Los sin techo toman la palabra

Los sin techo toman la palabra

Con un frazadazo de Plaza de Mayo al Congreso, finalizó el Tercer Encuentro Latinoamericano de personas en situación de calle. Reclamaron por la implementación de las leyes que protegen a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Todavía es de día. El sol está bajo pero el frío ya se siente en Buenos Aires; aunque eso no detiene a las diferentes personas que se reúnen en Plaza de Mayo para alzar sus banderas, preparar sus bombos, carteles significativos y numerosas frazadas para entregar a aquellos que las necesiten. Están preparando la marcha de cierre del Tercer Encuentro Latinoamericano de Personas en Situación de Calle.

Al grito de “¡Vamos carajo!” las diferentes organizaciones como Red Puentes, Proyecto 7,  Somos Barrios de Pie y Hecho en Buenos Aires comienzan a movilizarse hacia el Congreso de la Nación. Todos cuentan con una botella de plástico cortada en sus manos; en su interior una vela encendida que alzan para visibilizar su presencia; y en sus espaldas, una frazada que intenta tapar las oleadas de un frío inevitable. 

Las bocinas aturdidoras provenientes de los autos, colectivos y motos que pasan de manera indiferente a su lado, no logran callar los cánticos de los protagonistas de la tarde: “Frazadazo, olla popular, que nadie se quede sin luchar”. 

Detrás de las capuchas, los gorros de lana y las mantas que cubrían parte de sus cuerpos hay hombres en silla de ruedas, bebés en cochecitos, niños jugando a la pelota, mujeres mayores y el colectivo LGTBIQ+ acompañándose entre sí para una causa en común: la implementación de la Ley Nacional 27.654. 

“No somos peligrosos, estamos en peligro”, escribe en un cartel Mariela Celis de 28 años, quien duerme en la calle y ha sufrido violaciones, abusos de fuerzas policiales y fue engañada para trabajar en la limpieza pero se encontró con la prostitución, de la que luego logró escapar hacia el mismo lugar de donde venia; la calle. No pide planes, subsidios o ayuda de “arriba”, sino posibilidades y recursos que le permitan tener una vida digna y se hagan valer sus derechos como ser humano. “Sufrí mucho frío, no podés dormir de noche por el peligro que hay, tenés que estar caminando porque si te dormís perdés tus cosas que te roban,  corrés riesgo de que te abusen nuevamente y bueno, antes no había donde poder alimentarte o bañarte pero ahora hay pocos lugares que podés acceder a eso.” 

Con un chaleco naranja y revistas bajo su brazo, Marcelo Díaz aprovecha el movimiento de gente para vender la revista Hecho en Buenos Aires -editado por la empresa social homónima-. Con su barba pronunciada y su gorro de lana, recorre la Plaza de Mayo en busca de un nuevo comprador. 

Marcelo es un hombre grande que vive en la calle hace veinte años pero encontró un espacio de ayuda en Hecho en Buenos Aires: “Cuando empezás, ellos te regalan diez revistas para que vos las vendas a 500 pesos cada una y así tener tu capital. A veces no me alcanza y voy para la sede a comer. Pero yo vivo en la calle.” 

Cada uno tiene un lugar asignado de venta, como dice su credencial, hecha por la organización. A Díaz, como a cualquier otro que necesite, Hecho en Buenos Aires al regalarle sus primeras revistas, genera una fuente de ingreso ya que el 70% del precio de tapa es para el vendedor y el 30% restante es para reponer publicaciones y seguir vendiendo. 

A Marisa le faltó ese dato. Con el dinero de la venta de sus tres revistas durante la tarde, se acercó a una de las coordinadoras de Hecho en Buenos Aires para saber cuándo tenía que darle el dinero. “Es tuyo, no me tenes que dar nada a mi”, fueron suficientes palabras para que la nueva integrante de la empresa social, con sus ojos celestes cristalizados por la emoción y un tono de confusión, abrace con fuerza y felicidad a su compañera durante unos largos minutos.

Mariela asiste a los lugares como Red Puentes -centro de abordaje comunitario- que le permite pasar el día, bañarse y comer las veces que quiera. Pero después vuelve a la calle y se enfrenta, a solas, a las adversidades de la noche. “Crecí en la calle y la policía no es nada. Te pasan por encima, te quieren gatillar, te sacan a patadas de donde estés durmiendo. No te respetan.”

