Otra vuelta de vinilo

Otra vuelta de vinilo

El soporte de música analógica que muchos creían cosa del pasado, resurge con impulso inesperado y gana posiciones en los rankings de venta mundial, en algunos casos imponiéndose a sus rivales digitales.

Desde el fonógrafo de Thomas Edison, en los inicios de la música grabada, hasta la actualidad con las plataformas de streaming ha pasado mucho tiempo. Sin embargo, un formato que parecía haber quedado como un recuerdo en algún museo de la industria musical, hoy resurge con más fuerza que nunca: el disco de vinilo. 

¿Quién hubiese pensado allá por los inicios de los años 90, cuando el CD irrumpió como nuevo y prometedor formato, que el vinilo tendría alguna chance de volver a tener protagonismo?

La música digital, primero de la mano de formatos físicos, luego del MP3 con la difusión masiva de internet solo estaba preparando el terreno para las plataformas de música online que permiten en la actualidad acceder a un enorme catálogo de artistas solo con un click y por un módico abono mensual.

Aquellos viejos discos que marcaron generaciones y que parecían haber quedado para locales de antigüedades, volvieron a la vida con la revalorización de primeras ediciones y un abanico de catálogos semi olvidados, tanto nacionales como extranjeros.

Nicolás Llasen, encargado del local de Jarana Records, una de las tantas nuevas disquerías especializadas en este formato, cuenta qué hay detrás de este fenómeno que suma adeptos cada día: “Yo creo que lo más importante es la calidad del sonido que tiene el vinilo y también el contacto con lo analógico, el arte de tapa, hace que uno se sienta más cercano a los artistas que le gustan. Está bien que, para apreciar el buen sonido, requiere de toda una cadena que va desde la bandeja, el amplificador, los parlantes. Mientras mejores equipos tengas, mejor vas a poder apreciar la calidad de audio. La realidad también es que vivimos en una era digital donde todo se asemeja bastante y uno está acostumbrado a escuchar en el auto un CD, Spotify, pero el vinilo sigue siendo lo más elegido por músicos o gente que le gusta mucho la música, ya que es lo más cercano a lo que uno quiere escuchar en cuanto a calidad”.

Eduardo De La Puente, periodista y actual conductor de Clásico de Clásicos por Rock & Pop, coincide en este aspecto: “Me di cuenta que durante muchísimos años fuimos testigos de una degradación del sonido progresiva pero muy lenta. Con el CD nos pareció ver la luz, y creo que fue la puerta de entrada hacia un sonido tóxico. De los CD pasamos a los archivos digitales y me acostumbré a escuchar música en formato digital, pero un día me di cuenta que había dejado de escuchar música en realidad”.

Rompiendo récords

Más allá de las cuestiones de gustos personales y de la alta calidad del sonido del vinilo que ya a esta altura parece indiscutible, el fenómeno nuevo es que desde algunos años se viene dando en el mundo un sostenido auge de ventas que este último año marcó récords en países como Estados Unidos y Reino Unido, superando a las del CD por primera vez desde 1987 de acuerdo a una nota publicada en El Diario de España en julio de 2021. La tendencia parece irreversible, empujada además por los cambios de hábitos surgidos a partir de la pandemia. “En Reino Unido las discográficas han experimentado un aumento del 30% en sus ingresos por la venta de vinilos durante 2020, con un total de 86,5 millones de libras recaudadas. En España estamos aún lejos del soparse al CD, pero la tendencia es clara”, describe el periodista español Tomás Mayo. El furor es tal que hasta existe una aplicación donde se puede localizar en tiempo real disquerías en cualquier lugar del planeta.

