El Teatro Colón cerró su Área Educativa

El Teatro Colón cerró su Área Educativa

El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta dio de baja el Área Educativa de Nuevos Públicos, destinada a estudiantes de primaria y secundaria, y despidió a todos sus trabajadores.

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Desde 2016, en conjunto con el Ministerio de Educación de la Ciudad, el Teatro Colón ofrecía una serie de actividades para estudiantes, a través de su Área Educativa de Nuevos Públicos, pero hace dos semanas fueron interrumpidas. La decisión corre por cuenta de la actual gestión de Jorge Telerman, quien se desempeña desde 2022 como director general del teatro. El Área de Nuevos Públicos se proponía que alumnos de Nivel Primario y Secundario participaran de las experiencias Mi Primer Ballet, Mi Primera Ópera y Mi Primer Concierto, todas ellas parte del programa Vamos al Colón – Colón para escuelas.

Por medio de un comunicado titulado “El Teatro Colón para pocos”, publicado en sus redes sociales personales, Eugenia Schvartzman y Rosario Villagra, ex coordinadora general y pedagógica y ex coordinadora de Producción y Vinculación Institucional del área respectivamente, denunciaron la situación.

Allí explicaron que los programas discontinuados estaban destinados a difundir contenido artístico y materiales educativos, y a la vez incorporar la experiencia de haber asistido a ver una obra en el Teatro Colón a la currícula común de clases en la escuela. “Es claro que este tipo de instancias resultan fundamentales en la construcción de ciudadanía y garantizan la asistencia de infancias y juventudes que de ninguna otra manera podrían haber sido parte de la programación, por barreras no sólo económicas sino fundamentalmente socioculturales”, remarcaron.

“El área se achicó a lo largo de los años. En un primer momento fue a razón de la pandemia, y cuando ocurrió la vuelta a la presencialidad, no estaba previsto reanudar las actividades por parte de la agenda de la Dirección General. Aunque este año se había reducido notablemente la programación del área, intentamos que no muera y se sostenga en compromiso con la educación”, detalla Rosario Villagra en diálogo con ANCCOM. “El área educativa no existe más. Con suerte, durante el año participa un 10 por ciento del público que anteriormente veníamos convocando”, agrega.

Hoy las visitas guiadas están habilitadas para las escuelas los días de semana, ya no los sábados, pero el Área Educativa no existe más. El propósito del programa era brindar algo más que una mera visita: una primera experiencia de ir al teatro junto con un material pedagógico específico, entregado a los docentes para abordar la vivencia en el ámbito de clases.

Otro de los programas que se sostuvieron hasta el año pasado fue el Ensayo Abierto, al cual asistían escuelas secundarias provenientes de diferentes zonas del país, que consistía en presenciar, de manera gratuita, los ensayos de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. También incluía la posibilidad para estudiantes universitarios y terciarios de ver los ensayos generales de ópera y ballet, así como la participación en talleres, capacitaciones y charlas con los docentes. “En 2019 el programa empezó a perder peso, pero tratamos de sostener la cantidad de alumnes que asistían, aunque con varios problemas artísticos. Tras la pandemia volvió a realizarse en 2022 y esperábamos que este año regresara con la misma impronta de 2016, pero no fue así. Hay una decisión política de que esto no suceda”, afirma Villagra.

Schvartzman coincide: “Hubo una voluntad clara de la nueva gestión de no continuar ni profundizar sobre un área que debiera estar de manera permanente. No hubo una tendencia a seguir investigando en estos programas, tan necesarios para seguir con esta mirada de acercamiento a las infancias y las juventudes”.

En el comunicado señalan el vaciamiento año a año: “El programa, que implicaba una profunda cosmovisión pedagógica y artística, fue vergonzosamente degradado, denostado y finalmente clausurado por esta gestión. Para graficar su envergadura, en 2016 asistieron 26.330 participantes, en 2017 38.262, en 2018 26.259, en 2019 27.703, y en 2022 solamente 7.778”.

