antes. Sin embargo, recién el domingo 10 de mayo se informó que el martes 12 se habilitaría el expendio de populares en los 195 centros habilitados de la empresa Pago Fácil.

Entradas agotadas

Desde muy temprano, los hinchas de Boca acudieron al local ubicado en Almirante Brown 1106. A diferencia de otros sitios, la cola apenas se extendía por media cuadra. Pero en más de una hora no avanzó más que unos metros. Algunas personas salían con más de cinco carnets en la mano y volvían a entrar. A las 10 se escucharon gritos. El encargado del comercio había salido para notificar que el sistema se había caído. Y minutos después confirmó el rumor del que algunos hinchas ya se habían enterado a través de las redes sociales: no quedaban más entradas.

Más de un centenar se desprendió de la fila y caminó hacia al club para hacerse oir. Cuando llegaron, un agente de seguridad privada cerró la puerta de la calle Brandsen y las vías. Un patrullero de prefectura ya estaba en la esquina. El club, que había estaba abierto desde temprano, le negaba una vez más el ingreso a sus socios. Un puñado de ellos tomaron vallas que había en un costado y las utilizaron para cortar la calle.

Al poco tiempo forzaron el portón 2 bis, que conduce a la platea baja. Mientras los turistas sacaban fotos del estadio y cuatro prefectos controlaban que la situación no pasara a mayores, los hinchas se agolparon en el codo donde una escalera desciende hacia el hall y el Departamento de Socios. La seguridad logró impedir que accedieran y finalmente llegó una respuesta del club. Los empleados prometieron tomar los datos de quienes estábamos allí para llamarnos al día siguiente. Sin saber si se habilitaría el carnet, o si nos irían ir a otro Pago Fácil, o si nos expulsarían del club, acatamos el pedido. Para salir del club había que esperar que un agente de seguridad nos acompañara a la puerta. De lo contrario los otros socios que estaban afuera podrían entrar

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El descargo

Horas después César Martucci, secretario general de Boca y encargado de la organización de los eventos deportivos, confirmaba a la prensa que las entradas se habían agotado. No precisó de cuántas localidades se hablaba: “Casi 25 mil”. Según un plano de distribución de la Bombonera que el oficialismo compartió a la oposición en noviembre de 2011 y que publicó la agrupación Boca es Nuestro,  la capacidad de las populares del estadio es para 28.508 espectadores. Al número se llega sumando 5.905 de la tribuna Socios Sur, 5.728 de Socios Norte, 6.391 de la segunda bandeja sur, 8.203 de la segunda bandeja norte y 2.281 de la tercera norte. Cabe destacar que este último guarismo correspondía al proyecto de convertir en platea el sector, que finalmente no se llevó a cabo. Hoy puede albergar a 4.500 hinchas. No obstante, para este partido la cifra se redujo a 2 mil por pedido de los organismos de seguridad y se destinaría a los socios adherentes. Por ende, la capacidad total de las populares para el Superclásico era de 28.227. Al menos 3 mil lugares más de los informados por el secretario general, que no pudo ser contactado por esta agencia.

Por otra parte, Martucci excusó el inconveniente en que algunos centros de Pago Fácil abrieron a las 8 de la mañana y que el sistema es global. Por eso algunos locales abrieron a las 10 y ya no quedaban tickets. Y agregó que por reglamento de la CONMEBOL el club “debe entregar entradas de protocolo y permitir la compra de plateas a sus sponsors e invitados”. El mismo reglamento estipula otra cosa en su artículo 23: 50 plateas a repartirse en cantidades iguales entre el patrocinador televisivo y Nike, y 50 preferenciales y 6 palcos para la CONMEBOL. “Boca Juniors no está obligado a cederle a la CONMEBOL ni una sola entrada a la tribuna popular”, concluyó la organización Boca es Pueblo mientras denunciaba que las mismas podían conseguirse por Ticketbis, el Hotel Boca y agencias de turismo.

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Al día siguiente y mientras el club seguía cerrado, quienes habían entrado por la fuerza recibieron el llamado prometido. Se había habilitado el carnet para ingresar a la tercera bandeja sur y los 130 pesos de la entrada serían cobrados a la cuota del próximo mes. Efectivamente todos pudieron ingresar al partido, incluso a otras tribunas.

La misma noticia llegó por otros canales. Un socio de Temperley, que prefirió reservar su nombre, confirmó a esta agencia que él y otros nueve compañeros dejaron sus datos a la peña Movimiento Boquense Zona Sur. La misma formó parte de los festejos que el oficialismo organizó en la confitería del estadio por el 110 aniversario de la institución. Ocho entraron al Superclásico y sólo dos rebotaron

De manera contraria y tal como informó el portal Infojus, Boca Juniors se negó a acatar distintos fallo de la Justicia que ordenaban al club venderle entradas a los simpatizantes. Marcela Penna del Juzgado Civil 31, Alejandro Verdaguer del 101, Pablo Aguirre del 50, Ana Sotomayor del 20 y Hernán Pagés del 73 dieron lugar a los cinco amparos presentados por un total de 42 socios. En tanto, Alberto Narváez del Juzgado Civil 98 y María Verónica Ramírez del 73 rechazaron el pedido de 20 asociados.