En Argentina, si bien no hay estadísticas oficiales, se estima que el mercado del vinilo ha crecido alrededor de un 60 % en los últimos años. Podría decirse que el fenómeno desatado por la fiebre del vinilo, es el motor de toda una nueva camada de disquerías independientes especializadas solo en este formato, muchas de las cuales no tienen ni siquiera un local abierto al público, sino que aprovechan el alcance ilimitado de las redes sociales como canal de venta preferido. Las mismas redes sirven, además, como lugar de encuentro de fanáticos tanto para la compra-venta-canje de discos como simplemente para la exhibición de joyas únicas y no tanto, para compartir opiniones o para organizar ferias itinerantes. En todo el país hay amantes del sonido analógico que gustan revolver bateas a la vieja usanza. 

“Nosotros -comenta Llacen- tenemos de todo, usados y reediciones. El que siempre coleccionó discos va a estar buscando más los de época porque quieren tener las primeras ediciones o cosas que ya no se consiguen. No hay dos discos iguales, salvo que estén hechos del mismo master”. Ese concepto de la pérdida del aurea a causa de la reproducción mecanizada masiva de una pieza de arte, que está detrás del libro La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica de Walter Benjamín, parece desvanecerse para los fanáticos del formato que perciben a muchos de los títulos que suelen conseguir a veces después de años de búsqueda, como verdaderos objetos únicos.

Jonathan Firbank, conocido entre los aficionados al formato como “El Rey” del vinilo y dueño de Musicono, un destacado importador y distribuidor a nivel nacional, da su mirada sobre el crecimiento del formato: “Sin dudas, en los últimos años se ha experimentado un crecimiento que era impensado en la década del 90 y a principios de los 2000. Pasó de ser un objeto desdeñado por muchos melómanos a ser algo de culto, al que se le redescubrieron sus ventajas en cuanto al sonido, arte de tapa, etc. El vinilo creció con respecto a los otros formatos. Sin embargo, todavía sigue siendo un artículo de nicho, todos los que estamos en este mundo consideramos que aún sigue siendo una escena pequeña, pero con la lenta incorporación de muchos jóvenes que hoy están descubriendo al formato”.

-¿Creés que realmente hay una suerte de boom del formato y que vino para quedarse o lo entendés como una moda pasajera? 

-En algunos países el vinilo no dejó de publicarse, aunque sí empezaron a hacerse tiradas más pequeñas y limitadas como en Inglaterra. Yo diría que a nivel mundial llegó para quedarse. Me baso en el hecho de que Sony hizo una gran inversión en una planta gigantesca para fabricar discos de vinilo para todo el mundo, pero todavía creo que falta para algo que podamos denominar como masificación. 

El espíritu de la radio

La canción de Rush “The Spirit of radio” que abre el álbum Permanent Waves de 1980 dice en alguna de sus estrofas algo así como “retroalimentación emocional, en una longitud de onda sin tiempo, llevando un regalo invaluable”, y viene bien para sintetizar el resurgimiento del vinilo como medio de difusión masiva también en el espacio radial.

De la Puente cuenta que en la radio “recauchutaron bien la Technics 1200 que tenían, le armaron un mueble y ahora están recauchutando otra para que en vez de pasar de a un tema, pueda mezclar directamente. Se están dando cuenta de que valía la pena porque se refleja en la audiencia y están invirtiendo en eso”. 

En su programa tiene una sección específica en la que reproduce discos en vinilo: “Le tengo que explicar a la gente que lo que están escuchando es material mío o que por ahí alguien me presta. Hay oyentes que son hermosos. Una vuelta, uno vino a la radio, me trajo como treinta discos, me dijo: ´Edu tomá, tenelos, dentro de tres, cuatro meses, los paso a buscar´ y me vino bien para poder ampliar un poco el abanico de intérpretes”. Porque tal como explica: “La radio no tiene ni siquiera discoteca de CD. Todo lo que hay está cargado en digital”.