Schvartzman señala que se realizaban funciones didácticas gratuitas para escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires con la participación de casi 40.000 estudiantes por año. “La idea era difundir un programa educativo universal que abarcara a todas las escuelas. Previo a la asistencia de les chiques, se invitaba a docentes y equipos educativos a una instancia previa que incluía una visita guiada y un trabajo pedagógico en relación a la obra que se se iba a ver, la cual podía ser de ópera, ballet o un concierto, entregándose material de trabajo para que se pudiera desarrollar luego en clase. La asistencia a estos programas no implicaba la mera visita al teatro, sino que consistía en todo un trabajo de acercamiento al arte de las infancias y de la comunidad educativa”.

El cierre del área provocó, además, despidos. Esta situación “desnuda la precarización laboral en la que ya se encontraba el personal, contratado durante cinco años, y que al día de la fecha el teatro retiene sus haberes salariales”, expresaron en el comunicado. Schvartzman añade: “Les trabajadores no tuvimos un aviso formal e institucional sobre la cancelación del contrato, ni el Teatro dio razones por las cuales cesaban los programas educativos. La respuesta vino de la Dirección General, concretamente de la jefa de Gabinete de Telerman, Paz Dubarry, avisándonos que el personal ya no era necesario y por eso se cancelaron los contratos”.

Según Villagra, hay una deshumanización y despersonalización de la gestión respecto de sus empleados, algo novedoso si se quiere, considerando que es un espacio del cual sus empleados se apropian porque disfrutan trabajar allí. “Esto se está fragmentando”, subraya y concluye: “El teatro, al ser un ente público, tiene el deber de divulgar bienes culturales y esto no se está cumpliendo. Hay un vaciamiento en un montón de áreas, no hay una visión general del teatro público como ente cultural. Aspiramos a que les chiques puedan venir, es una experiencia muy positiva”.

Los elitistas de siempre

Los elitistas de siempre

El ministro de Cultura Pablo Avelluto decidió cerrar la compañía Danza por la Inclusión, dirigida por el prestigioso bailarín Iñaki Urlezaga. El ballet había sido creado en 2013 y recorría el país llevando  funciones gratuitas a públicos que jamás habían visto espectáculos de este tipo.

A comienzos de 2013 se habían organizado audiciones en el Teatro Colón. Un nuevo programa formado por bailarines de todo el país prometía llevar la danza a los lugares más recónditos de la Argentina, estableciéndose en los márgenes de una concepción elitista del ballet.

Concentración frente al Ministerio de Cultura de la Nación en apoyo al Ballet nacional de Danza.

Sofía Sciaratta de 28 años, originaria de Rosario y bailarina desde los 15 años, afirma: “Este ballet era una posibilidad única para los ciudadanos: no cobraba entrada y llegaba donde nunca antes llegó el ballet”.

Gastón Cabrera, de 23 años agrega: “El objetivo de la compañía era ir y mostrar lo que era la danza. La gente cuando íbamos nos decía ´muchas gracias´, ´nos encanta´. Se daban charlas, conferencias. Cosas que otras compañías no hacían”.

Además de ir a todas las provincias de la Argentina también tuvieron la oportunidad de realizar una gira internacional en la que representaron al país en España y Portugal.

El ballet se inició en base a una ley que databa desde el gobierno de Alfonsín. La misma proponía la creación de un ballet nacional, que sea clásico, contemporáneo y folclórico. La idea del Ministerio de Desarrollo Social, de quien dependía hasta 2016,  era formar, por primera vez en la Argentina, un ballet nacional clásico. Hace dos años, ya bajo el gobierno macrista, pasó a la órbita del Ministerio de Cultura de la Nación.

El ballet había sido creado en 2013 y recorría el país.

“Haber pasado al Ministerio de Cultura para nosotros fue algo buenísimo. Pero después pasó esto”, comenta Gastón. A tan solo 9 días del comienzo de 2018, el Ministerio informó a Urlezaga que se había decidido la desfinanciación del Ballet. “Hasta el 4 de enero a Iñaki le estaban pidiendo cómo encarar el 2018, qué obras iba a hacer, armar el cronograma del año. Y 5 días después lo cita Avelluto a una reunión para decirle que no había conseguido la plata”, comenta Lucía Valencia, bailarina del Ballet Nacional.