Una vez más Boca Juniors no supo resolver la diferencia entre la demanda de entradas de sus socios e hinchas y el espacio disponible en el estadio. La falta de información precisa volvió a alimentar las sospechas sobre el destino de los tickets. Y, quizá como un presagio, las horas agitadas del martes anticiparon el desenlace catastrófico del jueves.

 

Fracking, la resistencia crece en Entre Ríos

Fracking, la resistencia crece en Entre Ríos

El fracking es una técnica de fractura hidráulica para extraer gas natural de manera no convencional desde capas rocosas profundas. La primera perforación es vertical hasta llegar a una profundidad de entre 1000 y 5000 metros. Una vez localizada la parte rocosa, que en sus poros contiene el gas, se desplaza de modo horizontal e inyecta cantidades de agua y arena con sustancias químicas a gran presión. La roca se rompe y libera el gas que asciende a través del pozo. “Lo más grave del fracking es la contaminación del agua. Todas las aguas (superficiales y subterráneas) que consume el ser humano y los animales se ven perjudicadas con este método que llega más abajo. El peligro son las consecuencias que puede traer la filtración de los químicos o de gas en esas aguas” cuenta a ANCCOM Luis Laferriere, docente de Economía de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y miembro del Movimiento Entre Ríos libre de fracking, organizador del evento.

Entre las buenas noticias de la cumbre, el profesor Laferriere destaca la existencia de veintisiete ciudades entrerrianas con ordenanzas firmadas o en trámite que impiden esta técnica en sus áreas. Este trabajo minucioso de cada municipio se debe a la acción de los asambleístas que buscan protegerse frente hecho de que el proyecto de ley presentado por la diputada provincial del Frente Amplio Progresista (FAP) María Emma Bargagna para declarar la provincia libre de fracking duerme el sueño de los justos. “Fue presentado en 2011 pero los diputados del oficialismo no lo trataron porque ellos están a favor del fracking, por sus beneficios. Ahora lo volví a presentar y pasó a comisión, pero tampoco lo van a tratar”, señala la legisladora miembro del Movimiento Entre Ríos libre de fracking, quien recuerda las estrechas relaciones entre el CEO de YPF, Miguel Galuccio, y el gobernador Sergio Uribarri. “Algunos diputados oficialistas fueron invitados a un “Frackingtour” por Vaca Muerta para que luego vinieran a la provincia a hablar de sus bondades”.

La historia de esta forma de extracción no convencional comenzó en Estados Unidos en la década del 40 pero fue perfeccionada por el petrolero George Mitchell en los 90s y se popularizó con el fin de lograr la independencia energética de los países de la OPEP. Estados Unidos calcula que por medio de esta técnica aplicada sólo en Dakota del Norte puede reemplazar las importaciones de Venezuela y Nigeria.

El fracking fue prohibido en Francia, Irlanda del Norte y Bulgaria por sus consecuencias sobre el medioambiente; Argentina entró al modelo fracking sobre la formación geológica de Vaca Muerta, en Neuquén. Así fue como en 2010 se firmó un acuerdo de trabajo entre YPF y la provincia de Entre Ríos para el Desarrollo de Proyectos Exploratorios de Hidrocarburos, que fue resistido por la comunidad organizada hasta el punto que el Gobernador Uribarri negó que existiera el acuerdo. En 2012, YPF anunció un acuerdo con Chevron para explotar esta región pero los conflictos con Ecuador que había denunciado a la empresa por desastre ecológico, impidieron su concreción. En 2013, la empresa Gas & Petróleo Neuquén llevó a cabo el primer fracking en Vaca Muerta con la benevolencia del gobernador Jorge Sapag.

Los logros obtenidos en esta cuarta Cumbre fueron contados a ANCCOM por sus organizadores; tanto el profesor Laferriere como la diputada Bargagna coinciden en que la firma de un documento público por parte de algunos precandidatos a gobernador por la provincia de Entre Ríos es un avance muy importante “porque estos candidatos prometen defender la provincia del fracking y van a tener en su agenda de gobierno una política de energías renovables siempre orientado al cuidado del acuífero guaraní. Es un compromiso que asumen en un año electoral”,

Finalmente, Barbagna declara que la propuesta a largo plazo se vincula con “la constitución de una agenda pública que permita salir de esta matriz energética de los fósiles para ingresar paulatinamente en las energías renovables teniendo en cuenta la ideas expuestas por Roberto Bertinat”, un experto en energías alternativas: se han ido implementando en la provincia de Santa Fe como el aprovechamiento del viento, aunque no sea del tipo patagónico, ya que lo importante es que mantenga intensidad, continuidad y dirección. Actualmente, se están haciendo pruebas en Venado Tuerto, Rufino, Las Rosas y San Jorge.

