“No tenemos nada que envidiar al mar”

“No tenemos nada que envidiar al mar”

En verano, Punta Lara recibe más de 150 mil visitantes por fin de semana que se acercan a disfrutar del Río de la Plata. ANCCOM te cuenta cómo es este balneario nacional y popular ubicado en el tercer cordón del conurbano bonaerense.

“La idea es tener un ámbito para la gente que, por razones económicas, no puede ir a la costa atlántica, lo pueda hacer aquí en el río La Plata. Es un sitio tranquilo y seguro”, afirma el subsecretario de Turismo de Ensenada Lucas Tobes.

A 60 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, Punta Lara pertenece al partido de Ensenada. En 2003, cuando asumió el actual intendente Mario Secco, se abrió al público en general. Antes estaba en manos de sindicatos y concesionada a campings privados, y los vecinos de la localidad no podían ingresar libremente. Secco tomó la decisión política de quitar el alambrado, considerando que el río tiene que ser de todos. En 2008 se empezó a mejorar el lugar y se continúa haciéndolo. Recientemente,
el presidente Alberto Fernández y el jefe comunal inauguraron el tablestacado del paseo costero cuyo objetivo es evitar que el río siga avanzando.

El espacio generado y puesto en valor por la Municipalidad incluye un inmenso parque, agua limpia y apta para zambullirse, mesas, bancos, fogones, baños, y todo sin costo alguno. Setenta guardavidas cada fin de semana, presencia de la policía de la Provincia de Buenos Aires, tres ambulancias y dos hospitales públicos en la zona para atender, eventualmente, cualquier accidente. Las plazas del predio, además, tienen árboles que dan sombra para tomarse una siesta. Aunque Tobes nos advierte que “para encontrar un buen lugar hay que llegar temprano”.

El funcionario remarca que la zona está bien iluminada y cuenta con efectivos de Seguridad Ciudadana “para disfrutar y tomar mate sin tener miedo a que a uno lo roben”. Por ordenanza municipal se prohíbe el armado de carpas y el acampe nocturno. “Por fin de semana vienen arriba de ciento cincuenta mil personas”, cuenta Tobes, y también durante la semana hay visitantes. Otro servicio destacado es la pesca de pejerreyes y corvinas, entre otros peces.

Las familias pueden disfrutar de un día completo en Punta Lara. Inclusive llegan turistas de Mendoza, Neuquén y otras provincias. “No tenemos nada que envidiar al mar”, asegura Tobes. El balneario ofrece restaurantes cerca del río y puestos en la calle para quienes no se lleven la comida preparada o, la mejor opción, hacer un asado en alguna de las parrillas.

Mientras la gente descansa a orillas del río, Jésica, Brenda, Paula y Eliana y Abril reparten folletos para concientizar sobre la necesidad de mantener limpias las playas y evitar que la basura termine en el agua. Las cuatro son promotoras ambientales cartoneras que en la temporada de verano, los fines de semana, se dedican a volantear.

Un poco más allá, Carolina, que llegó desde Quilmes con su novio Roberto y su familia, dice que le gusta la tranquilidad y el agua. “En Quilmes es muy sucia, no lo cuidan al río, acá sí. Ponemos un poquito cada uno y compartimos gastos”, agrega. A unos metros está Cristian, que vino de La Plata, y sostiene que el lugar está cambiado, más lindo: “Gastamos cinco o seis lucas y lo pasamos bien. Ayer vinimos también”. Sentado al lado de su camioneta, Gustavo espera a su esposa y sus tres hijas que están en el agua: “Me gusta porque la ribera es grande y no se satura. Puedo dejar todas mis cosas, nadie toca nada, y la limpieza es fundamental”.

Néstor (56) también viene desde Quilmes, pero a vender helados. En la temporada puede vivir de lo que vende. “Desde hace cinco o seis años se ha puesto muy lindo y ha mejorado bastante. Vendo acá porque en Quilmes nos cobran cupos, aquí pagamos directamente a la Municipalidad”, comenta.

Los fines de semana, la Municipalidad ofrece un show de artistas que se pasean en una carroza, cantan, bailan y divierten a la gente. “La idea es que la mayoría sean de Ensenada y se los contrata para que puedan mostrarse”, explica Tobes, poniendo de relieve la política pública que hay detrás de cada decisión, como lo fue, en 2003, la de desalambrar la playa para que todas y todos pudieran tener acceso al río.

Precarización bajo el agua

Precarización bajo el agua

Son los protagonistas de conflictos “de temporada”. Sus reclamos llegan a las pantallas de TV durante los meses del verano, cuando la atención periodística se traslada a las playas. Sin embargo, la precariedad laboral golpea a los guardavidas durante todo el año.