A pesar de su condición de calle, Celis no se rinde y utiliza los pocos recursos que encuentra para hacerse valer. Uno de ellos, es el estudio en una escuela popular en Llavallol, donde pudo terminar la primaria y ahora continúa en carrera. “Yo participo de este encuentro dando mi opinión, los derechos que quiero y cómo defenderme porque yo dormí en la calle y no soy la única que está ahí. Mis compañeros de calle, mis conocidos han fallecido: Beto, Betty y Compi. Les ponemos así porque no tenemos DNI. Pero no nos merecemos vivir así como si fuéramos ratas. Nosotros somos personas como cualquier otra que están en la sociedad.” 

 La banda sonora que acompaña el encuentro está con problemas de conexión de cables y se dilata su llegada. Pero detrás de ella, aparece Somos de Pie -agrupación popular- con un aroma que prevalece en el ambiente: dos ollas populares gigantes, tan grandes que tenían que agarrarla entre dos o tres personas. La fila ya se empieza a armar. El frío se hace cada vez más presente y el hambre también. Cada uno, con ansiedad y expectativa reflejado en sus ojos, espera por su plato de comida. La preparación es rápida y entre muchas personas de las organizaciones sociales: algunos sirven en las bandejas, otros agregan el pan y dos se encargan de darles a quienes están en la espera. Ya todos servidos, la vereda era la mesa para sentarse a disfrutar de ese plato caliente y tan deseado. 

Ona Oriana es una chica trans que vivió en situación de calle por tres días, debido a sufrir violencia de género. Gracias a su médica de cabecera que dio inicio a su tratamiento hormonal, conoció una de las sedes de Red Puente, de mujeres y disidencias:  “Vivo ahí y tenemos ayuda psicológica, me dan la posibilidad de estudiar, de crecer porque antes yo no tenía esa posibilidad porque estaba muy encerrada, mi pareja no me dejaba hacer nada.”

Oriana hace manicura gracias a la enseñanza y recursos que ofrece la sede. De esa forma, genera ingresos para cuando esté lista, salir a alquilar. “Como digo siempre, estamos en un capullo y estamos esperando para salir a volar, para convertirnos en mariposas y salir a volar.” 

Alejandro Barrera -Integrante de la coordinación de Proyecto 7- conoció la calle durante ocho meses, dado que perdió su trabajo anterior por consumo. Gracias a Proyecto 7, pudo volver a trabajar y con su dinero, alquilar un espacio para vivir. Sin embargo, sigue en lucha por sus compañeros y por el país. “Lo que se está tratando de lograr es que a nivel Latinoamérica se unifique la ley, como tenemos acá en la Argentina. Acá tenemos dos leyes, la de la ciudad y la nacional. La de la ciudad se cumple a medias y la nacional todavía no está implementada. Pero hay países como Ecuador que no tienen ninguna ley reglamentada para dar una cierta ayuda a los compañeros que tienen situación de calle. Directamente no existe.” 

Junto a su grupo de trabajo, ofrecen centros de integración para darle a la gente una solución a su salud mental, los problemas de consumo, que puedan volver,  generar un vínculo con la familia con aquellos que tienen o ayudarlos con sus problemas de ley y la justicia. El lema que los acompaña durante todo el encuentro marca su lucha: “La calle no es un lugar para vivir, ni para morir.” 

 

Una jornada contra la violencia hacia los sin techo

Una jornada contra la violencia hacia los sin techo

Integrantes de la Asamblea Popular Personas en Situación de Calle realizaron la sexta Jornada de Repudio por el ataque sufrido por dos personas en situación de calle, en 2019, en Mataderos. El pasado 4 de junio, pintaron murales, organizaron una olla popular, una radio abierta, cantaron y bailaron en recuerdo de los dos quemados y contra la invisibilización a la que se encuentra sometida toda la comunidad.

Organizaciones sociales que conforman la Asamblea Popular Personas en Situación de Calle realizaron el sábado 4 de junio la sexta jornada de Repudio y Visibilización de las Violencias hacia Personas en Situación de Calle en General Paz y Alberdi, conmemorando el aberrante hecho ocurrido hace tres años, cuando rociaron con líquido inflamable y prendieron fuego a dos personas en situación de calle en este mismo lugar.

