No se olviden de la tuberculosis

No se olviden de la tuberculosis

Control de un paciente de tuberculosis en el Hospital Muñiz. Fotografía de archivo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la tuberculosis es una de las diez principales causas de mortalidad en el mundo y la primera por enfermedades infecciosas. Las estadísticas de este organismo internacional muestran que la probabilidad de que una persona se vea afectada por TBC se reduce un 2% anualmente. Sin embargo, los casos en Argentina —que desde hace 40 años venían descendiendo— comenzaron a aumentar a mediados de esta década.

Los datos publicados por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) revelan que el año pasado se registraron 12.075 nuevos casos por contagio o recaída en nuestro país, contra los 9.383 notificados en 2010, lo que significó un incremento en la tasa de notificación de 23.2 a 26.9 casos cada cien mil habitantes. Los últimos datos accesibles sobre mortalidad (2017) arrojan una tasa de 1.7 por cien mil habitantes (706 muertes) contra 1.57 en 2010, con 640 fallecimientos.

La OMS estima que entre 2000 y 2018 se salvaron 58 millones de vidas gracias al diagnóstico y tratamiento de la tuberculosis. Este dato siembra la sospecha sobre si el actual y necesario aislamiento social podría influir en un potencial aumento de casos de TBC. Sandra Carabajal, infectóloga del Hospital Municipal Eva Perón de Merlo, sostiene que hay elementos que pueden llegar a favorecer las recaídas: “Así como avizoramos que este año habrá una tasa bajísima de vacunación —porque la gente tiene temor de asistir a los hospitales— del mismo modo, creo que tendremos muchos abandonos de tratamientos por tuberculosis. Los médicos deberíamos tener el foco en que el paciente pueda continuar con su medicación, de lo contrario el mensaje puede ser ambiguo: por un lado, le decimos ‘no concurras al hospital, llamanos y nosotros te decimos’, por el otro, le pedimos que no deje de venir al hospital, que retire la medicación y que no abandone el tratamiento. La verdad, es un delicado equilibrio en donde a veces el paciente queda atrapado sin saber qué hacer”.

Los y las infectólogas consultadas por ANCCOM coinciden en que el aumento de casos de TBC en nuestro país está directamente relacionado con el avance de la pobreza. “Es una enfermedad que está enquistada fuertemente en población vulnerable y por eso cada vez que hay una crisis nutricional, habitacional y social se genera un caldo de cultivo para que se produzcan mayores contagios”, expresa Santiago Jiménez, infectólogo y coordinador médico de Casa Masantonio, un espacio de contención para personas consumidoras de PACO con enfermedades complejas como VIH y tuberculosis.

El hacinamiento y la desnutrición son dos ingredientes claves en el “caldo de cultivo” de la pobreza. “El hacinamiento genera, a través de la tos, la propagación hacia otros convivientes. La desnutrición, por la falta de consumo de elementos esenciales, predispone a enfermedades infecciosas por una falla en la respuesta primaria a diferentes gérmenes, entre los que se encuentra el bacilo de Koch, la bacteria que causa la TBC”, explica Lilián Testón, coordinadora del Departamento de Epidemiología de la Fundación Centro de Estudios Infectológicos.

El 2019 se registraron 12.075 nuevos casos por contagio o recaída en la Argentina, contra los 9.383 notificados en 2010.

Por su parte, Elena Obieta, Jefa del Departamento de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de la Municipalidad de San Isidro, destaca que otro factor que influye en el aumento de casos radica en que “la población carcelaria es un  foco de TBC que luego se reinserta en la comunidad porque, lamentablemente, las cárceles no son como uno querría. El hacinamiento y las malas condiciones de higiene favorecen el contagio. En ese panorama, si un preso con tuberculosis tose…es un desastre”.

La tasa de notificación de casos tiene importantes variaciones entre las provincias. Según datos publicados este año por el INER, en el período 2018-2019 Salta fue la jurisdicción con la tasa más alta (64.91 casos cada 100 mil habitantes), seguida por Jujuy (50.5) y la Ciudad de Buenos Aires (44.99). En tanto las tasas más bajas fueron en San Luis, La Rioja y Mendoza (inferiores a 10)

Obieta, que además forma parte de la Sociedad Argentina de Infectología, considera que es un error médico pensar solamente en el Covid-19 sin tener en cuenta posibles casos de tuberculosis: “Si el hisopado da negativo, generalmente el paciente se vuelve a su casa. Entonces, si llega a tener TBC, en tanto siga tosiendo y no esté en tratamiento,contagiará a los convivientes más cercanos”.

