Luján baja las persianas

Luján baja las persianas

En lo que va del año, en Luján se perdieron 1.800 puestos de trabajo industriales.

Luján concentra uno de los polos textiles más importantes del país. Sin embargo, en 2019 ya cerraron Sportech y Tecnosport, dos empresas tercerizadas. La primera trabajaba para Adidas y Puma, y la segunda para Nike. En tanto, la suba del dólar, las tarifas impagables y las consecuentes suspensión de la producción y cese de la actividad laboral son los principales problemas en Algoselán Flandria. Por su parte, en la planta de Estampados Rotativos los despidos son masivos: la baja del mercado interno y prácticas empresariales autoritarias encuadran el conflicto. ANCCOM recorrió la zona y habló con los diferentes actores involucrados: la Asociación Obrera Textil (AOT), los empresarios y los trabajadores, todo en el marco de una crisis que ya dejó sin empleo a 1.800 personas en el distrito.

En Sportech, un grupo de trabajadores está en juicio, mientras la Justicia habilitó a que una cooperativa de ex empleados pueda reabrir la otra planta que tenía la firma en Villa Lynch. Otros se reinsertaron laboralmente. De todos modos, coinciden que la situación es  desesperante. En estos meses, la inflación agudizó la crisis económica y los más golpeados son los nuevos desocupados. Un ex trabajador, que reservó su identidad, comentó su experiencia: “A principios de 2017 empezó la reducción de producción y por ende de personal, al punto de cerrar uno de los dos galpones del taller. A principios de 2018 empezaron a pagarnos con atrasos, en cuotas, y estuvimos prácticamente un año así. A mediados de 2018 empezamos a parar, a hacer reclamos, porque no se sostenía más. El 2 de enero de este año fuimos a trabajar y nos encontramos con un cartel de quiebra. Obviamente trucho porque estaban en plena feria judicial. A partir de esa fecha quedamos todos en la calle”.

En 2019, cerraron las textiles Sportech y Tecnosport, ubicadas en el Polo Industrial de Jáuregui, en las afueras de Luján.

Tecnosport era una empresa radicada dentro del Parque Industrial Villa Flandria, localidad cercana a Luján. Carlos Di Forti, empresario y presidente del parque, manifestó: “Es una empresa que sufrió mucho el tema gremial porque tuvo unos empleados bastantes belicosos, a pesar de ser una de las que mejor pagaba dentro del rubro textil, teniendo en cuenta que la industria del calzado y la nuestra no pagan mucho. Esta empresa era sumamente cumplidora, tenía todo en orden y ese fue el primer golpe que tuvimos dentro del parque”.

Sin embargo, el hombre de negocios reconoció: “También se dio una gran caída de la demanda porque los precios que tiene este tipo de mercadería son prohibitivos para el común de la gente, porque una zapatilla de marca Nike es cara. Antes se podía vender en doce cuotas y ahora eso se terminó”. Y agregó: “También hay que decir que era una empresa brasileña, de mucha calidad empresaria, muy profesional e invirtió mucho dinero. Se fue poniendo mucha plata y perdió bastante. Pregunto ¿van a venir las inversiones cuando este señor dueño de la fábrica, la cierra por medidas económicas y presión sindical?”

Jonatan Salvarezza comenzó a trabajar en la fábrica en 2018, y luego de dos entrevistas quedó seleccionado para el puesto de operario de producción. Los horarios laborales eran de 7 de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes. En la línea de producción hacían zapatillas y botines para la marca Nike. Recordó: “No podías parar un segundo, si querías ir al baño tenías que pedir permiso a los encargados. La línea no paraba de producir. Solamente parábamos cinco minutos cada cuatro horas para dar una vuelta a la línea y hacer unos ejercicios innecesarios. El tiempo para almorzar era de media hora, de 12 a 12:30, pero desde que salíamos de la línea y volvíamos, eran veinte minutos en total. El trato con los jefes siempre fue un saludo y nada más. Como en cualquier empresa, solamente éramos un número”.

En cuanto a su salario mientras trabajó en esa fábrica, dijo: “No me alcanzaba para nada, el sindicato del calzado no acompañó nuestros reclamos y pedidos. Hoy en día aumenta todo, menos el salario, y el de Tecnosport, menos todavía”.

De los 400 empleados que tenía Algoselán Flandria, quedan solo 250.

El conflicto también llegó a Estampados Rotativos, cuyos propietarios evitaron dar comentarios a los medios de comunicación. Los trabajadores sufren la inestabilidad laboral y exponen su realidad. “Hace dos años que nuestro salario viene corriendo atrás a los precios. En el rubro textil, el salario es bajo. Por suerte, pude terminar mi casa hace unos años. Ahora no llego a fin de mes”, expresó un trabajador, quién prefirió resguardar su nombre, que trabaja en Estampados.