Con megáfonos y carteles, integrantes de las organizaciones cruzaron bajo el puente interviniendo en un semaforazo con consignas como “Basta de violencia a las personas en situación de calle” y “Apagá el fuego de la violencia” podían ser escuchadas por los vecinos de Mataderos. Radio abierta, música, olla popular, intervenciones musicales y mucha pintura para un mural fueron algunas de las actividades llevadas a cabo por la APPSC en pos de sensibilizar al barrio sobre la grave situación que atraviesan las personas que hoy se encuentran en situación de calle.

”Hoy volvemos a estar acá repudiando y denunciando  las diversas violencias sistemáticas que experimentan las personas en situación de calle como producto de los discursos de odio y para visibilizar la lucha y compromiso encontrándonos en los espacios públicos. También para conmemorar el indignante y doloroso ataque a dos compañeros que, mientras dormían bajo este cruce del puente, fueron prendidos fuego y filmados por los propios agresores descarados que huyeron y subieron a las redes sociales el testimonio de su repudiable accionar y que al viralizarse tomó estado público”, denuncia Linter Campos, integrante de la Asamblea Popular Personas en Situación de Calle y enciende el megáfono en mano y se suma al canto de sus compañeras ”señor, señora, no sea indiferente, la situación de calle lleva puesta a mucha gente”.

Fue a raíz de este violento crimen ocurrido en mayo de 2019 que distintas organizaciones hicieron una primera Jornada de denuncia, hito fundante de la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle. “Este hecho no quedó impune gracias a la organización colectiva y las presentaciones que realizamos tanto a la justicia como al INADI. Pero nosotros no podemos hacer todo. Esta asamblea presenta cartas a desarrollo social y como no hay ningún tipo de respuesta, al contrario, la violencia viene en aumento” comentó Valeria Lemos, integrante de la Asamblea mientras preparaba un pote de pintura para acercarse a pintar el mural donde entre todos, se fueron alternando para dejar su pincelada. “Este mural resignifica el crimen de odio cometido contra nuestros dos compañeros acá y los muestra rechazando la agresión y el desprecio, mostrando toda su dignidad humana” contó a ANCCOM otra integrante del colectivo que participó de la actividad artística.

Mientras que comenzaba a sentirse el rico olor de la olla popular que avisaba su pronta llegada, otros tantos integrantes de la Asamblea rodearon la radio abierta donde se debatieron otro de sus reclamos: los operativos de limpieza de ranchadas llevados a cabo en la ciudad. “El estado piensa que las personas en situación de calle son basura, que hay que hacer una limpieza en la ciudad, y manda a las personas a paradores que tienen sistemas totalmente carcelarios. Recién un compañero nos contaba que no te dejan entrar a los paradores con comida entre otras cosas, sino le prohiben la entrada, eso no tiene que ser una barrera para entrar. Es todo muy violento y los compañeros y las compañeras están a la deriva todo el rato”, otro integrante asintió a lo que su compañero acaba de exponer y agregó que “el operativo frío es un operativo parche, te dan una frazada a las dos de la mañana y a las seis de la mañana vienen a desalojarte violentamente robandole las cosas a los compañeros en situación de calle, es un robo a les compañeres que están en una situación vulnerable en una esquina durmiendo en un cartón. La gente del GCBA viene y los despoja de todas sus cosas, entonces eso es violencia y si el compañero en situación de calle responde, son criminalizados y los llevan presos, los ponen en psiquiátricos y esto es como un operativo de limpieza, para ellos la ciudad tiene que estar limpia sin toda esta basura de gente viviendo en una esquina, los barren”.

Se escucharon aplausos cuando llegó el momento de compartir la esperada olla popular y, con bandeja en mano, se formó una fila para recibir una porción caliente de guiso y disfrutarla bajo el sol, ambientada por música e intervenciones de personas en situación de calle que son invitadas a contar sus experiencias reflejando, en primera persona, las situaciones de violencia que viven a diario en las calles. Carlos, uno de ellos, toma el micrófono y relata: “Me pidieron que tome clonazepam para poder entrar a dormir al parador y no pasar la noche en calle, te dicen que vayas al Borda sino no entrás”.

