“El racismo está en todos lados”

“El racismo está en todos lados”

Con el motivo de conmemorar el Día de los Afroargentinos y la Cultura Afro más de veinte organizaciones confluyeron en la Segunda Marcha Afro de Argentina.

La comunidad afro de Argentina, en su reclamo histórico por visibilidad y reconocimiento, logró en 2013 la sanción de la Ley N° 26.852, que establece el 8 de noviembre como “Día Nacional de los Afroargentinos, las Afroargentinas y de la Cultura Afro”.

La fecha fue elegida para conmemorar a María Remedios del Valle, “madre de la Patria”, afroargentina y capitana del ejército de Manuel Belgrano, quien combatió en las Invasiones Inglesas y en la Guerra por la Independencia, y falleció el 8 de noviembre de 1847.

“Tener un personaje como María Remedios, que fue tan valiente, tan inteligente, que fue esclavizada y se incorporó a los ejércitos como combatiente, hace que encontremos en ella una figura que nos aglutina a todos. Es indiscutible para nosotros y queremos darle la jerarquía que se merece la madre de la patria”, expresa Myriam Victoria Gómez, miembro de la de la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Cabo Verdiana de Dock Sud.

“Es una figura que puede incomodar. Porque sería una madre negra. Es algo que en la Argentina es rechazado drásticamente todavía. Eso de tener antepasados negros parece algunas veces una vergüenza”, agrega.

Las organizaciones convocaron ayer viernes 8 de noviembre a una concentración en Plaza de Mayo, donde, con motivos de celebración, ofrecieron exhibiciones de samba, capoeira, danzas tradicionales senegalesas y danza urbana fusionada con ritmos africanos. El baile fue acompañado por ritmos de tambores y de percusión.

“María Remedios del Valle es una figura que puede incomodar. Porque sería una madre negra. Es algo que en la Argentina es rechazado drásticamente todavía. Eso de tener antepasados negros parece algunas veces una vergüenza”, agrega Gómez.

“Están convocados diferentes sectores: los afroreligiosos; las personas de la cultura, llámese capoeira, samba, reggae, danzas africanas; los músicos también y los maestros africanos; la diversidad secundaria afro y afro-LGBTIQ”, detalla Myriam.

Tras los festejos, los referentes de las diferentes comunidades afro encabezaron una marcha hacia la Plaza Congreso, contra el racismo y la invisibilización que sufre la población en Argentina, así también por el recorte en derechos y en oportunidades laborales.

“El racismo lamentablemente está en todos lados, entonces nosotros luchamos contra ello día a día. Más en una nación argentina y plurinacional, pero donde no se conoce a la población local, a las personas afro-argentinas”, denuncia Estefanía, de la Asociación Cultural Argentino-Brasileña A Turma da Bahiana. “Lo que nos reveló el primer censo interno que hicimos es la existencia de más de 2 millones de afrodescendientes. Ahora estamos alrededor de los 9 millones”.

“Esta ley ha ayudado en diferentes ámbitos, principalmente el educacional. Falta muchísimo, aún no hay reparaciones. Una de nuestras consignas es el acceso a nuestros ancestros y a los archivos para la restauración de la identidad”.

¿Qué fue lo que cambió desde la marcha del año pasado? Los recortes en becas y los despidos en el Estado impactaron de lleno en la comunidad. El cierre del INADI como organismo que recibía denuncias también significó la pérdida de puestos de trabajo para muchos y muchas afroargentinos. Casos similares sucedieron con direcciones de los ministerios de Cultura y Educación, actualmente Capital Humano.

“Hubo un recorte en el acceso a determinadas condiciones para toda la población popular dentro de la que estamos los afrodescendientes”, denuncia Myriam. “Las becas Progresar eran para jóvenes de 6 a 24 años y nosotros habíamos logrado desde la comunidad, junto con el Ministerio de Educación, que los afrodescendientes fueran considerados grupos priorizados, para lo cual no habría límite de edad. Y eso a principios de este año se derogó.”

Otro eje del reclamo es el de la brutalidad policial y el destrato hacia miembros de la comunidad afro. A principios de octubre la Policía de la Ciudad arremetió contra manteros de Once, confiscando su mercadería. Eso viene pasando realmente en la ciudad hace años. En 2016 hubo también una arremetida muy violenta contra los manteros. “Estos ataques se repiten sucesivamente y de manera periódica. Pero hubo momentos que no sólo les confiscaban la mercadería, sino que también muchas veces los seguían hasta las pensiones u hoteles donde vivían y les robaban computadoras, teléfonos y dinero”.

El evento más significativo que denuncian es el asesinato de José Delfín, a manos de la policía. Dice Sandra Chagas, militante afroargentina: “El 5 de abril de 1996, a José Delfín Acosta Martínez lo asesinó la Policía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a golpes y patadas en la comisaría de Lavalle y Ayacucho. Seis policías le pegaron hasta asesinarlo. 24 años después, el 31 de agosto del 2020, su hermano Ángel Acosta Martínez logró la condena internacional por racismo”.

“Argentina es el único país de América Latina y el Caribe que tiene una condena internacional por racismo por el asesinato de nuestro compañero, que era un activista afrodescendiente de los derechos humanos del pueblo negro”, destaca.

Luego de una muestra de danza de las comunidades afroboliviana y de las de Guinea y Senegal frente al Congreso de la Nación, y ante la mirada de un destacamento policial que frenaba el acceso desde la plaza hacia Avenida Entre Ríos, se leyó un comunicado con las consignas de la movilización: sanción de una Ley Antirracista, cupo laboral afrodescendiente, restitución de los restos mortales de sus ancestros, la perspectiva afrocentrada de la educación y el reconocimiento social de la contribución de los africanos y su descendencia en el patrimonio nacional.

Abrazo cultural al Garrahan

Abrazo cultural al Garrahan

El conflicto laboral del hospital pediátrico más importante del país lleva tres meses ininterrumpidos. Artistas para todas las edades realizaron un festival público en apoyo a los trabajadores.

