El candombe, un verdadero quilombo

El candombe, un verdadero quilombo

Desde las 16:30 del sábado, una fogata entre las calles México y Tacuarí reunió a los tambores chicos, pianos y repiques al son del fuego para templarse. Y alrededor, 45 bailarinas y candomberos con la cara pintada de negro y amarillo formando la bandera de La King Kona. “El candombe es lo mejor que hay en Uruguay, estamos encantados de venir desde Carmelo, un pueblo chico”, dijo Pirucho, uno de los que toca el chico en La King Kona mientras esperaba a las 19:20, la hora señalada para  empezar su candombeada.

“El Candombe es tradición del Uruguay. Las llamadas se remontan a cuando los negros eran esclavos. En su día libre llamaban, tocando con un tambor, a los otros compañeros” dijo a ANCCOM Silvia,  nativa de Salto, Uruguay y desde hace 30 años residente de Buenos Aires

“Esta fiesta nace de los esclavos, cuando se escapaban de sus amos fueron creando un pueblo en medio del monte y de la selva, que era prácticamente inaccesible para los patrones y le pusieron como nombre Quilombo. Y estamos aquí en conmemoración de ellos, que fueron los creadores”, contó Leonel, el gramillero de La Itu-Xangó. El sábado 4 de noviembre, en el barrio Monserrat, se realizó la 9ª llamada de candombe independiente organizada por Lindo Quilombo, un colectivo cultural conformado por candomberas y candomberos de Buenos Aires, La Plata, Bahía Blanca, Carmelo, Salto y el Gran Buenos Aires. Por lo menos mil quinientas personas entre comparsas y espectadores asistieron a la fiesta.

Grupo de tambores

“El candombe es lo mejor que hay en Uruguay, estamos encantados de venir desde Carmelo, un pueblo chico”, dijo Pirucho, uno de los músicos de La King Kona.

Las comparsas de Candombe tienen varios tipos de personajes importantes: el gramillero, contó Leonel, representa “al médico brujo que iba recorriendo las tribus con un maletín lleno de yerbas medicinales, vestido con la ropa que iba descartando su amo” y la mama vieja era la lavandera, explicó Silvia. También danza el escobero -identificado, obviamente, con una escoba-, el cuerpo de baile con trajes de varios colores, el portabanderas, los tamborileros y tamborileras que tocan el chico, el piano y el grande, todos tambores que se diferencian por su tamaño. Además, la estrella, la luna y el estandarte se mezclan entre todos ellos. Las vedettes son personajes que se incorporaron a las agrupaciones hace poco tiempo.

Dentro de este festejo existen personajes irreemplazables: los niños y las niñas que desde que empiezan a caminar ya saben tocar y bailar, y lo disfrutan como si fuera una magia que les hace mover las manos y los pies a un ritmo que contagia.

No hay vallas, ni policía, sólo cuerpo médico, familias, vecinos, amigos, turistas, calles con pocos autos que por equivocación entraron por México y muchas cámaras.

Estos grupos no tienen límite de personas, pueden ser tanto de 15 como de 50”, contó Cristian Domínguez, tamborilero de Guariló (Lomas de Zamora) que en esta oportunidad vino de espectador pero que en diciembre próximo participará de la Llamada Oficial que convocan las Comparsas de Candombe Organizadas (CCC). Una de las bailarinas de La Itu-Xangó explica que los grupos se autofinancian con rifas. “Con esa plata alquilamos los baños químicos, pagamos el transporte, y compramos la fruta”, señala un arrumbe de canastos de madera en la vereda llenos de comida.

Participantes del candombe con una banderas disntintivas

«Esta fiesta es nuestra raíz» aseguró Ale, director de La King Kona.