Es por estos hechos y más que desde la Asamblea se lleva a cabo un Registro Único de Violencias como herramienta para registrar los diversos hechos violentos hacia estas personas. Linter Campos explica que “El RUV es muy significativo porque nadie se ocupa de registrar eso. Entonces es muy valioso porque si sos vecine y ves que la policía desaloja, podés escribir o mandar videos de lo que estás presenciando. Los compañeros desaparecen y ya está y eso sirve para poder tener un registro y poder denunciar ‘che mirá esto no es un caso aislado, es sistemático y en esta herramienta están las pruebas’. Diariamente registramos que hay un aumento de quienes mueren y están en las calles, sin embargo para el GCBA hay menos personas que años pasados. Sucedió también que hubo en situación de calle cuatro femicidios que no fueron nombrados. El que tomó relevancia fue el de Verónica porque se hizo un mural. Eso fue hace un año y no se nombró, y todos los femicidios y trans feminicidios que hay en situación de calle que no sabemos. En el marco del Ni Una Menos no podemos no explicar que las violencias son moneda corriente para las mujeres, personas trans, travestis y no binaries en situación de calle. Pero así como el caso de los compañeros prendidos fuego, hay un montón y tampoco nos enteramos, que un compañero muera de frío también es frecuente. Entonces la invisibilización que hay es totalmente terrible e inhumana”.

Según el RUV, en lo que va del 2022 se han registrado 34 casos de violencia hacia las personas en situación de calle. “No es nada más darles un subsidio que ni alcanza, es también un acompañamiento real que me parece que es una política pública que tiene que ser integral, incluirlos porque sino se ponen parches y el compañero vuelve al mismo círculo violento que implica estar en la calle, pero es difícil porque no nos escuchan, los tratan como ‘los vagos que no quieren salir’. Por eso pensamos que la calle como destino es violencia. Son la falta de opciones, falta de oportunidades sin privilegios. En la asamblea somos eso, un montón de personas de un montón de palos, pero ayudamos, usamos el RUV” explica Linter Campos sosteniendo un cartel que grita la consigna “Nadie elige vivir en la calle, basta de ataques de odio”.

Dos miembros de la Comuna 9, “la Tana” y “el Vasco”, dejan sus bandejas vacías en una mesa y se acercan al micrófono abierto donde todos los rodean para escucharlos. “Es muy importante que en estos momentos en donde el frío cada vez se siente más, si lo sentimos en nuestras casas cuando dormimos con un pulóver puesto, ponernos un segundo en el lugar de la persona que está durmiendo en la calle, ahí es donde nos damos cuenta que son necesarios estos encuentros y por más que día a día organicemos acompañamientos para llevar un plato caliente, para acercarles a los compañeros una frazada, un mate cocido caliente antes de dormir no alcanza. Hay una responsabilidad del Estado y nosotros estamos dispuestos a enseñar al Gobierno qué políticas públicas tiene que llevar adelante para que sea un acceso real a los derechos de las personas en situación de calle, que el Estado se haga cargo y se deje de maltratarlos. Queremos que funcione el 108 cuando llamemos, donde deberían brindar asistencia a personas en situación de calle, que realmente vengan y que puedan darles un espacio digno para dormir y vivir. Es muy duro estar en situación de calle y es muy difícil si no armamos red y acompañamos en conjunto”.

Entrando en el final, el olor a pintura se hacía notar y muchos se cruzaban a contemplar el mural, otros se preparaban para escuchar a Valeria Lemos que afinó su voz para leer fuerte y claro un informe de parte de todas las organizaciones en reclamo de políticas públicas integrales que reparen y prevengan las violencias y la vulneración de derechos humanos. “Hoy seguimos exigiendo el cumplimiento de la ley 3706 de protección y garantía integral de los derechos de las personas en situación de calle y en riesgo de situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Políticas públicas integrales que contemplen las diversidades de quienes viven en dicha situación. Aumento del monto de subsidios habitacionales que son miserables y basta de bajas indiscriminadas en el acceso. La realización de un relevamiento con una metodología adecuada para problemáticas y que se incluyan a las organizaciones que saben dónde están cotidianamente”. Los aplausos la interrumpieron. “En este escenario de crisis socioeconómica -continuó- y de un aumento de la intolerancia y los discursos de odio, las organizaciones no solo seguimos garantizando la asistencia a las personas en situación de calle sino que también salimos a la calle, transformando negligencia en organización colectiva”.

Por último, llegó el momento cuando la atmósfera pasó a un tono más festivo. Tomaron la posta varios artistas callejeros que cantaron sus canciones de lucha y se armó una ronda de integrantes de la Asamblea Popular de Personas en Situación de Calle. Pablo fue uno de los tantos que puso su voz y guitarra mientras que el mural, ahora terminado, se llevó todas las miradas de admiración y aplausos de los convocados marcando el cierre de la jornada.