“Nadie lo esperaba. Siempre tuvimos problemas para empezar, estos dos últimos años por problemas de convenios, pero siempre pensando que íbamos a arrancar. Nunca nadie pensó que esto iba a dejar de existir”, agrega.

Sofía dice: “Fue una decisión de 5 minutos que nos dejó a 80 familias sin trabajo. Casi 60 bailarines y, además, maestros, técnicos, pianistas. También nos quita el derecho cultural que tenemos todos los argentinos. Así porque sí. Y a través de un mensaje de texto”.

Con la decisión, 80 familias quedaron sin trabajo.

La semana siguiente, el martes 16 de enero, los bailarines realizaron una convocatoria al mediodía en frente del Ministerio Nacional de Cultura para protestar contra el vaciamiento cultural. Allí realizaron una clase abierta, bailaron fragmentos de obras de la compañía en la calle. Lucía comenta: «Queríamos tratar de expresarnos y de hacernos visibles. Nunca hubo una negociación. Ningún diálogo. Queremos que nos escuche para que nos dé una explicación».

Sofía agrega: «Vamos a seguir tratando de que la gente nos apoye cada vez más, porque realmente este ballet no es nuestro, no es el ballet de Iñaki Urlezaga. Es el ballet nacional de danza clásica, que es de todos los argentinos». En tanto, Lucía afirma: «En Argentina, la cultura siempre fue como la hermana pobre de la economía. Siempre fue lo último. La cultura, la educación y la salud tienen que ser una política de Estado». Por su parte, Gastón concluye: “Nuestra lucha no es solo por esta compañía. Es por la cultura. No queremos que se pierda mas arte”.

 

Actualizado 30/01/2018

 

Cenicienta andrógina

Cenicienta andrógina

«Había una vez un príncipe», solloza Cenicienta, hablando sola. «Había una vez… un príncipe», se ríe y llora a la vez, arrodillada en el piso del escenario, abrazada a su escobita de treinta centímetros, la misma que usan las nenas para jugar a la mamá. Así comienza Cendrillon -Cenicienta, en francés-, la primera ópera estrenada en la sala independiente de Machado Teatro, a cargo de Germán Ivancic y Diego Ernesto Rodríguez. Desde 2015, los dos hombres de barba constituyen una sociedad -denominada Barbados- y llevan adelante diversas actividades en el espacio: planifican la programación, dictan talleres de teatro y expresión corporal, se encargan de la difusión, atienden el teléfono, acomodan las luces, mantienen el lugar en condiciones, tramitan -desde 2012- la habilitación y absorben, como pueden, los aumentos en las tarifas. Así es como se mantiene en funcionamiento un espacio cultural a dos cuadras de Parque Centenario.

«Estrenamos nuestra primera ópera en Machado porque queremos empezar a vincular más el espacio del teatro con la lírica», explica Germán Ivancic, director escénico de la obra. «Los pequeños teatros tienen un vínculo más cercano con el barrio y también con los artistas emergentes. Producir en estos lugares puede generar vínculos con gente que no iría al Teatro Colón, o vecinos a los que le costaría mucho ir porque no saben cómo vestirse. En cambio, es muy probable que esas personas se animen a ir al teatro de la vuelta de su casa. No hace falta que se empilchen, ni que compren entradas con anticipación ni viajen al centro. Se trata de dos propuestas distintas, ni mejores ni peores».

«Los pequeños teatros tienen un vínculo más cercano con el barrio y también con los artistas emergentes».

La puesta en escena

Cendrillon es una ópera de cámara compuesta para piano, escrita por una mujer, Pauline Viardot, lo que constituye una rareza ya que incluso hoy es difícil que las mujeres participen en la composición de una obra, y que luego sea representada. «A principios de siglo XX, cuando se escribió, esto era prácticamente imposible», asegura Ivancic.