“Somos tres directores, Manteca (Salvador Biko), mi señora (Elisa Rodríguez) que está en el cuerpo de baile y yo, ahora vinimos 45 pero en realidad somos 90. Algunos no pudieron venir por trabajo. Esta fiesta es nuestra raíz. El candombe para nosotros es la vida, es nuestra cultura, nos acostamos con el candombe y amanecemos con el candombe”, aseguró Ale, director de La King Kona. Respaldándolo, Leonel, el gramillero, agregó que trabaja como encargado de un edificio en Ituzaingó pero esta fiesta es su descarga a tierra.

Según el cronograma de las 35 comparsas de Uruguay, Bahía Blanca, La Plata, Gran Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires, cada una iba a salir 10 minutos después de la otra pero eran las 8 de la noche y La Cumparsa de Munro que arrancó a las 18 horas recién llegaba a México y Balcarce. La noche se alargó y el orden de salida se rompió. El retraso fue de una hora. 

La primera comparsa que inauguró la llamada fue El Rejunte, un grupo abierto de tamborileros y bailarinas que se juntan con todo aquel que quiera unirse. Y luego en orden: Raíces del Sur; Candombe Calzada; Color de León; Barakandombé; Idilé; La cuerda; La Cumparsa; La Itu-Xangó; Aguanilé; Kimba; Bantú; Iya-Kereré; La Batea; Lonjas 932; La King Kona; La Minga; Zumbaé; La Caracol; Yumba; Candombe del Parque; La Candela; Oieloó; Lonjas del Sol; Mburucuyá; Walofinná; La Candomgluck; Vamo Arriba; Fantasía Lubola; Duela 16; Cochabamba 3535; Kumbabantú; C. del Cementerio; Tambores del Túnel; y África Ruge.

Esta cultura más que musical es historia de la reivindicación derechos humanos.  “Santiago presente, Santiago presente. Por el compañero ahora”… “y siempre”, contesta el público al Negro, Marcos Remolgado, de La Cumparsa.  “El candombe -subrayó- es un punto de resistencia, es parte de la identidad popular de este país. Es resistir los atropellos del Estado.”

Bailarina de candombe

“El candombe es un punto de resistencia, es parte de la identidad popular de este país. Es resistir los atropellos del Estado” dice Marcos Remolgado de La Cumparsa.

Lindo Quilombo

Lindo Quilombo tiene como objetivo generar espacios de participación, intercambio y difusión del ritmo del candombe a través de las llamadas, encuentros y talleres como Quilombeando en el Merendero: un espacio para niños y niñas a los que les transmiten el candombe y su origen. Está ubicado en el merendero popular Darío Santillán de Asambleas del Pueblo.

Actualizado 07/11/2017

Del campo a su mesa

Del campo a su mesa

Con la etiqueta #BACapitalGastronómica, el Gobierno porteño promovió el 2º Campeonato Federal del Asado que, según cálculos de la Policía de la Ciudad, reunió a 350 mil personas, 100 mil más que el año pasado. En el mismo escenario urbano que suelen utilizar los movimientos sociales para reclamar pan y trabajo, veinticuatro parrilleros tiraron toda la carne al asador para que la degusten, con exclusividad, los ocho jurados.

A las 11 comenzó a llegar el público a la Plaza de la República, que durante más de cinco horas y bajo un sol radiante fue el escenario de la particular competencia. Cuatro tribunas, con capacidad para cien espectadores cada una, rodeaban el “Estadio del Asador”, dispuesto de espaldas al público. Las veinticuatro parrillas formaban un semicírculo de cara a la prensa y también a Evita, que contemplaba todo a unas cuadras, desde lo alto del edificio de Desarrollo Social. En el centro, dos presentadores vestidos de boina, cinto, bombacha de gaucho, botas y poncho al hombro, se esforzaban por entretener e informar a la gente que ocupaba las tribunas y los más de cinco mil curiosos que intentaban ver algo a través de las vallas.

