«WhatsApp se paga con los datos personales»

«WhatsApp se paga con los datos personales»

Un fallo de la Cámara Civil y Comercial II le impide a la empresa poner en marcha su nueva política «Términos y Condiciones» que permitiría cruzar los datos personales con los de los usuarios de Facebook.

En 2014 Facebook compró WhatsApp por 19.000 millones de dólares. Su dueño, Mark Zuckerberg, logró así sumarlo a las otras plataformas que ya poseía Facebook: Instagram y Messenger. Esta integración reúne bajo el poder de una sola corporación a más de 2.900 millones de usuarios a nivel mundial, construye una posición dominante en el mercado y ahoga a la competencia.

“Hacia el año 2020, más del 75% de la población argentina utilizaba los servicios de mensajería de WhatsApp, plataforma que junto a Facebook e Instagram son las más empleadas en nuestro país”, afirma Joaquín Mingrone, integrante del Departamento Legal del Estudio de Abogados Berton Moreno, quien viene estudiando el caso.

 Se conformaba así un buen caldo de cultivo para lo que vendría más adelante.

En enero de 2021, quizá guiada por la sensación de impunidad que detenta el poder, WhatsApp anunció cambios en su política de privacidad. El 8 de febrero era la fecha tope para aceptar los “Nuevos Términos y Condiciones”. Al tener carácter de obligatoriedad, el usuario que no daba su consentimiento, no podría seguir usando la aplicación.

Los tres principales cambios advertidos a los usuarios en la pantalla de inicio de la mensajería se centraban en el tratamiento de datos: “El servicio de WhatsApp y cómo tratamos sus datos”, “Cómo las empresas pueden usar los servicios alojados de Facebook para almacenar y administrar los chats” y “Cómo nos asociamos con Facebook para ofrecer integraciones en los productos de las empresas de Facebook”. De esta manera, quedaba claro que se comenzaría a compartir todos los datos recopilados de sus usuarios entre las distintas empresas de la corporación y con terceros: cuenta, nombre, datos del dispositivo, transacciones, ubicación y los contactos e informaciones que proporcionen.

“En Argentina, cuando una plataforma digital te pide el consentimiento para el perfilado por parte de otras empresas, no te dicen quiénes son los terceros que van a tomar tu información. Es como si, en materia de locación de viviendas, un inquilino quisiera que le permitan subarrendar la casa que alquila, sin siquiera decirle al propietario a quién piensa darle la llave”, ironiza Juan Gustavo Corvalán, Director del Laboratorio de Innovación e Inteligencia Artificial de la Facultad de Derecho, deUniversidad de Buenos Aires.

Hasta acá

En mayo de 2021, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, por pedido de la Secretaría de Comercio Interior, inició una investigación sobre los cambios en la política de privacidad de WhatsApp. Durante la investigación, comprobó  una conducta anticompetitiva de abuso de posición dominante, en términos de los Artículos 1 y 3 de la Ley Nº 27.442 de Defensa de la Competencia. La interpretación es que el cambio daba lugar a conductas explotativas por la irrazonable y excesiva recopilación de información y ausencia de opciones para el usuario.

Por otro lado, se analizó la “supuesta” gratuidad de los servicios. La información de los usuarios se traduce en ingresos económicos, por ende, la necesidad de controlar el tratamiento de la información recabada. “Lo gratuito se paga con nuestros datos y ese el meollo de la cuestión”, enfatiza Martín Becerra, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

El 14 de mayo de 2021 la Secretaría de Comercio Exterior, a través de la Resolución 492/2021, ordenó a Facebook y WhatsApp “a abstenerse de implementar y/o suspender la actualización de las condiciones de política y privacidad de la aplicación WhatsApp en Argentina por el término de 180 días”.

La plataforma apeló esta resolución, pero la impugnación fue desestimada nuevamente el 26 de abril del 2022 por la Cámara Civil y Comercial II.

Beatriz Busaniche trabaja en un proyecto de políticas públicas que garanticen la protección de datos.

En busca de las políticas públicas

Juan Gustavo Corvalán, en su libro Perfiles Digitales Humanos propone sentar las bases de una nueva ley que sostenga la autodeterminación informativa algorítmica de las personas y el derecho a ser olvidado: “Lo que tiene que ocurrir es que nadie pueda usar los datos de nadie que no haya expresado claramente su consentimiento, pero necesitamos un Estado que pueda hacer auditoría digital”.