Hace más de doce semanas que los trabajadores del Hospital Garrahan llevan a cabo medidas de fuerza en reclamo de la abrupta rebaja salarial que están percibiendo desde el comienzo de las gestiones del presidente Javier Milei y del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Benos Aires Jorge Macri. Este viernes 8 de noviembre, la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT) del Garrahan, la Junta Interna de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y los Autoconvocados Garrahan organizaron un paro activo de 24 horas y un abrazo cultural en la entrada de la institución ubicada en Combate de los Pozos 1881.

“Este movimiento empezó porque la destrucción del salario fue brutal. Tenemos a miles de trabajadores del hospital que no cubren ni siquiera la canasta de pobreza”, comentó Alejandro Lipcovich, trabajador del Hospital Garrahan y Secretario General de la Junta Interna de ATE. Y aludió a los tres pedidos principales que están realizando: “Reclamamos que el mínimo equivalga al costo de la canasta familiar, planteamos una recomposición del 100% de todos los salarios, sin distinción de profesión u oficio y pedimos que el sector del hospital que está siendo afectado por el mal llamado impuesto a las ganancias sea eximido”. 

La jornada inició a las 9:30 y contó con la presencia de varios artistas quienes desde su música decidieron apoyar a la causa. La grilla del festival incluyó un bloque especialemente destinado para las infancias, con bandas como Los Raviolis y Anda Calabaza, seguido de presentaciones de solistas como Julieta Laso y Bruno Arias y grupos como Las Manos de Filippi, entre muchos otros. Mostraron su adhesión a la protesta múltiples organizaciones, entre las que destacó Madres de Plaza de Mayo.

El Hospital Garrahan es una institución pediátrica reconocida tanto nacional como internacionalmente que se dedica a la atención de pacientes provenientes de todo el país de entre 0 a 15 años con patologías severas y complejas, es decir, casos de alta complejidad que no tienen otro lugar en donde ser tratados. “Es una lucha que responde a algo muy sentido del pueblo argentino. No son solo nuestros intereses como trabajadores del hospital sino también de todos los trabajadores que quieren tener un lugar para atender a sus niños, un hospital que es emblema en nuestro país”, agregó Lipcovich.

Por su parte, Natalia Veliz, pediatra especialista en medicina interna que trabaja hace veinte años para el Garrahan, afirmó que “los salarios están muy por debajo de lo que un profesional de la salud merecería estar ganando en este momento. Está totalmente desfasado con la labor que realizamos”. A su vez, destacó que una situación que se desprendió de la baja salarial es la pérdida de los profesionales, lo cual “pone en riesgo el funcionamiento de la institución, la estabilidad y la labor de los equipos interdisciplinarios que para nosotros es fundamental en nuestra tarea cotidiana”.

Veliz junto a su compañera Carola Saure, pediatra especialista en nutrición que lleva 23 años trabajando en el Garrahan, mencionaron que otra preocupación que desata esta problemática es la búsqueda de segundos empleos por parte de los trabajadores. “Este es un hospital que se caracteriza por tener jornada completa y extendida. Todos trabajamos hasta las 4 o 5 de la tarde, por lo cual conseguir otro trabajo significa a veces trabajar 80 horas semanales“, remarcó Saure.

Sin embargo, la tarea del hospital no es únicamente brindar asistencia a sus pacientes. Tal como lo mencionó la pediatra Saure, el Garrahan también se ocupa de formar profesionales de todo el país. “Eso es fundamental porque este es un país enorme que requiere atención de calidad y formación pos básica para todo el territorio nacional. Es una tarea que el hospital viene cumple desde hace 37 años”. Explicó, asimismo, que los sueldos bajos generan que los futuros profesionales no elijan al Garrahan como su lugar para formarse y que esto va a repercutir en el futuro. “No es un déficit de ahora solamente. Es un déficit a futuro de la salud pública y de la salud de excelencia de nuestro país en general. No es solo mirar el Garrahan como institución, sino mirarlo en su expansión a todo el país”, sentenció Saure.

Respecto a la jornada organizada para este viernes, el Secretario General recalcó la importancia de hacer los reclamos visibles en las calles, ya sea con eventos de esta índole como con algún otro tipo de manifestaciones: “Siempre buscamos movilizarnos para que no sea simplemente un paro dominguero porque entendemos que la movilización activa de los trabajadores es lo que puede cambiar la situación”. En este sentido, la diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda Vanina Biasi opinó que “es clave estar con el cuerpo en las calles y en las luchas para darle confianza a la gente que hoy está atemorizada o deprimida para que salga”. Y continuó: “Hoy hay mucha gente que está muy impactada por la política de Milei y hay mucha fuerza política que dice que hay que guardarse, que hay que esperar. Y eso no es verdad”.

La diputada Biasi, quien presentó dos proyectos elaborados bajo la discusión de los trabajadores del hospital acerca de los salarios y la insalubridad, estuvo presente en el evento. En diálogo con ANCCOM, mostró preocupación porque “están desfinanciando toda la atención a los menores” y explicó que “es fundamental unir las luchas para que en definitiva golpeemos el corazón de la política de Milei, que es destrozar las condiciones de vida de la clase trabajadora argentina”.

“Venimos de una marcha donde pudimos unificar salud con educación y jubilados. Hay que fortalecer cada sector y salir juntos a la calle. Es la única manera de parar el plan del gobierno que es devastador”, concordó Norma Lezana, Secretaria General de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan (APYT). Finalmente, refirió sobre las actividades para el futuro: “Estamos impulsando una acción para el día 21 de noviembre que es también el Día de la Enfermería. Con paro y movilización desde el Congreso, donde se va a estar decidiendo el presupuesto nacional, y a la Legislatura que es donde se decide el reconocimiento de la enfermería como labor profesional en la Ley 6035”, manifestó la secretaria.

Memorias del infierno

Memorias del infierno

La sobreviviente Beatriz Boglione declaró en una nueva jornada del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad ocurridos en la Mansión Seré y el circuito RIBA. La valentía de rememorar el horror en su máxima expresión.