Al inicio de la producción, Juan Pablo Llobet Vallejos, director musical y pianista del proyecto, sugirió que el elenco fuera completamente femenino. «Dijimos: ‘Vamos a hacer este cuento sobre la realización femenina, contado solamente por mujeres’ -recuerda Ivancic-. Y así fue como empezamos a configurar el mundo: ¿Cómo contamos a las mujeres que hacen de hombres en la obra, como el príncipe o el barón? ¿Las caracterizamos de hombres, como se suele hacer en la ópera? ¿Planteamos el vínculo entre Cenicienta y el príncipe como una relación homosexual? Pronto nos dimos cuenta de que ese no era el camino, y fue así como decidimos salirnos de lo binario hombre-mujer. Nos corrimos desde ese lugar y empezamos a diseñar a los personajes como seres que desean, que quieren pertenecer, que ansían ascensos sociales, que aman. En Cenicienta siempre se trabaja desde un lugar de la belleza esperable, canónica, y nosotros en cambio presentamos a todos los personajes como seres andróginos en un ambiente ligado al universo de lo dark, de lo oscuro, lo gótico».

No solo no hay hombres en el elenco sino que tampoco hay vestidos. Cenicienta asiste al baile del príncipe ataviada con un trapo de piso: «Contar esta historia hoy en día, atravesados popularmente por #Niunamenos, es un desafío -agrega Germán Ivancic -. Quisimos resaltar el hecho de que la actitud de Cenicienta es pasiva: su recompensa va a venir por no hacer nada. Solo espera pacientemente, se comporta como es debido para poder cumplir su anhelo que es estar con el príncipe. El vestido no es para ella, es para que la elija el príncipe, ese otro que tiene el poder de elegir a quien quiera. Nosotros proponemos una relectura de la historia que conocemos, no tanto una crítica. ¿Qué pasa con esto que nos cuentan siempre? ¿Por qué me molesta que no aparezca el vestido hermoso? ¿Qué me pasa a mí con la expectativa de belleza?»

Cendrillon es una ópera de cámara compuesta para piano, escrita por una mujer, Pauline Viardot.

La música

Juan Pablo Llobet Vallejos, director musical y pianista en Cendrillon, afirma que su carrera está muy influida por su interés por la semiótica de la música. Cursa una maestría en Análisis del Discurso en la Facultad de Filosofía y Letras, y su tesis está orientada hacia la voz como un dispositivo enunciativo: «¿Cómo se usa la voz como medio expresivo? ¿Qué pasa con la voz en la interacción? A partir de la contemplación de esa problemática, me empecé a preguntar qué potencial tiene la voz para comunicar. Hay conexiones muy profundas entre la voz como medio expresivo y la música, que también es un discurso», afirma y da un ejemplo: «En el cine, en una película infantil como Maléfica, apenas aparece el muchachito lindo de la película, junto con la protagonista, suena un oboe y una melodía con la que en tres notas musicales te explican el tipo de relación que tienen los dos personajes, y el desarrollo de una relación amorosa. ¡Más efectivo no puede ser! Contarte la naturaleza de ese vínculo te llevaría toda una película. Pero con el oboe y la melodía, no hace falta».

En Cendrillon, Llobet Vallejos no está vestido de negro -uniforme de los músicos-, sino que está caracterizado como un vampiro más, encorsetado en un body rojo y negro, insinuando que la música no es un universo separado del mundo dramático, sino que están amalgamados. «El trabajo con Germán fue un trabajo de constante ajuste -explica el director-, tuvimos que ir encontrándonos. Yo me involucraba en cuestiones escénicas y él en cuestiones musicales. Al venir cada uno con un universo distinto, también tenemos distintas ideas sobre la obra. Y en esto también entran las cantantes: el trabajo es colectivo. Cuando ellas se empiezan a involucrar y traer lo suyo, aparece un trabajo de mucha negociación explícita e implícita, y en el transcurso se van realizando micro-ajustes».