Ante el estado de vulnerabilidad de los usuarios, que no leen en forma explícita los “Cambios y Condiciones”, ni toman conciencia de su alcance, Becerra explica que “el cambio no depende tanto de la acción de una persona sola, aislada, sino de políticas públicas. El Estado es el único que puede mover el amperímetro de estas empresas digitales multinacionales”.

Beatriz Busaniche, Doctora en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), académica y activista argentina por los derechos humanos y la cultura libre, no se muestra muy optimista. Sostiene que las posibilidades de recomponer la autodeterminación informativa, son muy pocas. Para revertir esa situación trabaja en un proyecto de políticas públicas que garanticen la protección de datos.

En contraste, la Unión Europea está tomando medidas. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) comenzó a aplicarse en forma efectiva en mayo de 2018. Destinó un presupuesto de 6 millones de dólares para financiar la creación de un “kit de herramientas digitales” para la protección de la privacidad.

La justicia argentina dio un primer paso. Se espera el contraataque de Facebook. ¿El Estado podrá amortiguarlo?  ¿Se podrá dejar de asignar un valor económico a cada uno de nuestros datos personales? O estaremos luchando contra molinos de viento?

“Salir de la inercia y hacer un uso consciente de la tecnología”

“Salir de la inercia y hacer un uso consciente de la tecnología”

La vorágine de pantallas y datos en la que vivimos hoy tiene un nombre y es sociedad de la información. Desde que googleamos el clima a las 8 de la mañana hasta que nos quedamos dormidos scrolleando en Instagram, compartimos información. Nuestros gustos, amistades, ubicaciones e intereses se materializan en clicks que construyen nuestro “ADN digital”. 

A partir de la pandemia, nuestra inmersión en el mundo virtual, que ya había comenzado, fue profunda y continua. La tecnología se adapta a nuestras nuevas necesidades y nos ofrece cada vez más herramientas para facilitar la vida no presencial. Pero, ¿será realmente la tecnología la que se adapta a nosotros? ¿O al revés? 

En su última actualización, Whatsapp nos regaló la posibilidad de transformar un minuto en 30 segundos. Varias semanas después, la aceleración de los mensajes de voz demostró su notoria utilidad laboral, pero a nivel personal sigue generando dudas. ¿Cuán grave es dejar de percibir elementos claves de una conversación, como son los silencios y entonaciones? ¿Y si perdemos la costumbre de la cadencia regular de una charla? 

Conversamos con una lingüista, un experto en manejo del tiempo y una especialista en tecnologías y subjetividades para formarnos una idea más clara. 

¿Hay algo que se pierde?

Valentina Noblia es doctora en Letras y estudia los cambios en el uso del lenguaje en contextos mediados por lo digital. “Cuando a un lingüista uno le pregunta qué pasa con el lenguaje, yo siempre contesto que no pasa nada. A los que nos pasan es a las personas”, afirma. 

Ella aclara que lo que cambia no es el lenguaje, que es una capacidad, sino el uso de la lengua. Pero no le asustan los vertiginosos avances técnicos, aunque modifiquen nuestras experiencias comunicacionales: “Esas son posibilidades que las personas podemos usar. A veces hay recursos maravillosos, pero si la cultura no se los apropia y los transforma en alguna herramienta, no se constituyen en sí mismos como recursos de comunicación. La misma cultura se apropia, desarrolla o va ajustando las nuevas tecnologías”. 

Y al pensar en particular en la posibilidad de acelerar las voces, Noblia asegura que, mientras no sea una imposición, no piensa que se pierda nada porque será usada de acuerdo a las circunstancias. 

No somos meros espectadores 

Existe, entonces, una relación muy fuerte entre cultura, tecnología y uso de la lengua. Ahora, ¿qué rol cumplimos las personas? ¿Es posible rechazar una tecnología de gran utilidad, aunque la reconociéramos como negativa? 