“Nunca escuché hablar tanto de aviones como en esa época”, expresó Beatriz Boglione, conocida con el apodo de ‘Mafalda’ en sus momentos de militancia, sobreviviente y primera testigo de la octava sesión de la causa Mansión Seré IV y RIBA II, que agrupa diferentes causas por crímenes cometidos por la Fuerza Aérea en centros clandestinos de detención y tortura a lo largo de la zona oeste del Gran Buenos Aires. En esta jornada hubo cuatro testimonios: Beatriz Boglione, su cuñada Graciela Feudo, Mario Bellene -hijo sobreviviente de “Pancho” Sánchez y María Margarita “Coca” Miguens- y Rubén Héctor Gay, testigo de concepto del imputado José Juan Zyska.

Boglione comenzó su testimonio relatando el momento en el que las fuerzas militares la fueron a buscar: “Me apuntan a la cara. Nos hacen salir de atrás del mostrador y nos preguntan quién es Bety”. El conflicto para identificarla es que había dos distintas, Beatriz Boglione y Beatriz Medinilla. Las suben a ambas en las camionetas conocidas como las Tres Marías que operaban en las calles de Moreno y las llevan a un simulacro de fusilamiento para identificar quien era la persona que ellos buscaban, conocida como “Mafalda”: “Cuando yo escucho que cargan, digo ‘yo soy Mafalda, a mí me están buscando’”.

Las torturas le provocaron, entre otras consecuencias, periodos de amnesia severos. Boglione reconoce que no logra acordarse de algunos sucesos de su historia con claridad: “Hay ciertos momentos en los que llego a un punto del relato, y detrás de eso hay como una pared negra. Intuyo que hay algo que no puedo traer a mi mente”.  Continúa su testimonio: “¿Sabes vos lo que es esto? Es una picana, ¿la querés?”, recuerda que fue la pregunta que le hicieron en su primer interrogatorio en la Comisaría 1ª de Moreno: “Ahí de nuevo viene un telón negro”, relató la testigo, asociando los momentos que no logra recordar como parte de un bloqueo relacionado a las fases más terribles de la tortura. “Yo sé que yo di el nombre de dos compañeros de militancia, Altamirano y Fernández. Yo sé que fui yo y eso fue una culpa que arrastré por el resto de mi vida”, dijo Boglione. Contó también que Altamirano la increpó inmediatamente tras su detención: “Mafalda la puta que te parió, por qué me tuviste que cantar”, le gritó. Ella recuerda que en ese episodio guardó silencio. Pero sin embargo, años más tarde, luego de su liberación, se reencuentran y él le dijo: “Mafa, yo vi lo que te hicieron, vi cuando te violaban ¿Cómo no te voy a entender?”. Para ella “fue un balde de agua fría”, expresó, ya que no tenía registro en su memoria de haberlo vivido, fue borrado de su mente hasta aquella conversación en el año 2011. Fue entonces que comenzó a indagar y su cuñada le contó una situación que ella tampoco recordaba: tras su liberación, cuando le mostró las cicatrices de la picana y los moretones producidos por las golpizas, ella le había susurrado al oído: “Me violaron”. En retrospectiva logró construir un paralelismo entre sus bloqueos de recuerdos, las sensaciones atravesadas, y la relación con las violaciones sufridas: “Cuando se abría la puerta yo empezaba a temblar de una manera tan impresionante que parecían convulsiones. No podía parar. Creo que tiene que ver con que yo sabía que venían a violarme”.

Juan Carlos Vázquez Sarmiento, uno de los acusados, había estado prófugo durante veinte años.

 

El cruento accionar militar, incluyó la detención de su padre con el sólo objetivo de amenazarla: “¿Vos pensás que tu padre se va a bancar una picana, un paciente cardíaco?”, recuerda que le preguntaron a ella presionándola para “que confiese”: “Antes de eso, me habían puesto contra la pared y me habían manoseado los genitales”, relató acerca de la primera noción de abuso sexual que recuerda. Su padre permaneció privado de su libertad casi el mismo tiempo que ella, aunque en condiciones de preso común, sin pasar por estas vejaciones. En cambio, Beatriz declaró que casi no tenían acceso al agua ni a la comida, salvo contadas excepciones: “Un día me pusieron un balde como si tuviera ravioles y me dijeron que coma. No la podía pasar. Me pegaron con el puño cerrado en la nuca y pude comer dos o tres bocados. No recuerdo más comida que ese tacho”. En una ocasión un compañero le dijo que las paredes chorreaban agua: “Eso fue lo que hice: chupé las paredes”. Tampoco tenían acceso a sanitarios, con lo cual las necesidades se hacían en la misma celda.

Desde el encierro, también podía escuchar las torturas de otros. “Fue el grito más desgarrador que escuché en mi vida”, contó Boglione en relación a una de las torturas más monstruosas que tuvo que presenciar en la Comisaría 1ª cuando entran a la celda de su compañero “Pancho” Mario Sanchez: “Le empiezan a dar golpes y patadas. Cuando lo trajeron, lo dejan solo en su celda y se van, yo le pregunto cómo está: había sido violado”.

Luego del traslado de Boglione de la 1ra comisaria de Moreno a Mansión Seré, la tortura continúo: le llevaron un perro a su celda: “Acá tenes un perro, lo podés abrazar”, le dijeron los militares. “El perro se acerca a mí y lo abracé, era tanta la necesidad y carencia de afecto que uno tenía ahí adentro, que abrazar a ese perro fue algo muy grande para mí. En un momento lo tiran al perro hacia atrás y le ordenan que me ataque, yo me hago para atrás, pero ellos lo sostenían” -sostuvo la testigo y agregó- “Me estaban volviendo loca. Me querían ‘quebrar’ que alguna manera”.

Sobre el momento de su liberación, Boglione relató: “Me llevaron a la sala de tortura donde había una cama de metal, me atan de pies y manos, me pasan la picana por el cuerpo, especialmente por los senos, la ingle y los pies. Tras esa larga sesión, se ponen alrededor mío en círculos, cada uno con un palo en la mano, con ese palo me pegan como si fuera una pelota”. En ese momento la víctima tuvo la esperanza de que el ensañamiento fuera motivo del fin del cautiverio. Entonces, le dijeron: “Nosotros te vamos a liberar, pero te vamos a controlar, el día que te desvías un poquito, nos vamos a hacer presentes. La próxima vez no te vamos a ir a buscar, te vamos a pegar un tiro”. Esa noche la ataron, la metieron en la parte de atrás de un auto chico, la bajaron del auto cerca de su casa tras advertirle que no se saque la venda hasta que deje de escuchar el ruido del auto.