“La calle no es un lugar para vivir”

“La calle no es un lugar para vivir”

A las 12 del mediodía más de un transeúnte se detiene frente a la Plaza de los Dos Congresos y se lleva la mano a la frente para poder ver, bajo el sol que encandila, a un centenar de personas en situación de calle que se reunió allí con una consigna clara: “La calle no es un lugar para vivir”. Las banderas gigantes de las agrupaciones convocantes hacen de telón y atraen las miradas de todos y todas. Incluso de aquellos que a diario bajan la vista ante las más de 7.000 personas que habitan lo inhabitable: la calle. Pero esta vez la mirada es distinta. Porque se trata de un grupo de personas que no están allí para mendigar—pedir es lo que hacen involuntariamente todos los días—sino que están para exigir. Y no es una plaza arbitraria de la ciudad, están justo frente al Palacio Legislativo.

El encuentro de personas en situación de calle que tuvo lugar el sábado a partir de las 11 de la mañana fue convocado por una multiplicidad de organizaciones sociales que buscan dar continuidad al masivo Frazadazo del 23 de agosto. Los integrantes de Proyecto 7 y las remeras que los definen como la militancia de la calle, las chicas de Frida y No Tan Distintas que estiran las frazadas como símbolo de lucha y la Asamblea Popular Plaza Dorrego, entre otras agrupaciones, idearon la jornada con el fin de visibilizar y accionar un plan de lucha, frente a una situación por demás insostenible.

“La calle mata, y no es una metáfora” afirma Horacio Ávila, hombre que habitó la calle y alma pater de Proyecto 7. En lo que va del año, 23 personas murieron como consecuencia de la vulnerabilidad y el aislamiento. Más de 20.000 personas corren el riesgo de vivir en la calle por el ajuste y, ahora también, por la irregularidad en el pago de los subsidios habitacionales que constituyen casi siempre el único recurso con que estos hombres y mujeres cuentan para no estar a la intemperie. “El Congreso nos tiene que mirar”, dice Horacio. “Tenemos que dejar de ser invisibles para el gobierno y la sociedad, compañeros y compañeras: ollas sí.”

Horacio Ávila.

La olla se destapó a eso de las 13 y Fabián se acercó al encuentro guiado por el aroma del guiso de fideos. Se sienta tranquilo a comer la esperada porción abundante y cuenta que vino caminando desde Palermo. Está contento porque llegó a tiempo para el almuerzo y piensa quedarse para hacer frente al reclamo. Fabián conoce el nombre de todas las calles desde Palermo hasta Congreso, “una por una, sin pifiar”. Termina de comer y dice que asistió al Frazadazo y le gustó: “Me trataron bien, hablé con varias personas y está bueno empezar a organizarnos para exigir al Estado y para ayudarnos entre nosotros”.

A las 15, los miembros de las agrupaciones definieron la fecha del próximo encuentro pautado para el sábado 3 de noviembre. El objetivo sigue siendo el reclamo en torno al cumplimiento de la Ley 3706 y la sanción de una ley equivalente a nivel nacional. Hacia el final de la jornada el panorama presentó con fuerza la cualidad que lo define: pensar la calle, ya no como lugar para vivir. La calle, como espacio de lucha.

Frazadazo frente al Congreso de la Nación el 23 de agosto de 2018.

 

De la calle a la pantalla grande

De la calle a la pantalla grande

“Yo soy la creadora de todo el minishow, así que preguntame todo lo que quieras saber”, expresa Marta Buneta casi en forma imperativa, esa que hace que el show lleve su nombre y sea la protagonista. Tiene 74 años, fue bailarina de cabaret en su juventud y hace una década vive en la calle. Casi en forma inmediata comenzó a montar un espectáculo callejero, que resulta disruptivo para los vecinos y transeúntes.Todos son matices de una paleta de colores que hacen que su vida sea digna de transformarse en algo más y llegar a quienes la desconocen. Malena Moffat, quien comparte el show con ella hace cuatro años lo supo y decidió, además, hacer un documental junto a Bruno López, codirector. Y así, como si de una película se tratara su vida, Marta Show -tal es el nombre del documental- llega de Alsina y Pasco al Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, donde se preestrenará su historia que, como aquellos striptease de su juventud, deja a los espectadores todo el tiempo con ganas de más.