Ignacio Lopolito, secretario gremial de la AOT, fue partícipe en la pelea por los despidos masivos en la fábrica. “La conflictividad aquí se da por las prácticas empresariales -explica-, son empresarios que no aceptan y no quieren la presencia del sindicato porque nos oponemos a algunas cosas que ellos hacen que no corresponden. El último conflicto se dio porque querían pagarles a través del artículo 247 (implica pagar la mitad de la indemnización a  los 19 despedidos) cuando no estaba aprobado el recurso de crisis preventivo. Hubo una baja de producción con relación al mercado interno, capacidad ociosa, máquinas paradas, propio de la crisis del sector textil”.

Por otro lado, Algoselán Flandria tenía 400 empleados y ahora solo 250. Se eliminaron 150 puestos de trabajo a partir de marzo de 2018.  Di Forti, dueño de la fábrica y presidente del Parque Industrial Villa Flandria reconoció que “nosotros arrancamos el año pasado de una manera durísima, dónde se hicieron todos los ajustes gruesos de tarifas y un salto muy grande del dólar. Eso implicó que en poco tiempo los costos se trasladen a las materias primas, eso a los precios al público, y paralelamente los aumentos de salarios quedaron retrasados. Entonces el poder adquisitivo bajó muchísimo y el mercado prácticamente desapareció”.

“Desde la Cámara Textil y el sindicato entendimos que tenemos que ir de la mano en este contexto de crisis», dijo Bianchi.

La relación entre empresarios y trabajadores es por naturaleza conflictiva porque se reparten inequitativamente las ganancias y las pérdidas. Para el dueño de Algoselán, los reclamos tienen su parte de razón. “¿A dónde se van a quejar? A la gente que lo emplea. Por otro lado, las empresas estamos con mucha inflación y vendemos muy poco. En nuestro caso, competimos con empresas grandes y multinacionales, que están en el interior. El caso de Alpargatas, por ejemplo, despidió a mil trabajadores y así ni se animan a preguntar por el aumento salarial.”

Sobre los números recientes, el empresario aseguró que “en marzo se vendió más o menos, porque de noviembre en adelante fue lamentable, fueron muy pocas las ventas, a un nivel que si no repuntaba, todo el mundo pensaba lo peor. En marzo, se levantó un poco, pero cubrimos los costos con febrero. Y el dólar después se disparó, las tarifas de servicios subieron… y lo de marzo lo cobramos recién entre mayo y junio. Cuando repusimos, fue menos de lo que vendimos. Lo mismo pasó con lo que facturamos en abril. Lo vamos a hacer durante julio y no tenemos con qué comprar”.

Por su parte, Rodolfo Bianchi, presidente de la Cámara Textil de Luján, comentó el vínculo con los sindicatos y expuso su apreciación: “Desde la cámara textil y el sindicato entendimos que tenemos que ir de la mano juntos en este contexto de crisis, junto con una parte de la política que hoy es la oposición. La crisis unifica, todos nos colgamos del barco porque sentimos el peligro de desaparecer”.

Nadie puede negar la crisis textil. Pero el problema principal son los nuevos desocupados que todos los días son noticia. A los que están adentro de la fábrica les cuesta pagar la olla, los que están afuera se cuelgan la máquina de cortar el pasto o prenden la parrilla al costado de la calle para vender un chori o una bondiola. Así es la estética de la recesión en modo 2019.

Sin tela para cortar

Sin tela para cortar

La apertura indiscriminada de las importaciones, el aumento en las tarifas de los servicios y la caída del consumo interno son componentes de una tormenta perfecta que cae sobre la industria textil argentina desde los primeros días de 2016. El crecimiento constante que tuvo el sector en el período 2003-2015 quedó tapado bajo el discurso del “sinceramiento”. Desde diferentes sectores del gobierno apelan a la falta de competitividad para explicar la situación que preocupa fuertemente a todos los que componen la actividad.  ANCCOM, por su parte, se metió dentro del tejido del sector para conocerlo en profundidad y poder entender esta problemática.

La Fundación Pro Tejer es una organización sin fines de lucro, creada en el año 2003, como respuesta a la necesidad de reunir a todos los sectores de la cadena de valor de la industria textil y de indumentaria de  Argentina con el objetivo de profundizar el protagonismo productivo. Ariel Schale, licenciado en Economía y director ejecutivo de la Fundación, manifiesta que la industria textil está atravesando un momento complicado en toda la cadena de valor: “El nivel de actividad  no termina de recuperarse. Si bien estamos en un segundo semestre donde vamos a ralentizar la caída que estábamos teniendo, nos seguimos moviendo en variaciones negativas respecto al año anterior”.

El crecimiento constante que tuvo el sector en el período 2003-2015 quedó tapado bajo el discurso del “sinceramiento”.