La experiencia que se vive a través de la radio con el sonido del vinilo, cuenta el conductor, es totalmente distinta a lo que estamos acostumbrados. “Cuando escuchas al aire, realmente cambia el sonido. La mejor forma de escuchar las vueltas en vinilo es escuchar la radio, por la radio, porque no hay digitalización” y agrega: “Hay gente que hace un ritual y si sintoniza la radio conectada a un amplificador, bajan las persianas de su vida y durante una hora o media hora se dedican a escuchar”. De alguna manera esta forma de escuchar a partir de lo analógico, los reconecta con la música de una manera que creían olvidada.

En relación a su propia experiencia con el hábito de escuchar música, De La Puente reflexiona: “Cuando salió Wasting Light, el disco de los Foo Fighters en CD, me acuerdo que me rompió la cabeza, de hecho, me parece un discazo y lo escuchaba en el auto todo el tiempo y era un disco que escuchaba entero y dije, qué loco, cuánto hace que no escucho un disco entero. Me puse a pensar en porqué sería y cuando vuelvo a meterme en la cuestión de los vinilos me di cuenta que había dejado de escuchar discos enteros porque realmente no tenía sentido escucharlos. Insisto, fue tan progresivo pero lento, que nos fuimos metiendo en eso” y concluye: “Fue volver a darme cuenta de que, con los sistemas analógicos, valía la pena realmente escuchar música”.

¿Qué te atrae del formato?

“Hay un tema de fetiche, que mientras estás escuchando implica leer el sobre con las letras o mirar el arte de tapa, reparar en un montón de detalles que en un archivo digital no tenéis y es como otro el disfrute”, asegura De la Puente.

En este sentido, Llasen también destaca que la calidad del sonido del vinilo “es insuperable” y de este modo se extendió el público consumidor de un nicho de coleccionistas a uno mucho más amplio que abarca hasta las nuevas generaciones, gente joven “que busca música contemporánea, los artistas que le gustan”.

De La Puente amplía sobre los archivos: “Los archivos digitales son más la información de lo que es la canción en sí” y agrega: “La otra parte, que es la explicación técnica y que es la más importante de todas es que el formato analógico tiene todas las frecuencias con las que fue grabado y muchas de esas frecuencias no las percibe el oído y esas son las cosas que primero se recortan para el formato digital. Entonces en un MP3 vos vas a escuchar que está el bajo sonando, que es la que puede percibir tu oído, pero hay un montón de frecuencias en los formatos analógicos que, si bien no se escuchan, lo percibe el resto del cuerpo. Por eso es que cuando ponés un vinilo sentís otra cosa y a veces escuchas otra cosa, porque recortando frecuencias a veces se pierden instrumentos y un montón de sensaciones que con el formato digital están faltando. Frecuencias que son las que te pegan en la boca del estómago, frecuencias que te hacen vibrar otras partes del cuerpo”.

Para Firbank, el nuevo boom del formato es “la nostalgia. Muchos melómanos y gente que gusta de la música y que, en los 90, debido al auge del CD, se desprendieron de sus colecciones, ahora quieren volver a tener sus discos preferidos en el formato en el que siempre escucharon música. Por otra parte, para los jóvenes que crecieron en la era digital, es toda una novedad, algo como misterioso ese disco grande y negro que hay que tratar con cuidado y que aún no saben muy bien cómo suena ni como manipularlo. Ahí se juntan ambas pasiones: del que conoce hace rato y del que quiere saber de qué se trata”. 

 Presente y futuro

Firbank, como empresario y referente del sector, enumera las claves del éxito de su negocio vintage y cómo visualiza su futuro: “Las diferencias son varias: primero, tenemos 14 proveedores repartidos en Estados Unidos y Europa. Segundo: Somos pocos los que importamos a dólar oficial y vendemos también a dólar oficial, cuando hay muchos proveedores que, contando con la misma posibilidad, toman como referencia el dólar blue. Para lograr esto, también hay una conducta empresarial respetada a través de los años que tenemos en el mercado. Tercero: Somos una disquería abierta las 24 horas. Cuarto: Precio. Quinto: Servicios adicionales, como lavado de discos por ultrasonido, reparación de vinilos y tapas, y próximamente, aplanado de vinilos con una exclusiva máquina especialmente importada a tal fin”.

