Para terminar con la opresión a la mujer

Para terminar con la opresión a la mujer

“A esta altura de la vida si viene una hija mía a decirme que la han violado, yo, Julio Moisés, le digo: ‘Hijita, tu papá no es ningún estúpido, a vos no te viola nadie’”.  La frase pertenece a quien fue intendente de San Pedro, Jujuy, durante cuatro períodos, y es una de las tantas entrevistas que forman parte de La cena blanca de Romina, el documental estrenado este jueves en el cine Gaumont. Fue precisamente en la localidad de San Pedro en donde, el primero de agosto de 2002, Romina Tejerina fue violada por un vecino. Cuando casi siete meses más tarde ella parió a una beba prematura, lo primero y único que vio fue la cara de su violador, y entonces mató a la criatura. Estuvo presa nueve años. El violador, “Pocho” Vargas, fue absuelto. Ella fue liberada recién en 2012 gracias a la lucha del movimiento feminista.  

 Filmado en dos viajes a San Pedro que hicieron sus directores, Hernán Martín y Francisco Rizzi, el primero en 2010 y el segundo en 2014, este documental está compuesto por testimonios de distintos habitantes de la localidad jujeña, aunque se centra sobre todo en retratar la vida en esa ciudad, las costumbres, los hábitos, el funcionamiento de las instituciones y su influencia sobre los discursos de la gente. “Partimos del caso de Jujuy no para estigmatizar a la provincia, sino todo lo contrario –reflexionó Martín, en diálogo con ANCCOM-. Creemos que ahí son más transparentes todos los mecanismos machistas, pero son también perfectamente aplicables al resto de los pueblos y ciudades de Argentina y probablemente a otros lugares del mundo”. En cuanto a este tema Rizzi agregó que, “si bien pasaron más de diez años desde el inicio del caso de Romina, todavía tanto tiempo después sectores del poder político, que incluso tuvieron actitudes por las cuales se iniciaron causas penales, hablan con una total impunidad”.

Los padres de Romina.

 Martín explicó cómo fue el proceso para conseguir los testimonios: “En general tuvimos todo tipo de opiniones; algunos preferían no opinar, otros pobladores la defendían, pero también hubo un sector de personas que repetían los argumentos de la justicia misógina, de la Iglesia, del Gobierno, al decir que ‘a ella le gustaba salir a bailar’, o que ‘ella lo tendría que haber dado en adopción’, colocando el debate en un lugar equivocado”. Uno de los testimonios de este tipo que aparecen en el documental es el de una vecina de San Pedro que, refiriéndose a Romina, dice: ‘No tiene el valor de la vida, no tiene ética, no tiene nada. Ella es la que no merece vivir, y vive gratis; encima viven bien estando presos’. Según Martín, “por supuesto que nadie va a defender el asesinato de una beba, de lo que se trata justamente es de analizar todo lo que hay alrededor, lo que lleva a una mujer a esa situación desesperante”.

Otro de los ejes que atraviesa la película es el de la lucha feminista y sus diferentes reivindicaciones. Según Rizzi, en el documental “está presente un abanico gigante de reivindicaciones que tienen que ver con terminar con la opresión a la mujer. Entre ellas, una muy clara es el derecho al aborto legal y gratuito. El caso de Romina puso sobre el tapete el tema del aborto. Si ella hubiese podido abortar su historia habría sido completamente distinta”.

 Según los directores, uno de los impedimentos para que exista una ley de aborto seguro, legal y gratuito es, además del poder político, la gran influencia que hoy en día sigue teniendo la Iglesia católica. Esto es algo que se ve constantemente a lo largo del documental; en esta línea, una de las escenas más fuertes se desarrolla frente a la Catedral de Buenos Aires un día de marcha por los derechos de las mujeres: unos hombres de aproximadamente 30 años rodean el edificio con rosarios y rezan el Ave María. “Soy nacionalista y católico –dice uno de ellos-. Venimos como resguardo ante un posible desmán de los militantes homosexuales, izquierdistas. Suele suceder que estos tipos vienen y quieren profanar la catedral. Dañan una propiedad privada, como es la Iglesia católica, y ofenden a la religión fundacional del país. A los izquierdistas, feministas y homosexuales si quieren llegar a tocar la Catedral los vamos a moler a palos”. Según Rizzi, “la Iglesia es un ser omnipresente y junto con el régimen político son los que forjan todo el universo simbólico sobre el que se sostiene la dominación”. “En Jujuy -explicó- los fines de semana los chicos de las escuelas públicas tienen catequesis: la iglesia está muy presente. Pero al mismo tiempo en la película se ve que lo más retrogrado de la Iglesia católica no se ve en Jujuy sino que se ve acá, en Plaza de Mayo, frente a la Catedral”.