Además, lograron establecer un amplio diálogo con asambleístas de Tacuarembó y Paysandú que tienen más experiencia en la defensa contra el fracking. En Uruguay, hay cinco militantes procesados por intentar detener unos camiones que comenzaban el trabajo de fracking, con los cuales la Cumbre se solidarizó. Al respecto, se presentó un pedido al Congreso de la Nación de derogación de la llamada ley antiterrorista que persigue a luchadores sociales y también de la ley de Hidrocarburos, por ser una entrega de soberanía.

 

 

La violencia médica en escena

La violencia médica en escena

A Eugenia le arrebataron la felicidad. Embarazada de cuarenta y un semanas, le indujeron el parto demasiado rápido y finalmente le practicaron una cesárea innecesaria. Acostada sobre la fría mesa de operaciones del quirófano, con los brazos atados, escuchaba los comentarios sarcásticos que el médico hacía sobre ella mientras el resto del equipo se reía. Eugenia tan sólo podía llorar en silencio.

El de Eugenia es uno más de los casos de violencia obstétrica que suceden en el país, tanto en instituciones públicas como privadas. Bajo la premisa “hacer visible lo invisible”, la agrupación argentina Las Casildas escribió, dirigió y puso en escena la obra teatral “Parir(nos)”. Se trata de cuatro historias de partos de cuatro mujeres distintas que tuvieron diferentes experiencias. Al finalizar, se abre el debate sobre el tema donde el público participa. Luego de un año de funciones, a principios de mayo viajaron a Chile para presentarla en las ciudades de Santiago y Viña del Mar, gracias a una campaña realizada en las redes sociales.

La voz de todas

Con la idea original de Julieta Saulo, coordinadora de Las Casildas, la pieza está protagonizada por Eugenia Díaz, Jimena Schneier, Leticia García y Violeta Osorio. “La obra tiene relatos de cuatro mujeres que, de algún modo, representan la voz de todas. Tenemos un parto en una institución, una cesárea, un parto en casa donde hubo violencia dentro del hogar y un parto respetado que no dice dónde, como planteando la posibilidad de que ese parto puede ser en cualquier lugar,” cuenta Eugenia.  Esto último es “para salir del estereotipo de que la única manera de parir de manera respetada es en tu casa. Si nos atenemos a los números, estadísticamente son muy pocas las mujeres que eligen parir en el hogar. Y así y todo, en la casa hay situaciones de violencia que son tremendas”, agrega Julieta.

La obra surgió ante “la necesidad de generar un dispositivo distinto para difundir información porque desde el arte movés otras fibras”, explica Julieta. “Parir(nos)” está basada en “historias que nos han contado, en secuencias que nos pasaron a nosotras. Intentamos darle voz al relato de las mujeres en la escena de los partos”, agrega.

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En primera persona

Eugenia tuvo dos experiencias distintas. En el nacimiento de su primera hija sufrió de violencia obstétrica y eso le sirvió para saber lo que no quería con su segundo embarazo, por eso, luego de informarse, eligió un parto en su casa. “Fue maravilloso. No podía creer que estaba sucediendo en mi casa, fue muy rápido, estaba con dos parteras y mi compañero. De repente estaba naciendo mi hija ahí. Me la dieron y directamente se prendió a la teta, ni siquiera habíamos cortado el cordón. Al otro día estaba caminando por ahí. En cambio, con el anterior estuve seis meses hasta poder hacer algo porque la cesárea es una cirugía mayor”.

Por su parte, Julieta tuvo un parto normal pero había algo que “le hacía ruido”. Comenzó a pujar y en el momento en que sale el cuerpo de su bebé ella gritó. “De repente fue el quiebre. Grité y viene un médico de la sala de al lado y dice ‘¿qué pasó, está todo bien?’ Un ser humano me está atravesando el cuerpo, ¿cómo puede ser que a alguien le llame la atención que yo grite? Mi manera de parir fue muy conducida. Esta cosa de ser una buena chica, que te pide el sistema, portate bien, no grites, pujá ahora, ahora no. Y de repente cuando te salís de este parámetro, vienen y te abren la puerta, no te vayas a salir de eje, no vas a manifestar tu poderío acá”.

En el caso de Jimena, habían planeado una inducción que no fue real porque su hijo nació luego de dos horas y media de llegar al hospital. “La cesárea estuvo atravesada por frases desafortunadas desde la partera hasta del anestesista. Había tres personas empujándome la panza. Y luego aprovechaban cuando venían las visitas y se llevaban al bebé”.