-¿Hay diferencia entre vinilos fabricados en el exterior y los que son fabricados en el país? 

– En líneas generales siempre los discos importados fueron de mayor calidad que los nacionales, con algunas más que respetables excepciones. El cartón que compone la tapa, si el vinilo usado para los discos es virgen o no. Es muy importante también la fuente de donde sale el sonido a imprimir en los discos. En la actualidad, sin embargo, aparecen discos fallados tanto nacionales como extranjeros. 

– ¿Cómo imaginas el mercado a futuro tanto a nivel mundial como en Argentina?

– Creciendo. Que cada vez más gente se volcará al formato, se abrirán más disquerías, será el formato que muchos más elijan y la industria  mejorará para que el vinilo sea el rey que fue antaño.

¡Larga vida al vinilo!

Un bar de colección

Un bar de colección

 

Enrique Fauri, el dueño del bar.

La noche está helada, pero adentro hay calor. Las luces están bajas y la música fuerte. Sobre las paredes cuelgan cuadros realizados con diferentes técnicas y realizados por distintos autores. Un rincón lleva pintado la cara de una mujer que tiene los ojos cerrados y el pecho abierto: parece querer respirar hondo el aire de la madrugada. A su derecha, detrás de un acrílico, el sobre de cartón original del long play Artaud, de Pescado Rabioso, grupo integrado, entre otros, por Luis Alberto Spinetta. A su izquierda, un poco más allá, muñecos en miniatura con personajes de la historia del rock argentino sentados a la mesa como en La última cena, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci. En el centro, una barra de madera larga, con una caja registradora antigua sobre su falda, que sostiene al público y a la columna vertebral del bar: un tercio de la colección de más de 12 mil vinilos que guarda su dueño, Enrique Fauri.

Quique, como es conocido, tiene ojos oscuros, 65 años y lleva 50 viviendo de la música. Su barba larga y tupida se confunde con el pelo lacio que lleva por los hombros. Usa remera oscura y camisa a cuadros desprendida. A simple vista es un hípster o un leñador o alguien que viene del futuro a decirnos dónde está la clave: “Los vinilos es lo único original que existe en el planeta”. Sus dedos tienen memoria técnica. Entre los 2.500 discos que guarda en la estantería decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos, sus yemas leen mejor que un escáner y su oído detecta la energía del ambiente en cuestión de segundos. “Podemos empezar escuchando Gospel, porque entró una pareja y sé que les gusta y terminar bailando tarantela o lentos, como en los ’80. Es espontáneo”, dice. Una espontaneidad que cocinó durante todo este tiempo de vida: una combinación de ser DJ en la zona Oeste durante las décadas del 60 y 70, tener una discoteca y luego una disquería en Mercedes (por aquél entonces un pequeño pueblo), para convertirse hoy en algo más que el dueño de “Vinilo”, uno de los pocos bares del país donde pasan exclusivamente música en ese formato antiguo, original y –al parecer- eterno.

Vinilo nació gracias a un rayo”, dice Esteban Fauri, hijo y productor musical del espacio: “Mi viejo estaba en (el bar) La Oveja Vasca, con mi hermano y hubo un bajón de luz. Cuando volvió se había quemado la computadora con la que pasaban música. Entonces probaron con un tocadiscos que tenían en exhibición, lo enchufaron y andaba. Le dieron diez pesos a mi viejo para que se fuera en taxi hasta mi casa y volvió con veinte vinilos y ahí arrancó a poner música.” Aunque, para ser objetivos y realistas, ahí no empezó la historia. Ni la de Vinilo ni la de Quique Fauri pasando música. Sí, pasando música porque el verbo ‘pasar’ es diferente del verbo ‘poner’. Cuando uno ‘pasa’ música la acción implica una atención constante a lo que sucede con ese artefacto y un uso de las manos distinto al ‘poner’ música donde lo único que hay que hacer es colocar un cd y dar play. “Es como para el gaucho el mate de la mañana. Para mí ese ritual es una parte natural. Es como si fuera una extensión de uno”, explica Esteban. “Yo por ahí tengo las manos como si las tuviera en la bandeja”, dice, mientras imita un movimiento que emula al paso de Thriller. Por decirlo de algún modo, su padre es uno de los creadores de aquel ritual al que hoy asisten adultos y jóvenes. Unos, recordando otras épocas, otros investigando lo viejo y lo nuevo, yendo de lo digital a lo analógico, entendiendo aquello que tiene el vinilo, de irrepetible y singular.

«Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución», dice Esteban, hijo de Quique.

Enrique Fauri recibió el don a sus 12 años cuando su padre llegó con un Winco: “Para que pudiera escuchar algo. En ese momento me dio un disco simple y ese simple está allá”, señala. “Era de The Beatles: el lado A, ‘Twist y gritos’ y el lado B, ‘La vi parada ahí’”, recuerda mientras mira una de las paredes de ladrillo a la vista. Después de ese día, la rutina de Quique era ir y venir a la disquería que quedaba a 15 cuadras de su casa: “Pesito que agarraba, me compraba un simple. Me rompió la cabeza eso: el usar el Winco con algo arriba para que suene, sea lo que sea. De ahí no paré más. Como algo físico. Y eso que yo escuchaba me abría la cabeza entonces yo no pensaba en nada más que en juntar eso, como otro pensaría en juntar figuritas.”

El don convertiría a Quique en el extraño de pelo largo que pasaba música en los cumpleaños de sus amigos, para luego transformarse en Dj de la zona oeste de Buenos Aires y tocar en lugares como Juan de los Palotes, Camelot, Pinar de Rocha y Waikiki. El escritor Hernan Casciari, nacido en Mercedes, lo retrató en la revista mercedina La ventana hace 26 años. Allí lo imaginó sobreviviendo gracias a una dieta a base de vinilos, luego de quedar encerrado durante días en una casilla de DJ. Enrique Fauri – y por ende las noches de Vinilo– cuentan con un banquete prodigio. Dentro de su colección aparecen simples como “Rebelde”, de Los Beatniks -considerado el primer disco de rock nacional-, discos originales de Los Gatos, Manal, Vox Dei, La Cofradía de la Flor Solar, y las primeras ediciones del rock internacional editadas en Argentina. Entre ellos, el original de Corazón de madre atómica, de Pink Floyd.

Enrique nombra títulos ingleses en español y, sin querer, remarca un estado de época: “La única guía que teníamos en ese momento era la revista Pelo. Aunque después lo tenías que escuchar cien veces para que te empiece a entrar”, recuerda. La colección se fue ampliando durante los años, gracias a la insistencia y el capricho: “Cuando fue el boom del CD, los vinilos pasaron a valer un peso. No se los llevaba nadie”, cuenta rememorando su época de vendedor en DiscoLibra, local que mantuvo vivo durante 30 años. “Todos deslumbrados por el CD y yo me guardé miles de vinilos. Yo sabía que eran míos y que no podían desaparecer.” La disquería fue el tercer momento luego de una vida de DJ y como dueño de Oikos, un boliche que revolucionó la noche mercedina. Pero en 2007, un incendio arrasó con el local y todo lo que vio a su paso. En el 2011, los planetas se volvieron a encontrar y luego de aquella noche en el Bar La Oveja vasca, su vida y la de sus hijos tomarían un nuevo rumbo habilitando un punto de inflexión en la historia de la colección de música en Argentina.