Margarita Martínez, doctora en Ciencias Sociales y especialista en nuevas tecnologías y subjetividades contemporáneas, invita a reflexionar: “Muchas veces echamos la culpa a los artefactos de procesos que habían comenzado antes. Somos nosotros quienes decidimos utilizar la función de acelerar los audios. Si noto que me provoca efectos negativos, soy también soberano para dejar de hacerlo. No debemos infantilizarnos ante ese y ante ningún recurso suponiendo que nos va a controlar o dominar”. 

Gran parte de nuestra socialización pasa hoy por plataformas digitales, transformación a la que las sociedades se van acostumbrando de forma segura, aunque paulatina. Ante la resistencia que a veces evoca la tecnología, Martínez aconseja: “Romper la dicotomía natural/artificial podría ayudar a pensar este punto. El ser humano es un animal social que estuvo privado de toda sociabilidad corporal presencial, y la técnica supo restituir o sostener la dimensión humana por excelencia hasta nuevo aviso”. 

Por último, dice: “Si la aparición de esta función nos hiciera demandar comunicaciones aceleradas, la pregunta sería más bien qué tipo de vínculos estábamos desplegando que ni siquiera ameritan el tiempo de una escucha a ritmo normal”. 

La famosa “productividad” 

Pablo Fernández es periodista e investigador especializado en sociedad, innovación y manejo del tiempo. Respecto a WhatsApp, concede que “en realidad no está necesariamente mal, pero también se podrían haber hecho otras funciones que ayuden a que la gente viva un poco más tranquila, como programar chats”. 

Como coautor de dos libros salvavidas para la inmersión digital –La fábrica del tiempo y Cómo domar tus pantallas-, sus recomendaciones para la gestión del tiempo y el “detox digital” buscan ayudar a los usuarios a frenar la vorágine y repensar su relación con la tecnología. “Nosotros no proponemos desconectarte 100%, por motivos profesionales y personales. Esto está todo diseñado por gente que sabe mucho sobre el tema y que sabe qué botones tocar en nuestra cabeza para que nos enganchemos más”. 

Al pensar en esa relación, Fernández opina que, por supuesto, la pandemia reforzó un uso que venía de antes. Y afirma: “Hay que salir de la inercia, y hacer un uso más consciente de la tecnología. Es difícil, a veces cuesta, hay un montón de presiones, pero, aunque sea hay que empezar a pensarlo, y después accionar”. 

¿Y entonces? 

Seguirán apareciendo actualizaciones, como la de WhatsApp, que dan cuenta de la relación dialéctica entre las necesidades de los usuarios y los intereses de la industria tech.

Hoy, la línea entre lo tecnológico y lo no tecnológico es muy difusa, casi como dos colores de plastilina que quieren diferenciarse, pero ya son un todo. Y las posibilidades técnicas son cada vez más y mejores, pero estas no tienen por qué forzar un tipo de relación entre las personas y sus dispositivos. En ese sentido, son varias las instancias de resistencia ante procesos que no se sientan sanos, siendo la cultura el principal diferenciador entre lo que será adoptado y lo que caerá en desuso.

WhatsApp nos quiere hacer plata

WhatsApp nos quiere hacer plata

Cuando en 2014 Facebook compró Whatsapp por 16.000 millones de dólares, la empresa prometió no compartir los datos acumulados con otras plataformas que también le pertenecen. No parecía verosímil que se hiciera tamaña inversión para una aplicación utilizada actualmente por más de dos mil millones de usuarios en el mundo, que es “gratuita” y que no muestra publicidad: la única forma de recuperar el dinero era monetizar los datos de los usuarios en otras plataformas. El tiempo demostró, una vez más, que las promesas de esta corporación no tienen mucho valor.

En 2021 Facebook parece decidido a blanquear la realidad de su negocio cambiando las condiciones de uso que todos los usuarios deben aceptar. La fecha límite inicial para aceptar las condiciones de uso o abandonar la aplicación era el 8 de febrero, pero frente a la resistencia y la migración a otras plataformas se potergó un par de meses.

Las nuevas condiciones especifican, entre otras cosas, que los datos obtenidos a través de WhatsApp se podrán utilizar en otras plataformas para, por ejemplo, decidir qué publicidad mostrar en Facebook. El único territorio donde no se aplicarán estas nuevas condiciones es la Unión Europea, donde la Regulación General de Protección de Datos (GDPR por su sigla en inglés) no lo permite.