 

Un tipo de violencia poco conocida

La violencia obstétrica es una de las formas de la violencia de género y consiste en la vulneración de los derechos que tienen las mujeres antes, durante y después del parto. Según la ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que se Desarrollen sus Relaciones Interpersonales, la violencia obstétrica es “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales”. Además, la ley 25.929, conocida como “ley de parto respetado”, establece que toda mujer durante su embarazo, parto y posparto tiene una serie de derechos, entre los cuales se encuentran: ser informada de las distintas intervenciones médicas; ser tratada con respeto; ser considerada como persona sana de modo que sea la protagonista de su parto, al parto natural, respetando los tiempo tanto biológicos como psicológicos y a estar acompañada durante el proceso por una persona de su confianza.

Las Casildas es una agrupación que surgió en el año 2011 gracias a la iniciativa de Julieta Saulo, su fundadora. Comenzó como un emprendimiento individual que adquirió dinamismo a través de las redes sociales. Actualmente está conformada por mujeres y varones que, desde diversas disciplinas, se dedican a la difusión de información sobre los derechos de las mujeres, de las familias y de los niños y niñas durante la gestación, el parto, el posparto y la crianza que, según Julieta, “son derechos que están muy vulnerados” porque “hay mucho desconocimiento”. Dentro de sus actividades, llevan a cabo la organización de grupos de mujeres embarazadas y de grupos de crianza y ofrecen asistencia de puericultoras especializadas en lactancia. Además, han realizado diversas campañas, spots, debates y mesas de trabajo para visibilizar la violencia obstétrica.

La violencia obstétrica adquiere diferentes modalidades. Desde los gritos y malos tratos por parte de las enfermeras hasta el abuso de medicación, pasando por las decisiones arbitrarias de los médicos que no tienen en cuenta la opinión ni los deseos de la mujer. Se trata de una forma de violencia que muchas veces está naturalizada tanto por los profesionales como por las mujeres embarazadas y que está atravesada por relaciones de poder. En estos casos existen dos cuestiones importantes: la desinformación y el lugar hegemónico que ocupa el médico. Para Eugenia Díaz, una de las actrices y además directora de la obra, “la información es poder, es importante para que la mujer sepa a qué tiene derecho, que merece respeto y que tiene decisión sobre su cuerpo. Si una está informada podés tomar una decisión”. Además, Eugenia plantea que el profesional “es el que tiene el saber. Entonces las mujeres, de algún modo, somos infantilizadas frente a la eminencia que es el profesional, y detrás de éste la institución; de repente entregamos nuestro cuerpo al saber del otro. Jimena Schneier, otra de las actrices, coincide: “te guiás mucho por el profesional, a la voz del médico una le da una determinada categoría”.

Sin embargo, también es importante el lugar que la mujer ocupa como protagonista de todo el proceso. Las Casildas hablan de “hacerse cargo”. Para Eugenia es necesario “hacerse cargo de que el cuerpo de una es de una, que el embarazo es personal y que en la medida en que el embarazo sea normal puede ser asistido por parteras, puede ser acompañado de otra forma”. En la misma línea, Jimena sostiene que juegan un papel importante las experiencias personales previas: “en el debate se plantea mucho lo de hacerse cargo una, de por qué una llegó a esa experiencia. Yo me hago cargo de la mujer que era yo en ese momento, tal vez no me hubiese animado a un parto vaginal. Si una está plantada en otro lugar, las experiencias son otras”. Para Julieta, “hay que buscar, hay que informarse, hay que empoderarse”. Ella reconoce que existe “un sistema médico hegemónico que baja todo su poderío” sobre las mujeres pero se pregunta qué hacen las mujeres frente a eso, ya que en algunos casos “una va al obstetra que le queda a la vuelta porque es más cómodo y te lo cubre la prepaga”. Entonces, “también hagámonos cargo nosotras como agente protagonista de ese proceso”, enfatiza.

El teatro como herramienta

La obra tiene el formato de teatro- debate. Por lo tanto, al finalizar la función comienza la charla con el público. Para Eugenia, “es la oportunidad de utilizar el teatro como una herramienta para la transformación, nos ha pasado de estar en instituciones y que profesionales con ambo estén llorando, al verlo en un hecho vivo, pudieron ver la violencia que ellos mismos habían realizado, que lo tienen tan naturalizado que no lo ven. Entonces, en ese sentido el teatro es una pieza fundamental en esto que hacemos”.  Julieta cuenta que “hay gente que se da cuenta de que fue violentada ahí mismo. De repente, termina el debate y se te acercan movilizados y emocionados porque el quiebre lo terminaron de hacer ahí. Ver a cuatro mujeres haciendo arte y luego con toda la información que se da en el debate es muy fuerte. Eso ni con la mejor charla del planeta lo hubiésemos logrado”.

PARIR (NOS). La obra de teatro de Las Casildas para generar debate sobre la violencia obstétrica.

PARIR (NOS). La obra de teatro de Las Casildas para generar debate sobre la violencia obstétrica.