Entre el Obelisco y avenida Rivadavia, decenas de bancos de madera hicieron un piquete en la traza del Metrobus. A nadie pareció importarle esta vez el caos de tránsito. Cientos de familias sentadas en los cordones de las veredades pasaron allí el Día del Niño. Cuarenta y cuatro parrillas ofrecieron un sinfín de platos provenientes de los stands gastronómicos a beneficio de COAS, una ONG que colabora con el equipamiento de los hospitales porteños y, desde este año –según anuncia en su web– de todo el país.

Una cuadra estaba dedicada a las colectividades y las comidas típicas de sus lugares de origen: Colombia, Austria, Cuba, Perú, España, Líbano, México, Armenia, Italia y Francia. Sin embargo, por precio, practicidad y gusto, el choripán seguía siendo el rey. Enfrente, un cartel que decía “Área de Gobierno” daba la bienvenida a una plaza de juegos. Inflables, conos, sogas y estructuras de plástico eran las preferidas de los niños. Más allá, un laboratorio de reciclaje y un stand de la Policía de la Ciudad generaban la fascinación de muchos con sus sofisticados artefactos de realidad virtual. A metros nomás, sobre Rivadavia, se levantó el enorme escenario que albergó durante toda la jornada a una decena de artistas, otro plato fuerte para algunos de los concurrentes.

Un escenario con un guitarrista y un cantante, a sus pies una multitud de gente.

Sobre Rivadavia se levantó el enorme escenario que albergó durante toda la jornada a una decena de artistas.

Cuadril, tira de asado, vacío y choripán fueron las carnes que se tiraron sobre las veinticuatro parrillas para competir. El mismo número de pizarrones acompañan los stands e indican el nivel de cocción pedido para cada corte: cocido, jugoso y a punto. Gorras de sol, gorros de cocinero franceses y tubulares, bandanas, sombreros y boinas, ordenados de a dos, frente a cada puesto, indicaban la relación gastronómica de los cocineros, en un caso, y chefs en otro, con la carne asada.

El calzado se alternaba entre zapatillas y alpargatas y la espera regaló algún que otro sapucai, pero la mayor atracción estuvo en el stand de San Luis con sus polleras y boinas coloridas. “Es la primera vez que compiten mujeres, hace veinte años que aso y la esperanza de ganar está, y más entre tantos hombres. ¿Te lo imaginas?”, preguntaba Margarita Mussinger con una sonrisa de oreja a oreja. Mientras, entre tantas preguntas y solicitudes que atendían, una se repetía: “¿Cómo asan las mujeres?” Patricia Ojeda sostenía que el secreto es “hacerlo bien tradicional, bien criollo, no agregarle nada y dejar que el instinto lo guíe sobre la marcha”. En la parrilla de su derecha, se encontraban Ale del Pino y Daniel Giménez, ambos con gorra de sol y representando a Formosa. “Nosotros somos cocineros de cocina, no somos asadores, por eso apostamos a venir a mostrar algo de inventiva”, contaba Giménez. Justo enfrente, bajo el cartel de Santiago del Estero, Néstor Diaz y Hugo Plotino con sus gorros de cocinero champiñón, explicaban que “allá no hay asadores y parrilleros de ley, todos hacemos de todo un poco en la cocina, por eso acá venimos a apostar a lo que mejor sabemos hacer que es el asado jugoso”.

Dos parrilleros vestidos con ropas tradicionales se encuentran preparando la carne cruda.

Juan Ignacio, uno de los miembros del jurado, afirmó: “la utilización de los ingredientes es una parte muy importante”, ya que “un poquito de sal te cambia todo”.

Jugo de limón, aceite, orégano, ají molido, ajo, pimentón, laurel, comino, pimienta, nuez moscada y sal fueron los once ingredientes que los competidores tenían para condimentar sus preparados. Juan Ignacio, de la Cabaña Las Lilas, fue uno de los miembros del jurado y afirmaba que “la utilización de los ingredientes es una parte muy importante”, ya que “un poquito de sal te cambia todo”. Además, se juzgaba “la presentación, el sabor, la temperatura y la correspondencia con los puntos de cocción que se les pidió con anticipación”. Pablo, del restaurante Siga la Vaca, sumó a su evaluación “el inicio que se le da, el folclore con el que se hace y la inventiva que se aplicó”.