Su baile callejero comenzó en soledad. Pero hace cuatro años se transformó en un trío: primero se unió Malena y luego Carolina Gordon, dos amigas que estaban conectadas entre sí por el baile y, desde el momento en que decidieron cruzarse de vereda, también por el compromiso inquebrantable con el espectáculo de Marta.

En el minishow bailan, interpretan canciones a modo de playback, se disfrazan y juegan a ser otros. Generalmente también participan otras personas a las que, en su mayoría, además del arte las une la marginalidad y su necesidad de construir otra realidad más cálida y compartida.

En la esquina de Pasco y Alsina, diferentes personas acompañan a Marta en la performance.

El documental Marta Show se proyectará en la Biblioteca Nacional con entrada libre y gratuita.

La vida de Marta dio un giro cuando Malena Moffat decidió unirse a ella, dando un salto desde la rutina y la cordura a lo que no todos eligen ver: el mundo de los que viven en la calle y buscan allí construir una vida. ”Yo noté que ella era artista, bailarina o algo tenía que ver con la danza. Estaba siempre cantando, recitando y bailando. En un momento la intercepté: me bajé de la bici y con alguna excusa entablé conversación”, recordó Malena. “Y yo le conté que hacía gimnasia y baile para los vecinos, para alegrar al barrio”, aclaró Marta, explicando que como quería ayuda para tener más elasticidad en movimientos tales como «el puente» , se unió con Malena desde esa necesidad. Ese “puente”, no es sólo una pose: perdura hasta hoy entre ellas y se percibe inquebrantable. “Desde entonces ella tuvo la amabilidad de invitarme. Gracias a Marta descubrí lo que es el arte callejero, es algo muy lindo, hacemos un servicio para los vecinos, poniéndole música al barrio”, expresó Malena desde la gratitud que la conecta con su compañera.

Los primeros cuatro meses fueron solo ellas dos.  “Vinieron otras chicas que estuvieron unos días y no reincidieron. También nos acompañó el Hombre Araña un tiempo, pero nadie más se quedaba en forma fija”, contó Marta. Repentinamente todo dio otro giro cuando se sumó Carolina Gordon, amiga de Malena. “Male me dijo: ´Conocí una mujer que baila y me mostró una filmación de un show. Yo no quería sumarme porque estaba desbordada con mis responsabilidades. Pero me terminé acercando un sábado y no dejé de venir más”, recuerda Carolina, y agrega: “Para mí fue un verdadero cable a tierra con la realidad, que me desconectaba del ambiente de oficina donde trabajaba en el que las personas son muy complejas. Acá me sentía en un momento donde no importaba el tiempo”. Ella asume que en el presente perdura esa sensación inigualable, agigantada por la libertad que cree que solo la calle le puede dar: el espacio de todos.

Marta y Malena se miran y bailan en la vereda.

Marta Buneta fue una de las pioneras del striptease en Buenos Aires.

Su vida documentada

Las vueltas de las vidas son muchas, como los pasos de un baile. El primer paso lo dan dos amigas que empezaron a hacer un minishow, con una señora que ya bailaba en la calle, instalada con su carro, rodeando la Plaza Primero de Mayo.

Luego, un gran salto en el aire hace que cuatro años después las tres lleguen a la pantalla grande en un documental sobre todo ese proceso, que de tan simple que puede parecer resulta transversalmente complejo. Un largo trabajo de creación que comenzó en 2015 y se preestrena el martes 29 de mayo en la Biblioteca Nacional. Lo que sí vale aclarar es que no se verá solo un baile amigable, sino también uno duro, tanto como vivir en la calle en invierno.

La idea, según Malena, surgió a partir de muchos videos en los que grabó a Marta sin saber bien por qué ni para qué. De todas maneras, inconscientemente, es probable que el fin fuera que todo ese material se transformara en algo concreto que lograra dar a conocer sus experiencias. Es así que por mucho tiempo Malena le pidió a varias personas que las filmaran, para luego terminar acercándose al ambiente del cine, un mundo totalmente nuevo para ella, siendo bailarina y estudiante de psicología. Rápidamente por medio del director Tomás Lipgot, conoció a Bruno López, montajista y guionista, quien aceptó emprender estas funciones en la creación de la película asumiendo el rol de director.

Malena resalta la importancia del acercamiento a Bruno por el desconocimiento del lenguaje cinematográfico de su parte y además por la calidad con la que él podía filmar, a diferencia de sus videos realizados con cámara amateur. Pero, por sobre todo, lo que sucedía era que no había una historia clara para contar, la estructura narrativa estaba ausente.