Graciela Feudo, testigo y familiar de Boglione, declaró para recuperar parte de la historia de su secuestro vista desde su perspectiva: “Habían rodeado las cuatro manzanas”, relató sobre el operativo que se desplegó para su detención. A ella la increparon y le preguntaron por Mafalda, a lo que ella respondió: “La única Mafalda que conozco es la de la historieta”. Por otro lado, recuperó el momento de encuentro con Boglione tras su liberación, teñido entre de la alegría y la realidad de las marcas de las vejaciones a las que fue sometido el cuerpo de su cuñada: “Nos abrazamos y lloramos. ‘Esto no es nada, porque me violaron’”, recordó las palabras de Boglione en aquel reencuentro.

Feudo se las ingenió para llevarle los medicamentos a su suegro, padre de Boglione, durante toda su detención gracias a una excepción que aceptó uno de los encargados de la unidad penitenciaria, pese a que el médico que lo revisó allí dentro no lo había autorizado. En una de estas visitas a la Comisaría, la hacen pasar un momento para hacerle unas preguntas: “¿Cómo puede ser que la hija de Boglione, el joyero más conocido de Moreno, le haga esto a los padres? ¿Cómo puede ser que sea una terrorista?”, recuerda que la increpó el policía. A lo que ella respondió: “Discúlpeme, pero esa no es mi cuñada. Ahora, si usted le dice terrorista a una persona que marchaba por Moreno para ayudar al hospital, si usted me dice que Beatriz fue una terrorista porque iba a los barrios humildes para darles obras de teatro a los más pequeños, si usted cree que eso es terrorismo, entonces le doy la razón”.

Mario Bellene fue el tercer testigo de la jornada: “Me crié con la familia que me dio el apellido. Un día vino mi mamá y me dijo: hijo despertate, vino tu madre a verte. No entendía nada. ¡Si la persona que estaba conmigo era mi mamá!”, relató Mario que en ese momento tenía entre 8 y 9 años. Mario se crió como hijo adoptivo de “Chicha”, María Angélica Cia. A pesar de ser la única madre que el niño conocía, le contaba siempre historias sobre otra madre y otro padre a quienes “se habían llevado los militares”. En ese momento, no entendió lo sucedido, “fueron varios años después que tomé conciencia de las historias sobre mis padres biológicos. Ahí comenzó un proceso de investigación para mí, algo que quería reconstruir y que aún no pude: mi identidad.” Bellene relató los obstáculos burocráticos que aún hoy le impiden recuperarla: “En los papeles soy Mario Valerio Raúl Bellene, pero yo no me quiero llamar así. Intenté sumar el apellido de mi padre biológico, Sanchez, porque creo es un derecho que tengo”. Sin embargo, el proceso requiere que rectifique su partida de nacimiento con muestras de ADN de cada progenitor y es un trámite costoso que nunca pudo pagar.

Su padre, Mario Valerio “Pancho” Sanchez, con quien comparte nombre pero no el apellido, y su madre María Margarita “Coca” Miguens, fueron secuestrados en Entre Ríos, donde vivían temporalmente debido a que el mismo grupo de tareas previamente había allanado su casa en Buenos Aires. “La misma yegua que estaba en Buenos Aires”, le habían dicho a su madre antes de que fueran trasladados y separados a los centros de detención Comisaría de Francisco Álvarez y la Comisaría 1ª de Moreno. A su madre la llevaron a varios centros de tortura y detención: “Los traslados eran para que marcara personas, compañeros”. Según le contó, pudo ver a su pareja en dos ocasiones, pero en ambas le costó reconocerlo: “Estaba desfigurado por los golpes”. Mario relata que su madre biológica le dijo que “estaba segura que de Mansión Seré no podría haber salido. Estima que su último destino fue allí. ‘Vas a ver al despojo del esposo que te quedó’, le habían dicho. Se lo encontró tirado en un pasillo. No podía caminar. Solo se arrastraba. Le habían destrozado los pies, las rodillas, las manos y los brazos a mazazos. No tenía dientes. Estaba desfigurado. Lo único que pudo hacer él fue levantar la cabeza, mirarla y gemir. Ella no tuvo fuerza ni para saludarlo. Esa fue la última vez lo vio”, dijo Bellene, removiendo el dolor que lo acompaña hace 47 años. “Me contó que fue violada múltiples veces. También a mi papá, que lo empalaron” y detalló otras torturas que supo que su padre sufrió para “terminar como lo dejaron: mazazos, pinzas para sacarle los dientes, el submarino, la picana eléctrica”. También contó que en una ocasión le recriminó a su madre que aunque “intentaba acercarse ella me cerraba siempre la puerta. Su respuesta fue: ‘Cuando te miro, veo a tu papá, sos un calco de él y me haces recordar todo’”.

Mario nació el 7 de agosto de 1977 dos días después de la liberación de su madre, a quien le habían prometido la libertad a cambio de entregar la escritura de un terreno y el dinero de una casa vendida hacía poco. “Cuando la liberan y la llevan custodiada hasta la casa de su hermano, se encuentra con Ernesto Rafael Lynch sentado en la cabecera de la mesa, comiendo, como si fuera el dueño de la casa”. El mismo que la había extorsionado por la libertad, ahora la amenazaba con violarla y retener el documento “así no te nos escapas a otro país” le había dicho. “En el lapso que estuvo detenida, estuvo con Lynch en cinco ocasiones”, relató su hijo. La última, sin embargo, fue varios meses después de la liberación, cuando la buscaron y llevaron a Campo de Mayo. “A través de un portón muy grande, esa voz conocida le habló sin que pudiera verlo y le devolvió el documento, por un espacio entre las rejas, ‘porque se estaba portando bien’”.