La enfermedad, tal como señala la OMS, afecta además a personas con VIH y diabéticos. Testón explica que “la coinfección con el VIH es un importante problema de salud pública porque los pacientes, al tener debilitado su sistema inmune, tienen mayor riesgo de contraer tuberculosis”. Respecto a la diabetes, Obieta resalta que “es una enfermedad que también altera las defensas”.

Otro factor de riesgo es el consumo problemático de sustancias. Santiago Jiménez identifica a la pasta base de cocaína (paco) como la droga más utilizada por personas en situación socialmente vulnerable: “El impacto de la TBC en esta población es muy fuerte y es muy difícil que puedan acceder al diagnóstico y al tratamiento por canales normales. Esto amerita que existan estrategias diferenciadas, un acercarse a los territorios y no una actitud pasiva por parte del sistema de salud”, enfatiza.

Patricia Figueroa, voluntaria en Casa Masantonio, conoce de cerca estas realidades: “El consumo hace que nada te importe y por eso curarte no está dentro de tus prioridades, no hay posibilidad de cumplir un tratamiento, ni de ir a un turno, ni de tomar todos los días una medicación”, y agrega “hemos tenido chicos que han estado internados doce veces y doce veces han cortado el tratamiento”.

Ramón Maldonado, que tiene 43 años y hace siete meses que está recibiendo contención en Casa Masantonio, cuenta: “Viví en la calle como seis años. Andaba mucho en la droga, fumaba crack y toda esa gilada. Me enfermé y estuve nueve meses internado porque estaba muy jodido, me faltaba el aire. Me ofrecieron quedarme acá para no tomar frío cada vez que iba a buscar la medicación. Ahora gracias a Dios estoy bien, haciendo una vida nueva y sana, tomo la medicación y muy de a poco me voy recuperando”. Ramón es solo una muestra de las miles de historias que se insinúan detrás de las estadísticas.

El tratamiento de la tuberculosis es absolutamente gratuito en todos los hospitales públicos de nuestro país.

La mayoría de los casos se observan en la edad activa, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. El tratamiento dura aproximadamente seis meses pero si se acompaña con alguna infección por el VIH se puede extender hasta nueve o diez. Carabajal afirma: “Al ser tan prolongado, muchos pacientes abandonan en el camino y esto nos pone en riesgo a todos ya que la bacteria se vuelve más resistente y se requiere cambiar la medicación”. Por su parte, Obieta señala: “Los pacientes que toman la medicación enseguida empiezan a sentirse bien y suelen abandonarla, esto puede llevar a una TBC multiresistente y persistencia de la enfermedad en la comunidad” y agrega: “Si un paciente tiene una tuberculosis sensible a la medicación (la TBC más común) y comienza su tratamiento, a los 15 días deja de contagiar. Esto hay que decirlo porque es una buena noticia en sí misma”.

Cabe destacar que el tratamiento de la tuberculosis es absolutamente gratuito en todos los hospitales públicos de nuestro país.

Para Jiménez, la pandemia por el Covid-19 nos deja una enseñanza: “Así como la cuarentena no es viable en barrios vulnerables si no es acompañada por un apoyo alimenticio y social, en la TBC ocurre lo mismo. Muchas veces el sistema sanitario se enfoca solamente en los medicamentos y ese es un factor de fracaso cuando no se complementa con un apoyo concreto de otros recursos”.

Los hilados de la tuberculosis

Los hilados de la tuberculosis

Lo cuentan sus ex trabajadores. Puede observarse en las fotos que registra la Justicia cada vez que clausura uno de ellos. Los talleres textiles clandestinos son recintos polvorientos y asfixiantes. Antros ilegales en donde se amontonan máquinas ruidosas y trabajadores sometidos a jornadas inhumanas, en las cuales confeccionan prendas que luego serán exhibidas en vidrieras relucientes. Así lo refieren las denuncias, las investigaciones judiciales. Hay, sin embargo, otro aspecto de estas fábricas de trabajo semi esclavo que permanece, muchas veces, relegado detrás de tanto padecimiento: los talleres constituyen, también, núcleos vitales para la propagación de la tuberculosis. Allí la enfermedad, considerada la segunda causa mundial de mortalidad, después del sida, encuentra un ambiente propicio para su expansión. Alejados de los rayos solares, desprovistos de ventilación alguna y con empleados mal alimentados, los talleres se convierten en el hábitat ideal para la extensión de la tuberculosis. No es extraño entonces que los trabajadores de estas fábricas –ciudadanos bolivianos, en su mayoría- tengan una tasa elevada de la infección, y que la zona en donde los talleres se concentran –el sudoeste de la Ciudad, fundamentalmente- registre una incidencia de la enfermedad que está por encima del doble de la media nacional, similar a países africanos o asiáticos.