“Esa noche el bar del Oveja (como le dicen a su dueño) en vez de cerrar a las once cerró a las cinco de la mañana”, dice Esteban, orgulloso. Su padre volvería a pasar música después de décadas. Por otro lado, el deseo de la pasión puesto en una púa y la insistencia hicieron lo suyo: “Teníamos tantos vinilos en casa, tanta música que no sabíamos cómo mostrarla”, dice Quique. “Invitábamos a un par de amigos a nuestro comedor y poníamos a Jimi Hendrix, a Nicola Di Bari, parecía que estaban tocando adentro de nuestra casa. Y surgió la idea, en forma natural, de hacer algo, que no sabíamos en qué formato, para tener los discos, los long plays y los simples a disposición de la gente”, cuenta mientras arma un cuenco con su mano derecha, mostrando el lugar. Hoy, siete años después y varias noches de borracheras y discusiones mediante, esa magia se mantiene: “Yo vuelvo a mi adolescencia”, dice Quique. Su hijo y primer fan, agrega: “Tengo el ojete de tenerlo a él como viejo, yo lo asumo como una escuela de producción del oficio del DJ.”

La estantería guarda 2500 discos y está decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos.

El fuerte de aquel extraño está ubicado en el ala izquierda de la barra donde transcurre la mayor parte de la noche. Desde allí realiza un medio giro que va de la bandeja al público y del público a la bandeja. Les da la espalda y regresa. O regresa, saluda a alguno con sus dos manos cerradas y pulgares en alto y les da la espalda. Realiza la alquimia musical. Luego, apoya sus manos sobre la madera marcada por vasos de Fernet, cerveza, vino y picadas. De este modo recibió y recibe a todos los músicos que pasan por este reducto cultural. Locales e internacionales, como Black Amaya, Daniel Maza, Robin Benjeree (ex guitarrista de Amy Winehouse), Amparo Sánchez y artistas de otras disciplinas como cine, literatura y pintura, que dejaron su aura dentro de Vinilo. Sólo hubo una excepción: Miguel Cantilo. “Casi me desmayo. Vos sabés que la emoción continuó hasta que se fue Miguel. Casi no pude disfrutar del show».

Vinilo, bar temático y cultural, como es su nombre completo, es además un bar familiar. Gastón, su otro hijo, está encargado de la barra y la cocina. “Acá estuvimos 40 días y 40 noches entre amigos, levantando esta esquina que estaba venida abajo”, cuenta Esteban con una sonrisa de orgullo y felicidad. “Lo hicimos desde el amateurismo –dice-. Fue como un sueño hecho realidad y también un sueño colectivo. Algo que se montó con muchísima gente. También fue un homenaje a eso, a ir en contra de los libros que dicen no hagas nada ni con familia ni con amigos”. Y el respaldo de aquellos vinilos, claro. Gracias a ello conocieron también a Gustavo Santaolalla. Quique guarda entre sus ejemplares una de las 500 copias del simple Blues de Dana, con el cual el músico argentino ganó en el Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata, en 1970. “Por medio de una amiga que trabaja en el Centro Cultural Kirchner supe que Santaolalla estaba buscando varios de sus discos. Caí de sorpresa. Era encararlo y con el plan efecto sorpresa. Estuvimos hablando un rato. Ni amagó a pagarlo porque sabía que yo no estaba ahí para vendérselo, sino para mostrárselo y nada más.”

En la esquina de la 23 y 24 algunos recién llegados, curiosos de sus trucos, le preguntan qué es eso que suena. El abanico es amplio: tarantela, paso doble, Michael Jackson, Depeche Mode o Gilda. “Mamó la música de ya tres épocas, está super abierto y conoce nuestra generación. Los 80, los 90, los 2000. Vivió de eso y generó una cierta potestad”, resume Esteban.

“Hoy Vinilo es el cierre perfecto de mi vida -analiza Quique- porque con esto ya arrancaron un nuevo oficio nuestros hijos, Gastón y Esteban. Como padre estoy hinchado de felicidad y re orgulloso”, y los ojos oscuros se le llenan de agua salada. “Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución”, concluye Esteban. Un instante de forma circular, un aura original de sonido que se gestó con la devoción por un formato y que un rayo terminó de dar vida.