Para el resto del mundo, la actualización de WhatsApp permitirá a Facebook compartir información los datos acumulados con otras aplicaciones como la misma red social del pulgar azul, Instagram y Messenger que incluyen número y modelo de teléfono, información proporcionada en el registro, la empresa telefónica móvil, la dirección IP que indica la ubicación de la conexión a Internet, compras o transacciones financieras. Pero ¿qué usos le dan a estos datos? ¿Es legal que una empresa imponga sus propias condiciones sin respeto por las legislaciones locales?

Carolina Martínez Elebi, Licenciada en Ciencias de la Comunicación, docente de la carrera y especialista en Tecnologías de la Comunicación, dialogó con ANCCOM para entender el cambio en la política: “En principio la lógica de estas empresas se basa en prever los comportamientos de los usuarios para entender cómo funciona la plataforma y como es apropiada por la sociedad. Una cosa es cuando lanzás un producto o servicio y otra como se pone en juego en la sociedad”.

Según la especialista esta nueva política busca generar espacios cerrados que permitan unificar la información y los perfiles de los usuarios para monetizarlos a través de la publicidad en todo el ecosistema digital de una sola empresa: “Cuando digo espacios cerrados me refiero a que se busca que dentro de la plataforma hagas todo lo que quieras hacer. Es equiparar internet con la experiencia de Facebook como una experiencia unificadora: comprás y vendés productos, te comunicas con tu entorno, ofrecés servicios, subís fotos, todo en la misma plataforma y para una misma empresa”.

La nueva medida no solo generó desconfianza respecto a la privacidad de los usuarios sino que también provocó que muchos dejaran de usar el servicio para pasarse a Signal o Telegram, que ya superó los 500 millones de usuarios. Como explica Martínez Elebi: “Suele haber en una primera instancia una reacción individual, como si cada uno pudiera tomar esa decisión para hacerle frente a estas políticas. El tema de la privacidad no puede depender de un grupo de personas porque formamos parte de una red que está conectada con otros. Yo puedo eliminar WhatsApp, pero la red de contactos que suelo usar sigue ahí, por lo que termino siendo excluida de la información que circula en estos espacios”. 

No obstante, a pesar de existir formas de comunicación alternativas y seguras, el problema es mucho más profundo ya que el Estado es el que debe proteger los datos de los usuarios que son utilizados para los negocios de estas empresas. Por esto, Martínez Elebi considera que estas situaciones “deberían servir como alerta a los Estados, sobre todo en Argentina. Esto tiene que ser una decisión conjunta y no puede caer en una acción personal porque no tiene efecto”. Es lo que ocurrió en Europa, donde se impulsaron condiciones de uso del servicio y privacidad que, por ejemplo, impone reglas de protección a las empresas que quieran trabajar en esa jurisdicción y con los datos de estos ciudadanos. No alcanza con que modifiquen las condiciones de uso y los usuarios las firmen, casi siempre sin leerlas.

Respecto a la legalidad de los términos y condiciones de los usuarios, la entrevistada explica que en realidad deberían depender de las leyes y regulaciones en protección de datos que haya en cada Estado: “En Argentina, los datos vinculados a la privacidad son un tema de debate constante y en distintos niveles. Quizás fue evidente con Uber o con la App cuidAR, pero según mi criterio, WhatsApp debería cumplir con la Ley de Protección de datos personales vigente en nuestro país”. En Argentina, la Dirección de Datos Personales depende de la Agencia de Acceso a la Información Pública.

Respecto a la ley vigente en materia de datos en el país, la especialista sostiene que, para que haya intercambio de datos, tiene que haber una ley homologada en un estándar mínimo de protección. También aclara: “Habría que ver qué pasa con los datos de operatividad que necesita whatsApp para funcionar como acceso a la ubicación, número de teléfono, información, número de imei, que son datos técnicos; es importante revisar qué datos son necesarios y cuales forman parte de su modelo de negocio”.