El teatro se caracterizó siempre por ser una herramienta de crítica y de movilización social. Para el grupo, se trata de articular la pasión que sienten por el teatro con la posibilidad de trabajar por un cambio en la sociedad. Eugenia tiene “la sensación de que funciona, de que estamos haciendo algo. La violencia obstétrica es tremenda y parece que lo ocupa todo, esto es como un granito de arena en contra de todo esto, tratando de que nuestros hijos puedan parir donde sea que elijan y tener sus hijos de forma respetada. Eso es lo que buscamos, que los que vengan nazcan de una mejor forma porque más allá de la violencia que sufren las mujeres los bebés también. Y creo que eso es lo más terrible. Esto es superador, porque estás haciendo algo con el teatro, estás poniendo el cuerpo en algo que genera cambios”.  Para Julieta, “haber generado un dispositivo desde el arte hace que se muevan otras cosas, la información llega a personas que de otra forma no llegaríamos. La gente está atenta, movilizada, emocionada”.

Camino a Chile

El primer fin de semana de mayo Las Casildas viajó a Chile a presentar su obra. El proyecto surgió por iniciativa de una mujer, Mónica Arroyo, quien le escribió a Julieta Saulo para llevar la obra a Chile. “Yo le dije que si quería difundíamos desde las redes sociales. Lo que se armó fue maravilloso. Un montón de gente desconocida poniéndose a laburar por una causa común. Tuvimos función el viernes en Santiago, el sábado en Viña del Mar y el domingo en Santiago otra vez.” El caso permite hablar del rol de las redes sociales, que, como dice Julieta, “bien usadas es una herramienta de difusión, generadora de cambios y de concreción de proyectos”.

La obra también tuvo repercusiones en nuestro país. En el marco de la campaña “Antes, durante y después del embarazo tenés derechos”, el Consejo Nacional de las Mujeres (CNM) invitó a Las Casildas a realizar una función en el centro cultural de la Villa 21 en Barracas.

La iniciativa de Las Casildas demuestra que el teatro puede ser una herramienta tanto de concientización como de transformación social. Pero también es mucho más, es descubrimiento, encuentro y hallazgo. Como hecho vivo, se nos ofrece en toda su plenitud. “Parir(nos)” atraviesa el escenario y no termina cuando cae el telón, hace que el público se descubra a sí mismo, genera cuestionamientos y contribuye a visibilizar la violencia. Como dijo Peter Brook, “hay un momento en que el teatro y la vida son uno”.

La  danza argentina espera por su ley

La danza argentina espera por su ley

El Movimiento por laley nacional de danza se propone dignificar a la actividad, que sus trabajadores tengan derechos y a que sea fomentada por el Gobierno Nacional. Así lo sostiene María Noel Sbodio, actual coordinadora del movimiento: “El proyecto  de ley nacional de danza surge más o menos en el año 2008, cuando se convocó a una reunión a la comunidad afín. Hacía rato que se venía hablando sobre esta ley, pero nadie tomaba la iniciativa. El teatro y el cine ya tienen su regulación, pero la danza siempre está relegada. Es algo difícil, porque hay muchos géneros y tipos de danza. Nosotros  tratamos de instalar la idea de que todos somos trabajadores de la danza y eso nos unifica, todos tenemos que pelear por lo mismo, sin importar a qué se dedica cada uno en el movimiento”.

El pasado 29 de abril, Día mundial de la danza, se realizó en la Facultad de Derecho el Foro Argentino de Danza. Sbodio cuenta que este evento “nació para seguir pidiendo que se aplique el proyecto. Queremos fomentar la idea de que necesitamos estructurar el sector.  Intentamos que cada provincia logre su propio foro, que haya representantes en todas las provincias”.  El 29 de abril, pero del año pasado, se presentó el proyecto de ley en el Congreso, junto con las 10 mil firmas de personas cercanas a la danza que lo acompañaron.

Actualmente, comentó Sbodio,  “el proyecto está en el Senado, en la comisión de Comunicación y Cultura, sin ser tratada por el momento”.  “Para que el proyecto se lleve a cabo, tiene que tomarlo un legislador, pero nosotros no queremos que se lo apropien, sino que se mantenga la neutralidad partidaria”, añadió.

“No  me voy de joda, me voy a bailar. Me rompo los pies, el alma y el cuerpo. Hay un montón de cosas que implican que no es un divertimento, es un laburo y un disfrute. ¿Por qué el laburo no se ve como un disfrute? Y ¿Por qué el disfrute no se ve como un laburo? Están mal los conceptos a nivel social”, se pregunta  Natalia O’Connor , profesora nacional de danzas y artista. “El hecho de bailar constantemente sin regulación está naturalizado, para muchos estás de joda, la mayoría entiende que el arte es un hobbie, un placer y no un trabajo. Como tomarte un café, y leer un libro”. Agregó. Al día de hoy, no existe ninguna ley que ampare a los trabajadores. “A vos te hacen un contrato que no está regulado, no hay una ley que me respalde si a mí me pasa algo”, contó O’Connor.