«La marginalidad tiene un costado jodido, aunque en ella parezca genial», dice Bruno López, director de Marta Show.

Por su parte, López expresó que el material que Malena le había dado eran cientos de horas con “más de veinte personas grabando, pero sin punto de vista, sino desde la idea de grabar un show callejero, sin buscar contar una historia, como idea de video bizarro de Youtube”. Por lo que el plan a seguir fue no intervenir en lo que iba sucediendo entre ellas, sino observar  y después sentarse a ver el material y desentrañarlo. Allí comenzó un arduo trabajo de ir durante un año y medio primero solo los sábados y luego jueves y sábados, con la idea de lograr hacerse invisible ante ellas. “El hecho de invisibilizarme constó en lograr una convivencia y una confianza fuertes, pero a la vez con la posibilidad de dar un paso atrás y distanciarme, para que las situaciones entre ellas se desarrollen con naturalidad y desde la verdad”, reflexiona Bruno.

Aunque la idea inicial de Malena era hacer un documental sobre Marta, al director le pareció esencial la presencia de ella. “Male le da intelegibilidad al discurso de Marta, porque sino solo se ve una loca linda, pero así se ve el costado más oscuro de la marginalidad. La idea es que se entienda que es jodido, que no es genial. Aunque pueda parecerlo”. Y Malena agregó: “Cuidamos mucho la imagen de Marta, le dijimos que se mire y ella elegía: esto sí y esto no, y le gustó verse en una pantalla”.

La película tiene varias conversaciones utilizadas a modo descriptivo entre las dos amigas, pero por sobre todo es la codirectora quien le pone voz y punto de vista a la historia de Marta y al funcionamiento del trío. Así, el protagonismo es de Marta y ella, “Caro no salió tanto, está casi desde los comienzos pero es más perfil bajo. Yo, en cambio, estoy más acostumbrada a mostrarme. Pero ella trajo lo esencial de lo afectuoso, de abrazar mucho, que aportó al vínculo más cariñoso entre las tres y eso se llega a demostrar”, reflexionó Malena.

El relato muestra muchas caras de una misma moneda desde el comienzo, y eso es lo que lo enriquece. Se explaya la alegría del baile, pero también la mirada ajena de los transeúntes que muchas veces eligen no ver y quedarse en la vereda de enfrente. Refleja el amor entre las tres, pero también ciertos destratos y álgidos conflictos. Sin dudas también está la alegría de Marta al ocupar con poder el espacio público, pero también su paranoia y la desconfianza por quienes la rodean, o quienes ella cree que lo hacen.

En el documental la marginalidad no deja de ser marginalidad y el arte es el escape equitativo. Sin duda, hay dos mensajes claros como banda de sonido: no ignores al de al lado y derribá las fronteras imaginarias.

Cerrar cicatrices

Cerrar cicatrices

Como todos los lunes a la tarde en el Centro Frida es día de mateada. Alrededor de una mesa redonda de la sala de biblioteca se reúne un grupo de compañeras y la coordinadora para reflexionar acerca de un tema específico: el arte del Kintsugi o la “belleza” de la cicatrices. El Kintsugi es un arte japonés que consiste en la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y que deben mostrarse en lugar de ocultarse. Así, al poner de manifiesto su transformación, las cicatrices embellecen el objeto.

Daniela les propone a Viviana, Paula, Fabiana, Morena y María que tomen tres hojas con imágenes -Frida Kahlo, “el grito sagrado” de Higui en la Garganta Poderosa, y la frase “mujer, ni sumisa, ni devota, te quiero libre, linda y loca”- las rompan con las manos  y vuelvan a reconstruir a las mujeres a través de un collage. 

El grupo sabe de qué se trata. Todas han llegado al Centro con historias duras a cuestas.

En el corazón del barrio porteño de Parque Patricios, el Centro Frida es un espacio que nació de la lucha colectiva, de las organizaciones sociales que trabajan la problemática de situación de calle como “Proyecto 7” y “No tan Distintas”. Cuenta con 40 camas para que habiten mujeres “cis y trans” con o sin niños y niñas a cargo. La institución funciona las 24 horas todos los días del año, el tiempo de permanencia es indefinido, y se propone llevar adelante un trabajo multidisciplinario.

El Centro es una realidad gracias a “Proyecto 7” desde 2015. “No tan Distintas” participa en su gestión en tanto organización social compuesta por mujeres que crean estrategias de contención y empoderamiento para superar situaciones de vulnerabilidad social, fundamentalmente la situación de calle.   