Igualmente, para la especialista es fundamental la instancia de concientización masiva acerca del uso responsable de la tecnología para entender la importancia de la privacidad: “Se tiene que entender por parte del Estado y la población que la privacidad es un valor a proteger. Es un derecho fundamental para que las personas puedan desarrollarse con mayor autonomía y pareciera que estas empresas lo transforman en una moneda de cambio; se da des-privacidad a cambio de las experiencias de usuarios y de confort, perdiendo la comprensión de que es un derecho elemental para las personas”.

Por lo tanto, si bien como usuarios se puede hacer un uso más consciente para disminuir su exposición, es imprescindible la responsabilidad y capacidad del Estado para regular y hacer cumplir la ley. Martínez Elebi concluye: “El Estado tiene que garantizar la protección de nuestro derechos de privacidad y generar una concientización colectiva para realizar reclamos concretos que hagan respetar nuestros derechos de privacidad”.

Cómo pescar votos con las redes sociales

Cómo pescar votos con las redes sociales

“Las agresiones tienen mayor acogida cognitiva y afectiva entre los usuarios de Twitter», advierte Aruguete.

En julio comenzó formalmente la campaña electoral para las PASO nacionales a través de los medios de comunicación. Se extenderá hasta el inicio de la veda electoral, vigente a partir de las 8 de la mañana del viernes 9 de agosto, dos días antes de la fecha estipulada para los comicios.   En Argentina (uno de los países con mayor actividad en redes sociales), en línea con la tendencia internacional, la campaña también se desarrolla en el espacio digital.

Natalia Zuazo, directora de Salto Agencia Tecnopolítica y Consultora en Comunicación Política Digital, señala que toda organización política debe necesariamente extender su campaña a las redes sociales, esto es así por lo menos desde el año 2008. En la actualidad, se puede intentar hacer una campaña, e incluso se ganaron elecciones sin participación digital, pero tener una estrategia de redes aumenta las probabilidades de ganar. “Si no trabajás las redes hoy estás perdiendo dos cosas muy importantes. Primero porque no podés medir, y si no medís hay un montón de información de la cual carecés.” La autora de los libros Guerras de Internet y Dueños de Internet, agrega: “Esto te permite tomar decisiones informadas, sobre cómo debe ser tu comunicación y tu estrategia de campaña. Sin una estrategia de redes perdés esa información”.

Laura Zommer, periodista, abogada y directora del medio digital chequeado.com, completa esta idea con algunos datos sobre el papel actual de las redes sociales. “Según el informe de Reuters Institute Digital News Report de 2018, el 72 por ciento de los encuestados contestó que la fuente de información que utiliza son las redes sociales, tomando esto en consideración -el número es similar al 76 por ciento de la televisión-, y que además es un porcentaje más alto que el de los diarios, del 42% según esta misma fuente, las redes juegan un rol para nada desdeñable en la campaña”.

Para Pablo Lopez Fiorito, titular de la cátedra  Análisis de los Discurso de las Izquierdas Argentinas,  en la Carrera de Comunicación Social de la UBA, el valor agregado de las redes sociales es la posibilidad de segmentar y alcanzar un público que quizá no accede a los medios tradicionales o no le presta tanta atención a la radio o la televisión. “Hay algún público al que no llegás si no estás en las redes, entonces sí o sí hay que trabajarlas. Pero por otro lado las redes sociales en su mayoría, incluso Whatsapp, permiten un nivel dérmico para transmitir noticias. Por esto se prestan a la fórmula de las fakenews, hay que tener cierto cuidado con las redes porque en muy poco tiempo pueden divulgar una noticia que podría marcar, en una elección tan ajustada, la orientación del electorado. Y esto es algo que hay que evaluar en un contexto en el que una fracción decide el voto en los últimos días previos a la elección. Y en un elección tan justa, ese porcentaje es definitorio”.

«En el fenómeno del big data solamente te relacionas con la idea que te interesa», subraya Fiorito.

Las redes permiten construir una agenda propia de comunicación, en donde se puede decidir qué decir, cómo decirlo, pero también cómo contarlo, a quién llegar, y cuándo llegar. Zuazo afirma que “en la televisión todo le llega a la misma gente a la misma hora, pero las distintas redes no tienen el mismo mensaje a la misma hora”. Además hay una diferencia entre las redes que afecta a los discursos de los partidos, porque pese a que Twitter es la red política por excelencia, Facebook e Instagram también exigen hablar de política, aunque con formatos más elaborados. “Seis de cada diez votantes en esta elección son menores de 45 años, y el 30 por ciento es menor de 30 años. Mucha de esa gente está en Instagram, habla de política y se comunica respecto de temas políticos. Si querés hablar de política en Facebook y en instagram probablemente tengas que hacerlo con más videos.  En Twitter probablemente sean mensajes más cortos, más al punto y con otro formato”, señala.