Para Sbodio existe una necesidad: “Que el Estado reconozca a la danza como una actividad a fomentar y al mismo tiempo crear un Instituto Federal de Danza. Justamente, la ley de fomento lo que brinda es el status del trabajador a todos los bailarines, coreógrafos y afines. Lo que no logró la danza hasta ahora fue esa organización y el debate, un tema de unificar todo en un solo sindicato”.

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Como primer paso, el movimiento que coordina Noel Sbodio se plantea crear una ley de fomento y como segundo, crear una laboral y así el sindicato de trabajadores de la  danza. “Desde el principio, nos preguntamos si queríamos una ley de fomento o una ley laboral. Elegimos empezar por la primera, y lo laboral viene ahora donde planteamos crear un sindicato de trabajadores de la danza”, agregó Noel. Según los datos del movimiento que impulsa la ley, existen en nuestro país más de 15 mil trabajadores que entrarían dentro de esta regulación. Ninguno de ellos cuenta con obra social, vacaciones ni ART. En su experiencia, O’Connor recuerda: “Tuve muchísimos yesos y cuando me pasaba algo tenía que usar la obra social de mis padres”. Y agrega: “Como profesora nacional de danzas, al no estar regulado nuestro trabajo, aunque estés enfermo o tengas algún problema, vas igual a trabajar, y así se te pueden ir los alumnos para otro lado”.

En cuanto a la trayectoria que un bailarín promedio puede lograr, con estas condiciones laborales, Natalia O’Connor afirma que “en el momento que se instale la ley, vamos a estar un poco mejor todos, tantos los empleados como los empleadores, podremos defendernos y entrar al circuito del trabajo corriente, yo con 40 años ya tengo que buscar otra forma de vivir, nadie me reconoce todos los años de trabajo, no tengo jubilación”, añadió.  “Está la idea de que el arte es para unos pocos, y en realidad el arte es gratis y es para todos. El problema es que el sistema educativo no incluye el arte, por ende no se le da valor. Es como si vos le decís a tu vieja ‘quiero tocar la guitarra todo el día- como dice la canción- y que a gente se enamore de mi voz ‘ . ¿Por qué eso no puede ser tu laburo? La mayoría dice que eso es de vagos pero para tocar la guitarra hace falta un aprendizaje, eso es hacer arte”, reflexionó la profesora de danzas.

Vida y milagros en el Parque Centenario

Vida y milagros en el Parque Centenario

El arquitecto y paisajista francés Carlos Thays amaba las flores. En 1909 se cumplían en Argentina cien años de la Revolución de Mayo, y el gobierno quiso conmemorar la fecha con la creación de un parque. Entonces le ofrecieron a Thays diseñar un espacio verde en el centro geográfico de la ciudad. Carlos aceptó y se sentó en su escritorio, que daba a un ventanal. Dibujó formas en un papel, y cerró los ojos para ver cómo sería el paisaje. Imaginó un parque enorme, con arboleda, con flores, con caminos. En un papel cuadrado esbozó la ciudad, y en el medio de la ciudad hizo un círculo que llenó de verde. Sin saber que con ese gesto, estaría creando el centro geográfico de la capital.

Thays se enamoró de Buenos Aires, plantó 150 mil árboles en la ciudad, y creó más de ochenta parques en toda Argentina. Dejó una huella en el diseño de la urbe porteña, y se hizo tan conocido que lo llamaron  “el jardinero de Buenos Aires”. Ese apodo le sobrevive.

Por todo esto, en el medio de la ciudad de Buenos Aires hay un lugar que conmemora los cien años del mítico Mayo, y fue diseñado por ese francés que amaba las flores. Es un parque redondo con lago en el medio. El “jardinero francés” ya no está, pero quedaron los árboles, las flores, los caminos. Y el famoso lago, que es atracción general.

Es enero de 2015. Un hombre desparrama mayonesa con una trincheta sobre una feta de jamón cocido.

Una chica y su madre se acercan a un artesano y le entregan un mechón de pelo -de la chica- para que él teja una rasta.

Una joven con acento inglés pregunta dónde queda la calle Corrientes.

Una pareja se besa con pasión -las manos van y vienen- en un puesto de juguetes. La intimidad de la escena espanta clientes.

Una artesana que vende mapas pintados en tela, le pregunta -enojada- a su pequeña hija: “¿Vendiste América del Sur?” La nena la mira pasmada, y entrega ese gesto como toda respuesta.

Un hombre y dos mujeres intercambian opiniones sobre cortarle o no la cola al perro del hombre. Él dice –se defiende- que “eso ya pasó de moda”. Después mira para abajo, duda.

Un hombre que vende vestidos, toma uno y hace un bollito para demostrar que no se arrugan. Pasa todo el día haciendo bollitos. Y no, no se arrugan.