A las 12 en punto, el primer grupo de parrillas, conformado por La Pampa, Salta, Neuquén, Tucumán, Corrientes, La Rioja, San Luis y Formosa, encendieron los primeros fuegos. Con la opción de usar leña, carbón y papel a gusto, empezaron a llenar de humo el escenario central, donde estaban los presentadores y un incansable guitarrista que musicalizó toda la jornada. En medio del humo apareció el vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, repartiendo sonrisas y apretones de manos. “¡Llegó un amigazo!”, soltó uno los presentadores, mientras el funcionario saludaba y bromeaba con los participantes. El segundo grupo prendió el fuego a las 12:30 y el tercero a las 13.

Minutos antes, en el cubículo de Mendoza, provincia campeona el año pasado, Ramón Robles y Félix Zárate, los dos con sombreros regionales, pañuelo al cuello y camisa a cuadros, comentaban que “es una presión doble para ellos tener que suplantar a los ganadores”. También se quejaban de los problemas de la preparación para el campeonato en Mendoza: “Allá la carne es más dura porque el animal camina más para conseguir pasturas, por eso tenemos que pedir carne de acá para practicar”. Y a poco de encender el fuego, revelaron el secreto que les legaron: “Tirarle sal a las brasas para que exploten y el calor de las chispas pegue en la carne”.

Los asadores tenían dos horas y media para cocinar. Los espectadores, por su parte, tenían media hora de caminata dificultosa para arrimarse hasta el escenario ubicado sobre Rivadavia y ver a Jaime Torres. En las afueras del Estadio del Asador, entre la multitud, se oyó un puñado de voces indignadas: “¡Hacen este show, estos payasos!”, “Es una joda”, “¡Cómo les gusta molestar!”. Es que un grupo de 32 activistas veganos hicieron la representación de un matadero bajo el lema “Del asesinato animal al asesinato humano hay un solo paso”. Daniela, integrante del grupo, sostuvo: “Desde pequeños nos han adoctrinado con hábitos que no sabemos cuestionar. Los animales son esclavos de nuestra ley, la ley del más fuerte”. En la performance, una mujer con un delantal ensangrentado faenaba seres humanos en plena 9 de Julio. En ese momento, un hombre de unos 70 años, envuelto en una bandera argentina y con un bastón en la mano, intentó interrumpir insistentemente la obra, pero los militantes veganos lograron frenarlo. En eso, una mujer coqueta que mira la escena le dijo a su marido: “Si te ponés a mirar, tienen razón”, mientras terminaba de un bocado lo que queda de su choripán.

Un hombre mayor con un sombrero y envuelto en una bandera de Argentina es sostenido de un brazo mientras intenta acercarse a un grupo de activistas que se encuentran en el piso representando un matadero.

Un grupo de 32 activistas veganos hicieron la representación de un matadero bajo el lema: “Del asesinato animal al asesinato humano hay un solo paso”.

A las 14:30, la misma hora en la que comenzaba el show de Caramelito en el escenario de Corrientes, en el “Estadio del Asador” ya no quedan tablas, cuchillas, pinzas, palas ni afiadores limpios, y los cortes van a parar a la boca de los jurados que recorren las parrillas y anotan en sus planillas un puntaje del uno al cinco para cada uno. Sin la responsabilidad de ser jurado, Ángel Mahler el ministro de Cultura de la Ciudad –que destinó un presupuesto de 15 millones de pesos a la actividad- se acercó a charlar con ANCCOM: “Lo más lindo de esto es la participación de la gente. La idea nuestra, junto con el Jefe de Gobierno, es hacer que la gente viva el espacio público sin miedo, que lo disfrute acá y en todos los barrios y plazas de la ciudad”.