El proceso creativo es distinto del que se da en otros contextos, en el que se trabaja con contenidos pre-formateados que tienen instrucciones claras acerca de cómo debe llevarse a cabo la obra y queda poco lugar para cuestionamientos o replanteos. «Nosotros tratamos de construir con lo que va apareciendo -aclara Ivancic-, por eso es fundamental la interacción con los actores. El proceso de trabajo es con ellos, sí o sí. Con otras personas, sería otro proceso y sería otra obra, por eso es fundamental el período de ensayos. Tres días de ensayo por semana durante tres meses de trabajo: para muchos procesos, es un montón. Pero en nuestro caso, es necesario el tiempo para que la obra vaya madurando y de lugar a la forma final».

«Al venir cada uno con un universo distinto, también tenemos distintas ideas sobre la obra. Y en esto también entran las cantantes: el trabajo es colectivo».

Licencias

El mundo de la ópera, a diferencia de otros rubros del arte, se destaca por la resistencia al cambio. Hay una fuerte tendencia al historicismo, es decir, a tratar de representar la obra de la misma forma en que fue realizada en su origen, siglos atrás. Las alteraciones, especialmente las que modifican las partituras, son sancionadas por los críticos y por el público mismo. «La premisa del historicismo es la de una fidelidad a un objeto sonoro original: el interés por recuperar el sonido de ese objeto tal como existió la primera vez que se tocó», explica Juan Pablo Llobet Vallejos. «Para mí, se trata de una utopía. También tiene que ver con una supuesta fidelidad al autor: personas que están buscando ser fieles a Mozart, a Verdi, a Wagner, de acuerdo a lo que los tratados de la época establecen que era cada uno de esos autores. Yo creo que la fidelidad es con uno y con la recepción, con el público, con el tipo de tarea que desempeño como artista. Me interesa ser auténtico con lo que estoy poniendo a circular en el mundo, y eso incluso implica dejar ambigüedades y ambivalencias, porque si no tendría que escribir un manifiesto y eso tampoco me interesa».

La partitura de la ópera Cendrillon –estrenada en 1904- fue fuertemente intervenida por Llobet Vallejos. Hubo cambios en el tempo, alteraciones de notas, disonancias, incluso desfasajes e instrucciones a los cantantes para que desafinen en ciertos pasajes, con el fin de conseguir un efecto dramático. «Además de lo que se muestra en escena, hay una manera musical de transmitir -afirma-. En la música vos podés cerrar los ojos, y te va a llegar el mensaje igual, hay algo de la inmediatez corporal de la música que resulta efectivo».

Las licencias en Cendrillon no se limitan a lo musical y a lo estético, sino también a las formas de producción operísticas, que normalmente tienen otros tiempos y procesos de producción más verticalistas, distintos de las negociaciones que plantean Ivancic y Llobet Vallejos. «La manera de hacer es una manera de decir sobre la práctica. No nos ponemos en un lugar de directores sino en un lugar de creación colectiva», afirma el director musical. «No hicimos ensayos musicales hasta que todo saliera perfecto -agrega-. Creo que está bien que otros busquen la perfección, es otro modo de trabajar, pero no es lo que yo hago. Yo trabajo con la imperfección. Prefiero un cantante más inexperimentado que no llegue a una nota u otra pero esté dispuesto a jugar, a animarse, a generar desplazamientos».

Cada modificación que se realiza a la ópera tiene que ver con una concepción del arte. «Me interesa que, además de generar una reacción emocional, se puedan plantear preguntas a través de las producciones artísticas. Me gusta que el público disfrute y la pase bien, pero también trato de que se moleste un poquito», confiesa el músico. Esto también ocurre desde el punto de vista de la historia y la puesta en escena: «Al recurrir a lo dark, lo gótico, vampiros, desde lo escénico nos proponemos correr un poco la mirada -llamémosla ‘clásica’- que viene del cuento de Cenicienta, para generar otra mirada que eche luz -u oscuridad- sobre algunas otras cuestiones. ¿Qué me ocurre con el encuentro de Cenicienta con el príncipe al final? ¿Me pongo contento porque el chico se va con la chica? ¿Y en qué condiciones se va la chica con el chico? «, se pregunta Ivancic.