Alejandro Goldberg es investigador del Conicet y, desde el 2009, estudia la relación entre los inmigrantes bolivianos y la tuberculosis: “La alta incidencia de tuberculosis en los inmigrantes bolivianos está asociada a sus modos de inserción laboral en talleres textiles en donde son reducidos a la servidumbre”, dice en una entrevista a ANCCOM, el investigador, que se especializa en antropología médica y agrega que “la falta de luz solar, las malas condiciones higiénicas, la deficiente alimentación y la sobrecarga laboral, hacen que estos lugares sean un foco de contagio y transmisión de tuberculosis. A eso se le suma que estos trabajadores, por esa condiciones de semi esclavitud, no tienen la posibilidad de hacerse controles o de tener una atención médica”.

Hospital Muniz

Hospital Muñiz

En 2013, Goldberg entrevistó a pacientes de nacionalidad boliviana, armó grupos focales con ex trabajadores de talleres textiles clandestinos, recorrió pabellones de hospitales, se contactó con asociaciones del colectivo boliviano y con organizaciones que luchan contra el trabajo esclavo. “A medida que avanzaba en la investigación iba analizando el itinerario migratorio y encontraba que los costureros eran traídos, fundamentalmente, por mecanismos de trata y tráfico de personas. A través de un anuncio en la radio, o la recomendación de algún vecino que les promete que ganarán en dólares, cruzan la frontera engañados y sin conocer el infierno que les espera”, dice Goldberg.

La tuberculosis es una enfermedad infecciosa, considerada como una de las más antiguas de la historia de la humanidad, que ataca, en general, a los pulmones, y cuya transmisión es por vía área. Cuando las personas infectadas estornudan, tosen o escupen, expulsan cientos de miles de bacterias, conocidas como bacilos de Koch, que, al ser inhaladas por una persona sana, pueden contagiarla.

La relación de la enfermedad y los talleres de costura clandestinos es, para el investigador del Conicet  “un fenómeno que está invisibilizado”. Goldberg señala que “hay muchos intereses que están en este proceso que permiten que siga impune. Desde el  Estado boliviano y argentino, la policía, los medios de comunicación, los oficiales de frontera, hasta las grandes marcas de indumentaria y la sociedad porteña, que construye una percepción social estigmatizante del inmigrante boliviano como alguien pobre y tuberculoso. Yo refuto en mis investigaciones ese estigma. Hay estudios de biología molecular del Instituto Malbran, que muestran que la mayoría de estos migrantes bolivianos que tienen tuberculosis, se contagiaron con una cepa del bacilo de Koch dominante en el área metropolitana la Ciudad de Buenos Aires y no del área andina. Es decir que,  si bien hay un parte que ya tenía el bacilo, y que venía infectado sin desarrollar la enfermedad desde Bolivia, la mayoría de ellos se infectaron en la Ciudad, cuya tasa, en el suroeste de la ciudad, donde se concentra la mayoría de la población boliviana y donde se localizan los talleres clandestinos, es el doble o triple que la media de la ciudad, comparable con las tasas que se registran en Formosa y en países africanos o asiáticos, como Pakistán y la India”.

En el Hospital Muniz se desarrolla el Porgrama de reconocimiento y ayuda a enfermos de Tuberculosis.

En el Hospital Muñiz se desarrolla el Programa de reconocimiento y ayuda a enfermos de Tuberculosis.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tuberculosis es la segunda causa mundial de mortalidad, después del sida, causada por un agente infeccioso. En 2013, nueve millones de personas enfermaron de tuberculosis y un millón y medio murieron por esta enfermedad, informó la OMS.  En la Ciudad de Buenos Aires, el año pasado se diagnosticaron unos 2.500 casos nuevos de tuberculosis, aseguró a esta agencia el doctor Antonio Sancineto, coordinador de la Red de Tuberculosis de la Ciudad, un programa dependiente del Ministerio de Salud porteño: “Más del 50 por ciento de esos casos nuevos son ciudadanos bolivianos”. Con respecto a la elevada tasa de infección registrada en la zona sur de la Ciudad, Sancineto señaló que “en el área programática del Hospital Piñero, se detectó el año pasado, una tasa de infección de 120 casos cada 100 mil habitantes”, mientras que, a nivel nacional, el promedio es de 50 casos cada 100 mil habitantes, según datos del Ministerio de Salud de la Nación.

“Algo anda mal”, reconoce Sancineto. “Estamos hablando de una enfermedad cuyo agente causante se conoce desde 1882, cuando Robert Koch dio a conocer los bacilos. Una enfermedad cuya medicación efectiva se completó en 1968 con la aparición de la Rifampisida, un antibiótico que curaría todos los casos. Sin embargo sigue habiendo la cantidad de enfermos que tenemos. Algo anda mal”.