Al identificar las causas de esta situación, Schale reconoce que la actividad está impactada por el deterioro del poder adquisitivo de la población: “Lo que queda disponible de los ingresos en los hogares es mínimo por el encarecimiento de los alimentos, de los medicamentos y de los servicios públicos. Eso hace que lo disponible para gastos en indumentaria sea menor”. Se estima que entre el 2015 y el 2017 la caída del mercado estaría rondando entre el 25 y el 30 %. A la caída del consumo se le suma el problema de la presión importadora.La industria queda situada como un proveedor en un mercado más chico y con menor participación de la que tenía, terminando  con niveles que están por debajo de los valores de equilibrio para la industria.

Alejandro Robba, economista, docente de la Universidad Nacional de Moreno y de la Universidad General de San Martín explica que “el sector textil está perdiendo rentabilidad desde fines del 2015 por la devaluación y el aumento de los costos importados, la apertura y el aumento de tarifas”. Reconoce también la caída del poder adquisitivo de los argentinos y el reemplazo de productos nacionales por importados como una de las principales causas del problema: “El gobierno ha experimentado un cambio de modelo económico por el cual los salarios dejan de ser el motor de la economía para ser un costo más. A partir de una reforma laboral, que es lo que intenta ahora, se busca bajar los costos, lo que sería la contracara de aumentar tasa de ganancia empresarial. Esto significa también bajar el nivel de poder de compra de esos salarios que son en definitiva el poder de demanda que tiene la argentina”.

Scalters Sociedad Anónima es una fábrica textil con más de 67 años de antigüedad. Hace 12 años instalaron una de sus plantas en la localidad de Paso del Rey, Moreno. Raúl Hutin, director general de la empresa, vive en carne propia la situación que está atravesando la industria. Para describirla, primero hace un recorrido de los últimos años: “En plena crisis del 2002 teníamos doce empleados y no llegábamos a fabricar diez toneladas mensuales. Desde el 2003 empezamos a crecer y llegamos hasta 450 toneladas. Crecimos un 2.300%. En cuanto a personal, pasamos de 12 a 106 contratados. En la actualidad, con la situación que está viviendo el país, hemos bajado la línea de cien empleados, debemos estar en 95 o 96, según el día” explica Raúl.

Se estima que entre el 2015 y el 2017 la caída del mercado estaría rondando entre el 25 y el 30 %.

Luego de 12 años de crecimiento ininterrumpidos, Raúl Hutin ve con preocupación el nuevo escenario que tiene la industria. Según su mirada cambió el paradigma de país y el proyecto nacional: “Lo que se plantea es un país para pocos, donde la pequeña y mediana industria no tiene cabida. Ellos sostienen que nosotros somos los que generamos la inflación y los que generamos los altos precios, entonces mejor traer todo de afuera y que argentina se dedique al agro. Ese es un grave error, Argentina necesita ser un mix entre el agro y el consumo industrial, si no tendrá, como tiene hoy, déficit comercial récord, déficit fiscal récord, endeudamiento récord. Cada día estamos un poco peor”.

Cuando se le pregunta por la falta de competitividad Raúl Hutin sostiene que la industria cuenta hoy con la mejor tecnología del mundo: “Fabricamos exactamente igual que cualquier otro país. Es absolutamente falso el argumento de que debido a la falta de competitividad, la industria textil esté en crisis. Es alevoso echarles la culpa a los obreros y pensar que con la flexibilización laboral lo van a resolver”.

Scalters S.A. también fue fuertemente golpeada por los tarifazos en los servicios. Hace menos de un año, la fábrica pagaba menos de trescientos mil pesos de factura de luz; hoy, paga un millón doscientos mil. “Dicen que se viene el ajuste real. Estamos preparando el cajón para ver cómo nos terminan de enterrar” sentencia su director.

«En la actualidad, con la situación que está viviendo el país, hemos bajado la línea de cien empleados, debemos estar en 95 o 96, según el día” explica el director de Scalters.

El panorama de lo que ocurre con la industria en Luján es aún más desolador.  Aquí, la crisis ya suma 700 desempleados. La caída en la productividad arroja que “hoy se trabaja con un 55% de la capacidad instalada”, según indicó Rodolfo Bianchi, presidente de la Cámara Textil de Luján. Esto significa la reducción de la jornada laboral y la eliminación de las horas extras, lo que genera que los empleados cobren menos dinero debido a la situación.

Esta situación que atraviesa la industria textil no es ajena a los comerciantes. Esteban, dueño de una tienda de ropa de Moreno, reconoce que las ventas disminuyeron casi un 30 % del 2015 al 2016, e incluso en este año más: “La industria textil cayó mucho debido al poder adquisitivo de la gente. No es prioridad de gasto la ropa, sino al morfi, cosa que antes era distinto,” explica. Además, cuenta que los gastos fijos del local se fueron “al cielo”: “Hoy a los empleados no les alcanza para vivir. La economía nacional está en descenso tanto para mí, como empleador, como para los chicos que trabajan en el local”. Ahora se trata de vivir el día a día según cuenta Esteban, quien reconoce que desde la llegada del nuevo gobierno no hubo una buena medida para los comerciantes ni para los empleados.

Actualizado 05/12/2017