Un octogenario vende libros a precios de hace décadas: Capote 40 pesos, García Márquez 30, Galeano 20.

Un hombre armó su puesto plagado de avisos de ofertas, perchas que sobresalen, carteles que dicen “remato todo, nos vamos”. Y así está hace cuatro años: vendiendo que se va.

Todo esto sucede en el mismo lugar, a la misma hora. Parque Centenario, Villa Crespo, a las 16 horas de un sábado de calor.

Desde su creación, el parque Centenario pasó por distintas etapas. Es un lugar más donde los hombres y las gestas quedaron anquilosados, marcados como surcos en la tierra. Pero específicamente en el medio de ese parque pasó de todo. Thays había diseñado el parque en el medio de la urbe, como un corazón que bombea.

En 1953, el gobierno de Perón decidió construir un anfiteatro en la mitad exacta del parque: para fomentar la cultura, para que toque la orquesta, para que baile el ballet. Se lo bautizó con amor: “Anfiteatro Eva Perón”. Sin embargo, después de un tiempo, fue destruido en uno de los avances de la revolución libertadora. El anillo central volvió a ser virgen, espacio de nada. Pasaron casi veinte años y donde había estado el anfiteatro, la última dictadura militar decidió construir un lago. Durante la democracia, el lago se secó y así estuvo un largo rato. El anfiteatro, por su cuenta, fue reubicado cerca del lago y en 2009 volvió a sonar la música con tango y jazz. Actualmente, el parque está renovado, y en el lago hay una isla con vegetación, peces y patos. Las aguas están en calma.

Un día de septiembre de 2012, ante la mirada atónita de los transeúntes, los camiones estacionaron frente al parque y unos hombres bajaron con palas, bolsas, y barrotes. Los artesanos y puesteros miraron sorprendidos, no sabían a qué atribuir el movimiento. Cuando se enteraron, ya era tarde: el gobierno porteño había decidido enrejar el Centenario. Esta medida formaba parte de un programa de reformas de espacios verdes, llevado a cabo en más de setenta plazas y parques de la ciudad por el Gobierno local.

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El tema es polémico, la decisión del Gobierno no esperaba ser autorizada por los vecinos para implementarse, pero tomó a todos por sorpresa. Los del PRO fallaron en la manera de comunicarles la noticia a los feriantes, artesanos, y vecinos que sintieron las rejas como un atropello. Esos días y noches de 2012 fueron duros, y algunos vecinos se juntaron en el parque a reclamar, y sobre todo para expresar lo que sentían. Lo que ellos querían gritar era un gran no: a las rejas, a que cambien el parque tan querido.

Una de esas noches, la policía reprimió a los que reclamaban, y eso fue un golpe para los manifestantes.  Entonces, hubo más voces en contra que hicieron lo imposible para evitar que las rejas se colocaran (acamparon, hicieron convocatorias, solicitadas, juntaron firmas, carteles, banderas). Detrás de ese no a las rejas había dos cuestiones: el miedo de los puesteros a perder el lugar de trabajo, y el malestar de los vecinos que sentían que no iban a poder disfrutar del lugar por las noches.

Durante un mes los artesanos dejaron de trabajar para que se terminara la obra. El parque se enrejó con un vallado regular y una puerta con candado que se cierra todos los días a una hora estipulada. Hay seguridad y agentes de la ciudad custodiando la zona.

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Con respecto a los puestos de trabajo, se conservaron: los artesanos siguen en su lugar, y los de reventa fueron reubicados y organizados. Varios puesteros concuerdan que desde la colocación de las rejas y el cuidado intensivo del parque, la situación mejoró y hay más visitantes.

Los sábados, domingos y feriados, en el Centenario se arman dos ferias: la de artesanías, y la de reventa de objetos usados. Esos nombres –artesanías y reventa- son los que ordenan el espacio. Las dos ferias están ahí: juntas pero separadas. No se confunden, no se rozan. Los artesanos defienden su identidad de “cosas hechas a mano”, y si uno pregunta por la otra feria, la sienten muy ajena, muy distinta. Y con los de reventa pasa algo similar. Sin embargo, artesanos y revendedores, tienen algunas historias en común, además del espacio que comparten.

En los días estipulados, los puestos van apareciendo como flores que crecen. Primero llegan los armadores, que son quienes colocan los fierros del esqueleto metálico: el armazón de la feria. Ese esqueleto es como un gusano oxidado que hace una curva y rodea al parque por un costado. Después de un rato, llegan cientos de hombres y mujeres a preparar sus puestos.Con telas de colores, con mantas, con muñecos colgantes, cubren el esqueleto oxidado y lo adornan. Le dan cuerpo a la estructura.