Romina fue liberada recién en 2012 gracias a la lucha del movimiento feminista.

 Otro de los pilares institucionales que reproducen las lógicas machistas y crean discursos patriarcales, según los directores, es el Poder Judicial. “Resulta evidente que se trata de una justicia misógina, pero en primer lugar considero que es una justicia de clase –sostuvo Martín-. El Poder Judicial no funciona igual cuando las mujeres son de clase alta; primero y principal porque ellas no llegan a esa situación, abortan antes”. El director subrayó además que “lo que se hizo con Romina, y también con el caso de Higui, fue tratar de dar una condena ejemplar para que las mujeres no repitan este accionar que consiste en denunciar al violador o actuar ante un abuso. Sobre todo hay un intento de regimentación al resto de las mujeres”. En este sentido, Rizzi se encargó de subrayar que la película no trata sólo del caso de Romina Tejerina, sino que lo que intenta es partir de ese caso particular para contar la historia de muchas otras mujeres. “Nosotros decidimos que se llamara La cena blanca de Romina y no ‘de Romina Tejerina’ porque tomamos el caso de ella como partida, pero queremos mostrar que el tema lamentablemente está universalizado –explicó-. No es sólo el caso de una Romina, sino que son muchas Rominas, Belenes, Higuis, Lucías, y la lista desafortunadamente sigue”.

 Lo que une al caso de Romina con casos más recientes, como el de Higui, es que en ambas situaciones fueron liberadas gracias a la lucha de los movimientos feministas. Como sostiene Rizzi, “por suerte hay un movimiento muy potente que ha surgido y que se está desarrollando, que combate todos estos elementos de opresión y permite que Romina esté en libertad y que Higui haya salido de la cárcel. Por supuesto que todavía hay que avanzar muchísimo. Esperamos que la película colabore en ese sentido”.

 

Actualizada 16/06/2017

 

 

El estereotipo erróneo de la mujer violada

El estereotipo erróneo de la mujer violada

¿Por qué las mujeres víctimas de violación no hablan? ¿Por qué se descree de su palabra? ¿Cómo las trata el sistema médico y jurídico? ¿Qué hacen las mujeres en esas situaciones? Con estas preguntas, la socióloga Inés Hercovich comenzó su investigación, donde entrevistó a casi cien mujeres víctimas de violencia sexual y también a médicos, jueces y policías. El resultado final se publicó en el libro El enigma sexual de la violación, que desmiente muchos de los estereotipos que circulan socialmente acerca de estas situaciones. Hercovich fue pionera en Argentina en investigar el tema y luego fundó el primer servicio de asistencia a víctimas de agresiones sexuales.

¿Qué fue lo que originó la investigación?

La primera pregunta que abrió la investigación es por qué las mujeres no hablan. La investigación fue un esfuerzo intelectual muy grande. Y el mérito fue haber podido abrir mi cabeza para escucharlas, haber aprendido a escuchar lo que no se quiere escuchar.

¿Con qué se encontró en esa escucha?

Lo más importante es haber descubierto a las mujeres en una actitud que no tenía nada que ver con la imagen que tenemos en general, esa de la mujer que queda paralizada, imposibilitada por el miedo que tiene, aterrorizada. Los relatos contaban otras cosas que no son las que uno tiene en la cabeza respecto de una violación sexual. No referían a esa imagen de un degenerado que está escondido en un zaguán, te ataca, te viola y se va, cuando estabas caminando por la calle a las doce de la noche a dos cuadras de tu casa, en un barrio tranquilo. Yo entrevisté cerca de noventa mujeres que habían pasado por situaciones de violencia, que habían terminado en una violación o no y la verdad es que a prácticamente nadie le había pasado eso. En general eran situaciones donde el hombre, que muchas veces viola sin saber que lo está haciendo, primero había intentado establecer algún tipo de relación, aunque sea diciéndole un piropo, pero no era una cosa salvaje y sin palabras, era una historia que se iba encadenando y que terminaba en una violación o no. Pero en esa historia participaban los dos porque el tipo se le acercaba de buena manera y quería ganarse su confianza. Puede pasar que el tipo ni siquiera sepa que es un violador. Entonces se va dando toda una situación donde la mujer va quedando enredada, se va dando una relación, a veces más corta, a veces más larga, donde hay mucha seducción por parte del tipo. Pero en algún momento aparece alguna señal de que la cosa va por un camino que la mujer no espera. Cuando eso sucede, generalmente las mujeres tenemos un mecanismo que es el de desconfiar de nosotras mismas y decir pero este tipo hasta acá fue un encanto, tal vez soy yo una paranoica, tal vez le digo algo y lo ofendo.