Para cerrar su testimonio, y refiriéndose a su padre aún desaparecido, Mario agregó: “Me hubiese gustado tener la posibilidad que tienen algunos diputados de visitar gente en la cárcel. Yo a mi viejo ni siquiera eso. Si él hubiese cometido algún delito lo deberían haber juzgado, y yo hoy podría ir a visitarlo a la cárcel. O incluso a un cementerio. Pero tampoco tengo esa oportunidad”.

Mario Bellene fue el tercer testigo de la jornada: “Me crié con la familia que me dio el apellido. Un día vino mi mamá y me dijo: hijo despertate, vino tu madre a verte. No entendía nada. ¡Si la persona que estaba conmigo era mi mamá!”, relató Mario que en ese momento tenía entre 8 y 9 años. Mario se crió como hijo adoptivo de “Chicha”, María Angélica Cia. A pesar de ser la única madre que el niño conocía, le contaba siempre historias sobre otra madre y otro padre a quienes “se habían llevado los militares”. En ese momento, no entendió lo sucedido, “fueron varios años después que tomé conciencia de las historias sobre mis padres biológicos. Ahí comenzó un proceso de investigación para mí, algo que quería reconstruir y que aún no pude: mi identidad.” Bellene relató los obstáculos burocráticos que aún hoy le impiden recuperarla: “En los papeles soy Mario Valerio Raúl Bellene, pero yo no me quiero llamar así. Intenté sumar el apellido de mi padre biológico, Sanchez, porque creo es un derecho que tengo”. Sin embargo, el proceso requiere que rectifique su partida de nacimiento con muestras de ADN de cada progenitor y es un trámite costoso que nunca pudo pagar.

Su padre, Mario Valerio “Pancho” Sanchez, con quien comparte nombre pero no el apellido, y su madre María Margarita “Coca” Miguens, fueron secuestrados en Entre Ríos, donde vivían temporalmente debido a que el mismo grupo de tareas previamente había allanado su casa en Buenos Aires. “La misma yegua que estaba en Buenos Aires”, le habían dicho a su madre antes de que fueran trasladados y separados a los centros de detención Comisaría de Francisco Álvarez y la Comisaría 1ª de Moreno. A su madre la llevaron a varios centros de tortura y detención: “Los traslados eran para que marcara personas, compañeros”. Según le contó, pudo ver a su pareja en dos ocasiones, pero en ambas le costó reconocerlo: “Estaba desfigurado por los golpes”. Mario relata que su madre biológica le dijo que “estaba segura que de Mansión Seré no podría haber salido. Estima que su último destino fue allí. ‘Vas a ver al despojo del esposo que te quedó’, le habían dicho. Se lo encontró tirado en un pasillo. No podía caminar. Solo se arrastraba. Le habían destrozado los pies, las rodillas, las manos y los brazos a mazazos. No tenía dientes. Estaba desfigurado. Lo único que pudo hacer él fue levantar la cabeza, mirarla y gemir. Ella no tuvo fuerza ni para saludarlo. Esa fue la última vez lo vio”, dijo Bellene, removiendo el dolor que lo acompaña hace 47 años. “Me contó que fue violada múltiples veces. También a mi papá, que lo empalaron” y detalló otras torturas que supo que su padre sufrió para “terminar como lo dejaron: mazazos, pinzas para sacarle los dientes, el submarino, la picana eléctrica”. También contó que en una ocasión le recriminó a su madre que aunque “intentaba acercarse ella me cerraba siempre la puerta. Su respuesta fue: ‘Cuando te miro, veo a tu papá, sos un calco de él y me haces recordar todo’”.

Mario nació el 7 de agosto de 1977 dos días después de la liberación de su madre, a quien le habían prometido la libertad a cambio de entregar la escritura de un terreno y el dinero de una casa vendida hacía poco. “Cuando la liberan y la llevan custodiada hasta la casa de su hermano, se encuentra con Ernesto Rafael Lynch sentado en la cabecera de la mesa, comiendo, como si fuera el dueño de la casa”. El mismo que la había extorsionado por la libertad, ahora la amenazaba con violarla y retener el documento “así no te nos escapas a otro país” le había dicho. “En el lapso que estuvo detenida, estuvo con Lynch en cinco ocasiones”, relató su hijo. La última, sin embargo, fue varios meses después de la liberación, cuando la buscaron y llevaron a Campo de Mayo. “A través de un portón muy grande, esa voz conocida le habló sin que pudiera verlo y le devolvió el documento, por un espacio entre las rejas, ‘porque se estaba portando bien’”.

Para cerrar su testimonio, y refiriéndose a su padre aún desaparecido, Mario agregó: “Me hubiese gustado tener la posibilidad que tienen algunos diputados de visitar gente en la cárcel. Yo a mi viejo ni siquiera eso. Si él hubiese cometido algún delito lo deberían haber juzgado, y yo hoy podría ir a visitarlo a la cárcel. O incluso a un cementerio. Pero tampoco tengo esa oportunidad”.

Por su parte, en esta audiencia una vez más la defensa recurrió a la estrategia de citar testigos de concepto. Este cuarto testimonio, Héctor Gay,  luego de redundar en anécdotas personales que no aportan información a la causa, respondió a la pregunta sobre “qué concepto le merecía Zyska”, a la que respondió: “Buena persona. Eso encierra muchísimo. Solidario, atento a nuestras necesidades, yo lo aprecio mucho, eso es lo que puedo decir”.

La abogada Clarisa Góngora de la querella “Moreno por la Memoria” refirió a ANCCOM que “los testigos de conceptos son una estrategia propia de quienes defienden a los imputados en general, es algo propio de este tipo de juicios. Son testimonios que ofrecen cualidades positivas desde características profesionales o personales de los imputados”.

Sobre el avance del juicio, la abogada destacó que: “en cada audiencia tenemos testimonios y relatos muy fuertes y comprometidos. Pero también muy valiosos para el juicio, por los datos e identificaciones que aportan”. De momento está pautada una breve audiencia virtual para el próximo martes 12 de noviembre ya que declarará otro testigo de concepto. Luego, el cronograma continúa según lo pautado y el martes 19 habrá una nueva sesión de este juicio a la que se podrá acceder a través de la transmisión de FM en Tránsito y La Retaguardia, o bien, de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.