Vale destacar que antes del surgimiento de Frida, “Proyecto 7” administra desde 2011 el Centro de integración Monteagudo, orientado a la integración social de hombres en situación de calle.   

“Nosotras también tratamos de generar nuestros propios fondos para las actividades y el mantenimiento del hogar», dijo Daniela Camozzi.

Daniela Camozzi, una de las coordinadoras del centro e integrante de “No tan distintas”, advierte que se trata de un espacio de “contención”. En diálogo con ANCCOM, subraya: “Concebimos a las mujeres como protagonistas de sus historias, capaces de formular sus propios proyectos de vida”. 

El Centro Frida se mantiene con donaciones, más allá del convenio básico con el Gobierno de la Ciudad. “Nosotras también tratamos de generar nuestros propios fondos para las actividades y el mantenimiento del hogar: participar de ferias, varietés, producimos fanzines mostrando los trabajos de las chicas en los talleres, y solemos para fin de año hacer tarjetas o calendarios”, explica Daniela.

Actualmente, la ocupación es completa, pero a las mujeres que están en lista de espera para ingresar al hogar les ofrecen comida, participación en los talleres y las instalaciones para higienizarse.

 “Llegué a Frida por intermedio de una encargada que trabaja aquí. Estoy desde la mitad de febrero porque me había peleado con mi pareja. El ahora está en cana”, relata Fabiana.

Viviana se suma a la charla. “Me fui de mi casa cuando tenía 15 años, ahora estoy en la lucha y sola. Hace unos meses fui mamá, por haber estado en situación de calle perdí a la beba, y porque no tengo documentos. En abril de este año llegué a Frida, y las chicas que trabajan aquí me ayudaron a tramitar los documentos, y en conjunto con un equipo de abogados, se están moviendo para que pueda recuperar a la beba”, relata.

El trabajo cotidiano está mediado por reflexiones sobre la violencia contra las mujeres, las distintas maneras de practicar la maternidad, la trayectoria de las mujeres trans y la educación sexual integral.

Distinto es el caso de Paula. “En este momento no estoy aquí en Frida porque me encuentro en situación de calle y no hay camas. De todas maneras, fui una de las seis primeras integrantes, desde los inicios del centro, hace dos años. Mi problemática es el consumo de drogas. Por ese motivo dejé a toda mi familia. Lo cierto es que he hecho miles de tratamientos, no pongo voluntad para dejar las drogas, me cuesta cumplir con una rutina de ayuda profesional, y  siento que todavía necesito seguir consumiendo, es por esa razón que yo siempre me voy”, confiesa.

Viviana no duda en calificar al personal de Frida como parte de su “familia”. Y sentencia: “Aquí en Frida me siento como con mi familia, como si estuviera en mi casa, en donde recibo mucha contención de las chicas”.

Paula marca matices y asegura: “Actualmente me siento muy sola, pero cuando estoy aquí en Frida me encuentro muy contenida, las siento como a mi familia, y a las chicas las quiero mucho, porque me aceptan como soy”.

La violencia de género es uno de los temas más debatidos en talleres y charlas.  La coordinación del Centro lo asume como un desafío. “Estamos todo el tiempo interpeladas, indignadas, a veces con cierto desánimo”, subraya Daniela.

El trabajo cotidiano está mediado por reflexiones sobre la violencia contra las mujeres, las distintas maneras de practicar la maternidad, la trayectoria de las mujeres trans y la educación sexual integral. Los profesionales cruzan distintas áreas: psicólogas, antropólogas y sociólogas.  

A su vez, el centro se encuentra organizado en distintas áreas de trabajo como salud, talleres de la comunicación y niñez, entre otros.

En las asambleas semanales habitantes y trabajadoras  definen los temas que atraviesan a la institución: horarios, pautas, reglas de convivencias, talleres, tareas, actividades y lineamientos generales.

Para el futuro deseo que Frida pueda seguir existiendo, pero que la lucha se profundice. Que a partir de nuestra iniciativa surjan muchos más centros integrales para asistir a personas en situación de calle, con el firme deseo de que algún día dejen de existir”, concluye Daniela.  

«Que a partir de nuestra iniciativa surjan muchos más centros integrales para asistir a personas en situación de calle, con el firme deseo de que algún día dejen de existir”, dijo Daniela.

Actualizada: 16/08/2017