Entonces sigue sin reaccionar…

Ahí sucede algo que es muy impactante. Cada paso que la mujer dio en el sentido de esa relación la coloca en un lugar peor respecto del tipo, que tiene otra intención que no conocían. Las mujeres se empiezan a sentir mal con ellas mismas y piensan: “Por qué no me fui, por qué no me tomé el colectivo, por qué estoy acá”. Y esa duda sobre una misma, a veces, provoca una reacción de autodefensa y otras veces las debilita mucho más. Cuando la situación ya está planteada hay mucha dificultad para volver atrás porque están solas. Tal vez en el auto del tipo que estacionó en un lugar donde no pasa nadie. Están en una situación de secuestro. Y lo único que puede hacer una persona secuestrada es negociar con su secuestrador y tratar de pasar ese momento pagando el menor precio posible. Eso es lo que hacen las mujeres, lejos de quedar paralizadas. Es muy impactante, unas te dicen cosas como yo en ese momento tenía una lucidez que hoy no puedo creer que la tuviera. Muchas de ellas se ponen muy atentas a las palabras y a los gestos. A qué le pueden decir al tipo para desarmar la violencia, para impedir que la violencia crezca y pase a mayores, porque la primera idea que se les cruza es que las pueden matar. La muerte es un horizonte para las mujeres en esa situación. Si no, aparece la amenaza de los golpes, de que les puedan cortar la cara y les deje marcas que sean un recuerdo para toda la vida. Ese fue el primer hallazgo: que las mujeres, lejos de ser las víctimas pasivas imaginadas por el asistencialismo y por muchas de las feministas, están lúcidas y activas, están peleando por su vida, negociando salir de ahí con el menor trauma posible. Otra de las cosas que sucede es que el tipo tenga miedo de que la mujer lo denuncie. Hay escenas donde las mujeres se quieren congraciar con el tipo para que él no desconfíe de ellas. Es una situación en la que nadie piensa nunca cuando habla de violación y que no aparece en los diarios, ni en las películas, donde las violaciones responden a esa imagen dominante donde hay un sujeto violento y alguien que queda inerte, a merced, sin poder defenderse.

¿Se refiere a la imagen en bloquede la que habla en el libro?

Por supuesto, contiene todas las variaciones posibles. Dentro de la imagen en bloque está el paradigma culpabilizador, como yo lo he llamado, que inmediatamente culpa a las mujeres: “Por qué andaba con el escote así, con la pollera corta, quién la mandó a subir al auto. Ahí está la cuestión de la provocación: “Vos lo provocaste. Esas cosas están en la cabeza de todos y se traduce en actitudes, en tonos de voz, en la misma familia de las víctimas. Ese es otro drama, es el drama posterior, todo lo que viene después: decidir no contarlo, decidir contarlo, decidir a quién, tener necesidad de hacerlo público porque necesitás asistencia. Todas son situaciones muy difíciles, muy angustiantes y que son la continuación de la violación. La violación no termina en el momento en que el tipo se va. Deja todas esas consecuencias que la mujer va a tener que enfrentar durante mucho tiempo. Y después, si lo dice, significa un ruido en la comunicación con todas las personas con que hasta ese momento no existía ese ruido. Es como que ese secuestro se les empieza a reproducir en otros lugares, donde a la mujer le da miedo hablar. Cuando yo empecé esta investigación, todos me decían que no iba a conseguir testimonios, entre mis amigas, aparecieron tres que nunca lo habían contado. Muchas, incluso, no saben si lo que les pasó fue una violación o no. Están en la misma duda que tenemos todos porque esas mujeres también pertenecen al imaginario que creen que una violación es algo diferente a lo que les pasó.

¿Qué define una violación para usted?

Para mí, hay dos cosas: el secuestro y el miedo a que te maten. Eso unido a la escena sexual. Si la escena sexual se da en ese contexto, ahí hubo una violación, se haya llegado como se haya llegado. Para mí fue muy bueno descubrir esta valentía de las mujeres en situaciones de peligro y fue también horrible cómo, para poder seguir viviendo, tienen que disimular la potencia y la lucidez que tuvieron porque finalmente resolvieron bien ya que salieron vivas y sin marcas para siempre.

¿Tal vez muchas no cuentan porque hay una censura social sobre el discurso de las mujeres?