 

La limpieza étnica de Jorge Macri

La limpieza étnica de Jorge Macri

La política social del Gobierno de la Ciudad para las personas sin techo consiste en quitarle sus escasas pertenencias y hostigarlos para que se vayan a dormir a la provincia. Algo parecido sucede con los vendedores ambulantes. Para el jefe de Gobierno se trata de «operativos de limpieza».

A menos de un mes de cumplir el primer año como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: ¿qué pasó con los ejes de campaña de Jorge Macri? El principal, centrado en su idea acerca de la seguridad, lo llevó a afirmar en junio de 2023 que “los cajeros automáticos se transformaron en monoambientes”. Ya durante su gestión continuó con propuestas en tono de campaña compartiendo imágenes de supuestos “operativos de orden y limpieza” que mostraban lugares de los que se había expulsado a personas en situación de calle, asociándolas directamente con basura. “A pesar de la indignación que causó por parte de la sociedad la cuestión comunicacional de Jorge Macri, esos operativos se siguieron haciendo”, afirma la psicóloga Milena Sepay, del equipo de investigación sobre situación de calle Sociabilidad en los márgenes.

Aunque la gestión de Macri se inscribe dentro del mismo signo político que gobernó la ciudad durante los últimos 17 años, ¿estamos ante una continuidad, una profundización o una ruptura con las anteriores gestiones del PRO? ¿Qué acciones está llevando a cabo el jefe de Gobierno? ¿Cómo impacta en la vida de las personas en situación de calle?

Las cifras de violencia

Desde 2019, organizaciones sociales de CABA agrupadas en la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle (PSC), denuncian el aumento de la violencia hacia los sin techo. La agrupación creó el Registro Unificado de Violencias (RUV), una herramienta para relevar distintas formas de agresiones sobre estos ciudadanos, que incluye las violencias institucionales, sociales y estructurales. No pretende ser exhaustivo, pero logra dar cuenta de la magnitud del problema.

Las cifras indican que, desde agosto de 2023 a agosto de 2024, la violencia institucional aumentó más de un 500%. Esta formas de agresión incluye, “ataques físicos y/o simbólicos por parte de fuerzas de seguridad y otrxs funcionarixs públicxs”, así como hostigamiento, robo, maltrato y desplazamientos forzados del espacio público. Desde el 2022 se incrementaron sistemáticamente los hechos de violencia. Desde allí calculan que se da un hecho de violencia hacia personas en situación de calle cada 72 horas en el país. En el mismo periodo, se registraron 95 situaciones de violencia social, ejecutadas por personas que no están en situación de calle, motivadas por estigmatización y rechazo social, así como violencias entre pares, en menor escala. También se documentan 121 situaciones de violencia estructural, por las condiciones sociales y materiales de vivir a la intemperie.

 ¿Ruptura o continuidad?

Sepay observa que los desplazamientos forzados no son una novedad. Recuerda el antecedente en 2008: la siniestra Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) “hacía operativos nocturnos con camionetas, pero de forma más oculta. Hoy son una bandera política. Lo que pasa este año, es que hacen requisas ilegales. Encuentran un cuchillo para untar paté o un alicate, y se los llevan detenidos. Son cosas que las personas que están en la calle tienen encima para su uso cotidiano”, afirma Sepay.

Desde el 2023, el RUV registra 125 detenciones, requisas y secuestro de pertenencias sin orden judicial. También hay casos en hospitales: “los llevan a internarse por salud mental, sin causa probable”. Forma parte de un mismo dispositivo: expulsar a las personas en situación de calle del espacio público.

Para la abogada y dirigente del Movimiento Evita, Daniela Ledesma, “el nivel de violencia institucional está creciendo y se dirige claramente hacia los sectores más vulnerables”. A principios de octubre, Macri llevó a cabo el operativo contra manteros y celebraba en la red social X: “En Once se terminó la joda! Les acabamos de dar un golpe durísimo a la mafia que inundaba de suciedad y trabajo esclavo las calles de once”. Ledesma reflexiona: “En medio de esta crisis deciden sacarle a los manteros la única herramienta de trabajo que posee. En un momento donde la gente no tiene para comer. Sobre eso no hay ninguna instancia de diálogo”.

Ledesma afirma que sus acciones no se condicen con los discursos que hablan de cuidar el despilfarro del Estado: “Hay toda una maquinaria puesta en función de esa persecución. Interviene la policía, las fiscalías. Un redireccionamiento de recursos en pos de perseguir a gente que está en situación de calle, manteros y cartoneros”.

«No les molesta que haya gente en situación de calle, les molesta que se vea”, dice Reyes.

Repercusión en las personas de situación de calle

En la revista Hecho en Buenos Aires, reciben a ANCCOM con mate cocido. En una de las paredes se lee: “La calle no es lugar para vivir”. Allí, Penelope Acevedo se presenta como “la vendedora 3559 de la Hecho en Buenos Aires”. Si bien actualmente su situación es otra, por muchos años vivió en la vía pública y cuenta lo difícil que es: “La calle te anestesia, te duerme. Ese maldito momento en que no te importa nada llega y se instala. Alguien se enamora de vos y no lo ves. O tu nene te dice: ‘Tengo fiebre’, y no vas al hospital”. Acevedo pregunta: “¿Por qué ya no te importa nada? El fantasma de la falta de amor de la sociedad te hace creer que es verdad que no te merecés nada”. Y resume: “De todo el infierno que es la calle, pensás que el diablo sos vos y que tenés la autoridad para dañar, para robar”. Vivir en la calle siempre es difícil.

En este sentido, Sepay advierte sobre las acciones que lleva adelante el Gobierno de la Ciudad en la actualidad: “Es el mismo gobierno el que te está corriendo, las narrativas de los compañeros son: no valemos nada, nos llevan todas las cosas”. Para la psicóloga, la pérdida de documentación, los desplazamientos y la violencia “genera una serie de problemas en la dinámica de supervivencia diaria y aumenta la carga mental que ya enfrentan al tener que buscar dónde dormir, comer o cómo conseguir alguna changa”. Todo esto obstaculiza aún más su situación.