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Los artesanos llegaron por primera vez al parque en los años ochenta, en la misma época en que volvía la democracia. Hoy tienen más de 30 años allí, y sus puestos son míticos, ubicados en uno de los ingresos principales del parque sobre avenida Díaz Vélez. Venden pulseras y collares de plata, anillos con piedras de colores, muñecos hechos con botellas, aros, escarpines, cuadros, inciensos, velas.

La organizadora de la feria de artesanos es una mujer fuerte llamada Silvia. Cuando habla, mira a los ojos y es franca. Se acuerda la fecha exacta en que llegó por primera vez a la feria: el 7 de julio de 1984. Pasaron 31 años, y después de tanto tiempo, Silvia no duda en decir: “lo mejor que me pasó fue ser artesana”. Cuenta que en los años ’80, era “la novedad de las ferias y en esos tiempos éramos 330 puestos, una de las ferias más grandes y lindas, y todos vendíamos muy bien”.

La feria de reventa, por su lado, nació hace más de quince años. Se creó cerca del año 2000, en parque Rivadavia, y fue el tronco al que muchos se agarraron para no hundirse en la crisis. Mientras algunos reclamaban con cacerolas, hubo otros que salieron a la calle con zapatos, carteras, muñecos, tortas: querían venderlos. Otros ofrecieron lo que sabían hacer: afilar cuchillos, cocinar empanadas, dibujar retratos, arreglar carteras. Había personas que llegaban con bolsas cargadas de objetos y un solo objetivo: venderlo todo. Pusieron las cosas sobre mantas, alguno se trajo una mesa, y esperaron. Entonces llegaron otros con bolsas vacías y un solo objetivo: comprar barato.

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Luis está en la feria de artesanos, pero llegó con la camada del 2000, con unas carbonillas en la mano, un banquito y unos dibujos para mostrar lo que sabe hacer: retratos en el momento. Caras, gestos, y sonrisas en líneas grumosas de carbonilla. Es un dibujante que ofrece sus retratos por 80 pesos. Vive a tres cuadras del parque, ganó su lugar  por concurso y está hace 15 años. Dice que pasaron muchas épocas, que hubo momentos donde hacía ocho retratos por día, y no paraba de dibujar, pero que hoy hace dos o tres con suerte.

En un momento estuvo mal de la vista: “Veía todo gruma, tenía gelatina en los ojos. Y así fui a visitar a mi hija y a mi nieta a Australia”. Él, que se pasa la vida dibujando caras, captando los detalles de un rostro, cuando tuvo que ver a su nieta, llegó a un país extraño con gruma en los ojos. Pero dice que a ellas las pudo ver, porque las tuvo cerca.

Matías es un artesano que hace pulseras, anillos, dijes y colgantes en plata y alpaca. Tiene el puesto hace siete años y vive de la venta de sus productos. Hace rastas con soltura, como si tejiera escarpines, y explica con paciencia cómo hay que dejar la punta del pelo para que la rasta se pueda colocar. Siempre tiene una sonrisa amable.

De ese primer grupo espontáneo que nació en parque Rivadavia, muchos migraron hacia el Centenario. Los primeros que llegaron se ubicaron en el corazón del parque, cerca de las canchas, y con el paso del tiempo se reubicaron en las calles circundantes, más cerca de peatones y curiosos. En la actualidad, los puestos de reventa están ubicados en uno de los costados del parque, hasta el hospital Naval. La variedad de objetos que se ofrecen incluye corazones de goma espuma, cuchillos antiguos, plantas decorativas, juguetes usados, camperas de nieve, monedas de colección y discos originales.

Diego tiene un puesto de reventa de juguetes nuevos, y colecciona años de vender en ferias porteñas. Estuvo en parque Rivadavia vendiendo vinilos, con el grupo fundador.  Cuenta que allí “las cosas se desmadraron y me vine al Centenario a vender objetos variados en la primera feria improvisada, donde se vendía lo que fuera”. Después de un tiempo se organizó la feria y se establecieron ciertos requisitos para tener un puesto. Diego es disc jockey y hace muchos años se mantenía vendiendo vinilos, pero si uno le pregunta ¿lo tuyo es la música?, responde que no.

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Don Franco vende pulseras, anillos y colgantes de plata y oro. Habla con un acento italiano inconfundible y trabaja con otro señor. Cuando alguien le compra algo, Don Franco le da su palabra: promete que si se llega a arruinar, él devuelve el dinero, o lo cambia por otra cosa. Pero está seguro de lo que ofrece: cuando alguien le compra, lo despide diciendo “te vas a hacer fanático, te lo aseguro: vas a volver”.

Y quizás eso es lo que se respira entre los puestos, un aire que dice vas a volver, que se repite en silencio mientras se venden helados, monedas, zapatos, películas. El parque tiene algo que imanta, quizás la variedad de puestos, o la amabilidad de algunos, o los precios, o todo eso junto. Es como si Thays lo hubiera planificado para que así sea: que uno vaya al parque y sienta que hay algo indefinible que le dice: andá tranquilo, ya vas a volver.