Totalmente. El faro que ilumina todo esto es la dificultad de creer, eso es lo que silencia a las mujeres porque inmediatamente son sospechadas, o lo provocaron o no se defendieron. Yo entiendo que lo que hacen las mujeres en esa situación es defenderse. El Código Penal decía que para que haya violación no tiene que haber consentimiento. Para probar que no hubo consentimiento tiene que haber habido resistencia. Para probar que hubo resistencia tiene que haber marcas en el cuerpo. Nunca las va a haber, muy pocas veces. Entonces le pedimos que cuenten algo que no les pasó. Tenemos que demostrar que estamos dispuestos a escuchar porque cuando yo dije que iba a empezar la investigación aparecieron muchas mujeres. Además, esto funciona con cualquiera de esas cosas de las que no queremos hablar.

¿Por qué se desconfía tanto de la palabra de las mujeres?

Creo que porque prima, por sobre todo, la ideología culpabilizadora. La palabra de la mujer está devaluada en todos los campos. Está en el imaginario masculino y femenino, hace miles de años, la idea de la vagina dentada, de la zorra, de la mina que es una perra, que es aviesa, que quiere sacarle cosas al hombre y que su arma es el sexo, entonces cuando se habla de sexo hay más desconfianza todavía.

En ese sentido, el sexo sería algo que utiliza la mujer para su propio beneficio

En el paradigma culpabilizador el sexo es la muestra del poder que la mujer tiene sobre el hombre. La poderosa es ella, porque ella incita al hombre y él sucumbe a un instinto que no puede dominar. La mujer está erigida, dentro del imaginario dominante, como la que tiene el poder de hacer sucumbir al hombre a sus pasiones más bajas.

En una situación de violación,  ¿el sexo, el poder y la violencia forman una tríada?

Son las tres patas de esa escena, hay un esfuerzo muy grande por separarlas, como si fueran tres objetos con sus propios límites que no se pueden confundir. En las historias está todo mezclado, como lo está en la vida. La violencia forma parte de la sexualidad y cierto nivel de violencia puede ser grato y mucha gente, que no se anima a usarla, la imagina para despertar su deseo o para aumentarlo. El poder, por ejemplo, es también quién levanta a quién.

¿El discurso feminista tiene contradicciones respecto a este tema?

Claro. Una parte del movimiento feminista intentó presentar inocente a la mujer (al contrario del discurso culpabilizador, donde la culpa porque tiene sexo). Entonces el discurso opositor, el que las quiere inocentes, les saca el sexo. Si hay violencia no hay sexo, si hay poder no hay sexo, porque son incompatibles. El sexo es solo amor, desconociendo la realidad. Fue una estrategia y sigue siendo.

¿Los discursos médico y jurídico recaen en una especie de cosificación del cuerpo de la mujer buscando solo las huellas de la resistencia?

Totalmente. El discurso de los médicos es terriblemente cínico. Los médicos se escudan en que es una definición legal. Reducen todo el drama de la violación a las lesiones en el cuerpo, pero no están atendiendo a una vagina, están atendiendo a una mujer a la que le pasó algo terrible. Me asombra mucho cómo manejamos discursos de avanzada y cuando vas a los hechos hay muchas cosas que no están superadas para nada.

De hecho, se realizó la convocatoria “Ni una menos”, pero aún falta falta el cambio cultural, que va a ser muy difícil

Tampoco lo puede hacer alguien porque se lo proponga hacer. Pero si no hay personas que se propongan cosas nunca va a pasar nada. Lo que va a pasar va a ser el resultado de muchas propuestas, en luchas, en micro luchas, como lo describe Foucault. De pronto, pasa algo que marca un antes y un después.

Desde su posición de socióloga ¿cómo analiza la convocatoria?

Fue tremendamente espontánea. Hubo una seguidilla de noticias que habían llegado al colmo y por eso prendió la convocatoria. Había una cosa de hartazgo de la gente. No sólo hechos sino también decisiones de jueces. Eso puso incómodos a muchos. La indignación que hubo en ese momento fue muy grande, había un clima que se fue dando. Algunas cosas me emocionaron mucho y otras me dieron rechazo, la utilización política por ejemplo. Hay una tendencia a la victimización que me da rechazo. Pero también vi una experiencia de solidaridad. Me emocionó lo de hacer acostar a las mujeres en el piso para marcar las siluetas. O lo de nombrar a cada uno de los muertos. Eso materializaba la cuestión, porque si no todo es muy abstracto. Me gustó la participación de los hombres, había feministas que estaban furiosas con ellos.

Si hiciera el mismo trabajo ahora, ¿se encontraría con casos diferentes?

No, no creo porque no cambió nada. Las mujeres seguimos desconfiando de lo que pensamos y sentimos. Los tipos sienten que si te sedujeron ya pueden todo. Me parece que no.