En la institución educativa Isauro Arancibia, que trabaja con personas en situación de calle, contaron a ANCCOM un panorama similar. Las puertas se abren con calidez, la misma que recibe desde hace 26 años a cada pibe que quiere terminar sus estudios. La fundadora y coordinadora del instituto, Susana Reyes, habla de “derecho a la metáfora”. Explica: “Los pibes y pibas son los que salen de acá y se van a cartonear con los padres. También tienen derecho a soñar y a desear”. Cuando llegan a la escuela, son recibidos con un abrazo y se les pregunta cómo pasaron la noche, ofreciendo un mate caliente. “Tratar al otro como lo que es, como un igual”, resume Reyes.

Al hablar de la situación actual, la coordinadora del Arancibia afirma que hay mucha más gente en situación de calle. “Lo que pasa es que los están espantando desde el Gobierno de la Ciudad. Los echan con esto de que está sucia”.  Afirma: “Somos molestos porque estamos en un lugar que ellos quieren que sea un polo turístico. No les molesta que haya gente en situación de calle, les molesta que se vea”.

Según Reyes, la gente elegía estar en Capital porque hay más recursos de cartoneo y desechos para juntar, pero ahora hay mucha gente durmiendo en las calles de la provincia, hasta en los pasillos de la villa: “Los echan, entonces la gente, viendo eso, empieza a irse. Está peligrosa la ciudad”. Cuenta que “los pibes que están en los circuitos de adopción, son los hijos de nuestros estudiantes. Te ven en la calle, con nenes chiquitos y te los sacan”, afirma horrorizada. “Cuando hay políticas públicas que abrazan, ahí podés construir una vida, estar con tus hijos. Esto es la crueldad total”.

Sepay advierte que los desplazamientos provocan la pérdida de vínculos con vecinos,  comerciantes o con organizaciones sociales que tejen redes de apoyo, interrumpiendo procesos de acompañamiento. En este sentido, Reyes afirma con tristeza: “Se nota el deterioro en el eslabón social que nos va uniendo”.

¿Cómo se sale de la calle?

Para Acevedo, la vendedora de Hecho en Buenos Aires, fue clave conocer gente que le mostró que ella también es sujeto de derechos: “No es normal que tengas que bañarte en una estación de servicio. Que tengas que elegir entre el hotel por día o la comida”. Cuenta que en el Isauro y Hecho en Buenos Aires, “me enseñaron a que haga cajas de dinero para guardar la plata, porque sino en la calle me robaban todo”. También la contuvieron con la violencia de género: “Me ayudó a no volver con esa persona con la que yo andaba y me pegaba. Pensaba que me tenía que quedar con él porque me daba seguridad en la calle”. Penélope logró salir de la situación de calle gracias a la contención que recibió hace 20 años: “Me empecé a refugiar en la Hecho y en el Isauro”, cuenta. En cambio, desde el Estado, “la única respuesta que se les da es que pueden ir a un centro de inclusión social. Muchos no quieren ir por las dinámicas que se manejan dentro y para quienes quieren ir no hay vacantes”, plantea Sepay.

“De la situación de calle no se sale porque le des un parador. Para poder salir necesitas recibir una mirada amorosa, alguien que te devuelva la idea de que sos un ser humano”, afirma Reyes con convicción y ternura. Ilustra su afirmación con una anécdota: si dormís en la calle, ves como el vecino le baja la comida al perro y cruza de vereda para no toparse con vos, es una situación totalmente indigna. No tienen políticas que tiendan a resolver la situación. El desprecio, el desamor, la crueldad: esa es la política que llevan adelante”

 

¿La violencia otorga rédito político?

El consultor en comunicación Victor Taricco señala que, al principio, Jorge Macri no parecía encontrar su rumbo en la gestión de la ciudad: “En la comunicación, ahora se lo ve más afilado. Antes se lo veía de vacaciones”.  Aunque sugiere que Jorge Macri no parece tener en claro sus aspiraciones, plantea la posibilidad de que su intención sea retener a la Ciudad de Buenos Aires para el PRO. Taricco sostiene que Macri está redefiniendo el perfil de los gobiernos del PRO tras la experiencia de dos mandatos de Larreta, quien había abarcado un espectro político más amplio. “Este corrimiento hacia políticas más represivas en torno a la ocupación del espacio público, responde a que no crezca una opción represiva por derecha”, afirma. Además, sostiene: “Apuntan a ser una expresión más de un gobierno de derecha en Argentina, tratando de conducir a la Libertad Avanza sino es que la Libertad Avanza los termina conduciendo a ellos”. 

Desde Sociabilidad en los márgenes, crearon un fanzine informativo sobre cómo actuar ante situaciones de violencia institucional. Sepay explica: “Muchas veces se dice que la policía no puede hacerte requisas, pero las va a hacer igual. Entonces, ¿qué podés hacer? Es fundamental registrarlo”. Visibilizar la violencia, es la primera acción para reducirla.

«Por primera vez cuento ante un juez lo que viví»

«Por primera vez cuento ante un juez lo que viví»

El sobreviviente Juan Olivero testificó durante la quinta jornada del juicio que investiga la Masacre del Pabellón Séptimo, ocurrida el 14 de marzo de 1978, en plena dictadura.

El pasado miércoles 6 se realizó una nueva audiencia del juicio oral por la Masacre del Pabellón Séptimo en los tribunales de Retiro. Durante la audiencia, testificó Juan Olivero, otro de los sobrevivientes de la masacre. 

En representación de la querella, Claudia Cesaroni comenzó a realizarle preguntas y. Olivero contó que estuvo preso durante el 1976 hasta 1982. Había sido trasladado al pabellón de Devoto meses antes de la masacre. Por entonces, tenía 20 años. 

Cesaroni le preguntó sobre lo ocurrido los días 13 y 14 de marzo en la unidad penitenciaria, a lo que el testigo explicó que todo inició con el conflicto de la televisión. Durante su relato, mencionó un intercambio de palabras que se dio entre un interno (a quien posteriormente identificó como Tolosa) y un guardiacárcel que le ordenó que apague el televisor. Olivero contó que el interno se terminó rehusando a la orden y que él se fue a dormir antes de que termine la película que estaban viendo todos. 