En un sentido similar, Natalia Aruguete, investigadora del Conicet  especializada en el estudio de la agenda política, mediática y pública,  da cuenta del tipo de diálogos singulares y de la segmentación  que existe en las redes, con el ejemplo de Twitter. “Las agresiones tienen mayor acogida cognitiva y afectiva entre los usuarios que están dentro de esta red. Porque en algún punto eso confirma lo que los usuarios están esperando escuchar, y lo que fueron escuchando y expresando quizá en otros términos pero que es coherente con lo que asumen y propagan. Entonces estos discursos tienen más alcance que una desmentida o una información”.

En las redes existe además una trampa durante la veda que, por un vacío legal, permite generar embestidas importantes hasta último momento. “Hoy las redes sociales no están legisladas en Argentina. Tenés la veda electoral que el viernes a las 8 de la mañana silencia a todos los medios de comunicación tradicionales, dando dos días para que puedas pensar tu voto. Este es un tema que hay que pensar y legislar, porque en las redes -al no haber veda- todo el mundo puede hacer campaña, y una fakenews se puede propagar hasta último momento y no puede deshacerse en el periodo de la veda”, agrega Fiorito.

En el espacio digital de las redes hay un correlato de la polarización que existe en el ámbito político, hay estrategias de desinformación, y también de ataques, a partir del auge de las cuentas no oficiales. Aruguete hace hincapié en el rol del cuentapropismo dentro de la campaña sucia de Twitter. “No se ven solamente armados de granjas o coordinación de cuentas de autoridades, sino que hay mucha agresión en cuentas más auténticas, producto de la desazón que surgió a partir de la conformación de las fórmulas. Esta puede llegar a ser una campaña bastante virulenta. Pero  todavía es temprano para hablar de una campaña de agresiones generalizada”

Respecto a este punto,  Zommer remarca que la información debe ser un valor importante para la campaña de las redes, aún más que la desinformación, aunque esta última se incrementa a medida que más se polarizan las elecciones, según la experiencia internacional. Señala que lo más relevante en campaña es el uso de la información intentando apelar a la emotividad y a empatizar. “Mario Riorda plantea que las campañas se ganan, no necesariamente con información y tampoco con desinformación, sino más bien con cuestiones emocionales”, recuerda.  En línea con esta idea Chequeado es parte del proyecto Reverso, una iniciativa lanzada recientemente que intenta generar información contra las noticias falsas.

En general  las campañas digitales llegan  a un público que piensa de forma similar. Este hecho tiende más a fortalecer opiniones y a formar grupos de opinión marcados, achatando el diálogo. “En las redes los partidos políticos tienen seguidores que piensan como ellos, y no llegan a otros públicos. Lo mismo sucede con las personas en términos individuales, en el fenómeno del big data vos solamente te relacionas con la idea que te interesa o el producto que te interesa y no ves las otras opciones, no hay un proceso de enriquecimiento”, agrega Fiorito.

Como en la política tradicional, hay situaciones o eventos que disparan los intercambios en las redes. Aruguete fundamenta que ciertos tópicos permiten cruces excepcionales, activando distintos tipos de conexiones y narrativas, indistintamente de qué red se trate y esto debe ser valores tenidos en cuenta para la campaña extendida de las redes, “Los eventos políticos activan los diálogos. El aborto es un evento político, el caso Maldonado fue un evento político, las elecciones son un evento político. Y estos eventos políticos generan mensajes que activan a determinados usuarios, que pueden estar más o menos interesados en ellos”.

En definitiva la campaña en las redes y los eventos generarán diferentes intercambios en la arena de las redes. Un lucha mediada que principalmente logrará fortalecer las convicciones o ideas ya asumidas, y que intentará hacerse hasta último momento, y a cualquier precio, de los invaluables indecisos.