En el escenario de Rivadavia, Tarragó Ros se presentó pasadas las 16:30. “Resulta que cuando los ingleses vinieron a atacarnos en las invasiones y los metimos presos, muchos se quedaron a vivir acá, entonces cuando les dábamos de comer alguna carne, ellos pedían `give me the curry´, y bueno, nosotros entendimos chimichurri”, relató el acordeonista y desató unas pocas carcajadas y varios asombrados. Enfrente, un hombre de unos 60 años, sentado en un banco de madera y algo molesto, le explicaba a un adolescente que lo acompañaba: “No es así, lo inventó un tipo que se llamaba Jimmy Curry, nosotros en honor a él le pusimos ´chimichurri´, de brutos nomás”.

Salvo el colectivo vegano, unos vendedores ambulantes y algún que otro artista callejero, nada se salía de libreto. Dos horas más tarde hizo su aparición el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, para entregar dos parrillas en miniatura y dos escarapelas a Marcelo Herrera y Pablo Ramallo Oliva, los asadores oriundos de Rosario que le dieron la victoria a Santa Fe. Pero esto fue sólo una anécdota para las miles de personas que transitaron detrás de las vallas en una tarde cargada de ritual: domingo, familia, asado y, para completar el Molina Campos, hasta un torneo de truco.

 

Actualizado 23/08/2017.

Una lengua en peligro de extinción

Una lengua en peligro de extinción

Blas Jaime esperaba tranquilo el comienzo de la avante premier del documental del que es protagonista. Estaba parado con su bastón en la sala de entrada de la Casa de Entre Ríos, en la Ciudad de Buenos Aires. Entre quienes van llegando, María Teresa Barbat, investigadora uruguaya, ni bien lo ve abre sus ojos con sorpresa, una gran sonrisa se despliega sobre su cara y se apura a darle un fuerte abrazo.

“¿Usted da clases de Chaná? -le pregunta a Blas, entusiasmada-. Queremos aprender; tenemos papeles con la lengua escrita pero no sabemos pronunciarla”. Blas Jaime es un entrerriano de 71 años, jubilado de Vialidad, reconocido por la UNESCO como el último hablante de la lengua chaná, una de las cuatro que hablaban los charrúas. El saber que su mamá le había transmitido lo atesoró durante años sin decirle a nadie, ya que le habían enseñado que no era conveniente hablar de su ascendencia, además de que tampoco le interesaba a demasiadas personas por aquel entonces. Blas lo contó recién en el censo de 2005, lo que luego desencadenó la investigación del lingüista José Pedro Viegas Barrios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Su confesión validó la lengua, que se pensaba que había desaparecido 200 años antes. Esta noticia despertó el interés de la directora de cine Marina Zeising, quien decidió que podía aportar a la conservación del valor cultural de la lengua desde su lugar de cineasta y comenzó a trabajar para concretar su proyecto. De esta manera nace Lantéc Chaná (Lengua chaná), el documental que abarca diferentes aristas de esta historia: la conservación del lenguaje, la cultura, su situación actual, y el territorio. Este documental sobre Blas Jaime y la cultura chaná estará disponible a partir de mañana en el Cine Municipal Select de La Plata para todo el público. Además, se prevé su estreno en Italia, Cuba y Uruguay.

En la avante premiere, luego de presentar el documental, Zeising quiso que Blas dijera algunas palabras. Blas miró dulcemente a los invitados y dijo sonriendo levemente con voz tranquila: «Socorro». Al terminar las risas, Blas continuó: «Me gustó más hoy que cuando lo vi por primera vez. Estoy feliz por esto tan impensado, y una de las cosas que más me emociona es que estén aquí, conmigo, mis hermanas chaná». Una de ellas, Mariana Miletti, dijo a ANCCOM: «Blas nos llama hermanas porque somos descendientes también. Enterarnos que había otro chaná y que era hablante fue emocionante, porque fue una manera de conectarnos con el pasado, ya que en nuestra familia no llegó a transmitirse, y no era algo de lo que se hablara», confesó Tové, nombre que le dio Blas a Mariana, en lengua chaná. «El nombre que me puso significa bonita», dijo sonriente.