A pesar de las leyes 27155 (nacional) y 14798 (de la Provincia de Buenos Aires), sancionadas a mediados de 2015, y de los convenios colectivos de trabajo, muchos trabajadores del sector siguen en negro, realizan tareas que no les corresponden y reciben salarios muy por debajo de las normas vigentes.

Según el Convenio Colectivo 179/91 registrado y homologado en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social el 21 de octubre de 2016, el valor hora para un trabajador guardavidas en blanco debería ser de 161 pesos. A contramano de los índices inflacionarios, esos valores no sufrieron ninguna modificación desde entonces. Actualmente, en Capital Federal hay clubes, hoteles y piletas que pagan menos de la mitad de lo señalado y en negro.

Ezequiel Collazos, guardavidas egresado de la Escuela Municipal de Parque Chacabuco, denuncia que “en la mayoría de hoteles y clubes están pagando 65 pesos la hora”. Y, en diálogo con ANCCOM, subraya: “En uno cuatro estrellas, ubicado por Recoleta, te ubican de recepcionista en un lugar donde el espejo de agua no se puede ver”. Otros guardavidas de la Ciudad, que prefieren el anonimato por temor a represalias en su lugar de trabajo, trazan el mismo diagnóstico.

Pileta de natación con personas en el agua.

En las piletas privadas la regla es la multifunción. Los empleadores exigen que además de cuidar a los bañistas, los guardavidas den clases de acua-gym o natación.

En mi pueblo somos cinco guardavidas de la Dirección de Escuelas y todos estamos precarizados. Estamos en la pileta como `auxiliar con función de guardavidas` sin reconocimiento de actividad riesgosa ni responsabilidad civil”, relata Silvio Rubén Guisande.

Por su parte, Camilo Rey de la Cabina es categórico: “Levantás una baldosa y hay un guardavidas precarizado”. Y Pablo Haderne, del interior de la provincia de Buenos Aires, señala: “En mi zona hay muchísimos precarizados. Por no decir todos. Sobre todo fuera de temporada”.

En la Ciudad de Buenos Aires, de todas las piletas públicas que funcionan en la temporada de verano, sólo las de los polideportivos Martín Fierro y Parque Chacabuco quedan abiertas para el desarrollo del deporte acuático fuera de la temporada de verano. Así, las demás piletas techadas de la Capital quedan en manos de polideportivos privados que cobran un arancel de entre 700 y 1.000 pesos por mes para pileta libre. Esa situación deja desocupados a los trabajadores guardavidas contratados por el Gobierno únicamente para la temporada.

En las piletas privadas la regla es la multifunción. Los empleadores exigen a sus trabajadores que, además de vigilar y cuidar a los bañistas, también den clases de acua-gym o natación, a pesar de que la Ley nacional 27155 establece en su Artículo 7º, inciso “l”, que el guardavidas debe “limitarse a sus tareas específicas dentro del horario de trabajo”.

Por la misma plata nos hacen pasar el barrefondo, echarle cloro al agua, mover los andariveles de lugar, guardar los elementos que dejan tirados los profesores y revisar los carnet de los socios”, grafica Manuel Giménez, guardavidas de una pileta de la cadena Sportclub.

La ley también afirma que “la jornada laboral será de seis horas diarias corridas”, pero tanto el Estado como los clubes y balnearios incumplen sistemáticamente con esa reglamentación. En Villa Gesell y Pinamar los guardavidas municipales trabajan nueve horas de corrido durante toda la temporada. La historia se repite durante el transcurso del año en la Ciudad de Buenos Aires. “En Club DAOM, (ubicado en el Bajo Flores) trabajamos ocho horas de corrido todos los días porque si no, no nos alcanza la plata para llegar a fin de mes”, sentencia Marcial López.

El reclamo sindical es una hoja en blanco. ANCCOM no recibió ninguna respuesta de los sindicatos SIGURA Y SUGARA que nuclean a los trabajadores del sector. Quizás esa sea una de las razones por la cual Franco Caligaris, guardavidas en la Ciudad, enfatiza: “No me manejo con los sindicatos, creo que hay distintas formas de protestar o pedir”. Su realidad es la de casi todos los colegas: cobra menos de 70 pesos la hora, tira los químicos cuando cierra la pileta y trabaja nueve horas por día sin siquiera tener recibo de sueldo.

Ezequiel Collazos posa con un salvavidas.

“En un hotel cuatro estrellas, ubicado por Recoleta, te ubican de recepcionista en un lugar donde el espejo de agua no se puede ver” dice Ezequiel Collazos.

 

Actualizada 14/06/2017