La abogada querellante le consultó al testigo si recordaba haber oído o visto algo particular durante la madrugada, luego de lo sucedido, pero él respondió que no. Sin embargo, durante la mañana de ese mismo día su compañero Hugo Barzola le comentó que horas después de lo ocurrido con la televisión había entrado parte del cuerpo penitenciario para hablar con Tolosa.

Olivero explicó que el recuento de reclusos se realizó a las 7 de la mañana, al igual que todos los días. Sin embargo, la particularidad de esa vez fue que luego del procedimiento se escuchó un silbato y vio entrar al cuerpo de requisa. “Tenía el doble de personal, aproximadamente serían 70 personas. Entraron gritando, puteando, denigrando y pegando con los palos,  algunos tenían cadenas”, relató el testigo. A lo que añadió haberse ido al fondo con las manos atrás y que al girar la cabeza vio cómo estaban golpeando a sus compañeros. 

“Veo que se empieza, como defensa, a correr las camas en círculo para parar la barbarie que estaban haciendo los milicos. Para que se vayan. Y se fueron”, comentó. Sin embargo, expresó que ahí ni siquiera “había empezado la masacre”, ya que después los penitenciarios volvieron al pabellón de un modo más agresivo, lanzando gases y disparando hacia los reclusos.

Olivero comentó que, buscando protegerse de los disparos y gases, vio muchos cadáveres de sus compañeros tirados en el piso. No obstante, anticipó no recordar el nombre de ninguno de ellos. Junto al resto de sus compañeros con vida, explicó que pusieron colchones sobre la reja, intentando tapar la visibilidad de las autoridades que buscaban agredirlos con ametralladoras o lanzagases. A pesar de ello, el testigo contó que continuaron disparando y vio cómo los colchones que colocaron para tapar comenzaron a prenderse fuego. A raíz del incendio, Olivero contó cómo rápidamente se fue oscureciendo el pabellón. 

“Con lo poco que veía, observo a un compañero que, al fondo a la derecha, se sube a tomar aire y de afuera del pabellón lo balean y cae”, recordó. Olivero recordó que en ese momento sus dificultades para respirar se habían agravado, por lo que se dirigió al fondo del pabellón donde había un poco de luz y trató de saltar hacia una ventana. Sin embargo, al tocarla se quemó las manos: “Las piernas también las tenía quemadas. Después de eso me caigo, me quedo en el piso, es impresionante el calor que tenía ahí”. Si bien el testigo no recuerda cuánto tiempo estuvo tirado, puntualizó que en ningún momento hubo asistencia de parte de los penitenciarios ni de los bomberos hasta ese momento, sino que “el fuego se apagó solo”.

Olivero explicó que en un momento escuchó una voz que ordenaba que “el que pudiera salir que se levante” así les “prestaban atención”. Luego de unos minutos, se levantó y vio cómo su cuerpo estaba todo negro. Al salir del pabellón, el testigo recordó ver el piso lleno de cadáveres, “adelante había cuerpos carbonizados” contó. 

Al salir al pasillo, le pusieron las manos atrás mientras lo hacían bajar tres pisos. Durante ese camino, expresó haber visto más cuerpos tirados de sus compañeros, de los cuales indicó que posiblemente eran cadáveres. Luego del recorrido, contó que lo empezaron a golpear. Posterior a ello, lo llevaron a la celda de castigo, donde no recuerda cuánto tiempo estuvo allí. 

Una vez que lo sacaron de esa celda, lo trasladaron al Hospital Alvear. “Tenía quemaduras en las manos y en las piernas, también infinidad de golpes” relató. Ante la pregunta de si durante su estadía en el hospital le habían tomado declaración, Olivero comentó haber realizado una pero que fue “escueta” y que se la hicieron en un momento en que estaba mal psicológicamente y de salud “apenas andaba”. 

El testigo rememoró las consecuencias que sufrió en los tratos al volver al pabellón de Devoto por ser un sobreviviente de la masacre : “Cuando venía la requisa y nos poníamos desnudos, pienso que algunos me conocían, o al verme las quemaduras de las manos y las piernas prácticamente me sacaban o me molían a palos”. Contó que muchas veces lo mandaban castigado. “No solo era maltrato sino también golpes. La requisa me tiraba a un calabozo y perdía la noción del tiempo allí” explicó Olivero. 

Al preguntarle sobre el momento en que consiguió su libertad, el testigo explicó que se puso a trabajar en una herrería en Santa Rosa durante el año 1982 y que a los cinco meses pidió la libertad condicional, que fue aceptada en abril de 1983. A partir de ahí, convivió un tiempo con su padre. 

Olivero explicó haber hablado con muy pocas personas lo que vivió en el pabellón. La primera a quien le contó fue su esposa y la segunda a Cesaroni, la abogada querellante. “Compramos con mi señora una Netbook y me puse a buscar “Pabellón Séptimo”, ponía “motines” y también apellidos que recordaba hasta ese momento pero no encontraba nada. Hasta que un día volví a buscar “Pabellón Séptimo” y ahí me apareció el libro de la doctora”. El testigo recuerda ver un teléfono para comunicarse con Cesaroni, a lo que posteriormente pactaron un encuentro y él le compartió su testimonio. 

Cesaroni le preguntó si en algún momento tuvo algún tipo de reparación o reconocimiento económico de parte del Estado, lo cual fue negado rotundamente por el testigo. Sin embargo, dijo que “ahora en este momento, lo que es un reconocimiento es estar sentado acá. Por primera vez puedo contar ante un juez lo que viví personalmente ese 14 de marzo de 1978”. 

Posteriormente la querella le exhibió unas imágenes de distintos sectores del pabellón con la finalidad de que el testigo pueda indicar qué reconoce. Entre las fotografías, Olivero identificó la entrada del pabellón, el área en donde se encuentra el guardiacárcel, las ventanas laterales y de frente y, por último, la televisión del pabellón, objeto que el testigo describió como “la protagonista de la masacre”. 

A continuación, el juez Toselli estableció un nuevo cuarto intermedio hasta la próxima audiencia que será realizada el día miércoles 13 de noviembre.