Era normal que no se hablara del origen en las familias descendientes de chanás. La historia que pasaron en los momentos más duros hizo que quienes se adaptaron tuvieran que ocultar su historia, sus costumbres, su conexión con los pueblos originarios. Blas explicó a ANCCOM que cuando los españoles escuchaban hablar con su lengua nativa a niñas o niños, les cortaban la lengua o les pinchaban los ojos para que no la siguieran difundiendo. Por esto mismo, la directora se conectó tanto con este trabajo: «Ver ahora a un protagonista chaná hablando, escucharlo, ver sus gestos, es algo que habilita lo audiovisual». La actriz Ana Kogan de a poco cae de su participación en la película: «Hacer este documental fue vivir la situación, además de actuar. Yo era el único personaje de ficción. Uno presta el cuerpo, la mente y las emociones para ese momento. Ahora me estoy dando cuenta lo importante que es haber hecho esta película y que se difunda».

Una mujer parada en frente de la fachada de un cine, en el cartel del nombre del mismo se lee: "Cine Gaumont"

«Ver ahora a un protagonista chaná hablando, escucharlo, ver sus gestos, es algo que habilita lo audiovisual», comentó Marina Zeising, directora del documental «Lantéc Chaná».

Blas tuvo el compromiso con su cultura de memorizar durante años la lengua chaná. Su madre le enseñó las costumbres y los valores. Las mujeres eran quienes transmitían la tradición y el lenguaje, pero en este caso, le tocó a él realizar esta tarea, ya que sus dos hermanas están fallecidas. Actualmente su hija Evangelina sigue con la tarea de enseñar la lengua, y da clases en Entre Ríos. «No le enseñé cuando ella era pequeña, porque yo trabajaba mucho y no tenía tiempo. En la secundaria, cuando le quise enseñar me dijo que ella no quería ser india. Ahora que se casó y tuvo un hijo algo se le debe haber despertado y quiso que le enseñe», contó Blas.

Los chanás habían habitado el norte de la actual provincia de Buenos Aires, llegando hasta la parte meridional de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos por el norte, así como la zona alrededor del río Negro y el río Uruguay.  Por esta razón la investigadora uruguaya María Teresa Barbat explicó a ANCCOM que en Uruguay, en el pueblo Santo Domingo Soriano, el eclesiástico Dámaso Antonio Larrañaga, doscientos años atrás, al escuchar lo que hablaban algunos chanás ancianos intentó escribir palabras a medida que oía. De esta manera, quedó una cierta escritura de la lengua oral en Uruguay. La investigadora uruguaya  pensaba que nunca podría llegar a saber su pronunciación exacta. La respuesta estaba del otro lado del Río de La Plata, cuando Blas Jaime decidió contar que sabía hablar chaná. Ahora ella quiere aprender en sus clases.

«Inicialmente había pensado enfocar el documental en las tierras, porque Blas hablaba mucho de eso, pero finalmente me di cuenta que su verdadero objetivo era mantener su lengua, su cultura, y darlas a conocer», dijo Zeising en diálogo con ANCCOM. Además agregó: «Quise focalizar que era la lucha de la lengua y la cultura, pero todo se cruza. Hay una pobreza estructural causada por una cuestión histórica. No es momentánea de ahora, no es que vino un gobierno malo e hizo eso, sino que tiene que ver con una construcción histórica, los terratenientes tienen las tierras que eran de los indígenas».

Actualizado 22/08/2017.