«Las licencias en Cendrillon no se limitan a lo musical y a lo estético, sino también a las formas de producción operísticas, que normalmente tienen otros tiempos y procesos de producción más verticalistas».

Haciendo frente al tarifazo

Machado Teatro pertenece a la agrupación Escena -Espacios Escénicos Autónomos- que nació en el 2011 luego del caso Beara -el derrumbe de un entrepiso ilegal que había en una discoteca de Palermo-, que provocó la muerte de dos jóvenes. «En consecuencia de esa tragedia, comenzaron a llegar intimaciones a salas de teatro independiente para clausurarlas hasta no tener la habilitación definitiva. Yo la solicité en el 2012 y aún no me la dieron, lo cual dice a las claras que no habríamos podido abrir nunca porque ya pasaron cuatro años», explica Diego Rodríguez, dueño del espacio y socio de Germán Ivancic, también director escénico que en este caso diseñó la escenografía de Cendrillon. «Ese año, los administradores y programadores de salas pequeñas gestionamos en dos meses una ley que nos permitió funcionar con la tramitación del permiso de habilitación». Al permiso lo consiguieron a fuerza de reunirse, visibilizarse, hablar con legisladores de la Ciudad, presentar el proyecto de ley y acompañar su votación y promulgación por parte del Poder Ejecutivo. «Lo conseguimos gracias a la militancia», afirma el director.

Hoy la lucha consiste en seguir oponiéndose a las clausuras de espacios por causas injustificadas y, además, a los tarifazos. «Exigimos una tarifa cultural, que contemple nuestra actividad que no es con fines de lucro. Nuestra actividad es autónoma, independiente y pequeña, no somos una industria», afirma Rodríguez. «A mí se me multiplicó por ocho la boleta de agua, y eso es un costo que no podemos trasladar a los espectadores porque tenemos cincuenta butacas. Esto no solo nos afecta a nosotros sino a la población en general, porque retrae la actividad. Entonces se trata de una lucha doble, porque no basta con que nuestra actividad tenga facilidades para afrontar la situación, sino a la vez hacer un llamado de atención porque estas políticas económicas van a terminar disgregando el tejido social: la gente no va a poder salir», subraya.

El circuito de teatro independiente también da lugar a diferentes tipos de expresividad, algunas no admitidas en los circuitos oficiales como los de los teatros estatales o privados, como es el caso de Cendrillon y las licencias que los directores se permiten tomar, que acercan la ópera a otros tipos de audiencia. «El sistema en el que vivimos tiene construidos distintos circuitos por los cuales el artista se forma y se encuentra con lo público. Lo público es clave para el artista: construye una expectativa de qué es lo que se espera de él. En el caso de la lírica, quizás la forma de expresión de un artista en particular tenga una forma que no se condice con las exigencias de producción artística del Teatro Colón, pero tal vez encaje dentro de la construcción de un espectáculo de teatro musical lírico construido en otro marco», explica Ivancic. «El sistema de producción de los espectáculos está armado también para que el artista se pueda expresar con determinados tiempos de trabajo y ensayo que son inamovibles -completa-. Esa no es necesariamente la forma para que determinados artistas puedan construir su trabajo. A su vez, en los teatros independientes uno pude elegir materiales que no tienen de por sí éxito garantizado, que además son difíciles de producir porque hay que estudiarlos desde cero, no son obras de repertorio. Es el caso de Cendrillon, que es estreno en Argentina, y probablemente también lo sea en Latinoamérica».

Cendrillon, ópera de Pauline Viardot | funciones todos los domingos de julio, a las 19 hs en Machado Teatro (Antonio Machado 617, CABA)

Reservas: http://www.alternativateatral.com/obra41996-cendrillon

Actualizada 12/07/2016